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Artistas de la A a la Z

El manierismo y sus cultivadores

Pero, como ya se ha anticipado, la corriente artística típica del siglo XVI es aquella a la que se ha dado el nombre de manierismo. Desde el punto de vista formal el manierismo se caracteriza por el rebuscamiento en la composición, en el diseño de la figura humana (que se adelgaza y adopta formas serpenteantes) y en los efectos poéticos de luz y color. Ello apunta ya anteriormente en ciertas escuelas regionales italianas del primer Renacimiento, como un afán de preciosismo elegante. Así en Ferrara Cosme Tura y Francesco de la Cossa presentaron, a finales del siglo XV, una tendencia parecida, que se manifiesta en la elegancia de la posición, en las exquisitas angulosidades del diseño y en el adorno lujoso, aún con ciertos acentos de goticismo. Pero el verdadero padre del movimiento manierista fue Miguel Ángel quien ejerció un influjo tan avasallador sobre los artistas de su siglo, que muy pocos fueron los que pudieron librarse de su magnetismo personal. 


⇦ Retrato póstumo de Cosme de Médicis de Jacopo Carrucci, conocido como Pontormo (Galleria degli Uffizi, Florencia). Las claras influencias de la pintura alemana se aprecian en su dibujo anguloso y en la abstracción del color dominado por el rojo casi emblemático.



Así por ejemplo, la silueta humana serpenteante Oa llamada "figura serpentinata", tan típica del manierismo) aparece ya en la Leda y el Cisne de Miguel Ángel en 1529, y se difunde rápidamente como una de las características formales más típicas de este movimiento artístico. La arrolladora influencia de Miguel Ángel no puede explicarse sólo teniendo en cuenta la difusión normal de las ideas artísticas, sino que tuvieron que entrar en juego otras circunstancias exteriores favorables, entre las que cabe mencionar una situación social muy concreta: debido a su bagaje espiritual, aristocrático y refinadísimo, el manierismo estuvo vinculado a la capa social de los intelectuales, que a la sazón se elevaba hacia las cumbres del poder. 

La burguesía apenas participó en estas exageradas y audaces acrobacias espirituales. El manierismo no fue un estilo ingenuo; por el contrario, fue dirigido por una visión superior consciente y dispuso de una literatura teórica desarrolladísima. 

El manierismo se encontró ante una coyuntura histórica excepcionalmente crítica. Le correspondió la compleja tarea de armonizar el pensamiento sistemático del cristianismo medieval con el culto a la belleza del Renacimiento y con el pensamiento científico racional de la nueva edad que comenzaba. Una suerte de irritabilidad agresiva y fecunda se manifestaba por doquier. Y así, en el último decenio del siglo XVI, aparecen las afirmaciones filosóficas materialistas de Giordano Bruno y las ideas geniales de Galileo, ambos condenados por la autoridad religiosa, que llegará a hacer quemar al primero en la hoguera encendida en una plaza de Roma. 

Visitación de Jacopo Carrucci (Iglesia de Carmignano). Conocido como Pontormo (1494-1556), fue uno de los más interesantes pintores manieristas; realizó esta obra hacia 1530.

La denominación de "manierismo" fue empleada al principio en sentido peyorativo e inventada por sus adversarios, los pintores barrocos del siglo XVII y especialmente los hermanos Carracci y el crítico de arte Giovanni Pietro Bellori. La rehabilitación del término y su definición como expresión del hecho artístico que refleja la crisis del Renacimiento, que se acaba de describir, es obra de los historiadores del arte alemanes de principios del siglo XX, especialmente Voss, Dvorak y Friedlander. Esta intelectualizada desviación de los principios que informan la pintura y la escultura del primer Renacimiento, se generalizó pronto de Italia a los Países Bajos y a Francia, antes de extenderse al resto de Europa. En los Países Bajos, como se verá en otro capítulo, es donde tiene su origen el erotismo turbador de Bartolomeus Spranger y donde se desarrollan las especulaciones figurativas de Cornelis Cornelisz y de Goltzius (difundidas estas últimas por las abundantes estampas grabadas). En Francia también florece el manierismo en el arte de corte de Fontainebleau, con su temática frívola y refinadísima, en cuyo origen están artistas italianos: Rosso FiorentinoPrimaticcio y Niccolo dell' Abate.




⇨  Lucrecia Panciatichi de Bronzino (Galleria degli Uffizi, Florencia). Es notable la extrema nitidez del dibujo, la simplificación formal, casi geométrica, y el color artificioso de esta figura congelada en una atmósfera irreal. Por todo ello, Bronzino es considerado como uno de los más interesantes pintores de la segunda generación manierista florentina. 



Y es que los verdaderos iniciadores del manierismo fueron los florentinos Rosso Fiorentino (discí­ ulo de Andrea del Sarta), Pontormo y Bronzino, el sienés Domenico Beccafumi, y el pintor de Parma Francesco Mazzola, llamado Parmigianino

Jacopo Carrucci, conocido por Pontormo (1494- 1556), se formó en los talleres de Leonardo y de Andrea del Sarto, y está considerado en la actualidad como uno de los manieristas más interesantes. Pintor inquieto y angustiado, realizó durante toda su vida una búsqueda de nuevas formas de expresión, lo que le condujo -a través de la pintura alemana, en particular la de Durero- a abandonar el clasicismo académico por una visión más rica en rasgos expresionistas. Estas características se pueden observar en la Visitación pintada en 1530, donde rivaliza con Miguel Ángel, pero del que se distingue por una dolorosa introspección, una profunda melancolía y un cromatismo y una luminosidad absolutamente nuevos y originales.

En los últimos años de Pontormo, cada vez se hace más importante la influencia de Miguel Ángel. Por desgracia, sus obras de este último período son escasas (Sagrada Familia, retratos de la familia Médicis, etc.), pues los grandes ciclos de pinturas murales que realizó, han sido destruidos. Cuando murió estaba pintando en el presbiterio de San Lorenzo, de Florencia, los frescos que narraban los orígenes de la humanidad, el Diluvio, la Resurrección y el Juicio Final. Estas obras, en las que al parecer impresionaba su sentido enigmático de soledad, desesperación y muerte, fueron destruidas en el siglo XVIII porque desagradaba su tono melancólico. En los mismos momentos en que Pontormo, neurótico y angustiado, era rechazado por los poderosos de su tiempo, Bronzino era aclamado como el pintor estimado de la aristocracia florentina.



⇨  Venus y Cupido entre el Tiempo y la Locura de Bronzino (Galería Nacional, Londres). Una de las más sugestivas obras del autor. La figura retorcida o "serpentinata" la blancura marmórea de los cuerpos, la exacerbada precisión en el dibujo, el artificio de un color cristalino. contribuyen al célebre erotismo frío, característico de este refinado manierista que la crítica moderna ha revalorizado. 



Bronzino (1503-1572), cuyo nombre real era Agnolo di Torri, nació en Florencia y sus primeras obras fueron decoraciones murales en iglesias de su ciudad natal en las que aprendió la técnica precisa y elegante del dibujo toscano. Ya en este período juvenil aparecen ciertas características inconfundibles de su obra futura, como en la decoración de la capilla Barbadori, en Santa Felicita de Florencia, donde se han encontrado por primera vez sus figuras aisladas en un extraño mundo astral, en el cual parece posible una vida sin respiración y sin latido. Ello constituirá la base de sus maravillosos retratos: Ugolino Martelli, en Berlín; Lucrecia Panciatichi, en los Uffizi de Florencia; el Joven con laúd, también en los Uffizi; el Retrato de dama, de la Academia de San Lucas, en Roma, todos ellos simultáneamente artificiosos y perfectos, cristalinos y helados, pero, sin embargo, con un extraordinario poder de definición humana. 

En 1539, Bronzino fue nombrado pintor de la corte de los Médicis y, a partir de entonces, la mayoría de sus retratos estuvieron dedicados a esta familia y a sus potentes aliados, como los Doria. Así, sus retratos de Cosimo I, como el famoso de los Uffizi, con armadura, y los de Leonor de Toledo, su esposa castellana, seria y taciturna tal cual se la ve en el retrato de Berlín. Otro retrato, en los Uffizi, donde aparece con uno de sus hijos, la presenta con su aire preocupado, que denota, más que altivez, triste reserva.  

El ideal del Bronzino de llevar a la perfección el aislamiento abstracto de la forma, fue plasmado en algunas de sus composiciones alegóricas como Venus y Cupido entre el Tiempo y la Locura, cuyo erotismo frío es debido no sólo a la"figura serpentinata", sino al gran efectismo conseguido mediante la dureza de piedra preciosa que asume el color. En esta y otras figuras suyas, la superficie del cuadro produce la misma impresión tersa que el agua atravesada por una luz clara y cristalina. 


⇨ Tesoro de los mares de Jacopo Zucchi (Galería Borghese, Roma). La desbordante fantasía de esta tela recargada no ha sido suficiente para que se viera en las damas desnudas fieles retratos de mujeres romanas de la época, convertidas en nereidas triunfantes que se adornan con tesoros del mar. 



Pero quizá las expresiones manieristas más delicadas se producen en la obra de Francesco Mazzola (1503-1540), llamado el Parmigianino, del nombre de su ciudad natal, Parma, y en sus elegantes especulaciones figurativas. Después de unos principios bajo la influencia de Rafael y de Correggio (visibles en las preciosas figuras desnudas que pintó hacia 1524 en los muros del castillo de Fontanellata, cerca de Parma, con la Historia de Diana y Acteón), se dirige a Roma. 

Allí conoce la obra de Miguel Ángel, de la que toma su "figura serpentinata" y la desarrolla en busca de la máxima gracia y elegancia. Esto es visible en su Virgen con el Niño y Santos (Galleria degli Uffizi) y, sobre todo, en su célebre Madonna del collo lungo, pintada hacia el final de su vida y que quedó inacabada. En esta tela famosa, las líneas alargadas y sinuosas, en busca de la forma pura, rayan en la abstracción. En el fondo del cuadro, una columna, sobre la que resbala la luz, da una imagen concreta del sentido de la forma perfecta que ha dirigido la mano del pintor al trazar el largo cuello de la Virgen, los óvalos perfectos de los rostros y la pierna desnuda del ángel. 


Eros y Psique de Jacopo Zucchi (Galería Borghese, Roma). Otra obra de este artista cuyo rebuscado preciosismo se combina aquí con un sentido lumínico casi barroco. 
Hasta el final del estilo manierista, tendencia en la que figurarán Daniele da Volterra, el temperamento exuberante de Pellegrino Tibaldi, el sentido lumínico casi barroco de Jacopo Zucchi y muchos otros, el manierismo seguirá apareciendo como una poética de lo irracional y del absurdo, oscilando siempre entre el factor pagano-erótico y el místico-religioso, siempre en busca de una belleza capciosa y contradictoria. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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