Punto al Arte: Wankani y Huari

Wankani y Huari

En Wankani, departamento de La Paz (Bolivia), existe un centro arqueológico, estilísticamente relacionado con la tercera época de Tiahuanaco. Se encuentra en la antigua región de Pacajes entre los pueblos de Jesús de Machaca y Caquiaviri. Allí se pueden ver plataformas con restos de muros de contención cuya estructura es semejante a la de Kalasasaya. Lo más notable del conjunto son tres estelas, parecidas al monolito “barbado”. Tienen entre tres y cuatro metros de altura y representan figuras humanas. Se decoran con ofidios y pumas, mostrando además algunos animales míticos, como cuadrúpedos alados.

Por su lado, el imperio panandino de Tiahuanaco señala el fin de las culturas regionales y el nacimiento del período urbano. Huari, que parece ser la clave de la expansión tiahuanacota, es ya una cultura urbana fuertemente militarizada.

Figuras antropomorfas (Museo de Antropología, Bogotá). Las figuras votivas típicas de la cultura Chibcha eran representaciones de hombres, mujeres, seres asexuados, animales y escenas cotidianas y domésticas que se ofrendaban en conjunto para obtener a cambio algún objetivo. Para su elaboración se utilizó sobre todo el oro, el cobre, la madera, la piedra y la arcilla. Los sacerdotes solían colocarlas dentro de recipientes cerámicos de formas diversas, generalmente imitando el cuerpo de una persona o un animal o cilindros con detalles fálicos. 

Un grupo humano de cultura nazca ocupaba la zona Huari cuando tuvo lugar el impacto de Tiahuanaco. Allí se formó una ciudad con caracteres urbanos diferentes a la ciudad del altiplano, pero que al parecer fue la recipiendaria y trasmisora de su cultura. Algunos autores son responsables de que el término tiahuanaco-expansivo haya sido sustituido por Huari, con la consiguiente confusión, ya que se trata en el fondo de la misma cultura, irradiada primero por la ciudad de Tiahuanaco y difundida más tarde por los centros de Huari en la sierra y Pachacamac en la costa. La cerámica muestra de modo palpable el estilo nacido en Tiahuanaco, aunque morfológicamente hay variantes regionales que se estudian con diversos nombres. En general, se puede decir que la cerámica de Huari es más variada que la tiahuanacota, más decorada y con mayor variedad de formas, modelando frecuentemente figuras humanas sobre vasos globulares. En la costa, sobre la antigua cultura nazca, aparecen los vasos de Pacheco, tinajas decoradas con la figura central de la Puerta del Sol.

Representación de un cercado (Museo del Oro, Bogotá). Esta pieza de orfebrería muisca ejemplifica el esquematismo con el que los artesanos de la metalurgia chibcha realizaban las figurillas votivas ceremoniales. Fundidos a la cera perdida, muchos de estos moldes se presentaban habitualmente encerrados en un cercado como manifestación del lugar donde el devoto deseaba que se cumpliera su petición. 

Mesita 8 de San Agustín (Huila, Colombia). Las mesetas artificiales del parque arqueológico de San Agustín reúnen gran cantidad de tumbas, templetes, urnas crematorias y cámaras funerarias como ésta, dedicada al dios solar, custodiada por dos guerreros armados y un águila con una serpiente en sus garras y su pico en primer término. Detrás, varios sepulcros revestidos con lajas de piedra albergan los cuerpos de personajes importantes.

Urbanísticamente, la ciudad de Huari se divide en barrios rodeados de murallas, que tienen entre 6 y 12 metros de altura. A veces, presentan doble muro con la parte central rellena de barro. Los edificios son de piedra cortada.

Se encuentran en Huari una serie de estatuas de piedra de tipo tiahuanacoide.

El centro más importante de difusión huari-tiahuanaco en la costa es Pachacamac, impresionante santuario erigido en adobe hasta formar una pirámide asimétrica que presenta cámaras y recintos que aún conservan pinturas al fresco. La cerámica de Pachacamac, variedad del estilo tiahuanaco, es característica; en ella abunda la representación de felinos.

Los guerreros huari-tiahuanacoides conquistaron a los nazcas, sustituyendo su arte colorista por una cerámica más sobria de color, donde se entroniza el personaje central de la Puerta del Sol; suben luego a Pachacamac y de allí se lanzan a la conquista del imperio moche. Dejan huellas de su dios y de su cultura en la cerámica y en los espléndidos tejidos hechos con la técnica de tapiz. Se decoran con motivos geométricos y es frecuente ver en ellos las figuras aladas de la Puerta del Sol. Después de las bordadas telas de Paracas Necrópolis, estos tejidos de estilo de Tiahuanaco son los mejores de la zona andina.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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