Punto al Arte: El realismo de Courbet

El realismo de Courbet


Gustave Courbet (1819-1877) nació en Ornans (Doubs), en el Franco Condado, hijo de un rico hacendado. Fue Courbet hombre de temperamento exuberante y de ideas avanzadas, y con una decidida vocación por la pintura. Su padre hubiera querido hacer de él, primero un polytechnicien, luego un abogado (y con esta intención le envió a París); pero tuvo que resignarse a que su hijo se dedicara a la pintura, sin lograr, empero, que en la Escuela de Bellas Artes entrara en los estudios de los profesores entonces más reputados entre la burguesía francesa. En gran parte, pues, fue un autodidacto, que aprendió con RembrandtF. HalsVan Dyck y Velázquez, a los que estudió (y a veces copió) en el Museo del Louvre.

En 1846, con su amigo, el crítico Champfleury, y con otro gran amigo suyo, Max Bouchon, después “de haber discutido los errores de los románticos y de los clasicistas “-son sus propias palabras- decidió “alzar el pendón” de una nueva escuela, para la que se encontró el nombre de Arte Realista.


 El Autorretrato con un perro negro (Museo del Petit Palais, París) fue pintado por Courbet. en 1842, a los 23 años de edad, en una época en que -recién llegado a París- recurría casi exclusivamente a sí mismo como modelo. Ya desde este momento, se aprecia que el pintor será un gran colorista, dominador de la técnica llamada "de las sombras luminosas". 


Al Salón de 1847 presentó su autorretrato titulado L’homme á la pipe, que fue rechazado; después viajó por Holanda, y aunque intervino en la Revolución de 1848, se abstuvo de tomar parte en los hechos sangrientos acontecidos durante el mes de junio de aquel año.


En su estudio de la Rué de Hautefeuille se reúne ya por aquel entonces con sus amigos; éstos son, además de los citados, un pintor hoy injustamente olvidado, François Bonvin, Baudelaire, Murger, el de la Bohéme, y el soñador teórico de la Revolución Social, Fierre-Joseph Proudhon.


El Salón de 1849 -en una época plenamente revolucionaría- ofreció la gran ocasión a Courbet, porque se decidió que el jurado de admisión lo constituirían los propios artistas. A él envió cuadros de importancia; pero la tempestad estalló en torno a su nombre y sus obras en el Salón del año siguiente. Envió pinturas tan importantes como su retrato de Berlioz (que el retratado se había negado a admitir), los Canteros (lienzo hoy destruido, antes en el Museo de Dresde) y el enorme lienzo Entierro en Ornans (ahora en el Musée d’Orsay). Estas dos últimas pinturas escandalizaron a la crítica y al público por sus asuntos, que se juzgaron inadmisibles.



Bonjour, Monsieur Courbet! o El Encuentro (Museo Fabre, Montpellier). Se trata de una de esas grandes composiciones de Courbet -como El estudio del pintor-, cuya admirable calidad pictórica se impone por su segura maestría y hace que olvidemos la vanidad y la autosatisfacción, un poco ridículas, de su autor.  

Mientras tanto, el clima político había cambiado; en diciembre de 1851 Luis Napoleón daba su coup d’Etat y se proclamaba emperador con el nombre de Napoleón III. Hubo una extremada censura de prensa y se practicaron detenciones en masa; el grupo de amigos de Courbet se dispersó y él se marchó a Ornans con su familia.


Al Salón de 1853 envió, con otros dos lienzos, su cuadro Les Baigneuses. Representa a dos mujeres cerca de una charca; una de ellas, de carnes, por demás, opulentas, aparece casi completamente desnuda y vista de espalda.


El cuadro despertó la indignación, no sólo del mismo emperador, sino de Merimée y de Delacroix, que escribieron en términos muy ásperos sobre esta pintura. Pero un amateur de Montpellier, Alfred Bruyas, la compró. El artista pasó en casa de éste los meses del otoño de 1854 y en esta ocasión pintó varias obras, todas las cuales se hallan en el Museo Fabre, de Montpellier, con el antedicho lienzo escandaloso; la más importante es la titulada El Encuentro, y también Bonjour, Monsieur Courbet! Théodore de Banville alude al título de este lienzo -paradigma del arte realista- en versos sonoros, y de tono humorístico, en su Occidentale Sixieme (Es la Naturaleza quien habla): 

"Ami, si tu me vais a ce point triste et laide, C' est que monsieur Courbet vient de passer par la! Et le sombre feuillage, évidé comme un cintre, Les gazons, le rameau qu'un fruit pansu courbait, Chantaint: "Bonjour, M. Courbet, le maitre peintre!" "Monsieur Courbet, salut! Bonjour, M. Courbet", etcétera. "



Le ruisseaux de la Breme a la sortie du Puits Noir (Musée des Beaux Arts et d' Archéologie, Besanc;on), de Courbet. Cuadro emblemático de la maestría de Courbet para el paisaje. Pocos como él han sabido expresar la transparencia y el frescor del agua, la vegetación impregnada de humedad, la umbría del bosque y el pelaje sedoso de los corzos.

En el cuadro se ve a Bruyas y a su criado, que han salido al camino para recibir al pintor; éste viste como un excursionista y empuña un cayado, y en la espalda (a modo de mochila) lleva su caja de pinturas, e inclina hacia atrás la cabeza, levantando su aguda y famosa barba assyrienne. A lo lejos, en una curva, puede aún verse la diligencia en que ha llegado, y que prosigue su camino.



Una de sus obras más significativas, y que más claramente denotan el modo de ser de su autor, es el Estudio del Pintor, del año 1855. Aquel año Courbet, indispuesto con el jurado del Salón, inauguró una exposición particular en un barracón que había construido, ayudado por A. Bruyas, en un solar del Puente de Alma, y allí se exhibió este enorme lienzo. Su autor le tituló Alegoría real, y representa al artista en pleno trabajo. Era, no ya un autorretrato, sino una "autoapoteosis", que resumía su labor de siete años. Será útil que expliquemos el asunto de este cuadro: Courbet aparece en el centro, mientras da los últimos toques a un paisaje de su tierra natal; un mozalbete mira cómo pinta, y detrás del artista, un bello desnudo de mujer, La Verdad, personifica a sus modelos vivientes. En la izquierda del lienzo se agrupan todos los tipos sociales que han despertado el interés del pintor: un cura, un cazador, un payaso, un vendedor ambulante, una fille de joie, etc. A la derecha aparece, en el extremo, Baudelaire absorto en la lectura (La Poesía); después, un matrimonio burgués, y una joven pareja de amantes que, al fondo, se besan (aquéllos personifican el Amor mundano; éstos, el Amor libre); luego está, sentado, Champfleury (La Prosa), y en el fondo, Promayet (La Música), Max Bouchon (La Poesía Realista), Bruyas (El Mecenas) y Proudhon (La Filosofía Social). 

De Proudhon terminó Courbet un retrato en 1865 (cuando el retratado murió). Es un retrato póstumo porque, aunque la obra se empezó en 1853, Proudhon se había negado a "posar". Le representa en el jardincillo de su casa con sus dos hijitas. Una de ellas juega a la "comidilla", mientras la otra se distrae deletreando el abecedario, y el revolucionario pensador aparece absorto en sus sueños sociales, teniendo junto a sí el tintero, sus papeles y libros. 

El fuerte, impulsivo y egocéntrico temperamento de Courbet se halla reflejado en la misma abundancia de sus obras de grandes dimensiones; algunos de sus autorretratos se cuentan entre lo mejor de su pintura. Pintó cacerías, pero uno de sus temas preferidos fue la mujer. Sus Demoiselles de Village (Metropolitan Museum, Nueva York) son señoritas de pueblo que han salido a pasear con su perrito, y las Demoiselles des bords de la Seine (Petit-Palais, París), son dos cortesanas lujosamente ataviadas que sestean junto al río. 


El Mediterráneo en Palavas (Musée Fabre, Montpellier), de Courbet. Una de las obras maestras de este artista que algunos críticos han comparado con algunas creaciones del alemán Kaspar David Friedrich por su fuerte carga dramática que constituye la diminuta figura del hombre enfrentado a la inmensidad del mar. 

Como Millet, Courbet pintó también escenas en que aparece la mujer campesina; pero sobre todo cultivó, en gran número de cuadros, el desnudo femenino, con una gran generosidad y libertad, y algunas veces incluso, con total impudor. 

Como pintor animalista, dejó, entre otras obras, su bello lienzo Corzos en el arroyo, en que un grupo de estos animales descansan bajo los árboles al lado de un arroyo. 

Aunque resulte del todo imposible completar todos los detalles acerca de las peripecias de la vida de Courbet, sin embargo es esencial explicar su actuación durante el período de la Commune en 1870, que tuvo como consecuencia, para el rebelde pintor, su destierro. La Commune había decretado la demolíción de la Columna de la Plaza Vendome, y aunque (según parece) Courbet, cuando fue demolido el monumento, había ya dimitido a su cargo de Delegado de Bellas Artes, para el que le nombrara el gobierno revolucionario, el caso fue que se le hizo responsable de aquel bárbaro acto, y permaneció recluido en prisión durante seis meses. 

Esta condena le cerró las puertas del Salón. Pero en 1873, el asunto de la Columna de la Plaza Vendome volvió a removerse cuando el mariscal Mac-Mahon, presidente de la República, proyectó reconstruir el monumento, y entonces se le cargaron a Courbet las costas de la reparación (323.000 francos). El pintor huyó a Suiza, y se estableció en la Tour de Peilz, cerca de Vevey, donde murió. 

Courbet, por un lado, con el estallido de su realismo, y por otra parte, Charles Daubigny y Harpignies, en el paisaje, autores que conectan a un tiempo, con Corot y con la Escuela de Barbizon, presagian, en cierto modo, a Manet o a los impresionistas. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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