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Artistas de la A a la Z

Época de expansión fenicia

Durante el período de los siglos XVII y XVI, la llegada de los hicsos trastornó Oriente y mantuvo una barrera frente a las influencias egipcias, al mismo tiempo que aportaba al arte fenicio algunas características notables, en especial en la cerámica, que se distingue por su elegancia en la silueta ovoide de los vientres, la estrechez de los cuellos y los bordes semiabiertos. Algunos vasos de este período han conservado el lustre rojo o blanco, pero la mayor parte están decorados con motivos parecidos a los de la cerámica del Egeo (espirales, círculos concéntricos, triángulos opuestos en el vértice).

Sarcófago antropoideo (Museo Provincial, Cádiz). Hallado en las costas gaditanas y datado alrededor del siglo IV a.C.. este fino féretro guardaba los restos de una mujer., presuntamente de casta noble. Los rasgos de las facciones y el sutil abultamiento de los pechos dan a entender que se trataba de una mujer muy joven. Estos detalles reaparecerían adoptados por artistas de principios del siglo XX como Amedeo ModiglianiPicasso o Léger, quienes se inspirarían habitualmente en las estéticas primitivas y el arte escultórico de los fenicios. 

 Sacerdote en actitud orante (Museo Arqueológi ­ co Nacional, Madrid) Cla ­ ramente marcada por la influencia egipcia, esta figura de bronce represen ­ ta probablemente al dios Ptah, un demiurgo al que siempre se caracterizaba como a una momia y que, según la mitología egipcia, creaba a partir de la tierra y la arena. Patrón de los artesanos, de los magos y los terapeutas, se le ha confundido muchas veces con representaciones de Osiris. Los fenicios se caracterizaron por su espí­ ritu comercial y navegante, lo que les llevó a viajar a tierras tan lejanas como las costas atlánticas europeas y a realizar expediciones por el continente africano, absorbiendo todo tipo de culturas. Por tanto, no resulta extraño encontrar piezas como ésta, de tendencia egipcíaca, en las costas gaditanas.



Tras la eliminación de los hicsos, los pueblos orientales se abrieron de nuevo a Egipto. En esta época de intercambios internacionales, el arte fenicio afirma su carácter distintivo. Destacan de este período la estela de Ugarit (siglo XIV a.C.), de piedra caliza, en la que aparecen dos personajes, uno de ellos tocado con el gorro cónico, y la pátera de oro (siglos XV-XIV) con una escena de caza real que ya no es egiptizante, sino completamente oriental, y en la que se muestran, alrededor del motivo central, pequeños caballos lanzados al galope que arrastran un carro desde el cual el rey, un tipo semítico, tensa su arco contra una gacela mientras dos toros huyen y un tercero arremete contra el carro. La vivacidad de esta escena, que reproduce el instante mismo de la tensión de la carrera, es excepcional.

La pieza más importante encontrada en la costa fenicia de este período es el sarcófago de Ahiram, rey de Biblos, por sus diversas influencias artísticas y, en especial, por el texto grabado en él, primeras inscripciones en alfabeto fenicio arcaico (hacia 1300 a.C.). Los leones, de cuerpo en relieve, muestran hasta qué punto había influido el arte hitita y cómo Ugarit -con la que en el siglo XIV se establecen relaciones comerciales y diplomáticas- también pesa, al igual que la influencia micénica aparece en los ritones o vasos zoomórficos. De hecho, los barcos micénicos navegaban entre Fenicia y Egipto, y Ugarit era el principal puerto. Es característico del arte fe­ nicio su capacidad de fundir y armonizar su propio arte con los motivos extranjeros. Un disco de marfil, procedente de Biblos, o las copas de oro decoradas con una roseta central rodeada de cuatro pares de grifos afrontados, son muestras variadas de la influencia egea en el arte fenicio.
Estatuilla púnica femenina (Mu-
seo Arqueológico, Ibiza). Esta
figura de terracota procedente
de la necrópolis de Puig des Molins,
en Ibiza, distingue muchas de las
concepciones artísticas típicas del
arte fenicio, fruto de múltiples in-
fluencias foráneas. A su vez, di-
chas características formales y es-
tilísticas serían propagadas a diver-
sos pueblos del Mediterrá­ neo a tra-
vés de sus constantes intercambios
comerciales. 

El declive de los grandes imperios facilitó la expansión fenicia en el Mediterráneo. A finales del siglo IX fundaron Qurt Hadasht o "Ciudad Nueva", que luego los romanos llamaron Cartago. En el siglo VII estaban establecidos en las costas de Etruria, Sicilia, Galia y, sobre todo, de Iberia (hacia 1100 a.C. se establecieron en Cádiz); se lanzaron hacia el Atlántico, y en el siglo VI dieron la vuelta a África. La expansión fenicia a lo largo de las costas medí­terráneas constituye en la antigüedad un gran fenómeno histórico y cultural. El fundamento de esta expansión radica en la actividad comercial. El arte fenicio ha dejado muestras de su expresión en África, Sicilia, Malta, Cerdeña y la península Ibérica. A comienzos del I milenio, época de la expansión fenicia, en especial a través de los habitantes de la ciudad de Tiro, la influencia egipcia se mantuvo a pesar de la posterior dominación asiria. El rey Tabnit de Sidón trajo de Egipto sarcófagos antropoides que se impusieron en las costumbres de la aristocracia, propagándose en todo el Mediterráneo e introduciendo un tratamiento helénico en la representación de los rostros. Las colonias fenicias, intermediarias entre oriente y occidente, fomentaron la evolución estética de pueblos que, como los de la península Ibérica o las islas Baleares, sin ello, probablemente, se hubiesen mantenido al margen de las grandes corrientes artísticas.

En la península Ibérica se desarrolla hasta el siglo VI a.C., en todo el sur, una cultura orientalizante, · gemela a la de Grecia y Cartago, y contemporánea de la de Etruria, que no deja de tener características propias a pesar de la marcada influencia fenicia; se la conoce con el nombre de cultura tartésica. No es fá­cil distinguir las importaciones comerciales de los productos fabricados en la Península, ni las producciones fenicias de Cádiz y de las restantes colonias, de las fabricaciones propiamente tartésicas.

⇨ Joyas del Tesoro de Aliseda (Museo Arqueológico Nacional, Madrid). Fechado hacia el siglo VI a.C., este conjunto de joyas de oro es realmente magnífico. Está formado por una diadema afiligranada con bolitas pendientes de cadenillas, anillos, collares con piezas suspendidas de distintas formas y un par de arracadas fenicias caladas con decoración de flores de loto alternadas con palmeras asirias entre figurillas del buitre sagrado egipcio.



El peso de la influencia fenicia, directamente o como mediadora entre el arte de Tartesos y las otras civilizaciones, es notable en la península Ibérica a partir del siglo vnr a.C., como se demuestra en los bronces que representan dioses fenicios (la diosa Astarté sentada en un trono, bronce encontrado ,en el Cerro del Carambolo en Sevilla).

El ajuar funerario de una tumba de Cástula Qaén), la estatuilla de bronce con máscara de oro del dios egipcio Ptah encontrada en Cádiz, el carro votivo de Mérida (siglo VI a.C.), los bronces oretanos de los santuarios de Despeñaperros, los jarros utilizados en los rituales funerarios hallados en .La Aliseda (Cáceres), los marfiles de las tumbas de Carmona, los calderos de bronce de Cástula Qaén), adornados con motivos florales, o los magníficos ejemplos de orfebrería hallados también en La Aliseda, ofrecen testimonio variado de la influencia mediadora del arte fenicio en la cultura de la Península tanto desde el punto de vista iconográfico como técnico.  

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Vorderasiatisches Museum de Berlín

Dirección:
BodestraBe 1-3.
10178 Berlín.
Tel.: (+30) 2090 5301.

Guardianes alados (Vorderasiatisches Museum, Berlín). En la sala asiria del museo se encuentra una sorprendente colección de arte mesopotámico y reproducciones de originales hoy desaparecidos, como estos relieves del palacio de Jorsabad. 
El Vorderasiatisches Museum (Museo de Próximo Oriente) forma parte del Museo de Pérgamo y está considerado como uno de los más reputados en materia de arte oriental, al mismo nivel que el British Museum de Londres o el Musée du Louvre de París. Sus fondos fueron constituidos entre 1820 y 1930, dando nacimiento con el correr de los años, primero a una colección real, y más tarde nacional, de renombre en todo el mundo.

        Las dos piezas maestras del museo son la Puerta de lshtar y la Vía de procesiones de Babilonia, del reinado babilónico de Nabucodonosor II, entre los años 580 a.C. Las fachadas, recubiertas de telas en amarillo y azul, están consideradas como los elementos más estimados del arte de Próximo Oriente.

        La Puerta de lshtar está decorada con dragones, animales sagrados de ldios de la ciudad, Marduk, y con to ros, animales fetiches del dios Hadad, divinidad del rayo y la tormenta. En el ala izquierda de la puerta figura una inscripción en escritura cuneiforme que relata la ocasión en que el imponente monumento fue construido.

        De una y otra parte de la puerta se encuentran dos fragmentos de la pared de la sala del trono de Nabucodonosor ii, ornada con un friso de leones en marcha. La pared superior de estas fachadas está decorada con formas vegetales ricamente trabajadas.

Avenida procesional de Babilonia
(Vorderasiatisches Museum, Berlín). La
decoración policromada de la larga ave-
nida por la que los fieles peregrinaban en
la ciudad hasta el templo de Marduk estaba
dedicada íntegramente a representaciones
animales.

        A semejanza de la sala del trono de Nabucodonosor II, las fachadas de la Vía de procesiones se encuentran ornadas completamente por una hilera de leones en marcha, animales sagrados de lshtar, diosa babilónica de la guerra y del amor.

        En sus orígenes, la Vía de procesiones abarcaba una superficie de 300 m de largo por 16 m de ancho. Una maqueta situada en una sala contigua permite a los visitantes hacerse una idea más precisa de las dimensiones llevadas a escala de la ciudad. incluso, aunque al mayor parte de los leones son originales, ciertos ladrillos han debido ser rehechos por necesidad para la reconstitución de la fachada.

        En su colección de esculturas y arquitectura de Siria primitiva y Anatolia se destacan el friso de basalto de Tell Halaf; los leones de granito gigantes de la puerta de la ciudad de Sam'al (Sendjirli), erigidos a principios del siglo VIII a.C.; la estatua de un pájaro gigante de Gerdechin (780 a.C.); la estatua monumento del dios de la tormenta y el rayo Hadad (900 a.C.) y los relieves en yeso del santuario rupestre de Yazilika, la antigua capital hitita, del siglo XIV a.C.

        En su colección de Arte Mesopotámico el museo conserva, entre otras piezas, el molde de la estatua del rey Hammurabi, que incluye el texto cuneiforme del Código de Hammurabi (1728 a.C.), cuya estatua original se encuentra en el Louvre; un mosaico mural en arcilla coloreada (3000 a.C.) proveniente del templo de la diosa nlnin; los restos de dos monumentos anteriores a la Puerta de lshtar (595-585 a.C.), decorados igualmente con dragones en relieve, y el bajo relieve que presenta a portadores de jabalinas de la guardia del Gran Rey Darío 1 (521-486 a.C.), considerado como una de las piezas más notables del museo.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

Musée de L'Homme

Dirección:
Palais de Chaillot.
17 place du Trocadéro.
75116 París. Teléfono:
(0033) 014 405 7272.


Heredero del mítico Musée Ethnographique du Trocadéro, fundado éste en el ya lejano 1878, el Musée de I'Homme (Museo del Hombre) fue creado en ocasión de la Exposición Universal celebrada en la capital francesa en el año 1937. Está constituido a partir de, entre otras colecciones, la muy importante del Gabinete Real. Muchas de las obras que en la actualidad pueden visitarse en este museo pertenecen a colecciones que, como la ya citada, han ido acumulando objetos de arte desde el siglo XVI. De todos modos, el museo continúa enriqueciéndose con nuevas adquisiciones que se añaden a los importantes fondos de antropología y prehistoria.

        Hace algunos años, una de las disposiciones más relevantes que se han tomado ha sido la de trasladar un gran número de obras relacionadas con el arte africano más antiguo al Museo de las Artes Primitivas. De todos modos, ello no debe entenderse como una desvirtuación del sentido y la relevancia del museo, sin lugar a dudas uno de los más importantes del mundo en su función. El Musée de I'Homme sigue manteniendo, tanto en número como en el valor de las obras que alberga, una categoría de primer orden.

        Bastaría simplemente una cuarta parte de las obras que conserva para hacerlo digno de mención. Por ejemplo, en sus galerías de Antropología y Prehistoria, el espacio propone tres exposiciones permanentes. Una de ellas es La Nuit des Temps (La Noche de los Tiempos), un apasionante viaje por la historia que reconstruye las grandes etapas de la aventura humana, desde los primeros homínidos de alrededor de cuatro millones de años de antigüedad hasta el hombre moderno. Otra es Six milliards d'hommes (Seis millones de hombres), que propone un interesante repaso por la demografía de las poblaciones humanas desde sus orígenes y, asimismo, plantea una interesante reflexión sobre el desafío demográfico que supone hacer frente a las previsiones de crecimiento de la población mundial. La tercera de las exposiciones permanentes con las que cuenta el museo se denomina Tous parents, tous différents (Todos parientes, todos diferentes). En ella se muestra la unidad y la diversidad de humana en materia de biología y genética. Asimismo, igual protagonismo cobran las exposiciones temporales que, por su parte, presentan los resultados de las continuas misiones de exploración, que implican la adquisición de objetos etnográficos, y los préstamos realizados por otros museos.

        Por último, y aunque es complicado destacar sólo dos de las innumerables obras que hacen grande a este museo, es preciso señalar que las colecciones permanentes del Musée de I'Homme están compuestas por objetos de arte entre los que sobresalen, por ejemplo, el célebre molde de la Venus Hottentote y el marfil de la famosa Venus de Lespugue, de la que también se ha hecho referencia en la presente obra.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Yacimiento de Los Millares

Dirección:
El Yacimiento de Los Millares se halla a 17 kilómetros de Almería (España).

Acceso:
Por carretera, se accede desde Benahadux por la A-348 desviándose en el cruce de Santa Fe y tomando la antigua N-324 hasta llegar a la Venta de Los Millares. Allí se encuentra el centro de recepción de visitantes.

Web:

Vista parcial del yacimiento de Los Millares, en Santa Fe de Modújar (Aimería).

El Ayuntamiento de Santa Fe de Mondújar, en un convenio suscrito con la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de Andalucía, se ha propuesto colaborar en la difusión del yacimiento arqueológico de Los Millares. Como primera consecuencia de dicho acuerdo se preparó por parte de la Delegación de Cultura a un grupo de jóvenes de Santa Fe para que en calidad de voluntariado cultural se encargara de atender a las visitas y de guiarlas por el yacimiento. Desde entonces son más de 2.000 las personas que han visitado Los Millares.

En el año 1891, durante los trabajos de apertura de las trincheras para el trazado del ferrocarril Almería-Linares, se descubrió de forma casual una serie de sepulturas prehistóricas ubicadas en el municipio de Santa Fe de Mondújar, a 17 kilómetros de Almería.
Ajuar funerario encontrado en el 
yacimiento de Los Millares (Aimería).

Se trataba de un poblado neolítico, elevado a 270 metros sobre una estratégica meseta en forma de espolón entre el Río Andarax y la Rambla de Huéchar, que data de aproximadamente 3000 a.C.

Según las excavaciones realizadas hasta el momento, la mayor cantidad de viviendas se encontraba próxima a la Hnea perimetral marcada por las cuatro líneas de murallas que existían. Se trataba de edificios de planta circular, con un diámetro comprendido entre los cuatro y siete metros.

Destaca la certidumbre sobre la presencia de una metalurgia del cobre bastante avanzada. La actividad se llevaba a cabo en  hornos poco complejos, emplazados en huecos cavados en el suelo de algunas viviendas, rodeados de un pequeño y simple muro de piedras selladas con barro.

Entre las principales particularidades de Los Millares, es imprescindible destacar su impactante necrópolis. La mayor parte de las tumbas que la componen está construida con un techo de piedra en forma de cúpula y una estructura interna constituida por un atrio o recibidor dividido por lozas de pizarra y una cámara circular de un diámetro que oscila entre los tres y cuatro metros, revestida también por zócalos de pizarra. Los preciados objetos de los ajuares descubiertos en su interior (ídolos de hueso o piedra decorada, platos y recipientes de cerámica con delicadas grabaciones, utensilios domésticos de metal o sílex pertenecientes al difunto) han posibilitado una idea bastante aproximada de las creencias religiosas y las condiciones sociales que poseían sus propietarios.

Este tipo de tumbas recibe el nombre de tholoi, y se encuentra también difundida en territorios griegos. Su singularidad radica, sobre todo, en la construcción y naturaleza de las falsas cúpulas que forman el techo. La técnica para su construcción consiste en la superposición de lajas de piedra a partir de los muros de la tumba, de forma que cada piedra superior sobresalga de la inferior curvándose hasta cerrar por completo el espacio. Finalmente toda la estructura se cubre con un tú­ mulo de tierra que posibilita su consistencia y actúa como contrapeso.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira

Dirección:
Santillana del Mar (Cantabria).
39330 España.
Teléfono: 942 818 815 -942 818 005.
Fax: 942 840 157.
Correo Electrónico: informacion@maltamira.mcu.es

El Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira se encuentra situado a 2 km del núcleo urbano de $antillana del Mar.
Reconstrucción de la cueva de Altamira en el Centro de Investigación de Altamira.
Vista exterior del Museo Nacional y
Centro de Investigación de Altamira

El descubrimiento de Altamira supuso un revulsivo para los criterios generales que se asumían respecto al grado cultural del hombre paleolítico. Si bien en ocasiones se ha discutido sobre su inclusión en la historia del arte, siendo objeto de acalorados debates, en la actualidad no se duda en calificarlas de verdaderas obras de arte, comparables a las más bellas piezas de los museos. Las cuevas de Altamira pudieron visitarse durante mucho tiempo, pero cuando se hizo evidente que se estaban deteriorando las pinturas rupestres de una forma preocupante, se tomó la decisión de cerrarlas a las visitas. Ése es el origen de Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, que no sólo alberga las obras sino que impulsa su investigación.

A pesar de que las cuevas de Altamira están cerradas al público es posible visitar las pinturas rupestres en este museo con la misma impresión de realidad que si estuviera en el interior de las cuevas originales. Esto es lo que permite la Neocueva, una imponente sala de exposiciones que reproduce al milímetro, hasta el más mínimo detalle, las cuevas que descubrieran Marcelino Sanz de Sautuola y su hija a finales del siglo XIX. De este modo, un recorrido por la Neocueva descubre no sólo las famosas pinturas rupestres sino diversos e interesantes aspectos relacionados con las excavaciones arqueológicas que han permitido poner al descubierto las pinturas. Obviamente, el elemento central de la visita es la "Sala de pinturas", en la que aparecen las réplicas -cuesta dilucidar que es una copia si no es porque se sabe dónde se está- de las magníficas pinturas rupestres de Altamira.

Asimismo, el Museo se completa con una exposición permanente que alberga importantes objetos del Paleolítico Superior y con el parque paleolítico de Altamira, que corresponde a los alrededores del Museo, cuya flora se ha "reconstruido" para evocar a la que existiría en aquellos tiempos paleolíticos.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las cuevas de Altamira

Las cuevas de Altamira

Las cuevas de Altamira, en las inmediaciones de Santillana del Mar, en Cantabria, son el ejemplo más rico y completo de arte de la era magdaleniense de que dispone la humanidad, así como uno de los ciclos pictóricos más importantes de toda la prehistoria. Por ello, se las conoce también con el sobrenombre “La Capilla Sixtina del arte cuaternario”.

Fueron descubiertas en 1868 por un cazador, Modesto Cubillas, quien, persiguiendo a su perro, topó con la entrada. No obstante, éstas no fueron exploradas y estudiadas en profundidad hasta algunos años más tarde, por Marcelino Sanz de Sautuola. Este reputado intelectual santanderino, aficionado a la paleontología, visitó siete años más tarde las cuevas, sin duda a raíz de informaciones facilitadas por el mismo Cubillas, quien trabajaba en su finca. En esta primera ocasión, Sanz de Sautuola apenas consiguió distinguir ciertos motivos abstractos a los que no otorgó mayor importancia. En 1879, durante un recorrido por las cuevas con la intención de recoger muestras de huesos y sílex, su hija María descubrió las representaciones de bisontes escondidas entre las rocas del techo.

Bisonte pintado en la cueva de Altamira (Cantabria). Esta imagen pintada en la oscuridad de la cueva puede ser un resumen en el que quedan recogidos el pensamiento, los deseos y los temores de los seres humanos a través de los siglos. Data de hace más de 15.000 años.
Sanz de Sautuola publicó, en 1880, un librito en el que se sostenía el origen prehistórico de las pinturas descubiertas, e incluía copias de los dibujos allí observados. Su causa fue sostenida por Juan de Vilanova, catedrático de Geología de la Universidad de Madrid.

Sin embargo, ambos morirían sin ver reconocidas sus teorías, pues la publicación del libro de Sanz Sautuola suscitó airadas críticas por parte de la gran mayoría de estudiosos del arte de la prehistoria, que consideraban al propio Sanz de Sautuola como autor de las pinturas de Altamira y, en consecuencia, a las obras como burdas falsificaciones.

Émile Cartailhac, gran erudito especialista en arte prehistórico, fue una de las voces que se alzaron en contra de las teorías de Sanz de Sautuola, hasta el descubrimiento de las cuevas francesas de La Mouthe (1896) y Font-de-Gaume (1901), entre otras. La aparición de estas grutas, en las que había dibujos y grabados semejantes a los de Altamira, ayudó a que variara el juicio emitido tanto por los entendidos en la materia como por la opinión pública. En 1902 salieron a la luz dos publicaciones, el catálogo del Abate Breuil y un artículo del propio Cartailhac, en el que reconocía su error. Hugo Obermeier retomó las investigaciones de Breuil, dando lugar a la publicación de una monografía, en 1935. Estos textos confirmaron la autenticidad de las pinturas, reconociéndolas como obras de arte genuinas del Paleolítico.

Conjunto de figuras policromadas del techo de la sala de entrada a la cueva de Altamira (Cantabria), segúh la reproducción que se halla en el Museo Arqueológico de Madrid. Esta fue la primera gruta decorada que se descubrió y sigue siendo aún la más espléndida. Su techo mide 18 m de largo por unos 9 de ancho y su altura era sólo de 2 m. Cada una de sus protuberancias rocosas tiene pintado un bisonte y el conjunto da la impresión de un impetuoso rebaño a los pies de la gran corza policroma de más de dos metros de longitud que, en el extremo opuesto a la entrada, vuelve la cabeza hacia ésta.
Las cuevas de Altamira cuentan con grutas de unos 270 metros de longitud. De estructura irregular, se componen de una galería principal o vestíbulo, a partir del cual se organizan varios espacios paralelos. La galería es una zona de grandes dimensiones en la que penetra la luz del sol, y donde se cree habitó el hombre desde épocas remotas. Este espacio fue abandonado en el magdaleniense medio, al derrumbarse una parte de la bóveda, y en él se han hallado artefactos prehistóricos muy interesantes, tales como objetos de piedra, asta o hueso.

Ésta da paso a la sala en la que se encuentran las magníficas pinturas descubiertas por la hija de Sanz de Sautuola, la llamada “Gran Sala de los Polícromos", así como a otros espacios y corredores en los que también están presentes manifestaciones artísticas, como la denominada “Sala de la Hoya" o la 'Cola de Caballo". En ella hay representaciones de animales, pintadas en negro o grabadas, además de otros trazos y signos geométricos. Sin embargo, la fuerza expresiva de las pinturas de Altamira se concentra en las plasmaciones presentes en la sala grande.

Bisontes de la cueva de Altamira (Cantabria). Todos los bisontes representados en la cueva adoptan distintas posiciones: unos se encuentran de pie y en reposo, otros se hallan echados o volviendo la cabeza, simulando su propio mugir. Los colores utilizados son el rojo, el casta- ño y el negro, aunque existen también algunos pintados sólo en negro. En la imagen se encuentra, asf mismo, la voluntad por reflejar la sensación de movimiento y perspectiva: los cuernos, extraordinariamente bien dibujados, revelan un cierto sentido frontal.
La capa de rocas que separa la sala grande del exterior es relativamente fina, hecho que dificulta su conservación. Por ello, se ha procedido a la colocación de contrafuertes y de puntales.

Este espacio central, cuyo techo originariamente descendía desde los dos metros a tan sólo uno en la parte más baja, fue modificado para la correcta visualización de sus pinturas, para lo que se practicó un rebajamiento del suelo. Se encuentra cerca de la entrada, a unos 30 metros aproximadamente, y presenta una superficie decorada de unos 162 m2 (18 metros de largo por 9 metros de ancho).

Cabe decir que las pinturas que cubren el cuerpo central de la cúpula de la sala grande fueron fechadas por los investigadores Larning y Leroi-Gurhan, con la ayuda del carbono 14, entre 15.000 y 12.000 años de antigüedad. Por consiguiente, y como ya se había apuntado antes, las pinturas de Altamira son pertenecientes al período Magdaleniense III. No obstante, comparten el mismo espacio con algunos elementos procedentes de otras épocas. En las zonas de menos altura, son todavía observables ciertos vestigios de estilo auriñaciense-perigordiense; así como algunos trazos rojizos, caballos del mismo color y manos humanas contorneadas, todo ello de época solutrense y por tanto anterior a las representaciones magdalenienses.

Los bisontes de Altamira (Cantabria). Los animales -unos 38- han sido dibujados siempre vistos de lado. En este ejemplo se puede percibir el interés por la observación detallada del animal. Aquí el artista ha querido reflejar con todo detalle el pelo del bisonte aplicando trazos cortos y rítmicos. Es notable la voluntad por crear una cierta perspectiva, gracias a la colocación determinada de la parte trasera de las patas del animal: una detrás de la otra.
Los dibujos de Altamira representan animales relacionados con la caza del momento, sobre todo bisontes, aunque también están presentes ciervos, jabalíes, caballos, etc. Las técnicas usadas para la confección de estas decoraciones combinan la pintura (aplicada con un rudimentario pincel, con las manos o bien soplando) y el grabado, mediante la utilización de pedernal. Así, el conjunto de la "Gran Sala de los Polícromos", está formado por más de 70 grabados sobre la piedra de la bóveda, aparte de prácticamente 100 figuras pintadas.

Las decoraciones pictóricas de esta cueva cántabra se realizaron con pigmentos extraídos de la naturaleza. De hecho, se cree que los materiales usados pudieron ser obtenidos en el interior de la misma caverna. La gama de colores, bastante reducida aunque de mucha fuerza y durabilidad, consiste bá­sicamente en tonalidades ocre rojo sangre y parduzco, para el interior de las figuras. Además, se usó un óxido de manganeso, que servía para realizar el perfilado en negro, siempre presente en estas pinturas para delimitar los espacios pictóricos.

Las pinturas y grabados de Altamira dan fe de la gran destreza y la capacidad expresiva de unos pueblos dedicados básicamente a la caza y la recolección. A menudo se ha afirmado que este tipo de representaciones tenía tan sólo un carácter pragmá­tico, de invocación para la cacería, teoría que pierde fuerza si tenemos en cuenta la propia idiosincrasia de las figuras, entre las que no aparece plasmado ningún cazador, animal agónico ni arma alguna. Tampoco se trata de un tipo de obras simplemente ornamentales o decorativas, sino de elementos relacionados con los ritos, ideados por un líder espiritual del grupo, y de carácter colectivo y social. A través de ellas se expresaba la manera que tenía éste de entender el mundo, de relacionarse con el entorno y de interactuar con él.
Cabeza de bisonte, en Altamira (Cantabria). Pintada en negro, se localiza en la parte central izquierda de la "Gran Sala de los Polícromos" de esta cueva. Como puede observarse, es el contorno de la figura de un bisonte lo que aparece representado. Son múltiples las formas con las que han sido plasmados los animales en esta sala. Al parecer las figuras pintadas en rojo fueron las primeras; posteriormente, se les añadieron varias pinturas negras, las figuras con policromía y finalmente figuras en negro.
Poseen detalles que sorprenden por su habilidad, como el hecho de que se valieran de los salientes de las rocas para componer los volúmenes de los cuerpos de los animales que debían representarse. Ello es particularmente apreciable en el grupo de los bisontes encogidos, de la "Gran Sala de los Polícromos", así como el rostro existente en la sala conocida como "Cola de Caballo".

De entre los animales representados en la "Gran Sala de los Polícromos", hay que destacar la figura de una cierva roja, situada en el extremo izquierdo de la bóveda. Ésta sobresale por sus grandes dimensiones (algo más de 2 metros), así como por su emplazamiento. Está colocada en un espacio periférico, aislada del resto, entre las múltiples representaciones de bisontes que caracterizan el espacio. Su cuerpo, bícromo, combina un color rojizo con un tono ocre. Sin lugar a dudas, dada su situación y su tratamiento, esta pintura ocupaba un lugar destacable en el conjunto.

Otra de las figuras que puede remarcarse en este espacio es el bisonte enfurecido, ocupando un espacio cercano al de la cierva. Su cuello y cabeza, levantados para mugir, le diferencian del grupo, distinción que se ve agudizada debido a las deformaciones expresivas a las que se sometió su cuerpo, cuyo perí­metro hubo que acoplar al relieve de la bóveda. Las tonalidades usadas para dar color a esta figura son también especiales, ya que se hallan entre las más oscuras de todo el espacio.
Caballo en negro, pintura de las cuevas de Altamira (Cantabria). Figura contorneada en negro. En las pinturas y los grabados de Altamira no aparece plasmado ningún cazador, ni una animal agonizante, ni tampoco un arma, por Los orígenes del arte 109 lo que el propósito de las representaciones sólo serfan una mera invocación a la cacería; a través de ellas se expresaba la manera del artista y del hombre del paleolítico de entender el mundo y relacionarse con él.
Finalmente, la presencia de los bisontes recostados termina de imprimir el carácter de las pinturas de esta "Gran Sala de los Polícromos". Sus cuerpos, sin movimiento -tal vez descansando, tal vez pariendo- se acoplan completamente a los salientes de la bóveda, resultando un bellísimo espectáculo de ingenio y agudeza aplicados al arte.

Las cuevas de Altamira, abiertas al público en 1917, fueron declaradas Monumento Nacional en 1924. Sin embargo, sus pinturas fueron degradándose, por lo que se decidió cerrarlas a los visitantes. Paralelamente, en el año 2001 fue inaugurado el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, que contenía una réplica exacta de la bóveda de la "Gran Sala de los Polícromos".

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Sobre el Arte


Venus de Brassempouy (Museo de Saint
-Germain-en-Laye). Cabeza femeninata-
llada en marfil de mamut de unos 3,5 cm 
de altura. Hallada por E. Piette en 1894, 
se atribuye una antigüedad de entre 
30.000 y 15.000 años.  

Establecer el momento crucial en que aparece el arte es una tarea compleja y de difícil concreción. Para unos, el arte nace en el mismo instante histórico en que el ser humano es capaz de construir una casa o realizar pinturas o esculturas. En este sentido, como afirma el profesor Ernest Gombrich, "no existe, realmente, Arte. Tan sólo hay artistas", pues, éstos eran "hombres que cogían tierra coloreada y dibujaban toscamente las formas de un bisonte sobre las paredes de una cueva", mientras que ahora" compran sus colores y trazan carteles para las estaciones del metro".


Fuente:  Historia del Arte. Editorial Salvat

Teoría de la creación artística

¿Es el arte el resultado de un rapto de la inspiración o de un arduo trabajo? Velázquez parece plantearse esta misma pregunta en Las Meninas, obra en la que se autorretrata en el acto de pintar un cuadro. A su lado, la infanta Margarita y otras damiselas de honor contemplan su trabajo. Los monarcas aparecen representados en una imagen situada en el fondo del taller, que bien pudiera ser la imagen reflejada en un espejo de lo que Velázquez está reproduciendo o un cuadro ya finalizado. En esta ambigüedad que se da entre ilusión y realidad radica la riqueza de esta obra, que también resulta excepcional por otro aspecto: no hay muchas pinturas antiguas en las que el espectador pueda ser testigo de cómo se desarrolla el acto creador, puesto que el arte nunca se ha valorado mucho como resultado de un trabajo. Por el contrario, se suele ensalzar su parte creativa, es decir, la mental o la intelectual, y menoscabar la técnica.

Detalle de Las meninas de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Museo del Prado, Madrid). Es uno de los cuadros más enigmáticos de la historia de la pintura española, ya que se han vertido muchas interpretaciones acerca de él. Finalizado en 1656, no fue hasta 1843 que recibió el nombre actual, cuando se realizó el catálogo del Prado. Anteriormente se lo había titulado La señora emperatriz con sus damas y una enana y, más tarde, La familia del rey Felipe IV. 

A partir de esta premisa, puede establecerse una división en cuanto a la manera que se ha concebido la actividad artística a lo largo de la historia: por un lado, existe la opinión de que en la creación debe primar una habilidad o una destreza, y por lo tanto que ésta tiene que ver con la mimesis o imitación; por otro, se considera que el arte es el resultado de una idea, de la imaginación o de unos conceptos, y puede relacionarse entonces con la libertad creativa.

En el primer caso, el arte es el fruto de un trabajo y, en consecuencia, se entiende como el producto de unos conocimientos adquiridos y de la aplicación de reglas según unas determinadas habilidades. La misma palabra" arte" proviene de la expresión latina ars, a su vez originada en la voz griega Téchne y que significa destreza.

Esta interpretación es la que ha imperado a lo largo de la historia en Occidente y ha dado lugar a que, en términos generales, las artes plásticas no hayan estado muy valoradas. De hecho, en la antigüedad clásica se clasificaron como una de las artes vulgares, en oposición a las liberales.

Sin embargo, los intentos por romper con esta manera de entender el arte como habilidad y elevar al artista a una nueva condición han sido varios. Baste citar a Leonardo da Vinci, quien encarna, entre los siglos XV y XVI, el prototipo de artista curioso que se interesa por muy diversos temas; entre sus escritos se encuentran teorías científicas acerca de la perspectiva, la anatomía, el color y las sombras, así como una teoría sobre las proporciones ideales entre las distintas partes del cuerpo que luego aplicó en sus obras.
Detalle de Las meninas de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Museo del Prado, Madrid). Es uno de los cuadros más enigmáticos de la historia de la pintura española, ya que se han vertido muchas interpretaciones acerca de él. Finalizado en 1656, no fue hasta 1843 que recibió el nombre actual, cuando se realizó el catálogo del Prado. Anteriormente se lo había titulado La señora emperatriz con sus damas y una enana y, más tarde, La familia del rey Felipe IV. 

La consideración del arte como una actividad intelectual ha sido llevada al extremo por algunos artistas contemporáneos. En el trabajo de Andy Warhol, por ejemplo, queda perfectamente plasmada la manera de entender el arte como resultado de una idea y no de su ejecución. Así, en la serie de las latas Campbell, de principios de la década de 1960 Warhol se limitó a reproducir un icono o una imagen ya existente mediante serigrafía u otras técnicas.

Sin embargo, lo más habitual es que en toda creación se dé de forma paralela tanto uno como otro proceso, el mental y el de la realización. Así pues, normalmente se parte de una idea, que es preciso concretar mediante una materia, una técnica y una forma.

Paralelamente a la dualidad que plantea el proceso creativo, en el arte se da otra división que se basa en la fuente en la que se inspira el artista para crear sus obras: la realidad exterior o la interior.

En este punto podría mencionarse la dicotomía establecida por el filósofo ateniense Platón (siglo IV a.C.) en el mito de la caverna (La República, libro X) entre un mundo real (el de la Idea o la ver dad) y el mundo de las apariencias (de las copias). En dicho mito, Platón describe una cueva iluminada tan sólo por una hoguera que se encuentra a la entrada de ésta. Los prisioneros únicamente pueden ver las sombras producidas por el fuego, por lo que creen que estas sombras constituyen la realidad. De ello se desprende que existen al menos dos niveles de realidad o de acercamiento a la verdad.

Primavera de Giuseppe Arcimboldo (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Realizada en 1563, esta obra forma parte de una serie de pinturas sobre las estaciones realizada para Fernando l. Considerado un precursor del surrealismo, Arcimboldo se ha hecho famoso por sus cabezas formadas con productos naturales como frutas, flores u hortalizas. 

En la primera de las maneras de enfrentarse a la realidad, cuando el artista parte de una realidad exterior (La naturaleza, un bodegón, un retrato), se prima la mimesis como medio para dominar el arte.

Siguiendo esta concepción, los impresionistas, a partir de las décadas de 1860-1870, se propusieron captar de manera fiel la realidad en estado puro, es decir, pretendieron plasmar en sus telas la luz y los colores mediante la fragmentación de las pinceladas.

En oposición a esta manera de entender la realidad, también es posible considerar que el arte surge de unas ideas previas del artista, de su imaginación o de su fantasía, si bien éstas pueden tener como base la realidad.

En la terraza de PierreAuguste Renoir (Instituto de Arte, Chicago). Pintado en 1881, cuando el artista retoma la figura humana en sus composiciones. Aquí retrata a una actriz de la Comédie-Franc;aise, Mlle. Dartaud, y una niña sin identificar, supuestamente en la terraza del restaurante Fournaise. 

Giuseppe Arcimboldo, artista italiano de la segunda mitad del siglo XVI, constituye un caso curioso: en sus obras, unos insólitos retratos compuestos con frutas, verduras y peces, la imaginación desempeña un papel destacado en una época en que se daba primacía a la realidad.

Alucinación parcial, seis apariciones de Lenin sobre un piano de Salvador Dalí (Musée d' Art Moderne, Centre Pompidou, París). Influido por un sueño, a los que Dalí les daba mucha importancia, el artista pintó este cuadro, donde aparecen seis imágenes de Lenin que surgen de las teclas de un piano, un grupo de hormigas que se pasea por la partitura y unas cerezas sobre una silla; todo ello observado por un personaje irreal que parece un maniquí.  

Asimismo, en el extremo de esta interpretación se halla el surrealismo, importante movimiento de la primera mitad del siglo XX. Con la expresión "escritura automática" se definía el principio consistente en liberar el estado interior del ser humano, lo que acabó plasmándose en, por ejemplo, pinturas en las que los sueños siempre estaban presentes, como las conocidas obras de Salvador Dalí

Fuente: Historia delArte. Editorial Salvat

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