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Artistas de la A a la Z

Pachacutec Inca Yupanqui

Genealogía dellncario (Gent Magazine, Mayo de 1752). En este 

grabado de una antigua publicación del siglo XVIII se han inclui-

do los retratos de seis notables incas, cada uno ataviado con un
sombrero, un hacha y una tablilla que denotan su condición je-
rárquica.
Pachacuti o Pachacutec Inca Yupanqui fue uno de los soberanos más importantes del pueblo inca. Hijo menor de Viracocha, que había ampliado considerablemente los límites del Imperio, Pachacutec murió en el año 1471 y gobernó desde el año 1438. En ese tiempo, consiguió importantes logros militares, y entre ellos el más destacable es, sin lugar a dudas, el hecho de que arrebatara Cuzco de manos de los chancas.

Una vez que subió al poder, coronado Sapay Inca, continuó con sus exitosas campañas militares, pues, por ejemplo, llevó las fronteras del Imperio hasta el lago Titicaca. Para dominar tantos territorios conquistados, Pachacutec optó por reprimir cualquier intento de disensión que pudiera darse en alguno de los más de 500 pueblos que tenía bajo su poder. De este modo, no dudó en ahogar a sus subditos con un rígido sistema de impuestos y, asimismo, deportaba lejos de su pueblo de origen a cualquiera que mostrara signos de rebeldía.

Por otro lado, aparte de su labor militar y represora, dotó a las ciudades que anexionaba de la moderna estructura administrativa inca. Aunque, siempre con el objetivo de no dejar escapar un ápice de poder en beneficio de los pueblos conquistados, los gobernantes de las ciudades asimiladas debían ser incas formados en Cuzco, la capital del Imperio. Asimismo, se considera que Pachacutec fue el impulsor de que se adoptara el eficaz sistema de cultivo por terrazas, propio de la agricultura inca.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Cuzco y sus alrededores

La capital del Imperio fue la ciudad de Cuzco, cuyo núcleo primitivo data de los comienzos de la cultura incaica y comprende edificios antiguos como el Collcampata o palacio de Manco Cápac, en la ladera de Sacsahuamán, con largos muros de aparejo de mampostería y vanos trapezoidales. En la parte central de la ciudad, creada por Pachacutec, se hallaba la plaza de Huacapata (550 m de largo por 250 m de ancho), atravesada por el río Huatanay; sobre esta plaza estaba el palacio del mencionado Inca o Cesana, la casa de las Acllas o Vírgenes del Sol, de la cual quedan algunos muros, y el Amarucancha o palacio de Huaina Cápac.

El edificio más importante de la ciudad era el templo del Sol o Coricancha, sobre el que se construyó posteriormente el convento de Santo Domingo. Parte de este templo se conserva, evidenciándose su planta rectangular terminada en curva, donde las puertas se abren en uno de los lados mayores. Adjuntas están las capillas de la Luna, de Venus, del Rayo y de las Estrellas, que son recintos rectangulares con hornacinas y una sola puerta. La cubierta del Coricancha era de madera y paja, y una parte de sus muros se hallaba recubierta con láminas de oro. En 1534, los españoles encontraron el disco solar que era de este metal.

Muros de la fortaleza de Sacsahuamán (Cuzco). Por su insólita tecnología y por las gigantescas proporciones de sus bloques de piedra se ha llegado a comparar esta antigua ciudad con las pirámides de Egipto y las construcciones megalíticas de Stonehenge. Para el cronista Garcilaso de la Vega, la fortaleza tan sólo pudo haber sido hecha "por vía de encantamiento o a manos de demonios y no hombres". Se ha calculado que posiblemente participaron en su construcción más de 20.000 peones. El complejo entramado de las murallas y de las callejas de piedra comprendía un verdadero laberinto que ocultaba en el subsuelo una red de pasadizos y un perfecto sistema de canalizaciones herméticas por las cuales llegaba el agua desde emplazamientos secretos. Se cree que originariamente existía un torreón central de cinco pisos de forma cilíndrica cuyas paredes estaban recubiertas con planchas de oro, y que los conquistadores españoles arrancaron para su uso lucrativo. 


Fortaleza de Sacsahuamán (Cuzco). Aunque originariamente se trataba de un templo dedicado al culto solar. los conquistadores españoles le adjudicaron una atribución militar por su excelente situación estratégica. La antigua ciudad, que componía un vasto complejo urbano de baluartes, altares, acueductos, templetes y anfiteatros, era de una grandiosidad majestuosa. Utilizaron sus ruinas como cantera para la construcción de la catedral de Cuzco y para numerosas casas coloniales.  

⇨ Piedra de los doce ángulos (Palacio de Hatunrumiyoc, Cuzco). El sillar del palacio de Inca Roca es un ejemplo de la paciencia, la obstinación y la perseverancia del pueblo inca para enfrentarse con las empresas más difíciles. En su complicado encaje de ángulos irregulares se han empleados bloques de piedra de formas desiguales consiguiendo no obstante un ajuste perfecto. Todos los sillares coinciden unos con otros con asombrosa precisión milimétrica y se ensamblan con tan sólida estabilidad que no se ha necesitado argamasa para su construcción. 



Edificio notable, por la perfección de su aparejo, es el Hatunrumiyoc o palacio de Inca Roca, en cuyo muro principal se halla la famosa piedra de los doce ángulos.

La fortaleza de Sacsahuamán está situada sobre una gran explanada, frente al Rodadero, en la montaña que domina la ciudad. Tiene tres líneas de murallas, en diente de sierra, formadas por aparejo megalítico; en el centro se halla un torreón circular, que constituía la torre de homenaje y última defensa de la fortaleza, con doble hilera de recintos y patio central circular.

⇦ Muralla en zigzag (Fortaleza de Sacsahuamán, Cuzco). La triple muralla megalítica que rodea la antigua ciudad está construida con bloques de piedra caliza que pueden llegar a alcanzar los cinco metros de altura y más de 130 kg de peso. La organización de la muralla, en forma de tres serpientes paralelas, la exactitud del ensamblaje antisísmico de las piedras y el desconocimiento que tenían de la rueda en el momento de su construcción, inspiraron múltiples explicaciones de tipo sobrenatural a los cronistas. 



A 68 km al noroeste de Cuzco se yergue, sobre una ladera, la ciudad de Ollantaytambo. Está rodeada por una muralla de cuatro a seis metros de altura, en la que se abre un pórtico de piedra que sirve de entrada; en el interior destaca un edificio de muros poligonales con hornacinas. Llama la atención la enorme mole megalítica de seis piedras perfectamente ensambladas (3,65 m de altura). En la parte alta hay dos monumentos rupestres: “el trono de la princesa” y el “altar del Inca”. El barrio de viviendas, construido mediante el sistema de canchas, está trazado en forma de damero en torno a una plaza.

Pisac está a 62 km al norte de Cuzco, sobre la margen derecha del río Vilcanota. Situada sobre una montaña, es accesible sólo a través de un largo camino que asciende mediante escalinatas entre andanerías agrícolas. En la parte superior, y rodeadas de murallas y plazuelas, se hallan varias construcciones religiosas, entre las que destaca el Intihuatana, de forma troncocónica. Todos los edificios tienen aparejo de sillares.

Treinta kilómetros al sur de Cuzco se halla Pikillacta, que tuvo como función ser un gran almacén de granos y guarnición militar. Situada sobre una falda inclinada, a orillas del río Huatanay, tiene forma rectangular (770 X 680 m). Las calles, muy regulares, se cortan en ángulo recto. Dos plazas, una mayor para la descarga del grano y otra cívica en torno a la cual se agrupaban las viviendas, constituyen los únicos espacios abiertos; el resto está ocupado por las collcas (secaderos de grano) y silos. La existencia de una muralla perimetral da cuenta de su calidad militar.

Ruinas de Ollantaytambo (Cuzco). La antigua fortaleza inca sirvió como centro defensivo de una vasta zona de cultivo. Talladas en roca, sus galerías y estancias se suceden unas a otras, quedando la ciudad a medio construir al haber sido abandonada por sus canteros cuando los invasores tomaron la zona. Los portadores tuvieron que dejar grandes moles de piedra a medio camino, conformándose un curioso collar gigante de "piedras cansadas" que señala el camino hacia la fortaleza. 

Tambomachay, muy próxima a Cuzco, parece ser un lugar destinado al culto del agua; consta de dos cuerpos de sillar pulimentado, adosados a la montaña, sobre los que continuamente cae el agua. Pucapucara es una pequeña fortaleza construida de piedra sencilla, que protege uno de los accesos a Cuzco.

Muy cercano a Cuzco está el Kenko, santuario rupestre de singular importancia. Consta de un semicírculo levantado en torno a un intihuatana, o menhir, siendo la construcción de piedra pulimentada con nichos, donde probablemente se colocaban momias para ritos funerarios. Esta edificación está junto a una gran roca en la cual se han tallado escalones y un complicado sistema de canales con símbolos; debajo existe una cámara sagrada subterránea.

El complejo de Chincheros, al norte de la capital, tiene una serie de edificios entre los que se distingue un templo con muros pulimentados que sirvieron de base a la iglesia virreinal. Lo más interesante es la parte rupestre, constituida por grandes rocas a través de las cuales se abre una puerta. En ella hay un sistema de canales y escalones tallados en la piedra. El conjunto, como es usual, está rodeado de andanerías agrícolas.

Puerta dolménica (OIIantaytambo, Cuzco). La fortaleza comprendía inicialmente un conjunto de viviendas, cementerios y lugares de culto sagrado, a los que se accedía por escaleras o cruzando algunas estancias de uso privado. Los bloques de piedra, escrupulosamente pulidos, se insertan en una muralla continua que oscila entre los cuatro y los seis metros de altura.

Moray, cerca del pueblo de Maras, es una estructura arquitectónica muy original, compuesta en forma de anfiteatro. De planta circular, está constituido por andanerías en profundidad. El conjunto tiene 209 X 147 m y una profundidad de 150 metros.

Aunque un poco alejado, también deberá considerarse en el complejo cuzqueño, el templo de Viracocha, cerca del pueblo de Cacha, que es el mayor del Imperio. De forma rectangular (105 X 26 m), tiene una estructura de cuatro naves; en el centro se alza un elevado muro de adobe de 12 m de altura, con cimiento de piedra y en el que se abren puertas y ventanas; a los costados, dos hileras de columnas del mismo material sostenían una cubierta de madera y paja. Junto al templo se hallan las habitaciones sacerdotales en torno a canchas. Las viviendas del pueblo son de planta circular alineadas de diez en diez. Es posible que en esto se mantenga una estructura urbana preincaica.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Otras ciudades

Machupicchu, la más conocida y mejor conservada de las ciudades incaicas, fue descubierta en 1911. Se halla sobre una de las márgenes del Vilcanota a 112 km de Cuzco. Está situada entre cuatro cerros, el más importante de los cuales es el Huayna Picchu; la ciudad se halla rodeada de una muralla y flanqueada por andanerías agrícolas. En torno a una plaza rectangular se agrupan las edificaciones escalonadas, creando barrios tanto religiosos como residenciales. Destaca en el primero, el torreón de las tres ventanas, de planta circular, debajo del cual hay una construcción sagrada rupestre.

En la plaza religiosa se yerguen los restos del gran templo que descansa sobre bloques monolíticos tallados en la roca viva, con muros en talud y hornacinas; de allí se sube, por una escalinata de setenta peldaños, al punto más alto de la ciudad en medio de la cual se alza el Intihuatana. La zona de casas, al parecer pertenecientes al pueblo, es quizá la mejor conservada; muestra edificios de piedra cortada con un muro en el centro, cuya finalidad es sostener el techo. Las calles, muy empinadas, salvan los desniveles mediante escalinatas. La arquitectura y el trazo urbano, perfectamente adaptados a la topografía, hacen de Machupicchu la más bella ciudad del incario.

Baños reales (Tambomachay, Cuzco). Dedicado al culto del agua, su edificación consta de dos cuerpos de sillar finamente pulidos y adosados a la propia montaña, por la que se desliza constantemente el agua recuperada de lo alto del monte. Sirvió como balneario de reposo, pero por los restos de un torreón circular de vigilancia que se conserva enfrente se cree que debió tener también fines de defensa y comunicación. 

Los incas, en su expansión hacia la costa, ocuparon lugares de importancia como Huánuco Viejo, enclavado en el centro de la tierra peruana. Casi de forma elíptica, la ciudad se agrupa en torno a una gigantesca plaza (600 por 400 m), en el centro de la cual se alza un edificio denominado El Castillo. Sus muros son pulimentados y su disposición simétrica. Huánuco se divide en barrios, al margen de éstos está la Casa del Inca y el Acllahuasi, ambos situados en la parte este de la plaza. Son edificios de planta trapezoidal y complicada distribución interior.

Más al norte, cerca de las ruinas preincaicas de Marcahuamachuco, los incas construyeron Viracochapampa, ciudad de planta cuadrada. Dentro del recinto amurallado se distinguen calles trazadas en corte ortogonal, destacando la plaza central de 85 m de lado. Plazuelas menores agrupan en torno a sí las viviendas del pueblo. Esta ciudad fue construida hacia la mitad del siglo XV.

Baños reales (Tambomachay, Cuzco). Los sillares están tallados con gran precisión para que puedan encajar sin argamasa y constituyan un muro de probada solidez. Construida en piedra labrada, la edificación está conformada por cuatro terrazas escalonadas adosadas al cerro y hechas a base de poliedros irregulares muy bien ensamblados. El balcón superior presenta cuatro grandes nichos trapezoidales de dos metros. 

Típico campamento militar, que luego quedó convertido en ciudad, es Incahuasi, sobre el río Cañete. Fue construida por Tupac Inca Yupanqui, en su campaña contra los yuncas. La ciudad se divide en cuatro partes claramente establecidas: sector religioso, cuarteles, palacio del Inca y depósitos o graneros. Junto al río Pisco se construyó Tambo Colorado, también con finalidad militar y administrativa. Edificado junto a unos cerros, se desarrolla en torno a una plaza trapezoidal. Una muralla flanquea el edificio principal que, siguiendo el influjo de la arquitectura del Norte, ostenta un friso de adobe en celosía.

Paramonga y Pachacamac, ambos preincaicos, fueron remodelados y ampliados en tiempos del imperio inca.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La arquitectura incaica en Bolivia

En la zona del altiplano y valle bolivianos, la arquitectura incaica sufre la superposición de elementos locales, principalmente collas. Los restos más importantes se hallan en las islas del Sol y de la Luna, en el lago Titicaca; en esta última, está el palacio de Pilcocaina que tiene estructura cuadrangular, y originalmente tenía dos pisos cubiertos con falsa bóveda. La estructura es de piedra cortada y se hallaba recubierta por arcilla pintada de rojo y amarillo. Asimismo en la isla del Sol está la Chincana, edificio similar al anterior, pero de planta asimétrica, y el Templo del Sol, muy arruinado. En la isla de la Luna, llamada también Coati, está el Templo de las Vírgenes. Tiene forma de “U”, en torno a un patio, y las fachadas que se levantan sobre él tienen fina ornamentación a base de puertas y hornacinas con dinteles escalonados.


Ruinas de Machupicchu (Cuzco). Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, fue redescubierto por un arqueólogo de la Universidad de Yale en 1911 y posteriormente explotada con fines lucrativos y turísticos. Está considerado como el más espectacular monumento precolombino de América del Sur. Concebido como una serie de plataformas a modo de terrazas, adaptadas a la compleja topografía del terreno, presenta un aspecto singular debido al clima de la zona, que envuelve con una perpetua niebla la vista panorámica del lugar. La muralla que rodea el complejo se alza sobre las rocas a tres mil metros por encima del nivel del mar, enmarcando un conjunto de hasta ciento cincuenta edificios de diversa función, entre los que se han identificado varios templos, plazas y santuarios, interconectados por más de cien escalinatas de piedra a veces esculpidas íntegramente en un solo bloque de granito de hasta veinte toneladas de peso. En el subsuelo se ha hallado una complejísima red de canales de agua cuyas fuentes brotan de la propia roca incisa. 


Templo del Sol (Machupicchu, Cuzco). El lugar destinado a los sacrificios rituales está construido al modo inca clásico, con las piedras cuidadosamente pulidas y unidas entre sí con precisión y solidez sin argamasa. Este excepcional sitio arqueológico, que parece crecer naturalmente de la mismísima roca, presenta los típicos sillares poligonales y un recubrimiento de adobe mezclado con piedras pequeñas para conferir volumen a las paredes.  

La ciudadela de Incallacta, en las estribaciones de la Cordillera Oriental, levantada para contener la invasión chiriguana, es la más importante de la zona. Está situada en una ladera, entre dos ríos, protegida en su parte norte por una muralla dentada. El edificio principal del conjunto tiene 78 m de largo por 25 m de ancho y, como es usual, se abren puertas en uno de los lados mayores en tanto que los demás se decoran con hornacinas interiores. No existe huella de muro central, por lo que puede suponerse que el techo se apoyaba en horcones de madera. Junto a este gran edificio hay otros menores, de estructura similar, llegando su número a cuarenta.


lntihuatana (Machuplcchu, Cuzco). En el centro de una hondonada en la antigua ciudadela se alza una columna, en forma de tetraedro tallada en la roca desde el suelo, que servía de reloj solar. Cada ángulo indica los puntos cardinales, y por la sombra proyectada sobre la base se podían definir las estaCiones, las horas, los eclipses y los solsticios. El intihuatana es el eJe central de toda construcción religiosa del imperio inca y generalmente medía entre uno y dos metros de altura y dos de ancho. 


Ruinas de lngapirca (Cañar, Ecuador). Todo el complejo arqueológico que comprenden los restos de este templo abarca un cementerio, varios observatorios solares, los aposentos de los sacerdotes, depósitos de agua, plazas, bodegas, un mausoleo, una zona de baños, un aposento donde se albergaba exclusivamente a las doncellas escogidas y un precioso jardín, todo ello interconectado por una red de caminos y patios. Se cree que lngapirca no fue tan sólo una fortaleza militar sino que sirvió también como centro administrativo y religioso, ya que en el lugar se oficiaban habitualmente algunas ceremonias de culto al Sol. 

La última fortaleza incaica en territorio boliviano es Samaipata, situada en el departamento de Santa Cruz, en tierra de chiquitanos. Aunque la tradición la supone construcción militar, su estructura se corresponde en todo al estilo ceremonial rupestre ya descrito. Se trata de un montículo de 80 m de largo, tallado en roca viva con escalones, pozos y símbolos de animales.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Cerámica, orfebrería y textiles

La escultura, prohibida por el inca Pachacutec, fue poco practicada por este pueblo; sin embargo, existen algunos pumas tallados en piedra y ultis o diminutas llamas, hechas en el mismo material.

⇨ Kero de madera. Procedente del sur del altiplano peruano, este vaso alto de 20 cm del siglo XVI presenta los típicos detalles de la decoración doméstica incaica, generalmente dedicada a escenas de la vida cotidiana o a imágenes trágicas de los conquistadores. Combinando incisión, pintura y barnices de resina, se obtiene un resultado cromático brillante y dinámico. 



La cerámica incaica es sobria; sus temas decorativos se circunscriben a trazos geométricos y escasas representaciones zoomorfas, totalmente esquemáticas. La forma principal de las vasijas es el aríbalo, cántaro de base apuntada, que tiene extraordinarias dimensiones, pues suele alcanzar hasta un metro y medio de alto, y se decora con grecas; con diseños negros, blancos y rojo indio sobre el color pardo natural de la cerámica. Otra forma es el plato, cuya asa imita la cabeza de un pájaro, decorado con diseños negros que representan, muy esquemáticamente, peces, llamas o pájaros. Por último están las ollas de pie alto, que carecen de toda decoración pintada.

La orfebrería incaica, que contaba con una rica tradición anterior, tiene un buen desarrollo; las piezas más corrientes son figuras pequeñas de hombre y mujer, acaso amuletos, finamente realizados en oro y plata; también se conocen vasos ceremoniales y tumis (cuchillos en forma de media luna con mango central), éstos decorados con cabezas de llama o alpaca.

Uncu o túnica corta (Museum für Volkerkunde, Berlín). Los motivos típicos que decoran estos vestidos tapizados, rígidos y esquemáticos, se han interpretado como signos de una ancestral escritura ideográ- fica que ha pervivido como mera ornamentación de la artesanía textil de los antiguos incas.

El kero, típicamente incaico, es un vaso de madera decorado con incisiones en las que se coloca una pasta coloreada de consistencia resinosa. Es una técnica mixta que pervivió en la época virreinal. Aunque la forma del kero tiene su antecedente en la cerámica tiahuanacota, su técnica y realización es muy característica del arte incaico. Los temas decorativos, realzados con vivos colores, representan escenas de la vida incaica y de la conquista.

Los textiles superan en técnica a los de Paracas (unos 500 hilos por pulgada cuadrada), pero sus diseños son muy sencillos: figuras geométricas, ajedrezado en dos tonos, cruces, diagonales, etc. La forma más usual es el uncu o túnica corta, que constituye el vestido tradicional masculino, y que se trabajaba con la técnica de tapiz. Del mismo estilo son los ponchos decorados con franjas horizontales que alternan las zonas enriquecidas con ornamentación a base de animales estilizados y motivos florales. Esta técnica continuó hasta el siglo XVIII, adaptándose a las formas virreinales en textiles que muestran un arte mestizo.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Popol Vuh

Dirección:
Universidad Francisco Marroquín.
6 calle final zona 10.
01010 Ciudad de Guatemala (Guatemala).
Tel: (+52) 2338 7896 y (+52) 2361 2301.

El origen de este museo se halla en la colección privada que Jorge y Ella Castillo fueron realizando de objetos arqueológicos y coloniales, reconocida sin duda como una de las mejores que hay en el mundo sobre arte maya. En 1977 decidieron crear este museo, donándola al año siguiente a la Universidad Francisco Marroquín, con el objetivo de que se creara un asentamiento definitivo para la colección. Tras pasar por varios edificios y a medida que la colección iba aumentando su número de piezas, gracias a la misma familia Castillo, pero también por do naciones particulares, esta institución científica privada finalmente halló su sede definitiva en el año 1997, dentro del campus de la Universidad Francisco Marroquín de la Ciudad de Guatemala, junto al Museo lxchel del Traje Indígena y el Auditorio Juan Bautista Gutiérrez.

El nombre tan exótico del museo obedece al libro Popoi Vuh, un libro que se escribió poco después de la conquista española de Guatemala y que narra algunos de los mitos y la historia del pueblo de los quichés, quienes gobernaban gran parte de la zona del actual país, antes de la llegada de los españoles. Se escogió este nombre no sólo por la relación indiscutible con la historia del país, sino también porque gran parte de los objetos que se pueden contemplar en las diferentes salas de este museo ilustran muchas de las historias y leyendas relatadas en el libro de Popol Vuh. Fundamentalmente, sus colecciones se pueden dividir en dos grandes secciones: arqueología maya y arte colonial.

En la primera, una de las mejores existentes en el mundo, hay diferentes muestras de la vida cotidiana, utensilios y arte de la cultura maya: estatuas del período preclásico y clásico, halladas en la regió'n de Kaminaljuyú; cerámicas clásicas -incluidos unos silbatos del mismo material- de las zonas de Petén o Verapaz; urnas funerarias del norte de Guatemala; incensarios procedentes del lago de Amatitlán, etc.

De la parte dedicada a la etapa colonial, se pueden contemplar diversas realizaciones en las artes decorativas, en especial en platería; pero también hay muestras de la escultura religiosa y de la pintura bajo el impacto que supuso la llegada de los españoles, con el inevitable lenguaje ecléctico que supuso el mestizaje de las culturas occidental y autóctona. Asimismo, el museo atesora una importante colección de trajes y máscaras del siglo XX, que nos hablan de la danza tradicional del país pero que actualmente no se muestra al público, debido a cuestiones de espacio, y porque este tema se halla más extensamente desarrollado y expuesto en el colindante Museo lxchel del Traje Indígena.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arte maya

Uno de los pueblos más importantes de la Mesoamerica precolombina fue el de los mayas, cultura que se extendió por diferentes estados del México contemporáneo -Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Chiapas y Tabasco-, así como por otros países centroamericanos, como Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador.

La mayoría de las investigaciones coinciden en señalar que los primeros mayas surgieron de la costa del golfo de México y que luego se inició un flujo migratorio que los llevó a expandirse, entre los años 1500 y 800 a.C, por zonas de Chiapas, la costa de Guatemala, el Peten guatemalteco y la península de Yucatán. Como prácticamente todos los pueblos de Mesoamérica en aquella época, uno de los principales sustentos de la población era el cultivo de maíz.

Cabeza de un personaje palen-

cano (Museo Nacional de Antro-
pología, Ciudad de México). Es-
culpida en estuco, esta pieza fue 
arrancada de la estatua original 
para ser depositada como ofren-
da debajo del sarcófago descu-
bierto en el Templo de las Ins-
cripciones.
 Durante el período preclásico, el arte de los mayas era muy parecido al de los pueblos vecinos, como lo demuestran los restos de cerámica encontrados. No es hasta el siglo II a.C, a finales del citado período, cuando empiezan a darse las primeras manifestaciones artísticas netamente diferenciadas. Asimismo, en esa época la organización social de los mayas era más compleja que la de otras culturas mesoamericanas gracias al nacimiento de una importante clase social, los sacerdotes, encargados del culto a los muertos. Empieza a desarrollarse, por otro lado, una arquitectura propiamente maya y aparecen las primeras grandes poblaciones, como Uaxactún, Piedras Negras, Izapa, Mayapán…

La época de máximo de esplendor de la gran cultura maya se prolongó desde el siglo III hasta el XIX, debido, sobre todo, al carácter militar de los gobiernos, poco solícitos con las necesidades de la población, que empezó a vaciar las grandes ciudades. De este modo, se facilitó la invasión de pueblos que portaban una importante influencia tolteca que, durante los siglos posteriores, hasta el definitivo fin de la cultura maya, en el siglo XV, influyó de forma importante en el arte que se manifestó en los territorios hasta entonces dominados por los mayas.

Por otra parte, hay que señalar que, en aras de facilitar el estudio del desarrollo histórico y artístico de la cultura maya, se ha convenido en dividir en tres zonas el conjunto de los territorios que habitaba este pueblo. Así, se habla del área meridional, área central y área septentrional, que como se verá presentan notables diferencias geográficas y arrojan, además, importantes contrastes entre las manifestaciones artísticas en ellas producidas.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Área meridional

Comprende las tierras altas de Guatemala, al extremo sur del estado mexicano de Chiapas y la porción más occidental de El Salvador, además de una angosta faja costera, entre las serranías y el océano Pacífico. Esta región tuvo en tiempos prehispánicos, como sigue teniendo hoy, una población de habla mayance, principalmente de las lenguas quiche, cakchiquel, mame, pokoman, zutuhil, ixil, kekchí. A través de toda su historia, probablemente dominada por élites extranjeras, recibió influencias de otras culturas y sirvió de corredor de tránsito a pueblos del centro de México que llegaron a ocupar parte de América Central. Esto explica por qué comunidades étnica y lingüísticamente mayas, cuya cultura básica a nivel popular no puede separarse de la maya, no dejaron vestigios arqueológicos con las características de la alta cultura maya, como templos y palacios techados con la llamada bóveda maya e inscripciones jeroglíficas correspondientes a la escritura maya. Hasta tal grado carecen los centros ceremoniales de esta zona de los elementos que se consideran típicos de la civilización maya, que algunos sabios mayistas indebidamente los excluían de su área cultural.

Durante el período preclásico, en el transcurso del milenio anterior al inicio de nuestra era y de los dos o tres siglos siguientes, fueron influencias olmecas las que llegaron de la costa del golfo de México al litoral del Pacífico (Izapa, Abaj Takalik, Monte Alto, El Baúl), a través del istmo de Tehuantepec y después de dejar sus fuertes huellas en la cultura de Oaxaca (Monte Albán I); estas influencias pasaron más tarde a las tierras altas de Guatemala.

Templo Mayor (Yaxchilán, Chiapas). En el santuario dedicado al dios "pájaro-jaguar" se pueden ver los diferentes estratos que se sucedieron en el desarrollo del mismo templo durante más de doscientos años. Muchas de las piezas descubiertas en las excavaciones del mismo se exhiben actualmente en un museo temático.

Durante los seis siglos del período clásico (300-900 d.C), el altiplano guatemalteco continuó recibiendo elementos culturales extraños. Primero fueron teotihuacanos, reconocibles en la arquitectura y aún más en la cerámica (Kaminaljuyú), pensándose que no llegaron como producto de una simple irradiación espiritual o intercambio comercial, sino como resultado de un verdadero imperio teotihua-cano que se hubiera impuesto hasta en esas lejanas regiones. Después, aunque siempre durante el período clásico, fue una cultura de la costa atlántica, llamada totonaca, la que llevó a esta zona, quizá mediante oleadas migratorias de tribus de lengua náhuat llamadas “pipiles”, numerosos objetos característicos de ella: esculturas de los denominados yugos, hachas votivas, palmas, así como escenas de sacrificios de decapitación asociadas al juego de pelota, como los de Santa Lucía Cotzumalhuapa. Durante el período posclásico, lo tolteca, chichimeca y azteca caracterizan sucesivamente los centros ceremoniales del altiplano guatemalteco, en la arquitectura y en la escultura. Reflejan esta situación las crónicas quichés y cakchiqueles, en el Popol Vuh y el Memorial de Sololá, así como también la toponimia, ya que muchos sitios llevan nombres nahuas.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Templo I de Tikal


El Templo I de Tikal o Templo del Gran Jaguar es probablemente el más bello y esbelto de todo el majestuoso e impresionante centro ceremonial de Tikal, que llegó a ser el mayor y más importante de las antiguas ciudades mayas. La zona arqueológica de Tikal es la urbe de mayor tamaño de la región de El Peten, ocupando una extensión de 120 km2, que es conocida desde el siglo XVIII, y se calcula que en su época de mayor apogeo vivían allí unas noventa mil personas.

En la ciudad, que se comenzó a excavar a partir del año 1956, hay una gran cantidad de construcciones individuales hoy perfectamente visitables: palacios, altares, plataformas ceremoniales, caminos, terrazas, residencias, etc. Pero entre todas estas construcciones, Tikal se caracteriza por sus seis grandes y estilizados templos-pirámide, que son las construcciones más elevadas del área maya.

Los principales monumentos de la ciudad están agrupados alrededor de una gran plaza rectangular, la Gran Plaza, que constituye el eje central, limitada al este y al oeste por dos pirámides, los Templos I y II y flanqueada en los lados más anchos por la Acrópolis del norte y la Acrópolis central.

El Templo I, parcialmente restaurado, es uno de los más grandes de la ciudad. Su base está constituida por nueve plataformas superpuestas con una muy acentuada pendiente, lo que le da un mayor grado de esbeltez. En la plataforma superior, donde un grueso bloque sirve de base y apoyo a una muy elevada “peineta” o remate, típicamente maya, hay numerosos detalles ornamentales concentrados en torno a la imagen de un dios.

Una escalera ancha de un solo tramo permite el ascenso hasta la novena plataforma, donde se inicia un nuevo tramo mucho más pequeño que sirve para llegar hasta la única puerta del templo. Contando las diez plataformas, el templo propiamente dicho y la crestería del tejado, es decir, desde el nivel del suelo hasta la cima, la elevación de esta pirámide es de unos 47 metros sobre el nivel de la plaza.

Estas enormes construcciones también son dignas de admiración por contener hermosos grabados en madera. Las doce puertas de estos templos estaban originariamente coronadas por dinteles de madera, ocho de ellos labrados con magníficas representaciones de ceremonias religiosas. De estas construcciones provienen algunos bellísimos dinteles extraídos por el suizo Gustave Bernoulli, en 1875, y que actualmente se conservan en diferentes museos. Uno de los más bellos se encuentra ahora en el Museo de Arqueología de Basilea, Suiza, y proviene del Templo IV. Otro fragmento de un dintel del mismo templo representa la figura de un halach uinic sentado en su trono, teniendo a su espalda la magnífica figura de un jaguar rampante, hoy en el British Museum de Londres.

El Templo del Gran Jaguar de Tikal, situado en la región de El Peten, en Guatemala, el centro maya más grande conocido de la época clásica, que prosperó aproximadamente entre el 200-850 d.C, constituye una muestra significativa del tipo de pirámides que se edificaron en este territorio durante dicho período.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Área central

La cultura propiamente maya cristalizó en el área central, región con grandes ríos, fuerte precipitación pluvial, clima muy caluroso y vegetación selvática. Su población era sobre todo de habla chontal, chol, mopán y chortí. Corresponde a las tierras bajas de Guatemala, Belice, el extremo oeste de Honduras, parte de Tabasco, Chiapas, Campeche y Quintana Roo.

Con elementos culturales procedentes de civilizaciones más antiguas (olmeca, Monte Albán I), ya sea directamente o a través de la costa del Pacífico y el altiplano guatemalteco, los mayas del Petén, del valle del Motagua y de la cuenca del Usumacinta, elaboraron una civilización más avanzada que aquéllas. Heredaron de ellas el conocimiento del calendario ritual de 260 días, del calendario de 365 días basado en el ciclo solar, probablemente el sistema llamado de la cuenta larga, los numerales de puntos y barras, el sistema de numeración de base vigesimal, el valor posicional de los números y quizás aún (pese a que no se haya demostrado) la idea del cero, cuyo uso es indispensable en tal sistema. También les llegó la costumbre de levantar estelas en que se glorifica a personajes importantes.

Templo de Dzibilchaltún (Mérida, México). A 22 km de la capital de Yucatán se asienta "el lugar donde hay escritura en piedras planas", traducción literal del nombre de esta ciudad maya cuyos orígenes se remontan al año 500 a.C. y que alcanzaría su máximo apogeo entre el 600 y 800 d.C. Rodeado por un extenso parque de 16 kilómetros cuadrados, la zona arqueológica se extiende concéntricamente en 20 hectáreas. Los monumentos rituales constan de estelas simbólicas como la que se erige en la base de este templo, algunas de las cuales presentan textos glíficos y relieves esculpidos en piedra con incrustaciones de cerámica, jade, cobre y plata. 

Templos del Norte (Palenque, Chiapas). Al oeste de la antigua Palenque, en el punto donde se oculta el sol, se encuentran los lugares dedicados al culto de la muerte como la necrópolis y los templos de las 1 nscri pciones, del León y de la Calavera, y al norte, los dedicados a la vida y resurrección, como el Palacio, el templo del Juego de Pelota y el templo del Conde, edif1cios donde se vinculaba la muerte con el renacimiento siguiendo el trayecto del sol. 

Aquellos conocimientos fueron perfeccionados, logrando los mayas edificar un calendario complejo y de exacta precisión, así como una escritura incipiente que revelan los monumentos más antiguos de la región olmeca, de Monte Albán y de la costa del Pacífico. Con el invento de la bóveda angular, pudieron construir edificios de gran solidez y duración. Sus observaciones astronómicas fueron extraordinariamente asombrosas. Durante los seis siglos del período clásico floreció en el área central una brillante civilización, basada de manera fundamental en la agricultura -del maíz, en primer lugar-, en que fueron diferenciándose las clases sociales.

Ruinas de Palenque (Chiapas, México). Rodeado por una espesa selva tropical, el emplazamiento fue configurado siguiendo un esquema general de construcción alrededor de un eje central, el Templo dedicado al Sol. Cada construcción se levantaba sobre plataformas escalonadas, de altura y número de pisos variables, y culminaba en un templo, generalmente de una habitación o dos, sin ventanas y abierto hacia la plataforma de acceso. Una gruesa cornisa dividía sus fachadas en dos franjas horizontales, siendo la superior la que solía estar ornada de esculturas o relieves de estuco. 

Templo IX de Becan (Campeche, México). Las evidencias de la ocupación humana de Becan se remontan al año 600 a.C. y sirvió como capital de la región, centrando su actividad en los servicios públicos y como ciudad de rito. Llegó a su extrema decadencia a partir del año 1000 d.C., siendo totalmente abandonada en 1450. La estructura IX es probablemente el edificio : más alto del lugar, elevándose por encima de los 30 m del nivel del terreno. 

En el transcurso del siglo IX de nuestra era, grupos extranjeros, portadores de nuevas ideas y creencias, probablemente de una cultura híbrida (maya-nahua), se infiltraron e incluso parece que llegaron a imponerse en algunos centros del Petén. También se supone que verdaderos levantamientos populares tuvieron lugar contra los propios señores mayas o contra los invasores, con el resultado de que la vida cultural fue apagándose en todos los centros ceremoniales del área central en menos de un siglo. Dejaron de construirse templos y palacios, cesó la erección de estelas y no se registró ya ninguna fecha. El paro de las actividades culturales que monopolizaba el sacerdocio debió implicar la desaparición de éste, pero la población campesina siguió viviendo en la región y ocupó los edificios dedicados al culto y residencias señoriales. Numerosos núcleos vivían todavía en la selva a la llegada de los españoles.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Área septentrional

En cuanto al área septentrional, su desarrollo cultural se efectuó en forma paralela y más o menos simultánea al del área central, aunque el estímulo original proviniera de ésta. Participando del mismo nivel cultural, y teniendo los mismos conocimientos técnicos y científicos y las mismas creencias que los pueblos hermanos del área central, los mayas de Yucatán elaboraron estilos arquitectónicos diferentes, como era de esperarse en un ambiente geográfico distinto al selvático de aquéllos. En el norte de la Península, el régimen de lluvias es bastante reducido, desaparecen los ríos y demás aguas superficiales, el suelo calizo de escasa capa vegetal produce una vegetación cada vez más baja y rala, a medida que se acerca al extremo septentrional. Pese a este medio poco favorable, los mayas y yucatecos lograron una variante muy brillante de la civilización maya, de la que son testigos los vestigios de centros ceremoniales, algunos tan antiguos como los del Petén (Dzi-bilchaltun, Coba, Edzná).

Palacio del Gobernador (Uxmal, México). De las tres plataformas sobre las que se asienta el Palacio, sobresale la más voluminosa por sus 187 m de ancho y 12 de altura, con un bello friso ornado con esculturas de los diferentes mandatarios de Uxmal, tocados con plumas y joyas, y falsos arcos triangulares, cuya sucesión ondulante produce el efecto visual de una gran serpiente en movimiento. 

Templo Mayor de Labná (Puuc, Yucatán). Cruzando el gran arco se encontraba un enorme patio que servía de entrada a la antigua ciudad. Decorado con una riquísima variedad ornamental, el friso de la fachada del templo está aderezado con una crestería que realza el muro de piedra. Edificado durante el período maya comprendido entre los siglos VI y IX d.C., los creadores de Labná pretendían fijar el mundo en los detalles de cada arco esculpido. 

Templo de Kukulcán (Chichén ltzá, Mayapán). Flanqueado por el Templo del Jaguar y la Cabeza de Serpiente, se asciende al Kukulcán subiendo un peldaño por cada uno de los días que tiene el año maya, 91 por cada lado. La pirámide que lo conforma está sustentada sobre una base cuadrada de 55 m de ancho, y se eleva hasta nueve pisos. Las esculturas de la fachada representan cuerpos de tigres y serpientes y se cree que su función sería adorar al sol. 

En el transcurso del siglo X de nuestra era, grupos toltecas, procedentes del centro de México, invadieron el norte de la Península e impusieron su dominio, principalmente en Chichén Itzá y con menor grado en Uxmal y otros centros. Una amalgama de técnicas constructivas, la imposición de nuevas deidades, el predominio de una casta guerrera extranjera, una temática y estilos nuevos en el arte, caracterizan la primera mitad del período posclásico (1000-1250 d.C).

Ruinas de Tulum (Yucatán, México). En mitad de la costa caribeña se encuentran los restos de la antigua ciudad de Zamá, uno de los primeros asentamientos del expedicionario Juan de Grijalva y del conquistador Francisco Montejo. Tulum es la única ciudad maya edificada sobre la costa, y se cree que su castillo central de 14 m de altura servía como observatorio estelar. Una ancha muralla la rodea por tres lados. 

Palacio de Chacmultún (Mérida, México). La mayoría de las edificaciones que se hallaron en el yacimiento de la antigua ciudad fueron construidas aprovechando la piedra rojiza del mismo cerro sobre el que se erigen. Levantadas sobre basamentos de más de ocho metros de altura, su enormidad daba una efectiva 1magen de supremacía y poder. Los elementos ornamentales de las columnillas, los frisos y los dinteles de fachadas y muros, tallados en forma de junquillos, son típicos del arte escultórico de la zona de Puuc de los años 700-800 d.C. 

Los últimos siglos, anteriores a la conquista española, muestran claramente la decadencia de esta cultura híbrida maya-tolteca, así como también el retorno de ciertos patrones clásicos mayas, particularmente en la alfarería y en la decoración de los edificios, fenómeno que se aprecia sobre todo en Mayapán y en la costa del Caribe.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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