Páginas

Artistas de la A a la Z

El Señor de Sipán

Tumba y ajuar funerario (Museo Tumbas Reales del Señor de Sipán, Lambayeque). Debido a su alta jerarquía, en la sepultura del célebre guerrero moche se hallaron también las urnas con los restos de ocho personas, entre ellas su esposa, sus concubinas, un niño y varios militares, además de un perro y dos llamas.

Hemos señalado que, por desgracia, se han perdido muchas muestras del arte mochica por culpa de los saqueos que han sufrido los yacimientos. En todo caso, a finales de la década de 1980 un increíble descubrimiento vino a arrojar luz sobre esta importante cultura que fue la mochica. En la región de Lambayeque, muy cerca del pueblo de Sipán, se halló una magnífica tumba real. Y en ella se encontraron en un perfecto estado de conservación numerosos objetos con los que se acompañó el entierro de este ya famoso guerrero y gobernante que fue el Señor de Sipán.

Así, gracias a los atuendos con los que fue enterrado se sabe que era el gobernante de su pueblo y que además estaba considerado como un ser semidivino. Prueba de ello es que muchos de los objetos que se han localizado en su tumba tienen un significado claramente religioso para la cultura mochica, como nos lo confirman otros yacimientos. Es el caso, por ejemplo, de las orejeras con el ave sagrada ya vistas en el ritual de la purificación mochica y la túnica de placas metálicas que se había conocido en las representaciones de la danza con soga.

Por otro lado, el Señor de Sipán fue enterrado con el mismo lujo y esplendor que caracterizó su vida. En el centro de la cámara funeraria se encontró el sarcófago del Señor, mientras que, a su alrededor, una multitud de objetos, varios sirvientes y un niño, como símbolo de la regeneración, le acompañaron en su último viaje.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los dibujos de la pampa de Nazca

El Trapecio (Nazca, Perú). 
El arte nazca, al igual que el arte de los mochicas, es uno de los más universalmente conocidos del antiguo Perú. Su cerámica, junto con la tradición de sus tejidos, han hecho de esta civilización una de las más extraordinarias. Sin embargo, lo más sorprendente de la civilización nazca es el conjunto de geoglifos descubiertos en la pampa de Ingenio, entre Nazca y Palpa, que ha constituido desde hace mucho tiempo uno de los enigmas de tal civilización.

Se trata de una multitud de líneas largas y rectas que representan, a escala descomunal, determinados diseños, como figuras geométricas y otras imágenes, que aparecen en el suelo. Este fenómeno no ha sido observado en ningún otro lugar del Perú, salvo algunos ejemplos insignificantes en el valle de Virú.

Estos trazados fueron realizados de manera sencilla, moviendo las piedras en el desierto para dejar al descubierto el suelo natural que, no habiendo sido afectado por la pátina que tienen las rocas expuestas durante millones de años a la acción exterior, presentan un color crema claro. Así, los diseñadores de estos geoglifos fueron ordenando la forma en que debieran moverse las piedras para dejar al descubierto las líneas claras que indicaran el curso del dibujo.

El trazado tiene una disposición radial y se extienden hacia todas las direcciones. Se han dibujado líneas absolutamente rectilíneas que tienen kilómetros de longitud, hasta ocho en algunos casos. Una de las más grandes alcanza la extensión de mil setecientos metros de largo por cincuenta de anchura. Están asociados con formas rectangulares, trapezoidales y triangulares. Son también frecuentes las líneas en zigzag de apariencia caprichosa, espirales y otras figuras geométricas, algunas de formas irregulares. Con frecuencia estas figuras aparecen superpuestas.

Del mismo modo, los creadores de tan enigmáticas obras supieron representar multitud de figuras zoomorfas, pájaros, peces, una araña, un mono, una orca, etc, y vegetales. Se ignoran a qué período pertenecen, pero ante el hecho de que algunas de las formas de animales posean una cierta similitud con los diseños que aparecen en la cerámica nazca, se sospecha que corresponden a esta misma cultura.

El propósito de estos trazados no ha sido explicado de forma satisfactoria. Lo más probable es que fueran diseñados con fines de observación astronómica y medida del tiempo y que las figuras geométricas alargadas tuvieran por objeto establecer una línea que señalará la posición de la primera aparición de una estrella en el horizonte que variaba a lo largo de los años. De todas formas, esta teoría no explica el destino de las líneas curvilíneas y en zigzag.

Para algunos investigadores estas obras responden a la necesidad de un fino control del tiempo y a la elaboración de un calendario, a partir de observaciones astronómicas precisas. Para otros, cada uno de los animales de grandes dimensiones simbolizaría los signos del zodiaco. En cambio, pueden ser rituales de carácter religioso realizados a escala monumental. En definitiva, hoy todavía es imposible hacer una afirmación rotunda de la finalidad de estos dibujos.

Sea cual sea la explicación a estos curiosos diseños, su trazado y ejecución debió requerir la presencia de un gran número de obreros hábiles y la organización de un trabajo disciplinado y debidamente reglamentado.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Culturas regionales (100 a.C.-800 d.C.)

Las grandes culturas regionales aparecen hacia los siglos II y I a. C., siendo las principales la mochica al Norte y la nazca al Centro; en el Sur está pucara, considerada por algunos autores dentro del período formativo. Tiahuanaco es también un estado regional, al parecer el más poderoso de los cuatro, pues se expande formando el primer estado panandino, al finalizar el período denominado de las "culturas regionales". Este período, llamado también "clásico", "floreciente" o "intermedio temprano", dura aproximadamente hasta el siglo VIII d.C., en que se establece el horizonte tiahuanacoide. Se caracteriza por sus técnicas agrícolas, arquitectónicas, metalúrgicas y cerámicas; tan desarrolladas, que ni los incas pudieron superarlas. El punto máximo de estas culturas es alcanzado en el siglo V de nuestra era.

Vaso con divinidad felina. Los rasgos estéticos, la marcada linealidad de los contornos y el colorido de este cerámica nazca recuerda el estilo de algunos dibujantes de anime japonés. Las representaciones de felinos salvajes se asociaban al dios que procuraba los alimentos de la naturaleza. Las cabezas reducidas que las acompañan desempeñan simbólicamente un complemento mágico tributario para que el poder del dios cobre efecto en la realidad. 

Ruinas de Tiahuanaco (Bolivia). A una altitud de 3.800 m sobre los Andes se levantó el mayor centro ceremonial de la cultura preincaica. Se cree que el nivel del lago Titicaca llegaba hasta las orillas de la antigua ciudad. Aún supone un misterio saber cómo pudieron transportar losas de hasta 15 m de espesor y 50 toneladas para su construcción. 


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La cultura moche

En 1899, el arqueólogo alemán Max Uhle descubrió la cultura moche, diferenciándola de otras culturas andinas y en especial de la inca. Uhle hizo notar que los famosos huaco-retratos, que pasaban por incaicos, eran expresiones de una cultura situada en los valles de Moche y Chicama, en la costa norte, cerca de la ciudad de Trujillo. La denominó protochimu, nombre que cambió después por el más apropiado de moche o mochica. Uhle se dio cuenta de que los moches eran anteriores a los incas y también a los chimus. Hoy se sitúa esta cultura entre el siglo I y el VIII de nuestra era. Lo más característico de su expresión artística es la cerámica, considerada como una de las más bellas del mundo.

⇦ Vaso-retrato con estribo (Columbian Jacksonville Museum of Contemporary Art, Jacksonville). La cultura mochica produjo verdaderas maravillas en la cerámica de la civilización andina. Su extraordinario interés radica sobre todo en haber concebido retratos tridimensionales buscando por encima de todo la pureza del estilo y el máximo parecido con la realidad. Las pinturas de guerra de la cara, la dura mirada con los párpados bajos y el sutil endurecimiento del labio inferior denotan la excelente composición psicológica del retratado. 



Respecto a esta cerámica, se distinguen cinco etapas. En la primera se percibe la influencia de la cultura de Gallinazo o de Virú, donde sus piezas son de paredes sólidas y suelen tener doble pico con puente; cuando muestran asa-estribo, ésta termina en grueso reborde. La decoración es geométrica con líneas incisas. La segunda etapa es una variante de la primera, en que la cerámica se presenta más fina y alargada, desapareciendo el reborde en el pico. En la tercera, se inicia el verdadero apogeo de esta cultura, lográndose en la cuarta etapa pureza de estilo dentro de formas muy realistas, moldeadas y concebidas tridimensionalmente; es la época de los retratos, magníficos por su caracterización, y la época en que se representan toda clase de animales y frutos con una perfección pocas veces igualada.

Huaca de la Luna (Valle del Moche, Trujillo). Esta pirámide escalonada de ladrillos secados al sol, erigida sobre un espolón rocoso frente a la dedicada al Sol, está esculpida en una zona de barrancos creados por la mano del hombre. Los patios interiores fueron destinados exclusivamente al uso ritual y funerario. 

Huaca del Sol (Valle del Moche, Trujillo). Su nombre en castellano se debe a una mala traducción del original Capuxaida, por los cronistas españoles que adjudicaron el templo erróneamente al culto al sol. Sus gigantescas dimensiones, de 228 m de largo, 136 de ancho y 50 de alto, obligaron a moldear más de 50 millones de ladrillo para su construcción, cuyo proceso seguía un orden consecutivo de hasta ocho etapas de ampliación a base de adosar entre sí grandes columnas de adobes. 

Puerta de la Luna (Tiahuanaco, Bolivia). Confeccionada con una piedra única que presenta algunos relieves castigados por la intemperie, es similar a la puerta del Sol por sus dimensiones y por la concepción formal, pero carece de la figura sobre el dintel que caracteriza aquélla. 

Estelas de Kalasasaya (Tiahuanaco, Bolivia). Los cuatro muros de contención del templete están decorados en su lado interior con cabezas antropomórficas de piedra que se incrustan entre los sillares mediante una espiga. Las estatuas monolíticas en forma de pilar miden hasta 24 m de altura y están decorados con bajorrelieves religiosos. 

En la quinta y última etapa, las figuras se sustituyen por grupos con escenas de la vida cotidiana, apareciendo en este momento la cerámica erótica. Típica de la última etapa es la cerámica globular de base plana, decorada con pintura roja sobre fondo crema. Se representan en ella escenas míticas. La riqueza alfarera mochica y su apego al realismo ha permitido reconstruir una parte de su vida y costumbres, dejando ver un pueblo estratificado en clases sociales bien diferenciadas y gobernado por una teocracia. Los siervos tenían casi la condición de esclavos y las mujeres ocupaban un lugar muy secundario.

Puerta de Kalasasaya (Tiahuanaco, Bolivia). En este recinto cuadrangular subsisten aún varios monolitos verticales con petroglifos que se plantaron consecutivamente frente a los paramentos del muro que lo rodea. Muchos de ellos están adornados con imágenes y signos simbólicos del dios jaguar. En el interior del templete hay un patio hundido de 120 x 130 m al que se accede por una escalinata monumental de seis peldaños megalíticos. 

Sus poblaciones eran simples aldeas que rodeaban un centro ceremonial que casi siempre estaba constituido por una pirámide. Las casas consistían en horcones de madera, sobre los que se extendía una estera. Los moches conocieron y trabajaron el oro, la plata y el cobre, aunque no llegaron a producir el bronce. Sus tejidos son escasos y representan escenas míticas relacionadas con la decoración cerámica. Al parecer, su dios principal fue Aiaepec, personaje con algunos rasgos felinos. Otro dios de carácter lunar, mencionado por el cronista Calancha, es Si-an.

Los monumentos más notables de la cultura Moche son las Huacas del Sol y de la Luna, situadas en el valle de Moche. Son dos pirámides de adobe. La Huaca del Sol es una de las pirámides más grandes del mundo, calculándose que en su construcción han entrado 50 millones de adobes… Su altura es de 50 m. Consta de una plataforma cuya base mide 228 m de largo por 136 m de ancho; esta plataforma tiene cinco terrazas y se sube a ellas mediante un terraplén. La Huaca de la Luna es más pequeña y junto a ella se han encontrado cámaras cuyos muros estuvieron decorados con pinturas, la más importante de las cuales representaba “La rebelión de los artefactos”, que muestra a los objetos en son de guerra.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La vida cotidiana a través de la cerámica mochica

⇦ Monolito Ponce (Tiahuanaco, Bolivia). De 3,04 m de alto y con las manos cruzadas en la cintura, este sacerdote de piedra sostiene dos vasos ceremoniales apoyados en el pecho. Sobre la cabeza lleva un turbante cubierto con figuras antropomórficas y viste un atuendo decorado con cenefas jeroglíficas. 



Aunque se trate de un arte rígido en su diseño, su fino acabado realista de gran calidad pictórica por su policromía tiene un alto valor etnográfico porque permite reconstruir la vida cotidiana de los mochica: los productos agrícolas que utilizaban, la relación con los animales, sus costumbres de caza, sus bailes, o la manera de descansar y las enfermedades que más les preocupaban. El arte mochica refleja en su cerámica un detallismo particularmente emotivo en el retrato de animales. Los cuis, zorros, ranas, llamas y garzas son los animales privilegiados en una representación que no descuida pequeños detalles. En la dieta de la cultura moche eran básicos el maíz, el ají, la coca, el frijol, la papa y la yuca. La aridez climática en la que se asentó la cultura moche los llevó a desarrollar sistemas hidráulicos alrededor de ríos andinos, de poco caudal, que convertían en oasis los valles desérticos de la costa norte peruana y permitían la creación de las parcelas de cultivo denominadas wachkas.





IzquierdaMonolito Bennet (Tiahuanaco, Bolivia). En el centro del templete de Kalasasaya se erige un monolito de 8 m de alto y 17 toneladas de peso que representa a un personaje tocado con un collar y que sostiene un instrumento musical en forma de caracola. Una reproducción se exhibe frente al estadio de fútbol de La Paz. DerechaMonolito del Fraile (Tiahuanaco, Bolivia). Por la postura de las manos de la figura esculpida en esta estela se intuye que puede tratarse de un místico. Muchas de las columnas estatuarias de Tiahuanaco estaban revestidas como representaciones de seres humanos, con los brazos y las piernas muy bien definidos. Su detallismo les libera del aspecto de pilares, aunque el trabajo ornamental sea muy dispar en cada uno de ellos. En el caso de este monolito, los toscos rasgos de la cara y la tablilla votiva que sostiene con las manos representan su única decoración. 

⇨ Vaso con cabeza de puma (Colección Díaz de Medina, La Paz). Prototipo inconfundible tiahuanacota que ha dado una serie de copas y vasos de bordes abocinados y base plana. En este vaso se puede observar la ornamentación geométrica de perfiles zoomórficos estilizados.



En los hábitos de caza destacaba la del venado, en las tierras altas, y en el mar la de la foca y el lobo marino. En sus usos agrícolas incorporaron la utilización de fertilizantes animales como el guano, por lo que llegaron a viajar cientos de kilómetros al sur para acceder a las grandes guaneras de la región de Paracas. Pero la cerámica mochica también tenía un uso ritual notable, referidos a los entierros, los castigos a prisioneros, la guerra, los sacrificios y el retrato de los dirigentes de esta cultura, que complementa el arte mural de las famosas Huacas de la Luna y del Sol. Es notable el trabajo de representación en el uso funerario de su cerámica. El acabado decorativo de las cabezas retrato o huacos estaba modelado y pintado. Incluso en los rostros de las personas enterradas se pueden identificar las deformaciones debidas a enfermedades endémicas. Lamentablemente un saqueo indiscriminado ha hecho que se pierdan muchas de estas obras. El descubrimiento del entierro del Señor de Sipán se libró de este expolio y permitió conocer en su integridad la riqueza de la cerámica y sobre todo la metalurgia refinada de la cultura mochica.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La cultura nazca

Esta cultura, al igual que la moche, nace en el siglo I de nuestra era y desaparece en el siglo VIII. Se expande en la zona central del Perú, donde fue precedida por la cultura de Paracas. Es famosa por la gran calidad de su cerámica, en el desarrollo de la cual se distinguen cuatro fases más un período formativo muy emparentado con el de Paracas Cavernas.

Vaso con forma de puma (Museum für Vblkerkunde, Berlín). La cerámica de Tiahuanaco acentúa los contornos de las figuras, a diferencia de otros estilos más simples y rígidos, condicionados por la propia forma del recipiente. Las representaciones de animales sagrados como el puma o el cóndor son muy típicas por su simbolismo, relacionados con la fuerza, el dominio y la fertilidad. La longitud de la cola ofrece siempre una imagen de veneración y respeto para quien posee su figura. 

Las cuatro fases reciben el nombre de A, B, X e Y. La primera muestra vasijas globulares con dos picos y puente. Tiene una decoración naturalista, aunque las figuras están hábilmente estilizadas. Los temas más frecuentes son animales y frutos; personajes míticos, con cuerpo de ciempiés y atributos felinos, portadores de cabezas cortadas. Esta es la cerámica tipo A. El tipo X muestra una transición hacia los tipos B e Y. El primero, es una evolución de la cerámica nazca A hacia un barroquismo logrado por el enriquecimiento de los motivos ornamentales a los que se añaden numerosas volutas. El tipo Y deriva también del A, pero manifiesta una influencia foránea, la de Tiahuanaco, produciéndose una fusión de lo nazca con lo tiahuanacoide.

Santuario de Piedra (Pachacamac, Lima). Este antiguo templo piramidal, actualmente en ruinas, fue concebido en honor al hijo del Sol, el cual se encargaba de fertilizar la tierra. Sus grandes muros trapezoidales estuvieron originariamente pintados de color azul simulando los límites del horizonte marino. Las paredes del templo, por su tonalidad rojiza, imitaban lenguas de fuego cuando los rayos del sol rebotaban contra las paredes al descender en el ocaso, tal y como cuentan las crónicas de algunos historiadores españoles. En algunas pinturas murales pueden contemplarse figuras antropomorfas y representaciones de felinos, aves y plantas diversas. 

Hasta hace relativamente poco, nada se sabía de la arquitectura y poblaciones de los nazcas; hoy se han encontrado algunas aldeas donde se ve que las casas eran muy simples, de forma rectangular, dispuestas unas junto a otras a manera de colmena. El material usado es barro y “quincha”. El centro más importante es Acarí. Se supone que a la última fase de la cultura nazca pertenece la llamada Estuquería, centro de población consistente en una plataforma cuadrada hecha de adobes sobre los que se han levantado 240 estacas.

Por último, pertenecen a la cultura nazca, las composiciones de rayas gigantescas que se ven en el desierto. Representan animales relacionados con las constelaciones, y sólo son perceptibles desde el aire. La antigüedad de estos inmensos diseños se remonta al siglo VI a.C.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Puerta del Sol


La llamada Puerta del Sol del Kalasasaya es el monumento más característico del extraordinario conjunto monumental de la civilización tiahuanacota.

La ciudad arqueológica de Tiahuanaco, al igual que Teotihuacán o Tikal, contenía un gran centro ceremonial, del que, a pesar de los intentos que se han hecho por reconstruirlo, se conserva muy poco en la actualidad. Con todo, se pueden distinguir varios núcleos importantes, el más famoso de los cuales lo constituyen los restos de Kalasasaya, llamado “palacio de justicia”, que representa un edificio de planta rectangular de 130 x 135 metros, de cuyo perímetro únicamente se conserva en la actualidad una serie de monolitos verticales, los cuales, posiblemente, son restos de un muro antiguo. Es en su interior donde se sitúan dos monumentos de gran interés en la escultura tiahuanacota: el conocido con el nombre de El Fraile, que representa una figura humana de caracteres hieráticos y la Puerta del Sol.

La Puerta del Sol fue colocada en el lugar que ocupa hoy, el ángulo noroeste, en época muy reciente, hacia 1903 o 1904, y seguramente cambió de lugar otras veces. Es probable que se tratara de la entrada de un gran templo, desaparecido ya hace muchos años. Se trata de una pieza tallada en un solo bloque de lava andesítica, de 3 metros de altura por 4 metros de anchura, en la que se ha excavado una puerta sobre la cual hay esculpido un relieve llano, cuyo dibujo recuerda a los tapices de esta misma época.

En el centro se encuentra una figura humana de frente, con gran cabeza cuadrada, rodeada de rayos y con amplio y complicado pectoral, en cuyas manos se observan algo que asemeja a dos cetros decorados con cabeza de ave. Los bordes de su ropaje están adornados con cabezas humanas reducidas. La figura central de la portada está ornamentada como corresponde a una deidad suprema. Lleva en las manos emblemas de poder; en la boca colmillos prominentes. Se ha querido ver en esta imagen al dios Sol, porque su rostro, de mirada fija despide rayos en todas las direcciones, terminados en una cabeza de animal.

A ambos lados de esta figura hay cuatro filas, dos de las cuales representan seres humanos alados con grandes ojos, con una rodilla doblada y coronas dentadas en sus cabezas, y las otras dos, figuras de aves con piernas humanas y cabezas de águila, avanzando hacia la divinidad central, como para rendirle homenaje.

Posteriormente, algunos elementos de la iconografía de la Puerta del Sol aparecerán en la decoración cerámica y en los tejidos del período expansivo de Tiahuanaco, en todo el Perú y parte de Bolivia; pero adoptando distintas forma y variantes locales.

Estos relieves han sido motivo de muy diversas interpretaciones por parte de los investigadores. Se han dado innumerables hipótesis, siendo la más probable la de que simbolicen fenómenos cósmicos, una representación de tipo calendárico o cronológico, al estilo de los mayas. No obstante, su significado, la Puerta del Sol, con su extraña iconografía de ritmo geométrico y con el convencionalismo de sus cuarenta y ocho figuras alineadas en posición de acatamiento al Ser Supremo, es el símbolo de Tiahuanaco.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El imperio Tiahuanaco-Huari

Entre el siglo VI a.C y el siglo XII ya en nuestra era se desarrolló una importante cultura, la del imperio Tiahuanaco-Huari, que primero tuvo su capital en Tiahuanaco, muy cerca del lago Titicaca y que más tarde, en los últimos siglos del imperio, tuvo su más importante centro cultural, económico y social en Huari, enclave que se encuentra muy cerca de la actual localidad de Ayacucho, en Perú.

⇨ Sombrero ceremonial. El trabajo textil en las antiguas civilizaciones andinas estaba muy vinculado con el rito funerario, ya que se vestía engalanadamente al difunto con las mejores piezas de su ajuar personal. Este elegante sombrero con imágenes zoomorfas fue hallado en el interior de una tumba, entre otros enseres y joyas del homenajeado.



El influjo de la cultura del imperio se realizó primero desde Tiahuanaco y luego desde la que fuera ciudad rival de ésta, Huari, conquistada asimismo por los pobladores de Tiahuanaco. Una de las grandes razones que motivaron el dominio de Tiahuanaco fue que se encontraba en una privilegiada posición estratégica en la cuenca lacustre, lo que le permitía controlar el flujo comercial de la zona, en la que tenían gran valor productos como el maíz, el ají y la coca. Por otro lado, una sociedad que había sido capaz de levantar un imperio tan importante debía de ser, lógicamente, compleja y estratificada.

Efectivamente, el poder residía por entero en la capital, Tiahuanaco, desde la que se gobernaban las provincias que conformaban los extensos límites del imperio. Asimismo, la clase dirigente constituía una aristocracia que se arrogaba un gran número de privilegios y que controlaba tanto los aspectos relacionados con la política de las colonias como la distribución de los bienes que eran producidos en la capital.

Por su parte, Huari fue una ciudad con un marcado carácter militar, en la que los guerreros gozaban de un privilegiado estatus, mientras que los últimos escalafones de la sociedad se encontraban los pastores y los agricultores. Además, con la eclosión de Huari se inicia, como veremos más adelante, la época de los grandes asentamientos urbanos.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Tiahuanaco

Tiahuanaco es el sitio arqueológico más importante del altiplano. Se halla situado en el departamento de La Paz (Bolivia), a pocos kilómetros del lago Titicaca y a una altura de 3.800 m sobre el nivel del mar. Desde los primeros días de la conquista, sus ruinas llamaron la atención de los cronistas españoles, y Cieza de León, Acosta, Garcilaso y Cobo nos han dejado descripciones del monumental conjunto. Viajeros del pasado añadieron información gráfica y literaria.

El arqueólogo estadounidense Wendell C. Bennet, que trabajó en Tiahuanaco en 1932, propone dividir su cultura en tres períodos: “temprano”, “clásico” y “expansivo”; el arqueólogo boliviano Carlos Ponce, en cambio, distingue hasta cinco épocas claramente diferenciadas en los estilos cerámicos; para la cultura propone, al igual que Bennet, tres períodos, denominándolos: “aldeano”, “urbano” e “imperial”.

Tres figuras con los brazos extendidos (Colección privada, Nueva York). Los tejidos de Huari igualaban en calidad técnica y artística a la cerámica por su colorido y por el dinamismo en la composición de las imágenes. Con telares rudimentarios se tejía el algodón y la lana de vicuña, alpaca o llama importada desde las tierras altas. 

Tiahuanaco aparece en los últimos momentos del período formativo alcanzando su apogeo en la época de los “estados regionales”, pudiendo afirmarse que es el primer centro urbano andino propiamente dicho que se conoce. Tiahuanaco en la época imperial se expande por toda América andina hasta la costa norte del Perú, el norte de Chile, el norte argentino y las estribaciones de la cordillera en el oriente boliviano. Su arte se superpone a los estilos locales, creando un mestizaje de formas. Esta expansión, que puede situarse entre los siglos IX y X de nuestra era, posiblemente se debió a una conquista militar, cultural o religiosa. Algunos arqueólogos suponen que se hizo a través de Huari, ciudad vecina a la actual Ayacucho, por lo que el estilo tiahuanacoide también recibe el nombre de huari-tiahuanaco o huari.

La cronología puede estimarse así: para la fase “aldeana” (primera y segunda épocas, según Ponce) del siglo VI antes de Cristo al III de nuestra era; para la fase “urbana” (tercera y cuarta épocas) del siglo III al VIII, y para la fase “imperial” (o quinta época) del siglo VIII al año 1200 de nuestra era.

Máscara funeraria (Museum of Art, Dalias). Dentro de muchas urnas se han encontrado reproducciones muy esquemáticas chapadas en oro de los rostros de los difuntos. De rasgos naturalistas, presentan siempre la boca entreabierta, orejas largas y con pendientes pesados, piedras preciosas en las cuencas de los OJOS con carácter mágico, generalmente de jade o turquesa. En algunas ocasiones se adereza con una especie de tatuaje con láminas de oro sobre el bigote de los difuntos, como en esta máscara procedente de Lambayeque. 

Rey Naymlap (Museum für Vólkerkunde, Berlín). Se cuenta que este mítico soberano llegó hasta Perú desde el mar acompañado por un innumerable séquito y envuelto en una música atronadora de trompas hechas con conchas marinas, de una intensa e insoportable sonoridad. La corona con forma de cola de pavo real abierta denota la alta posición social de este rey esculpido en la empuñadura de oro de un cuchillo ceremonial hallado en Lambayeque. 

Ruinas de Chanchan (Trujillo, Perú). A orillas del río Moche, los chimú construyeron la antigua ciudad con bloques de adobe, cantos rodados, moldes de barro, vigas de madera y muretes de paja y caña, materiales que integran la panorámica de la ciudadela en la costa como si fuera una extensión natural del medio. Compuesta por diez grandes unidades o barriadas, contiene en su eje central la plataforma sepulcral del rey, circundada alrededor por las casas de los oficiales y otros súbditos gubernamentales y, en las zonas periféricas, por los obreros y artesanos y demás población civil. 

No quedan restos arquitectónicos ni escultóricos de la primera época. La cerámica se divide en dos tipos: el primero, con decoración pintada e incisiones; el segundo, pulido sin color, decorado con motivos escalonados, también incisos. Algunos vasos tienen en su exterior cabezas de felino, toscamente modeladas. Esta cerámica es similar a la de Paracas Cavernas. En este primer período se encuentran enterramientos en forma circular, restos de cobre y cuentas de sodalita. La vivienda se puede conocer gracias a un silbato de cerámica que muestra una casa de planta rectangular con cubierta a dos aguas. Tanto la puerta como el friso se decoran con motivos escalonados.

Los restos de la segunda época se limitan a cimientos de habitaciones de planta circular y rectangular con paredes dobles. En este período hay preponderancia de cerámica micácea.

Murallas de Chanchan (Trujillo, Perú). Los muros de adobe que rodean la ciudadela a lo largo de sus 20 km de extensión pueden llegar a alcanzar hasta los nueve metros de altura. Un único acceso da paso a un largo corredor decorado con relieves con motivos geométricos y zoomorfos que conforma una compleja y sistematizada red arquitectural de patios, casas, templos y depósitos de agua.

En la tercera época, Tiahuanaco entra en su fase urbana, siendo a partir de entonces cuando se construyen grandes edificios que aún pueden verse en el pueblo de su nombre, en Bolivia. Dos grupos de ruinas, relacionados entre sí, forman parte de una misma ciudad. El grupo primero está constituido por Akapana, Kalasasaya, Putuni y el templete semisubterráneo. Los restos de Pumapunku constituyen el grupo segundo. Lo que domina en ambos son sus pirámides y recintos formados por plataformas y muros de contención. La pirámide de Akapana, que es la más alta, alcanza los quince metros, con una base de 180 m de largo por 140 m de ancho. En su parte inferior quedan restos del muro de piedra que la circundaba; está formada por piedras monolíticas a manera de pilares, entre las cuales hay un paramento de sillar.

Kalasasaya es un recinto cuadrangular (135 X 120 metros), constituido por una plataforma en forma de “U”, contenida por muros similares a los de Akapana. En el interior hay un patio al que se accede por una escalinata monumental. Una calle con pavimento de piedra separa Kalasasaya de la pirámide.

El edificio mejor conservado es el templete. Es un patio limitado por cuatro muros de contención que mide 28 m de largo por 26 m de ancho. Los muros, semejantes a los de Kalasasaya y Akapana, muestran una de las invariantes de la arquitectura tiahuanacota. Estas paredes interiores se decoran con cabezas antropomorfas, talladas en piedra e incrustadas entre los sillares mediante una espiga. En el centro del templete está la estela “barbada”.

Máscara funeraria. Los artesanos chimú conocían todas las técnicas metalúrgicas, tanto las de repujado y cincelado como los vaciados y las soldaduras, tal y como manifiesta esta máscara mortuoria de oro que envolvía el rostro de un cadáver momificado enterrado entre los siglos XII y XV d.C. 

En la tercera época, la ciudad de Tiahuanaco queda establecida y en el período posterior se la embellece y se le hacen algunas reformas. En lo arquitectónico corresponden a la cuarta época, Pumapunku y Putuni. El primero consta de una plataforma en forma de “U”, sobre la que hay un gran edificio con piso, paredes y parte del techo, de piedra. Los bloques son monumentales y se sujetan mediante llaves de bronce. La cuarta época es la más significativa por su escultura y su decoración; a ella pertenecen la Puerta del Sol, la Puerta de la Luna y las mejores estelas antropomorfas. La característica del arte de este período es la estilización, donde todas las formas naturales se reducen a motivos geométricos que recuerdan los diseños textiles. La técnica usada es la incisa.

En las estelas, los rasgos del rostro son esquemáticos, los brazos están pegados al torso en tanto que las manos sostienen en el pecho objetos identificados como “keros”. Todo el cuerpo se decora con los motivos de la Puerta del Sol. Las estelas mayores son la Bennet, de 7,30 m de altura, la Ponce y la llamada El Fraile. Del mismo estilo y época es la famosa Puerta del Sol, máximo exponente de la cultura tiahuanacota. Tiene aproximadamente 4 m de ancho por 2,75 m de alto y está tallada en una sola pieza.

Chullpas (Sillustani, Puno). Las torres funerarias que desarrolló la cultura colla en el altiplano boliviano eran fundamentalmente de adobe y de planta rectangular. Los chullpas de Sillustani, en cambio, presentan una planta circular y están construidos con sillares de piedra. La forma en que fueron construidos desafía las leyes del equilibrio por sostenerse sobre una base que es de diámetro menor que en la parte superior. 

En su parte superior hay un friso que se interrumpe para dejar paso a una figura chata y frontal. En el friso hay personajes alados, unos totalmente antropomorfos y otros con cabeza de cóndor. La interpretación de estos elementos es muy discutida; para unos representa un calendario, para otros es un conjunto mítico, siendo la figura central la representación de Viracocha.

La cerámica de la tercera época no es incisa como la de épocas anteriores, sino pintada con gran variedad de diseños. Morfológicamente, predominan las vasijas cilindricas de base plana con borde ondulado y un apéndice zoomorfo. La cerámica de la cuarta época es muy fina, y aunque deriva de la tercera, se enriquece con nuevas formas, entre las que sobresalen los incensarios que adoptan la forma del animal representado. En todos los casos, los dibujos son geométricos o de formas muy estilizadas.

En un momento dado, el estilo tiahuanacota aparece fuera de la metrópoli, como el caso de Lucurmata, a orillas del lago Titicaca, donde se conservan restos relacionados con el período urbano de Tiahuanaco. Otro conjunto notable es el de Ojje, en la península de Copacabana.
En la época imperial, Tiahuanaco se expande sobre las culturas de la sierra y costa peruanas, donde se producen ejemplos de cerámica y textiles muy notables.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Wankani y Huari

En Wankani, departamento de La Paz (Bolivia), existe un centro arqueológico, estilísticamente relacionado con la tercera época de Tiahuanaco. Se encuentra en la antigua región de Pacajes entre los pueblos de Jesús de Machaca y Caquiaviri. Allí se pueden ver plataformas con restos de muros de contención cuya estructura es semejante a la de Kalasasaya. Lo más notable del conjunto son tres estelas, parecidas al monolito “barbado”. Tienen entre tres y cuatro metros de altura y representan figuras humanas. Se decoran con ofidios y pumas, mostrando además algunos animales míticos, como cuadrúpedos alados.

Por su lado, el imperio panandino de Tiahuanaco señala el fin de las culturas regionales y el nacimiento del período urbano. Huari, que parece ser la clave de la expansión tiahuanacota, es ya una cultura urbana fuertemente militarizada.

Figuras antropomorfas (Museo de Antropología, Bogotá). Las figuras votivas típicas de la cultura Chibcha eran representaciones de hombres, mujeres, seres asexuados, animales y escenas cotidianas y domésticas que se ofrendaban en conjunto para obtener a cambio algún objetivo. Para su elaboración se utilizó sobre todo el oro, el cobre, la madera, la piedra y la arcilla. Los sacerdotes solían colocarlas dentro de recipientes cerámicos de formas diversas, generalmente imitando el cuerpo de una persona o un animal o cilindros con detalles fálicos. 

Un grupo humano de cultura nazca ocupaba la zona Huari cuando tuvo lugar el impacto de Tiahuanaco. Allí se formó una ciudad con caracteres urbanos diferentes a la ciudad del altiplano, pero que al parecer fue la recipiendaria y trasmisora de su cultura. Algunos autores son responsables de que el término tiahuanaco-expansivo haya sido sustituido por Huari, con la consiguiente confusión, ya que se trata en el fondo de la misma cultura, irradiada primero por la ciudad de Tiahuanaco y difundida más tarde por los centros de Huari en la sierra y Pachacamac en la costa. La cerámica muestra de modo palpable el estilo nacido en Tiahuanaco, aunque morfológicamente hay variantes regionales que se estudian con diversos nombres. En general, se puede decir que la cerámica de Huari es más variada que la tiahuanacota, más decorada y con mayor variedad de formas, modelando frecuentemente figuras humanas sobre vasos globulares. En la costa, sobre la antigua cultura nazca, aparecen los vasos de Pacheco, tinajas decoradas con la figura central de la Puerta del Sol.

Representación de un cercado (Museo del Oro, Bogotá). Esta pieza de orfebrería muisca ejemplifica el esquematismo con el que los artesanos de la metalurgia chibcha realizaban las figurillas votivas ceremoniales. Fundidos a la cera perdida, muchos de estos moldes se presentaban habitualmente encerrados en un cercado como manifestación del lugar donde el devoto deseaba que se cumpliera su petición. 

Mesita 8 de San Agustín (Huila, Colombia). Las mesetas artificiales del parque arqueológico de San Agustín reúnen gran cantidad de tumbas, templetes, urnas crematorias y cámaras funerarias como ésta, dedicada al dios solar, custodiada por dos guerreros armados y un águila con una serpiente en sus garras y su pico en primer término. Detrás, varios sepulcros revestidos con lajas de piedra albergan los cuerpos de personajes importantes.

Urbanísticamente, la ciudad de Huari se divide en barrios rodeados de murallas, que tienen entre 6 y 12 metros de altura. A veces, presentan doble muro con la parte central rellena de barro. Los edificios son de piedra cortada.

Se encuentran en Huari una serie de estatuas de piedra de tipo tiahuanacoide.

El centro más importante de difusión huari-tiahuanaco en la costa es Pachacamac, impresionante santuario erigido en adobe hasta formar una pirámide asimétrica que presenta cámaras y recintos que aún conservan pinturas al fresco. La cerámica de Pachacamac, variedad del estilo tiahuanaco, es característica; en ella abunda la representación de felinos.

Los guerreros huari-tiahuanacoides conquistaron a los nazcas, sustituyendo su arte colorista por una cerámica más sobria de color, donde se entroniza el personaje central de la Puerta del Sol; suben luego a Pachacamac y de allí se lanzan a la conquista del imperio moche. Dejan huellas de su dios y de su cultura en la cerámica y en los espléndidos tejidos hechos con la técnica de tapiz. Se decoran con motivos geométricos y es frecuente ver en ellos las figuras aladas de la Puerta del Sol. Después de las bordadas telas de Paracas Necrópolis, estos tejidos de estilo de Tiahuanaco son los mejores de la zona andina.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Resurgimiento de las culturas regionales

Hacia el siglo IX comienza la expansión tiahuanacoide y después de tres siglos de conquista hay un debilitamiento. Huari es parcialmente abandonada y las culturas regionales recobran su independencia, creándose estados que muestran una fase urbana avanzada. En el Norte, cerca de lo que fue el imperio moche, nace el reino chimu; sobre el río Jequetepeque, también sobre la costa, está la cultura de Lambayeque, típica por su orfebrería; en la sierra, la cultura de Cajamarca y hacia el Noroeste, en la zona tropical, los restos de Abíseo, en la región de Pajatén. Estas ruinas, descubiertas hace relativamente poco tiempo, asombran por su originalidad; en ellas hay plataformas circulares sobre cuyos muros de piedra cortada se han dispuesto figuras humanas, cóndores y cenefas decorativas. En el centro de la zona andina está Chancay, representativa por sus textiles y cerámica antropomorfa. En la costa sur, donde florecieron los nazcas, nace la cultura de lea. En el altiplano boliviano, el "reino colla" o cultura de Chullpas. Algunos de estos estados regionales son pequeños y anárquicos, otros, como el estado chimu, son grandes imperios, aunque a mediados del siglo XV todos por igual caen abatidos por los incas.

Esculturas de San Agustín (Huila, Colombia). Hay más de trescientas estatuas monolíticas repartidas por todo el parque arqueológico que representan dioses, reyes, guerreros y personajes ilustres cuyas figuras han sufrido una estilización animalizada, como se muestra en este retrato de ojos desmesurados y colmillos de jaguar. 

Guerrero con lanza (San Agustín, Huila). Entre las más de trescientas esculturas de piedra halladas en los yacimientos de San Agustín, las más representadas son las figuras humanas en postura sedente y frontal sujetando entre sus manos una lanza puntiaguda. Las cabezas suelen ser desproporcionadamente más grandes que el cuerpo y más trabajadas en cuanto a detalle y precisión. 

Deidad con calavera (San Agustín, Huila). Estatua monolítica situada en la cámara funeraria de la Mesita B del parque arqueológico de San Agustín. Mirando al frente con un expresivo rostro de jaguar, sostiene una calavera con cuernos y dobla los pies hacia dentro. Algunas otras representaciones tiene entre las manos cuerpos de bebé, hachas sacrificiales o un instrumento musical. Muchas de estas estatuas conservan vestigios de su decoración polícroma. 


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Punto al Arte