Al pasar de un maestro
cubista al otro, las evoluciones y las diferencias se analizan sobre todo desde
el punto de vista de la
forma. Pero el interés por la técnica ha permanecido
constantemente vivo. Y es a través de él que se definirán, cada vez más, las
tendencias modernas.
⇨ El Profeta de Pablo Gargallo (Museo Centro de Arte Reina Sofía, Madrid). La obra del escultor aragonés contribuye de manera especial -a la definición de la modernidad escultórica española. Tras su estancia en París, donde conoció a Picasso y el cubismo, sus esculturas encuentran en este movimiento de vanguardia la máxima expresividad para el potencial formal de la masa y el vacío. Combina las experiencias realizadas por su autor en lámina de hierro y cobre, y sus investigaciones de los ritmos de planos cóncavos, en los que se funde en armonía el espacio de la materia y del vacío.
El nombre clave es el de un artista que llegó tarde a la escultura a través del cubismo: Julio González (Barcelona, 1876-Arcueil, 1942), pionero del trabajo directo del metal. Hijo de un orfebre, amigo de Picasso al que encontró en París en 1900, animado por Despiau, Brancusi y su compatriota Gargallo, hacia 1927 creó sus primeras máscaras recortadas, cortando y soldando directamente el metal con el soplete que había aprendido a manejar en las fábricas Renault. De un material hasta entonces despreciado, el hierro, y de un procedimiento industrial -la soldadura autógena- iba a surgir una nueva técnica plástica de posibilidades ilimitadas.
González no sólo se impuso por una obra llena de vida, en la que los temas figurativos alternarán hasta su muerte con una enorme cantidad de formas, a la vez autoritarias y cómicas, sutiles montajes en hierro en los que, pese a sus títulos, intentaríamos en vano reconocer a una "mujer de pie" o a un "hombre leyendo". Un observador no avisado nunca atribuiría al mismo escultor la Montserrat, gran bronce clásico de una nobleza impresionante, que produjo, gran emoción en el pabellón español de
⇦ Hombre cactus de Julio González (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Esta obra forma parte de una serie que el artista realizó entre 1939 y 1940. Su estancia en París y su vinculación con los artistas de vanguardia acabaron por fortalecer su orientación artística, que sería una búsqueda constante del expresionismo abstracto.
El propósito de "desmaterializar", que en González
era el corolario de una técnica, se convierte en objetivo deliberado en dos de
sus contemporáneos; dos hermanos de origen ruso y procedentes de un horizonte
estético muy diferente: Antoine Pevsner (1886-1962), que trabajó sobre todo en
la capital francesa, y Naum Gabo (1890-1977), que se estableció en Estados
Unidos a partir de 1946.
Ambos se servían también de metal y de espacio, pero
sometieron enteramente el primero al segundo. El enemigo parece ser la
escultura estática "error milenario heredado de los egipcios". La forma, tal
como dice el Manifiesto realista que ambos hermanos firmaron juntos y pegaron
en las paredes de Moscú el año 1920, debe ser enteramente controlada y por
tanto "construida", en una concepción en la que el vacío, elemento
maleable, se convierta en parte integrante de la obra, purgada de toda alusión
naturalista.
Antes de llegar a una aplicación estricta de estos
principios, Pevsner y Gabo trabajaron en común siguiendo un espíritu próximo al
de Archipenko y de los cubistas, que habían conocido en París, en montajes de
cinc recortado, de cobre, de madera, a los que pronto empezaron a integrar
materiales deliberadamente modernos: celuloide, materias plásticas. En una
nueva etapa eliminaron la superficie plana, de forma que lo lleno y el plano
fueron igualmente rechazados. Yuxtaponiendo paralelamente varillas de latón, de
acero, de cobre o de bronce oxidado, definen cada vez más superficies curvas que
modulan el espacio, lo capturan como en una masa, divergen, se cruzan y se
desarrollan, por decirlo así, ante nuestros ojos, arrastrando a la luz en un
recorrido sin principio ni fin. Así consiguen integrar a "espacios
intercambiables", de una elaboración perfectamente racional, un cierto
factor de temporalidad, un movimiento potencial que ya no se debe, como en los
cubistas o en Moore, al juego opuesto de las masas, sino al itinerario que la
incurvación y la relación armónica de las formas imponen a la mirada.
⇨ Pequeña hoz de Julio González (Colección particular). Escultura en bronce que es una ampliación del original en hierro. Según los especialistas se la puede fechar en 1937, es decir, en plena guerra civil española y, si se considera el otro título con que se la conoce -Homenaje a la hoz y el martillo-, se puede inferir la postura ideoló gica del artista durante la contienda.
⇨ Pequeña hoz de Julio González (Colección particular). Escultura en bronce que es una ampliación del original en hierro. Según los especialistas se la puede fechar en 1937, es decir, en plena guerra civil española y, si se considera el otro título con que se la conoce -Homenaje a la hoz y el martillo-, se puede inferir la postura ideoló gica del artista durante la contienda.
Pese a los títulos dé tipo matemático que acostumbraba a dar
a sus,-obras de pequeño formato o monumentales (Construcción dinámica a la
trigésima potencia, Caracas, 1950; Proyección dinámica en la tercera y cuarta
dimensión, erigida después de la muerte del artista ante la Facultad de Derecho
de Chicago), Pevsner rechazó siempre el reproche de "geometrismo".
Sus composiciones más tensas, en efecto, no están exentas de cierto impulso
lírico, muy distinto de la simple proyección tridimensional de una fórmula
matemática. Sin embargo, Pevsner siguió siendo rigurosamente abstracto.
Gabo también lo es, pero se permite más concesiones para seducir al observador: un trozo de mármol rosa, o de cuarzo, puede relucir en el interior de sus estructuras de acero inoxidable o de nilón, y sus arpas veladas tienen un movimiento más ligero y una trama más delicada que en su hermano mayor. Este refinamiento se percibe incluso en sus composiciones asociadas a la arquitectura, como su monumento luminoso del Rockefeller Center, en Nueva York (1949), o el que señala los almacenes De Bijnenkorf, en Rotterdam (1957).
Sin embargo, tales matices tienen una importancia relativa
respecto a lo que los Pevsner inventaron en común y que puede resumirse
diciendo que, de ahora en adelante, el escultor "tiene que hacerlo
todo", lo que los inscribe en el constructivismo.
⇨ Le Deunier Elan de Antaine Pevsner (Colección particular). Este pintor y escultor francés de origen ruso redacta en 1920, junto con su hermano Gabo, el Manifiesto realista en una búsqueda por "construir", que le valdría el nombre de constructivista. A partir de su establecimiento definitivo en París se dedicaría exclusivamente a la escultura que, a través de la modulación de la luz por planos inclinados y volutas, y mediante una espiral continua, consigue dar una impresión de movimiento.
Otro punto común a los Pevsner y a ciertas corrientes modernas consiste en la intuición de la"superficie mínima", que aproxima los desarrollos tensos de los primeros a ciertas investigaciones de Bill, de los constructivistas y suprematistas de la Bauhaus, y de los adeptos más recientes de las estructuras hinchables y del minimal.
⇦ Boceto para la construcción de un torso de Naum Gabo (Berlinische Galerie, Berlín). Obra realizada en 1918 cuando, junto con su hermano Antaine Pevsner preparaba el Manifiesto realista, que trazaría las líneas del constructivismo. Su obra se sitúa entre las creaciones más válidas que ha producido el arte abstracto.
A un nivel más inmediatamente perceptible, algunas otras
tendencias de la escultura actual pueden ser relacionadas con la intuición de
los hermanos Pevsner. ¿Acaso veríamos hoy al público -ayudado por el gigantismo
y por la tecnología-explorar las estancias de yeso de Etienne-Martin, pisar los
recorridos y el ambulomire de Gerard Singer y atravesar, como un campo de
trigo, "penetrables" de nilón de Soto, si Pevsner y Gabo no hubiesen
llevado la "transparencia" de los cubistas hasta la compenetrabilidad
total? Aún es mayor la deuda respecto a los mismos iniciadores, desde el punto
de vista más preciso del oficio, de un mago del soplete, formado en el diseño
industrial, Richard Lippold (1915-2002), bajo cuyos dedos la escultura adquiere
la calidad de una tela de araña: el Sol variación en una esfera núm. 10
(1953-1956), que construyó íntegramente en hilo de oro para el Metropolitan
Museum de Nueva York, tiene no menos de 14.000 puntos de soldadura. Y
finalmente, como acabamos de ver, Pevsner y Gabo franquearon una nueva etapa en
el sentido de la movilización visual de la escultura. En 1920,
Gabo ya había confeccionado una hoja de acero que, en el momento de vibrar
accionada por un motor eléctrico, delimitaba en el espacio un volumen virtual.
Con posterioridad a las ruedas de bicicleta y a los discos giratorios de Marcel Duchamp (1913), antes de las torres cibernéticas de Schóffer y de la
movilización general de la forma esculpida bajo banderas estéticas tan
diferentes como son las de Tinguely, de Pol Bury y de Rickey, es Calder, de
hecho, el que ganará para el cinetismo lo que podríamos llamar su certificado
de nobleza.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.