Dos campos principales resumen el
arte gráfico del modernismo: el cartelismo y la ilustración.
El cartelismo es el más
específico. Antes de este período, la realización de carteles se consideraba
como un oficio inferior. Quienes, impulsados por una voluntad de implantación
social, osaron iniciarlo, fueron los esteticistas que tomaron como ejemplo el
cartelismo xilográfico japonés. Así tuvieron origen los primeros carteles de
Walter Grane, Aubrey Beardsley y William Nicholson.
En Francia, el iniciador fue
Jules Chéret que, tras una estancia en Inglaterra, regresó a su país como
adepto del nuevo estilo. Chéret influyó sobre la vocación cartelista de Toulouse-Lautrec,
el más completo de los diseñadores de carteles, que desarrolló el criterio de
las tintas planas, los grandes trazos ondulantes, la asimetría, la compensación
de manchas y la primacía del arabesco. Berthon introdujo un refinamiento camp en esta especialidad, con sus
figuras elegantes, sofisticadas, y su decorativismo.
Pavo real de Alfons-Maria Mucha (Musée Carnavalet, París). Panel central de la decoración de la joyería Fouquet de París creado en 1901 . La pieza, realizada en bronce, representa un pavo real con la cola desplegada en todo su esplendor.
Artistas procedentes de otros
países trabajaron también en Francia, como el suizo Grasset, creador de tipos
de imprenta nuevos, los más típicos del modernismo, y el checo Alfons-Maria
Mucha, el más elegante cultivador del cartel Modern Style, con sus muchachas elegantes erotizadas y sublimizadas
a un tiempo, con cabellos ondulantes y joyas decorativas, insertas en un mundo
precioso de flores y adornos, rico como un esmalte o un vitral. Fue famosísimo
su cartel para Sarah Bernhardt.
En Bélgica, donde Adolphe Crespin
había concebido los primeros carteles en cromolitografía en 1887, Privat-Linemont
fue el creador del tipo de la mujer flor y Gisbert Combaz cultivó el cartel de
gusto más orientalizante.
Sarah Bernhardt de Alfons-Maria Mucha (Colección Víctor Arwas). El artista checo realizó en la década de 1890 diversos carteles para las actuaciones teatrales de Sarah Bernhardt, como éste durante su estancia en París.
En Cataluña apareció un grupo
nutrido de cartelistas. Entre ellos, Alexandre de Riquer seguía de cerca las
novedades británicas y mezclaba lo floral con lo prerrafaelista, lo mismo que
Pascó, mientras Ramón
Casas, gran dibujante, creaba un tipo de cartel monumental de línea y
arabesco, muy paralelo al de Toulouse-Lautrec.
Theodor Heine, en Alemania,
representa la versión épica del estilo. En Austria, Franz von Stuck introducía
los efectos decorativistas del mosaico.
El libro de arte se desarrolló
también a partir del esteticismo británico, especialmente por los esfuerzos de William Morris y sus colaboradores para lograr una perfección artesana en los
papeles, los tipos, los grabados y las encuademaciones.
⇨ Loïe Fu!ler, de Jules Chéret (Galería Ferrers, Londres). Considerado el padre del cartel moderno, Chéret diseñó una gran variedad para los espectáculos de variedades de la sala Folies Bergère de París, mítica por ser uno de los puntos de reunión favoritos del círculo bohemio y artístico de la época.
Alrededor de artistas como
Morris, si bien Mackmurdo siguió fiel a las formas llameantes de William Blake,
predominaron los que, como Edward Burne-Jones, cultivaron un aplicado, detallista y decorativista
neomedievalismo, entre lo gótico y Botticelli.
Siguiendo otras vías artísticas,
cierto eco de la xilografía medieval se volvió fantástico en la obra de Charles
Rickets, a veces orientalizante, y en la de Fairfax Muckley ,
de un exacerbado preciosismo. William H. Bradley llegaba a la síntesis entre lo
gótico y lo japonés.
3ª Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, de Alexandre de Riquer (Centre Artístic de Sant Lluc, Barcelona). Riquer nunca disimuló su deuda con Alfons-Maria Mucha, cuyo estilo inspiró buena parte de su obra cartelística. Este encargo para la exposición celebrada en Barcelona entre el 23 de abril y el 29 de junio de 1896 ejemplifica la tendencia de Riquer hacia el decorativismo simbólico, la técnica de formato alargado típica del cartelismo japonés y el reseguimiento de las líneas, muy contrastadas armónicamente con los colores del fondo.
Una vertiente barroquista, hecha
de volúmenes y de movidos grafismos, se concretó en Thomas Sturge-Moore y en
las lujuriosas acumulaciones de Frank Brangwyn, mientras Arthur Rackham
mezclaba fantasía y decorativismo en sus complicadas ilustraciones. La tendencia
hacia la simplificación, en contraste, estuvo representada por el arabesco
geometrizante y puro de Margaret Macdonald, el sintetismo radical de William
Nicholson y la finura intimista de Jessie King.
En Bélgica, Theo van Rysselberghe
buscaba las compensaciones asimétricas de lo japonés, mientras Henri van de
Velde se ocupaba particularmente de los grafismos abstractos.
Zoología, de William H . Bradley (Galería Swann, Nueva York). Bradley, compiló en un sólo libro todas las ilustraciones que dibujó para acompañar varios relatos de autores diversos. Editado originariamente por Bradley's Wayside Press en Massachusetts en 1896 con el título "Bradley, his book", con evidente intencionalidad promociona!, la obra de este artista refleja una síntesis estilística entre las características del arte gótico y japonés.
En Holanda, donde Richard Nicolás
Roland Holst era un típico esteticista a lo británico, Jan Toorop fue el verdadero creador de la ilustración con arabesco japonizante y
latiguillos.
En Alemania se produjo la
corriente barroquista, que se teñía de preciosismo en Hugo L. Braune, y se
hacía brutal, primitivista, en manos de Adolf Münzer o de Leo Putz. El
sintetismo radical, como de marquetería, tuvo un fino cultivador en Walter
Leistikow. Una especialidad muy alemana, que dio lo más típico al estilo Jugend, fue el grafismo lineal o vegetal
curvilinear, de Otto Eckmann, Ludwig von Hofmann, Peter Behrens o Hans
Christiansen, con su versión orientalizante en Bernhard Pankok.
Cigüeñas volando, de Walter Leistikow. Ilustración de la revista Pan (Berlín, 1898). Este autor fue uno de los iniciadores del "jugendstil".
La obra gráfica, abundante, del
noruego Edvard Munch se sitúa en la vertiente trágica, expresionista, de este cultivador
de la línea, pero también de los efectos barrocos de claroscuro en obras como
su famosa Madonna rodeada de un marco
de espermatozoides. Un injerto de arte popular condiciona la obra de otro
noruego, tranquilo y simple, Gerhard Munthe.
⇨ L'heure du berger de Hans Christiansen. Ilustración publicada en 1897 en "L'Estampe moderne". El título francés alude al momento propicio al amor. Su autor fue uno de los fundadores del grupo "Die Sieben" de Darmstadt y un ilustrador muy representativo del "Jugendstil".
El ambiente vienes puso el acento sobre la simplificación eurítmica. Hubo el preciosismo plano de Adolf Bóhm, pero lo general fue el sintetismo arcaizante. Ecos griegos resuenan en el arcaísmo de alguna obra del propio Gustav Klimt, mientras el mimetismo de lo japonés late en los paisajes y en las tipografías de Ferdinand Andri, en las flores de Josef M. Auchentaller, en las composiciones de Koloman Moser, que pone el acento en el arabesco y en piezas maestras de sintetismo fragmentario como los grabados de Nora Exner.
El ambiente vienes puso el acento sobre la simplificación eurítmica. Hubo el preciosismo plano de Adolf Bóhm, pero lo general fue el sintetismo arcaizante. Ecos griegos resuenan en el arcaísmo de alguna obra del propio Gustav Klimt, mientras el mimetismo de lo japonés late en los paisajes y en las tipografías de Ferdinand Andri, en las flores de Josef M. Auchentaller, en las composiciones de Koloman Moser, que pone el acento en el arabesco y en piezas maestras de sintetismo fragmentario como los grabados de Nora Exner.
Los checos aportaron el más
típico ilustrador de la fantasía erótico-decorativista, Alfons-Maria Mucha, y
el radical primitivismo lineal de Josef Váchal.
En el núcleo de Barcelona, también
Alexandre de Riquer, Triado, Ramón Casas, tuvieron importancia en el libro y
las revistas. Cabe añadir el delicuescente Lluís Bonnin, el más perfecto
cultivador de una nerviosa mezcla de linearismo, floralismo y restos de
prerrafaelismo; Joaquim Renart, especializado en los Ex-Libris con latiguillo, y Josep Maria Xiró, abarrocado y épico,
que dominó los juegos de curvas paralelas.
En Italia se manifestó el
preciosismo de Alberto Micheli y el orden geometrizado, secesionista, de
Antonio Rizzi, al lado de la tendencia anglicista de Adolph de Karolis. Terzi
representó el arabesco purista con que concluía, en todas partes, la historia
del arte gráfico modernista.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.