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Caravaggio (1573-1610)

 


Caravaggio, Michelangelo Merisi o Amerigi, llamado (Milán, 29 de septiembre de 1571 - Port'Ercole, 18 de julio de 1610) Pintor italiano de la escuela lombarda. 

Reivindicador del objetivismo pictórico a finales del s. XVI e introductor de la pintura tenebrista. A los once años entró a trabajar en el taller de Simone Peterzano, en Milán, pero sus casi seis años de aprendizaje apenas dejaron huella en él. En sus primeras obras se observa la influencia del realismo lombardo y el gusto por los efectos lumínicos de los pintores de aquella región. Hacia 1590 se trasladó a Roma, donde su pintura adquirió su carácter definitivo, marcado por un vigoroso realismo, a veces brutal, que le enfrentó abiertamente con la elegancia del manierismo entonces imperante. Ejemplo de ello son sus obras Baco (palacio de los Uffizi, Florencia), San Juan Bautista y Joven con cesta de frutas (Galería Borghese, Roma). Su estilo se afianzó con atrevidos tratamientos de la luz en sabios claroscuros y con la acentuación del dramatismo de sus temas mediante violentos escorzos; por otra parte, su representación de ambientes contemporáneos en los temas religiosos, le acarreó, en muchas ocasiones, la oposición de la Iglesia. De esta época de plenitud destaca la magistral serie de escenas de la Vida de San Mateo, en la capilla Contarelli, en la iglesia romana de San Luis de los Franceses. 

Su temperamento atrabiliario y pendenciero le causó múltiples y graves enfrentamientos que, en lugar de suavizar sus "excesos" pictóricos, según deseo de sus patrocinadores, le indujeron a endurecer todavía más su estilo, y sus contrastados efectos de luz se hicieron más violentos (tenebrismo). Entre sus obras destacan: La Crucifixión de San Pedro y La Conversión de San Pablo (iglesia romana de Santa María del Popolo), Santo Entierro (Vaticano) y La Muerte de la Virgen (Louvre). 

La vida de Caravaggio fue corta, intensa y plagada de dramáticos incidentes. En 1606, en una riña promovida durante un juego de pelota, mató a un hombre, por lo que tuvo que huir de Roma y buscar refugio en Nápoles; más tarde marchó a Malta y a Sicilia y de nuevo regresó a Nápoles. Vivió siempre en los bajos fondos portuarios, entre matones, mercenarios y prostitutas, pero siempre creando obras magistrales; en sus últimas pinturas se acentúa el tenebrismo, evidente en la serie Las siete obras de Misericordia (Pio Monte della Misericordia, Nápoles), La Degollación del Bautista (catedral de La Valetta) y La Adoración de los Pastores (Mesina). 

Caravaggio fue un artista excepcional, no tuvo discípulos directos, pero su influencia fue extraordinaria; toda la pintura barroca europea del siglo XVII aparece impregnada de caravaggismo, tanto en el tratamiento naturalista de los temas, como en el uso de los efectos luminosos. En España es evidente su influjo en la pintura de Ribera, pero también es perceptible en Velázquez y Zurbarán

Caravaggio y el caravaggismo

Michelangelo Merisi nació el 28 de septiembre de 1573 en Caravaggio, Lombardía. No era tan humilde como estuvo de moda decir el siglo pasado para crear una imagen convencional de “rebelde de la sociedad”. Roberto Longhi, uno de sus biógrafos más ilustres, la emprende contra la leyenda y explica que el padre del pintor era “maestro de obras”; vale decir prácticamente arquitecto del marqués local. Al morir el padre, y con seguridad ante las muestras de talento del muchacho, su hermano mayor lo coloca en el taller de Peterzano, pintor de Bérgamo.

⇨ Joven Baco enfermo de Caravaggio (Galería Borghese, Roma). Obra de su juventud, que está considerada por algunos tratadistas como un autorretrato. Su naturalismo es la reacción de una concepción artística esencialmente popular, en oposición al exclusivismo aristocrático del período precedente. Este cuadro revela una manera distinta de enfocar la realidad, es decir, de un modo lúcido e implacable, y en él aparecen ya dos rasgos típicos de Caravaggio: su "realismo" y su "tenebrismo".

En seguida vienen las hipótesis. Cuando entró a trabajar con Peterzano tenía once años. El cronista antiguo Giulio Mancini explica que pasó allí otros cuatro años: lo que da un total de quince. Y el mismo autor anota que a los veinte estaba en Roma. ¿Qué ocurrió entre 1588 y 1593? Algunos autores lo sitúan perfeccionándose en Milán o Brescia, otros -como Bellori- en Venecia. Pero, estos son, sobre todo, tratadistas antiguos. Hoy parece admitido que hacia 1590 Caravaggio frecuentaba ya el medio romano.

De todas maneras, es posible imaginar fácilmente los ejemplos que el joven vio a su alrededor en el norte de Italia antes de llegar a Roma. Esa región lombarda, aunque limitada en el espacio, es importante en la calidad y el ejemplo. Desde el siglo XV contaba con pintores como Vincenzo Foppa y Bergognone. Y en el siguiente, con Lorenzo Lotto, Moretto de Brescia, Savoldo y Moroni.
 
Un cronista antiguo cuenta que Caravaggio mató a uno de sus compañeros en el taller en que trabajaba en Milán. Si bien ese dato parece ahora formar parte de la leyenda de pintor “maldito”, lo cierto es que la vida de Caravaggio en Roma va a ser una verdadera novela picaresca. Cuando llega,miserable, empieza a trabajar para un beneficiado de San Pedro a quien el pintor llamará después Monseñor Ensalada, dado el régimen vegetariano al que lo tenía sometido. De ahí pasa bajo la tutela de Lorenzo Siciliano,para el que hacía “cabezas” a tanto la pieza. Más tarde irá a colaborar con un sienes, Gramática, en cuyo taller las demandas son las”medias figuras”. Caravaggio va subiendo en calidad, pero siempre dentro de la más negra pobreza.

La buenaventura de Caravaggio (Musée du Louvre, París). Es una obra de transición en la que la composición en medias figuras más que expresar una acción aporta dos estudios psicológicos, dos retratos "morales", como diría Lionello Venturi. Se trata, en efecto, de tipos observados fielmente dentro del mundo en que él vivía, feliz y miserable, turbulento y apasionado, pero nunca trivial. 

Enfermo, entra al hospicio de los pobres de la Consolación, y durante la convalecencia pinta algunos cuadros que el prior llevará más tarde a su tierra.Ahora bien, esa tierra -mencionada en un viejo documento- es interpretada por algunos como Sicilia y por otros (Longhi) como Sevilla. De ahí que el gran historiador italiano se pregunte si en la exportación precoz de esas obras de Caravaggio no podría verse uno de los orígenes -veinte años más tarde- de la escuela sevillana de Sánchez CotánVelázquez y Zurbarán.

Repuesto, Caravaggio va a trabajar con un pintor más importante que los precedentes: Giuseppe Cesari, conocido con el título de Cavalier d’Arpino que logró más tarde. Se trata de un artista quizá fácil, pero no de un mero “fabricante” como habían sido sus anteriores patronos. Poco permaneció Caravaggio en ese taller, pero puede suponerse que los dos cuadros de juventud: Muchacho con una cesta de frutas y el Joven Baco enfermo (que parece un autorretrato), ambos de la Galería Borghese de Roma, deben datar de esa época. Liberado delas manos del Cavalier d’Arpino -que debía de explotar a los jóvenes talentosos-, Caravaggio encuentra alojamiento gratuito en casa de un prelado, Monseñor Fantin-Petrignani.
⇦ Magdalena de Caravaggio (Galería Doria-Pamphili, Roma). En este caso no se trata de una damisela que se presta a posar, sino de una joven campesina afligida y recogida sobre sí misma, que se destaca sobre un fondo verdoso. Al igual que las dos figuras de La buenaventura, su contemporánea, está pintada sobre un fondo neutro, lo que constituye una novedad en la pintura de la época .

Los biógrafos empiezan a ponerse de acuerdo y coinciden en afirmar que el Baco (Uffizi), La buenaventura (Louvre), El reposo en lahuida a Egipto (Galería Doria, Roma), la Magdalena (Galería Doria)y el Niño mordido por un lagarto (Fundación Longhi, Florencia) son de ese momento.

La novedad de Caravaggio se va a ejercer en varios planos simultáneos. En la elección de los temas, o mejor-como dice Ventura, gran intérprete del pintor en la actualidad- de los “motivos”: Baco, sí, pero desacralizado. Hay también cierto pintoresquismo que él va a imponer. En un título como el de Niño mordido por un lagarto, hoy no se ve el atrevimiento, pero entonces lo había y muy grande. En aquella época las obras se anunciaban en el mercado como “cabezas”, ”bustos”, ”medias figuras”: era el formato lo que las distinguía entre sí. A su vez, esas obras del joven Caravaggio no se limitaban a ostentar un nombre novedoso, también comportaban -lo que es más trascendente- una manera distinta de enfocarla realidad.

Aun medio siglo después de muerto, la opinión corriente considerará que Caravaggio no ha pintado sino lo despreciable, lo que se encuentra en la calle y, por lo tanto, no alcanza al “decoro”. En ese momento la pintura en Italia se mueve entre dos polos: por un lado está el arte sombrío que aplica estrictamente las disposiciones del Concilio de Trento; por otro,se trata de una fantasía superficial a la manera de Barocci o del propio Cavalier d’Arpino.

En cambio, la lucidez implacable de Caravaggio, ese ojo todopoderoso y sin embargo capaz de visión unitaria y no de mero detalle curioso, tenía que hacerlo de una brutal novedad, difícil de admitir por los círculos romanos que mandaban e influían en el gusto. No obstante, esta afirmación se presenta, al principio,como un problema lleno de matices.

Niño mordido por un lagarto de Caravaggio (Fundación Longhi, Florencia). Obra de juventud, es notable la expresión del muchacho entre el dolor, la sorpresa y el temor. 

Por ejemplo, cuadros tales como El reposo en la huida a Egipto, La buenaventura, son obras de transición y pueden ser admitidas sin mucha resistencia. En la primera, si bien la composición debía parecer”imposible”, con el ángel de espaldas y en el eje del cuadro dividiéndolo en dos mitades, el color y la luz son claros, difusos y hacen pensar irresistiblemente en Giorgione. En La buenaventura, las medias figuras expresan una acción, ¿pero la expresan de veras? En realidad se trata de dos estudios psicológicos puestos paralelos y en el mismo cuadro. La gran novedad debió residir, sin embargo (como en la contemporánea Magdalena), en el fondo neutro, indeterminado, sobre el que se recortan los personajes.

Grandes novedades con respecto a la pintura que se hacía en la época las hay muy pronto en Caravaggio, y ello a todos los niveles. Por ejemplo, la naturaleza muerta era un género considerado en Italia hasta entonces como una simple curiosidad venida del norte de Europa. Caravaggio, que decía que”tanto trabajo le daba hacer un buen cuadro de flores como de figuras”, empieza colocando -como en el Baco o en el Tañedor de laúd (San Petersburgo)-, al lado del personaje en plena vida y cumpliendo una acción, un grupo de flores y frutas en “vida detenida” (así se llama el género en la mayoría de los idiomas). Más tarde aislará este último conjunto y se aventurará a presentarlo solo: es el caso de la famosa Cesta de frutas (Ambrosiana).

El reposo en la huída a Egipto de Caravaggio (Galería Doria-Pamphili, Roma). Es una pintura de la época de transición del artista, en la que se atreve a hacer una composición poco convencional, con el ángel de espaldas dividiendo el cuadro.

La provocación la entenderán Salini y su sobrino, el llamado Mario dei Fiori. En un principio, y como para hacerse perdonar, los pintores representaban platos y dulces exquisitos, objetos preciosos como vasos de Murano, cristales de Bohemia. Caravaggio, de entrada, se había atrevido a inmortalizar la cesta vulgar repleta de frutas ordinarias, incluso las picadas. Y será sólo por la calidad de su pintura que impondrá su versión de la realidad de las cosas, de todas las cosas. Hay como una lección de humildad en su empresa: lo que forma parte de la Creación tiene derecho a ser copiado y hasta exaltado. Del conjunto de lo creado puede o debe quedar registro, como en la cámara oscura, como en un espejo de esos que, según la tradición, le servían en un principio para pintar.

Y es que si bien el espejo pone “distancia” entre nosotros y las cosas, es para tratarnos, sin embargo, de la misma manera. Es un poco la actitud de Caravaggio y, en eso, resulta extraordinariamente moderno. Su enfoque es anti renacentista en el sentido de que no crea un mundo antropocéntrico, sino que considera la carnalidad y hasta la espiritualidad como “datos” que se le dan de una vez por todas y que se rehúsa interpretar. Longhi habla a ese propósito de “reflejo psicológico instantáneo”: el niño mordido por el lagarto aparta la mano, frunce las cejas, un grito de sorpresa le hace abrir la boca. El espíritu de la época no estaba acostumbrado a esa instantaneidad y se resistía a admitir los cuadros”sin historia”.

Cesta de frutas de Caravaggio (Pinacoteca Ambrosiana, Milán). Si bien en esa época no se daba valor a las naturalezas muertas ni era costumbre representarlas, Caravaggio se decidió a probar este género pictórico con este cuadro. 

Todo cambia con él: Baco es un muchacho ordinario que hace posar por unas monedas; la Magdalena no será la imagen ñoña de una mujer de mundo”haciendo la Magdalena”, sino una campesina llorosa, recogida sobre sí misma y con un gran espacio verdoso a su alrededor, espacio que debe ser interpretado como un verdadero “silencio pintado”. Lo que quiso destruir en estas obras -o sea la anécdota-parece haberlo tentado en La buena ventura que ya se ha visto, aunque en ella apenas haya un conato de acción.

En cambio, en los Tramposos (col. particular, Nueva York),Caravaggio parece perder esa misma discreción prescindente y exagera en la expresión diabólica del personaje barbudo. Es un error en el que no volverá sin embargo a incurrir.

Hasta 1951-1952 (gran momento en los estudios sobre Caravaggio) se suponía que todas las vicisitudes de su vida agitada le habían ocurrido en dos o tres años. Gracias a los nuevos documentos, los especialistas se inclinan a creer en un período romano más largo y que iría de 1591 o 1593 (año en que aparece inscrito en la Academia de San Lucas, de Roma) hasta el año 1596, momento en el cual debió de pintar la Cesta de la Ambrosiana. El estilo de Caravaggio se va afirmando, aunque eso no quiera decir que sea bien acogido en todas partes. El pintor sigue malvendiendo sus obras hasta que un revendedor profesional, de nombre Valentino, lo presenta al cardenal Del Monte. Las penurias materiales del pintor se acabarán: con casa y comida aseguradas se puede lanzar de lleno a la pintura tal como él la entiende. Para su protector parece haber pintado por ese entonces los Tramposos y el Tañedor de laúd,  más el escudo con el rostro amenazante de la Medusa (Uffizi).

Realismo y tenebrismo

Con todo lo importante que resulta esta época, hasta ahora no se ha llegado a los dos rasgos típicos de Caravaggio frente a la historia tradicional del arte: su “realismo” y su “tenebrismo”.

Todo parece indicar que Caravaggio no recibió el encargo de los trabajos para la capilla Contarelli en la iglesia romana de San Luis de los Franceses hasta fines de 1597 o principios de 1598. En ese tiempo, no es ya sólo un protegido del cardenal Del Monte, sino también de Vincenzo Giustiniani, Ciriaco Mattei, los Barberini y los Massimo.

La historia de las pinturas para San Luis de los Franceses es ejemplar… en el mal sentido: los más grandes especialistas de la actualidad no llegan a ponerse de acuerdo en casi ninguno de los puntos esenciales. Un cardenal francés, Matthieu Cointrel (1519-1585), al que los italianos llaman Contarelli, compra una capilla en la iglesia nacional de su país para dedicarla a su santo patrón: Mateo. Cointrel es nombrado cardenal por Gregorio XIII en 1583, y cuando muere dos años más tarde deja una dotación de cien mil escudos para la conclusión de su obra.

Tañedor de laúd de Caravaggio (Museo del Ermitage, San Petersburgo). Realizado en 1 594, bajo la protección del cardenal Del Monte, cuando se iba afianzando el estilo del artista y su forma de entender la pintura. El personaje aparece sencillo y embelesado con la melodía de su instrumento. 

En un principio se pensó decorar la capilla con pinturas al fresco, más tarde encargar a Cobaert un grupo escultórico que se habría colocado sobre el altar mayor. En 1591, el Cavalier d’Arpino (que aún no había logrado su título) se compromete a pintar los frescos de la capilla y ejecuta sólo los de las bóvedas. 

Por varios años, como consecuencia de problemas sucesorios, los trabajos quedarán interrumpidos.

Cuando a fines de 1597 Caravaggio empiece a pintar no sabe que tendrá que hacer cuatro telas. La primera será rechazada: se trata de una versión del San Mateo y el Ángel, que había ido a parar al museo Kaiser Friedrich de Berlín y que resultó destruida en la última guerra.

En la segunda versión -que está siempre en el lugar previsto- el partido es muy otro: para empezar la composición es vertical y no casi cuadrada como en el primer caso. El Santo -que ha ganado una aureola- es ahora un anciano inteligente y oportunista que aprovecha la presencia del ángel, que se le aparece por lo alto, para transcribir sus palabras. Esta vez Mateo está de pie con una rodilla sobre un taburete, en actitud de escuchar y escribiendo al dictado sobre una mesa.

A David con la cabeza de Goliat de Caravaggio (Kunsthistorische Museum, Viena). El pintor logra transmitir el dramatismo de la escena y la sensación de triunfo del joven frente al gigante enemigo. Una vez más, el tratamiento del claroscuro que hace el artista es magistral y eficaz para dar fuerza al personaje. 

Las otras dos grandes telas son incluso de mayor compromiso. Distintas y complementarias entre sí. La Vocación de San Mateo es un maravilloso cuadro de interior que innova en todos los órdenes. Se desarrolla en un cuarto cerrado con una ventana ciega, frontal. Composición casi cuadrada en la que, por un alarde, el tercio superior permanece vacío. El tema principal ya se sabe que es el de un “llamado” irresistible; lo aparente, sin embargo, es una mesa de juego alrededor de la cual se amontonan cinco personajes vestidos a la usanza de la época. Por la derecha entra Cristo con una mano extendida -no perentoria sino sensible- que señala a San Mateo.

Pero Cristo no está solo: le acompaña San Pedro, verdadero comparsa que posiblemente sirva para equilibrar la parte derecha de la composición. Todo es “moderno” en el cuadro: el abandono de la concepción sagrada sustituida aquí por una presentación no sólo contemporánea sino hasta vulgar; el papel preponderante de la luz: rayo amarillento que proviene de fuente invisible y hace brillar rostros, jubones, mangas acuchilladas. No por eso la escena deja de tener el dramatismo que constituye la irrupción de un universo sacro en el encerrado espacio de una taberna maloliente. El todo, con una calidad que ahora sería llamada de “suspenso”.

San Mateo y el Ángel de Caravaggio (Iglesia de San Luis de los Franceses, Roma). Fechado en 1602, la imagen del santo es la de un anciano que adopta una posición poco ortodoxa, con una rodilla apoyada en un banco, y girándose hacia el ángel en espera de su dictado.

Por contraposición, el Martirio de San Mateo se propone una acción violenta en vez de contenida. Soberbio estudio de desnudez, la radiografía ha permitido comprobar una serie de arrepentimientos (los pentimenti, de los italianos) que demuestran cómo, pese a la presteza de la ejecución, Caravaggio es un artista perfectamente consciente y que en cada caso trata de encontrar la fórmula óptima. El primer esbozo (sobre el que está repintada la versión definitiva), ostentaba un gran personaje masculino de espaldas en el eje de la composición; el Santo se encontraba de pie y los esbirros se lanzaban contra él con sus cuchillos desenvainados.

El cuadro que hoy se ve es muy distinto: el centro lo ocupa el gran desnudo de un sicario que se enfrenta al espectador en plena luz. El Santo yace horizontal sobre unas gradas; del nudo significante que forman los personajes principales parten una serie de líneas curvas, verdadero torbellino centrífugo nunca monótono por los efectos contrastados de luz y sombra. Un ángel sostenido por una robusta nube hace irrupción por lo alto para traer la palma del martirio. Los escorzos son violentos y soberbios: hay un inolvidable niño con la boca abierta por el grito, una espalda de hombre desnudo en el ángulo inferior derecho, un grupo de caballeros elegantes (entre ellos un autorretrato del pintor), el todo bañado por una claridad ultraterrena, dorada sobre fondos bituminosos. Si la Vocación apelaba al silencio, en el Martirio parece oírse el choque de las armas, del gran cuerpo que se desploma.

 Vocación de San Mateo de Caravaggio (Iglesia de San Luis de los Franceses, Roma). En este cuadro, el artista va mucho más lejos en el planteamiento de su visión de un tema religioso, que rompe con todos cánones de la pintura renacentista. A la izquierda hay cinco personajes en una mesa de juego y, a la derecha, aparecen Cristo y San Pedro.

Lo más plausible es que estas últimas obras hayan sido ejecutadas entre 1598 y 1601 o 1602. Para ese entonces ya se han registrado otros encargos religiosos también de gran responsabilidad. Son las pinturas para Santa Maria del Popolo: la Crucifixión de San Pedro y la Conversión de San Pablo. Una vez más, Caravaggio va a renovar lo que se había hecho con dignidad y cierta frigidez en los siglos XV y XVI. Su propuesta es una visita muy próxima a los episodios.

En el caso de la Crucifixión, se ve a un viejo de barba blanca clavado ya de pies y manos, en el momento mismo en que tres hombres rudos, de pelambre hirsuta, se disponen a elevar la cruz para plantarla invertida en el suelo. La escena posee toda la brutalidad de un hecho real que puede encontrarse a la vuelta de una esquina. Aunque todo esté sublimado y se resuelva en la belleza de un paño azul, el dibujo es impecable de brazos, manos, pies. Pies sucios, vulgares, como nunca ningún italiano se había atrevido a pintar hasta la fecha.

 Martirio de San Mateo de Caravaggio (Iglesia de San Luis de los Franceses, Roma. Esta obra es un magnífico estudio de desnudo del sicario, en el que se concentra la luz como irradiando de dentro afuera. La luz que desciende de lo alto destaca con vigoroso contraste los cuerpos de los personajes, movidos en escorzos violentos y magistrales. La tonalidad da profundidad y nitidez al misterioso espacio oscuro, en el que se mezclan connotaciones nocturnas de tortura y de muerte. El dibujo es extremadamente cuidado y sensible; el personaje que está de frente, al fondo, ha sido considerado como autorretrato del pintor.

Por contraste, la cabeza blanca del Santo se impone como un modelo de sensibilidad e inteligencia.

El otro cuadro no deja de ser igualmente chocante: la audacia en este caso se debe, sobre todo, a la presentación. La Conversión de San Pablo queda así reducida al retrato de un gentil que ha caído a tierra con los brazos abiertos y, más que nada, al “retrato” de un magnífico caballo, que un palafrenero sujeta por las riendas. No es posible oír la voz celeste, pero una luz vivísima resulta casi su equivalente. Esta inmediatez -tanto en el tiempo como en el espacio-complace a Caravaggio, maestro absoluto en su género y resulta perturbador incluso hoy. Habrá que imaginar lo que pudo ocurrir con el público culto normal de la época, acostumbrado a un respeto que se transformaba en aburrimiento ante la supremacía de las convenciones estereotipadas.

⇦ Amor victorioso de Caravaggio (Gemaldegalerie, Berlín). El artista utilizó seguramente un pilluelo de la calle como modelo para representar este Amor de alas negras, con una sonrisa casi insolente y provocativa. 


Porque es quizás el instante de plantearse la gran disyuntiva de ese momento histórico: por un lado los Carracci boloñeses; por otro, su rival Caravaggio. Los pintores de Bolonia van a “sistematizar” las conquistas de los grandes del Cinquecento, son ellos los verdaderos inventores del nuevo “clasicismo” y los que mejor se acomodan a los dictados del Concilio de Trento. Frente a ese arte decorativo -en la mejor acepción del término- que impone el “paisaje ideal” y la figuración sin compromiso, un loco y un violento como Caravaggio se va a levantar con toda su estatura.


 
Crucifixión de San Pedro de Caravaggio (Capilla Cerasi de la Iglesia de Santa Maria del Popolo, Roma). Toda la discreción de los pintores renacentistas para representar una escena como ésta se desvanece frente a la brutalidad real con que Caravaggio nos presenta a un San Pedro anciano y clavado en la cruz, a la que los sicarios se disponen a elevar y plantar en tierra de forma invertida .

Sin proponérselo será él uno de los inventores del “barroco” pictórico, antítesis del clasicismo innato de Bolonia. Parece mentira, pero esas dos tendencias fueron contemporáneas, se opusieron, tuvieron sus fieles y sus exaltados, y lo que es más raro aún: de una oscura manera se complementaron. Si todo el siglo XVII se impresionó con la obra de los primeros, no hay más remedio que reconocer que los más grandes pintores de la época -a excepción de Poussin y Vermeer- surgieron en una u otra forma del ejemplo de Caravaggio: Velázquez y Zurbarán en España; Rubens y Rembrandt en el norte de Europa. Caravaggio es la “purga” del manierismo, así como los boloñeses constituyen su superación dentro de la frialdad y la compostura.

Los últimos años

Se ha dejado al pintor a principios de siglo. Un tratadista flamenco, Karel van Mander, en sus Vidas de pintores (1604), al hablar de Caravaggio describe su conducta desordenada y confiesa que es una persona de la cual resulta difícil hacerse amigo. Hacia 1603-1605 sitúan los especialistas el cuadro de la Virgen de Loreto (Galería de Arte Antiguo, Roma). En 1604 su gran tela el Santo Entierro es colocada en la iglesia de la Vallicella (hoy en los Museos Vaticanos). Sin embargo, no hay año que pase y no traiga un asunto turbio o una historia grave de Caravaggio con la policía.

 
Conversión de San Pablo de Caravaggio (Iglesia de Santa Maria del Popolo, Roma). El cuadro nos muestra a un San Pablo derribado por la presencia divina materializada aquí por una luz de aspecto irreal. La composición está dominada por el caballo sobre un fondo oscuro, característico de Caravaggio.

En 1605 purga una pena de prisión, al salir de ella hiere a un hombre, escapa de Roma y se refugia en Génova. Más tarde regresa y se reconcilia con su víctima. Esa vida de violencia no le impide seguir pintando. El mismo año comienza La muerte de la Virgen (Louvre), que concluirá al año siguiente. Los frailes lo rehúsan y el joven Rúbens lo hará comprar, más tarde, por su patrono italiano, el duque de Mantua. El cardenal Borghese adquiere algunos otros cuadros con los que ha tenido dificultades: por ejemplo, la llamada Madona de los Palafreneros (Galería Borghese), además del San Jerónimo (Galería Borghese) y el David, también en la misma galería romana.

El año de 1606 va a ser definitivo en la vida del pintor: en una pelea callejera mata a un compañero de juego, escapa otra vez de Roma, pero esta vez busca refugio en casa de Marzio Colonna, cuñado del marqués de Caravaggio. Necesitado de dinero pinta para su protector una Magdalena (se desconoce el paradero, pero hay buenas copias) y una Cena de Emaús (Brera, Milán) y con el producto de la venta puede seguir camino a Nápoles.

 Salomé con la cabeza del Bautista de Caravaggio (National Gallery, Londres). Obra del último período de Caravaggio, caracterizado por el contraste revelador de luz y sombra, sin el claroscuro melodramático de Tintoretto, así como por el intenso colorido en las partes vivamente iluminadas. La escena se desarrolla en una penumbra cálida, el color aparece apagado, con una gama sorda, que sirve para expresar su temperamento dramático. La cabeza de San Juan Bautista es probablemente un autorretrato del artista.

Mientras los amigos influyentes hacen trámites en Roma para lograr el perdón, Caravaggio sigue pintando infatigablemente. Realiza así una Resurrección de Cristo y un San Francisco recibiendo los estigmas (cuadros extraviados), las Siete obras de Misericordia (iglesia del Pió Monte de la Misericordia, Nápoles) y una Flagelación (Santo Domingo, Nápoles). Por esa misma época salen en venta -siempre en Nápoles- la Madona del Rosario (Kunsthistorisches Museum, Viena) y una Judith y Holofernes (col. Coppi, Roma).

⇨ Madona de los Palafreneros de Caravaggio (Galería Borghese, Roma). Obra pintada en 1605 para la cofradía de los palafreneros, que muestra a una Virgen, dulce y solí- cita, sosteniendo al Niño.

En 1608 hay rastros de la presencia de Caravaggio en la isla de Malta, donde parece pintar dos retratos del Maestre Alof de Wignacourt (uno de ellos en el Louvre, que Longhi no acepta como auténtico). De aquella estancia provienen también: un Amor dormido (Pitti, Florencia), un San Jerónimo y una gran Decapitación de San Juan Bautista, ambos de la catedral de San Juan, en La Valetta. Todas estas obras debieron ser expedientes de Caravaggio para ser nombrado Caballero de la Orden de Malta. Pero una vez que lo logra llegan noticias de su proceso romano a la isla: es detenido, se evade y, al hacerlo, queda excluido de la Orden que lo acababa de admitir. Su destino lo lleva esta vez a Siracusa, donde va a pintar un Entierro de Santa Lucía (iglesia de Santa Lucía, Siracusa).

Poco más tarde -ya en el año 1609- se encuentra aún en Sicilia, pero esta vez en Mesina, en donde ejecuta otro cuadro de grandes dimensiones: la Resurrección de Lázaro (Museo Nacional, Mesina). A pesar de que se va alejando, se diría que aun en Mesina teme la venganza de los malteses: la próxima etapa en su huida será Palermo. Con la fama que ya tiene, encuentra inmediatamente ocupación y es allí donde pinta, para el Oratorio de San Lorenzo, una Natividad que sigue en el sitio para el que fuera creada.

 
Madona del Rosario de Caravaggio (Kunsthistorische Museum, Viena). En esta obra, el artista hace una composición teatral, con la Virgen sentada en un alto pedestal entre los Santos Domingo y Pedro. En el suelo, arrodillados, una serie de personajes parecen suplicar.

 
Maestre Alof de Wignacourt de Caravaggio (Musée du Louvre, París). Retrato realizado en 1608, durante una estancia del artista en Malta, su autenticidad ha sido puesta en duda por el propio Longhi.

Su inquietud lo va a llevar entonces otra vez a Nápoles, con tan mala suerte que allí lo atacan, hiriéndole de gravedad a la puerta de la posada alemana de Ceriglio. En realidad, pasa los primeros meses de 1610 restableciéndose, mientras sus relaciones en Roma interceden por él.

En julio de ese año se embarca en una falúa que lo lleva a Porto Ercole, guarnición española en la frontera misma de los Estados pontificios. Detenido por error, pierde su barco y se obstina, imprudente, en permanecer todo el día en la playa sin cuidarse del implacable calor del verano. Sin duda víctima de una insolación muere solo y abandonado el 18 de julio de 1610, antes de cumplir los treinta y siete años de una vida fecunda pero salvaje. El perdón de Roma le había sido concedido demasiado tarde.

Una sinopsis de su estilo

Múltiples son las obras que no se han podido mencionar hasta ahora. Las atribuciones de Caravaggio son siempre difíciles, ya que exceptuando la Decapitación de San Juan, nunca firmó sus telas. Las fechas suponen aún otro problema que hay que resolver de manera provisoria gracias a un mosaico de crónicas, contratos, cartas antiguas y las opiniones contemporáneas más autorizadas.

Aparte de los ya mencionados, los cuadros más famosos de la primera época podrían ser: dos dudosos retratos de Maffeo Barberini (1593-1594, colecciones privadas, Florencia); una Santa Catalina (1595-1596, col. Thyssen, Lugano); el Narciso (1594-1596, Galería de Arte Antiguo, Roma); el Sacrificio de Isaac (1594-1596, Uffizi); la Cena en Emaús (1596-1598, National Gallery, Londres); un San Juan Bautista (1597-1598, Museo Capitolino, Roma); el Amor victorioso (1598-1599, de los Staatliche Museen, Berlín).

 Cena de Emaús de Caravaggio (National Gallery, Londres). Pintor precoz, como suelen serlo los artistas geniales, Caravaggio estaba llamado a alzarse, en la pintura barroca italiana, contra el "sentimentalismo mecánico de los Carracci y de sus discípulos ", según Pi erre Francastel. Este cuadro fue pintado entre 1596 y 1 598, época de plena afirmación de su estilo y muestra a Jesús en el momento de bendecir el pan durante la cena que celebró con los apóstoles después de su Resurrección. Más tarde, en 1506, habría de pintar otra versión del mismo tema.

Hacia esta época -anterior a las obras de la capilla Contarelli- el primer estilo de Caravaggio parte un poco en todas direcciones, como si aún buscara su argumento principal. Aunque ya había en él novedad temática, cuando pinta escenas que pasan al aire libre sigue dependiendo de la pintura veneciana en lo que al paisaje se refiere, a pesar de que los efectos figurativos sean crudos (Sacrificio de Isaac). Pronto llegará a inventar unos espacios cerrados (La buenaventura, La Magdalena, Santa Catalina) neutros e indeterminados; y unos espacios abiertos de fondos muy oscuros (Narciso, San Juan Bautista) que, en cuanto se decida a acentuar las luces, darán la fórmula tan imitada y que ha pasado a la historia con el nombre de “tenebrismo”. Sin olvidar tampoco el elemento color, que le sirve para expresar su temperamento, color que él suele usar saturado aunque en una gama sorda.

Después de los cuadros para San Luis de los Franceses se puede estimar que, prácticamente, su estilo está completo y sólo se asiste con asombro a las variaciones que el pintor se permite. Se nota una disposición muy teatral, pero perfectamente válida en los grandes cuadros de La Valetta, Siracusa, Mesina. Las escenas son de un gran dramatismo y están hechas para impresionar al espectador: grandes espacios vacíos en penumbra cálida, en un ángulo o en la parte inferior la escena retratada en todo su patetismo. Con sabiduría, Caravaggio rebaja el color, lo hace más difuso y consigue que los episodios se vean en una vaga claridad más “impresionista” y menos contrastada que anteriormente.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obra comentada

La muerte de la Virgen de Caravaggio

 


La muerte de la Virgen (Morte della Vergine), también conocida por la Dormición o el Descendimiento, fue la última obra realizada por Caravaggio antes de tener que huir de Roma acusado de homicidio en 1606.

El cuadro fue encargado por Laerzio Cherubini en 1601 para la iglesia romana de Santa María della Scala, de los Carmelitas Descalzos. El tema debía representar un Transitus -un tránsito- de la Virgen; pero fue duramente criticada y rechazada por los monjes por una falta de decoro. Estaban ofendidos por el tratamiento de la historia sagrada.

Caravaggio representa a la Virgen rodeada de apóstoles con la presencia de María Magdalena y un virtuoso telón de fondo que marca la escena . En esta obra, el pintor sigue manteniendo esa predilección por los tipos populares que tanto le caracterizó. Los apóstoles son hombres vulgares, extraídos de un entorno callejero, que exteriorizan su dolor. Están realmente apenados, afectados, a pesar de que alguno se muestra indiferente, en lo que constituye uno los ejemplos más claros de la representación de la emoción humana.

Tal como dice Friedlaender, no sólo fue la técnica o la manera de pintar de Caravaggio lo que produjo el impacto entre sus contemporáneos, sino su contenido espiritual, el concepto nuevo de la realidad que rompió absolutamente con los parámetros establecidos.

En efecto, el pintor fue bastante crudo en sus planteamientos al presentar la figura de la Virgen demasiado humana, de aspecto pobre, con los pies descalzos y el cuerpo hinchado. Parece realmente muerta. Toda la escena es de un elevado verismo. Se dice que utilizó como modelo a una ahogada en el río Tiber e incluso que podía tratarse del retrato de Lena, prostituta y amante del artista.

No obstante, Caravaggio no faltó a la normativa religiosa que consideraba a María Inmaculada y, por tanto, como Cristo, murió resucitando luego para subir al cielo. Pero, en el lienzo, ni Jesucristo ni ningún coro de ángeles esperan a la Virgen en su asunción. Es más, el cuerpo de María es un cuerpo sin perspectiva de resurrección ni rastro de vida. Esta manera de representación tan realista puede obedecer a las ideas surgidas de la Contrarreforma, tal y como la entendían Felipe Neri, Carlos Borromeo o Girolamo Savonarola que pretendían que fuese tratada más como una mujer de pueblo.

Las figuras quedan situadas sobre una semioscuridad, donde la luz fuerte recae en la imagen de María, hecho que se ha relacionado con su carácter divino, quizás la señal luminosa del propio tránsito. La presencia del foco lumínico condujo a Venturi a decir que era el cuadro más profundamente religioso de la pintura italiana del siglo XVII.

Caravaggio se convirtió en un capolavoro del naturalismo oponiéndose al manierismo de su tiempo e instaurando una nueva cultura figurativa. A pesar del rechazo por parte de los frailes, tuvo un defensor excepcional en Rubens, quien aconsejó a su protector el duque de Mantua, Vicenzo Gonzaga, gran coleccionista y mecenas, para que comprara la pintura.

Un asunto no resuelto todavía por la crítica es el lapso que media entre el encargo de la obra, en 1601, y su entrega y posible realización hacia 1606.

La muerte de la Virgen, un óleo sobre lienzo, conservado en el Musée du Louvre en París, fue uno de los de mayor medida realizados por el pintor, 369 x 245 cm.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Jan van Eyck (1390-1441)



Van Eyck, Jan o Juan de Brujas
  (Maaseik, h. 1390 – Brujas, 9 de julio de 1441) 
Pintor flamenco. En 1422 entró al servicio de Juan de Baviera, futuro conde de Holanda, en La Haya, y en 142 5 pasó a la corte de Felipe el Bueno, duque de Borgoña, en Lille, donde residió hasta 1429. En este período viajó como diplomático por España y Portugal. En 1430 se estableció definitivamente en Brujas, donde como pintor de corte disfrutó de una fastuosa vida de burgués acomodado. Su arte marca un paso muy importante en la evolución de la pintura flamenca al crear un estilo propio (alejado del preciosismo del gótico internacional en boga en aquella época), que se caracteriza por el perfeccionamiento de la técnica de la pintura al óleo y del barniz. Gracias a ello pudo plasmar las más leves vibraciones tonales y los más sutiles efectos de luz, lo cual, junto a la precisión del detalle de sus diseños y a su capacidad para reflejar la realidad del entorno. proporcionó a sus obras una veracidad extraordinaria. no desprovista de poesía.

Su profunda religiosidad alcanza su máxima expresión en el políptico de la Adoración del Cordero Místico (catedral de San Bavon. Gante), obra de gran complejidad temática en la que. al parecer. colaboró su hermano Hubert. Otras obras de carácter religioso son la Virgen del canciller Ro/in (1435, Louvre), la Virgen del canónigo Van der Paele (1436, Brujas) y el tríptico de La Virgen y el Niño (1437, Dresde). Van Eyck fue además un gran retratista. que en obras de extraordinario verismo logró plasmar la vida interior de sus personajes: Hombre con el turbante rojo (1433) y Los esposos Arnolfini (1434). ambas en la Galería Nacional de Londres, lean de Leeuw (1436, Viena) o el admirable retrato de Margarita van Eyck (1439, Brujas).

Hubert y Jan van Eyck

Pero este Renacimiento contemporáneo del que entonces apuntaba en Florencia, no hubiera sido de consecuencias tan trascendentales sin la escuela cuyos introductores fueron los hermanos Hubert y Jan van Eyck. Jan van Eyck era natural de Maaseyck, cerca de Maastricht, en Holanda. En cuanto a Hubert, bien poco se sabe; tan poco, que en años recientes alcanzó resonancia una tesis según la cual jamás había existido, a pesar de figurar su nombre en la inscripción de la Adoración del Cordero Místico, obra de ambos hermanos. Sin embargo, tal tesis, a la postre, ha tenido que desecharse. Hubert falleció en 1426 y fue enterrado en Gante, en la catedral de San Bavón, que guarda la famosa obra de ambos hermanos.

Sabemos que entre 1422 y 1425 Jan ostentó el título de peintre et varlet de chambre de Juan de Baviera, conde de Holanda, para quien realizó ciertos trabajos en La Haya. Al morir su patrono, Jan, bajo el mismo título que antes tuviera, pasó a recibir el mecenazgo de Felipe el Bueno, duque de Borgoña. Su entrada en la casa ducal borgoñona debió de coincidir con el fallecimiento de su primer señor, ya que en 1425 recibió un pago por una misión secreta que para el duque realizó fuera del país. Fue el primero de varios misteriosos viajes que realizó desde Brujas, su residencia habitual.


El famoso políptico del Cordero Místico (catedral de Gante) de los hermanos Hubert y Jan van Eyck, del que se muestra aquí su parte central, representa los albores del Renacimiento en Flandes, contemporáneo al que apuntaba precisamente entonces también en Florencia. Un nuevo lenguaje y una nueva sensibilidad en los que el ciclo teológico medieval alcanzaba su culminación. Con ellos nacía un nuevo humanismo. 

Los desposorios de los Arnolfini de Jan van Eyck

Esta obra de Jan van Eyck es una evidencia de la revolución que experimentaba el arte flamenco de forma paralela a las innovaciones italianas. Se trata de un retrato doble cargado de gran simbolismo que actúa como testigo de ceremonia, ilustración de una clase social y compendio de las obligaciones que entrañaba la institución matrimonial en el siglo XV.

El personaje masculino que protagoniza la composición es el rico comerciante italiano Giovanni de Arrigo Arnolfini, residente en Brujas hacia 1421. Arnolfini desempeñó cargos importantes en la corte de Felipe el Bueno, duque de Borgoña, a cuyo Estado pertenecían los Países Bajos, llegando a ser gobernador de finanzas de Normandía, con lo cual amasó una gran fortuna. En la obra se encuentra ataviado de forma austera, de acuerdo a los usos de la corte. La protagonista femenina es Giovanna Cenami, procedente de una acaudalada familia italiana. Se trataba de un matrimonio concertado que no resultó satisfactorio, puesto que no engendraron descendencia y años después Arnolfini fue solicitado en los tribunales por una amante despechada que reclamaba compensación.

Cada elemento que compone el cuadro alude a la riqueza de la joven pareja: el elegante vestido verde de la novia -el color de la fertilidad- es propio de un retrato de sociedad y un cuadro de boda y la lujosa alfombra de Anatolia que se extiende junto a la cama, son señales de la fortuna de los desposados, del mismo modo que el resto del mobiliario.

La cama es un símbolo de realeza y nobleza, donde la continuidad del linaje es fundamental, y representa el lugar donde se nace y se muere. En el cabezal se encuentra tallada la figura de una mujer con un dragón a los pies: puede tratarse de Santa Margarita, patraña de los alumbramientos o, por la escobilla que hay al lado, Santa Marta, patraña del hogar; ya que ambas comparten el atributo del dragón. La ropa de cama es de color rojo, que simboliza la pasión.

En el candelera que pende en el centro superior de la pintura hay sólo una vela encendida, símbolo del ojo de Dios, que todo lo ve. Debajo, inscrita en la pared de fondo, la firma en caracteres góticos del artista, que informa “Jan van Eyck estuvo aquí”, y la fecha: 1434. En torno al espejo convexo, donde el pintor se ha representado a sí mismo convirtiéndose en testigo del enlace, se ofrecen diez de las catorce estaciones que componen el vía crucis.

A su lado cuelga un rosario de cristal, un presente habitual ofrecido por el novio, un signo de pureza que a la vez sugiere la virtud de la esposa. Las naranjas que se hallan destacadas por la luz de la ventana, debieron ser importadas del sur de Europa y son otro símbolo de riqueza. En aquella época se creía que pisar el piso descalzo favorecía la fecundidad y los zapatos en el suelo dan cuenta de la celebración de una ceremonia religiosa: los rojos, de Giovanna, se encuentran cerca del lecho y los de su esposo, más próximos al mundo exterior. El perro, que dirige su mirada fuera del cuadro, representa la fidelidad y el amor terrenal.

Van Eyck perfeccionó la pintura al óleo con gradaciones de tono y color que crean la ilusión de luz natural. Este estupendo óleo sobre roble mide 82 x 60 cm. y se encuentra en el National Gallery, Londres.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Retrato del cardenal Nicolás Albergati de Van Eyck


La minuciosidad en el detalle, que configura el impresionante realismo de los retratos del pintor flamenco, queda patente en esta pintura de uno de los hombres más importantes de su tiempo.  

Kunsthistorisches Museum, Viena

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

Alonso Cano (1601-1667)

Retrato de Alonso Cano (autor desconocido)

Barroco

Cano, Alonso (Granada, 19 de marzo de 1601 - 3 de octubre de 1667).  Pintor, escultor y arquitecto español. 

Biografía

En 1614 se trasladó a Sevilla, donde trabajó de aprendiz en el taller de Francisco Pacheco y conoció a Velázquez. En 1638 se trasladó a Madrid como pintor de cámara del conde-duque de Olivares. Activo también en Granada. En su vida artística es posible distinguir tres momentos: a) Período sevillano (1614-38) Adquirió más nombre como escultor y retablero que como pintor. La mejor obra de este período es el altar mayor de Santa María de Lebrija. b) Período madrileño ( 1638-52) Se dedica preferentemente a la pintura y su técnica evoluciona hacia una pincelada más blanda, próxima a la de los cuadros italianos de la colección Real: Milagro del pozo, Inmaculada. e) Período granadino (1652-67) Dedicado esencialmente a los encargos de conventos y monasterios. Plasma de modo admirable el espíritu místico-ascético que caracteriza lo mejor del arte religioso español de esta época. Obras principales: serie de la Vida de la Virgen, Inmaculada, la Virgen del Rosario (catedral de Granada). La personalidad de Alonso Cano representa en la pintura española barroca la culminación de esta escuela.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obras comentadas


Obra
Inmaculada Concepción, 1619


San Francisco de Borja, 1624

Fachada principal de la Catedral de Granada de Alonso Cano

 


Dispuesta a modo de arco triunfal, consta de tres calles divididas en dos cuerpos por una cornisa horizontal y cubiertas con arcos de medio punto, cuyas pilastras tienen medal lones en el lugar del capitel. La decoración culmina en el jarrón de azucenas. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Virgen con el Niño de Alonso Cano

 


De las distintas versiones de este tema religioso, el artista realizó ésta ambientándola en un paisaje. La Virgen aparece joven y con una larga melena y el Niño parece mirarla complacido.

(Museo del Prado, Madrid).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Canaletto (1697-1768)

 


Giovanni Antonio Canal, il Canaletto (Venecia, 28 de de octubre de 1697 - 19 de de abril de 1768) fue un pintor italiano, famoso por sus paisajes urbanos de Venecia dentro del nuevo género de la veduta. Hijo del pintor Bernardo Canal, tomó el nombre de Canaletto para distinguirse de él; su sobrino Bernardo Bellotto usó ocasionalmente el mismo seudónimo de Canaletto en su propia carrera.

Biografía

Canaletto nace en Venecia, República de Venecia en el seno de una familia formada por Bernardo y Artemisia Barbieri. En 1716 a la edad de 19 años comienza a trabajar como aprendiz de su padre junto con su hermano. El padre, Bernardo trabajaba como escenógrafo teatral en las que pintaba amplios decorados para las representaciones.​ Bajo ésta temprana influencia, el artista empieza a familiarizarse con grandes paisajes urbanos a la vez que empieza a estudiar con Luca Carlevarijs, pintor de escenas callejeras5​ y también es influenciado por otro pintor Marco Ricci.

Tres años después de empezar a trabajar con su padre, en 1719, Canaletto se desplaza junto a Bernardo Canal a Roma para pintar durante un año las decoraciones de las óperas de Scarlatti.​ Este viaje va a resultar crucial en su vida puesto que en este viaje conoce la obra de Giovanni Paolo Pannini un gran pintor de la época, seguidor de la corriente vedutista,​ especializado en grandes paisajes y ruinas clásicas. Durante la estancia en Roma se relaciona con diferentes paisajistas y comienza a pintar escenas urbanas.

Finalizado el trabajo en Roma, regresa a Venecia en 1720 y se registra en el gremio de pintores de Venecia al que pertenecerá hasta 1767.​ En este momento la técnica pictórica de Canaletto se centra en fuertes contrastes de luz, así como en una técnica directa sin el uso de bocetos previos preparatorios del cuadro final.8​ Su técnica también comprende el acabado del trabajo in situ y no dentro del estudio como era costumbre en aquella época, usando la cámara oscura para el encuadre de los paisajes, así como una pincelada gruesa que otorga al cuadro una sensación de humedad.

Sus primeras obras datan de la década de 1720 a 1730. En 1723 aparece su primer trabajo fechado y firmado que hoy en día se conoce,​ «Capriccio Arquitéctónico» (1723, Milán, colección particular), Capriccio Arquitéctónico, recibiendo así sus primeros encargos de Stefano Conti y del príncipe de Liechtenstein. En esa época comienza a entablar amistad con el que será su mayor cliente, mecenas y embajador de su obra, Joseph Smith, cónsul inglés en la república de Venecia.​ Los trabajos de esta época están considerados por muchos como los mejores como The Stonemason's Yard (1729, Londres, National Gallery).

Entre los años 1740 y 1741 realiza un viaje por el río Brenta durante el que crea numerosas pinturas. En la década de 1740 comienza a variar su técnica y comienza a usar una pincelada suelta e imprecisa. Sus colores dejan de ser oscuros y comienza con el uso de la luz, los dorados, rojos y demás colores vivos que dotan al cuadro de gran luminosidad

Época inglesa

En 1746 Canaletto se traslada a Inglaterra para trabajar en ese país hasta su regreso a Venecia en 1755. Su traslado a Inglaterra se había visto forzado en parte por la guerra de sucesión austriaca que hizo que los visitantes ingleses, principales clientes de Canaletto que adquirían sus cuadros como recuerdos dentro del denominado Grand Tour, no visitasen Venecia.

Etapa final de su vida

Tras regresar a Venecia en 1756, se le nombra miembro de la academia veneciana de pintura y escultura en 1763. La técnica de sus últimos años se caracteriza por un estilo nada elaborado, superficial y por la repetición de paisajes de forma sistemática.8​ Sus restos descansan en Venecia.


Obras comentadas


Más obras
Rio dei Mendicanti, 1724

Entrada al Gran Canal mirando hacia el este, 1725

La plaza de San Marcos de Canaletto


Canaletto realizó varias pinturas con la imagen de La plaza de San Marcos (Piazza San Marco), de Venecia, hoy una de ellas se conserva en la National Gallery de Londres.

Giovanni Antonio Canal, más conocido como Canaletto, se convirtió en el mayor especialista de las vedute, vistas de la ciudad, una forma de pintar relativamente nueva y rara para la época. Será quien mejor plasme la Venecia grandiosa y monumental del siglo XVIII.

Sus vistas se convertirán en imágenes para el recuerdo de espectadores que visitaban una ciudad de ensueño. Con sus innumerables vistas urbanas satisfacía el mercado turístico, aunque su mirada no sólo se dirigió a la Venecia más turística, sino a otros lugares, zonas donde difícilmente podían adentrarse los viajeros que acudían a la ciudad. Sus principales clientes eran básicamente los aristócratas ingleses, para quienes sus cuadros eran magníficos souvenirs de la ciudad de los canales.

Para la realización de sus pinturas, se valió de su conocimiento del mundo de la escenografía, pues empezó desde muy joven como diseñador de teatro con su padre. Estos estudios le permitieron recrear unos verdaderos escenarios teatrales al aire libre, valiéndose a su vez del dominio de la perspectiva. Las plazas que contemplamos en sus obras parecen ser un escenario en que tiene lugar la acción. El ámbito de la plaza nos hace pensar en un gran teatro donde suceden multitud de acontecimientos, donde tienen cabida todas las figuras y construcciones posibles.

El pintor veneciano llena de realismo sus trabajos. Todos los detalles, ya sean motivos arquitectónicos o los mismos edificios, son traspasados, sin ningún tipo de invención al lienzo, siendo reconocibles a la primera mirada.


A través de las diferentes vistas de la plaza más importante de Venecia, se observa a un artista interesado más por los aspectos cotidianos, el estado de ánimo de la ciudad, su luz y atmósfera, aspectos que supo expresar con gran elegancia.

Son vistas reales, panoramas, en las que la unidad de lo diverso se consigue mediante perspectivas amplias y la utilización de juegos lumínicos por medio de fuertes contrastes de luz y sombra.

Es cierto que en el siglo xv Bellini, había pintado el mismo lugar, pero al contrario que Canaletto no trataba de glorificar a la ciudad, sino el acontecimiento sagrado que en ella se desarrollaba, esto es al Milagro de la Cruz. Anteriormente otros artistas habían pintado la misma escena, pero en estos casos no se puede hablar de una voluntad especial por retratar rincones de la ciudad y a sus habitantes, son más alusiones, que vistas de la propia ciudad.

El género de las vistas urbanas alcanzó con el maestro un gran desarrollo y popularidad, aunque ya se había iniciado en el siglo XVII, concretamente Heinz, fue el primero de los pintores de vistas. De igual forma, las obras del pintor nórdico Caspar Adriansz Van Wittel, más conocido en su momento como Vanvitelli, constituyen un precedente importante.

El magnífico efecto escénico de la vista de la plaza hacia el este, con un cuidadoso estudio de la perspectiva y detallismo, puede observarse en el óleo sobre lienzo, de 56,4 X 38 cm de la National Gallery de Londres fechado en el 1760.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Vista de Santa Maria della Salute desde la entrada del Gran Canal de Canaletto

 

El siglo XVIII descubrió la poesía de las ciudades y desarrolló una afición casi masiva por los viajes que tan sólo las clases pudientes podían permitirse. La meta preferida era Venecia, reputada en aquel tiempo como isla europea de la felicidad. En esta vista de la iglesia de Santa Maria del/a Salute logró aunar la fidelidad topográfica con la representación de la atmósfera viva de la ciudad. Valiéndose de la técnica protofotográfica de la cámara oscura para el encuadre de las perspectivas, confería además una intensa luminosidad de influencia flamenca que se complementaba perfectamente con la sensación de perpetua humedad que sugieren sus cuadros.

(Musée du Louvre, París).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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