Punto al Arte: ¿Puede hablarse de escultura surrealista?

¿Puede hablarse de escultura surrealista?

Si bien la metodología del surrealismo -dictado del inconsciente, automatismo onírico, explotación de lo inopinado, etc.- encuentra un punto de aplicación apropiado en la pintura y en la literatura, seguramente no se adapta tan bien a la actividad trabajosa a la que no escapa ninguna escultura, ni siquiera la más imaginativa. Sin duda ésta es la razón por la que muchos surrealistas empezaron siendo perezosos imitadores dadaístas del ready made.

El caballo de Raymond Duchamp-Villon (Museo de Arte Moderno, Viena). Escultura realizada en bronce en 19 14 considerada la obra cumbre de este artista, que representa un imagen a medio camino entre un animal y una máquina, consiguiendo una abstracción de gran osadía que ejerció una profunda influencia en los escultores posteriores.  


Capricornio de Max Ernst (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Obra realizada en 1948 por este polifacético artista -pintor, escultor, escritor- que fue uno de los fundadores del grupo surrealista. Su obra es variada, multiforme, caracterizada por un inacabable afán de invención que le llevó tanto a descubrir objetos y a unirlos en extrañas composiciones totémicas como a modelar grandes divinidades de un raro sabor arcaico. 

Pero, a pesar de todo, hubo muchos pintores surrealistas que, como hemos visto, no desdeñaron las tres dimensiones. Pero el surrealismo se encuentra en la raíz de una obra que pesará más que las precedentes en el futuro de las formas esculpidas: la de Jean Arp (Estrasburgo, 1887-París, 1966). Arp, cofundador de Dada (Zurich, 1917) intervino en la extraordinaria actividad manipuladora en la que también estuvieron implicados Max Ernst, Schwitters y su propia esposa Sophie Taeuber.



⇦ Dreaming Star de Jean Arp (Hamburger Kunsthalle, Hamburgo). En esta escultura en mármol de 1958, la aportación de Arp, muy influido por la obra de Joan Miró, se inspira en la forma orgánica. A partir de 1931 se concentra especialmente en la escultura exenta, en su intento de captar y de representar "los secretos modos de la naturaleza".



Arp llegó a la escultura en 1930, a través de relieves de madera pintados. Sus formas, muy puras, pronto no recordarán más que por la nota de humor su pasado de dadaísta turbulento. Armonizadas con la quinta esencia de las cosas palpables, parecen abstractas a primer golpe de vista, pero en realidad se adhieren a los ritmos simples del gran taller de la naturaleza (Pepino gigante; Corona de brotes, 1936; Pastor de las nubes, 1953).

Fiel durante mucho tiempo a la sensualidad del mármol, Arp volverá más tarde a relieves recortados, en madera pintada o en bronce, como el que, dividido en cuatro módulos, colocó en 1958 en un muro de la sede de la UNESCO en París.

Siempre al acecho de lo primordial, precisamente por prestar atención a los mismos principios del mundo orgánico, este "elementarismo incondicional" desemboca con plena naturalidad en lo universal.


Figura recostada de Henry Moore (Tate Britain, Londres). Realizada en 1938, esta famosa obra de Moore, el escultor británico más importante del siglo xx, representa uno de sus temas favoritos: la figura humana. El arte de Moore tiene elementos del surrealismo, el expresionismo y el cubismo sin que pueda ser encuadrado en ningún movimiento en concreto, porque se vale de todas estas corrientes artísticas para elaborar un estilo inconfundible. 


Rey y reina de Henry Moore (en la campiña escocesa, cerca de Dumfries). Este escultor trabajaba al aire libre y prefería colocar su obra en espacios abiertos. Huyó de especulaciones intelectuales para concentrarse en los modelos que le ofrecía la vida, seducido por una forma de vitalismo que tomaría su temática principal de la familia, de la madre y el hijo, o de una figura aislada reclinada.

Henry Moore también descubrió en la naturaleza sus "principios de formas y de ritmos". Se podría pensar que para conseguir el prestigio mundial que ha alcanzado hizo algunas concesiones para gustar a todos. Pero la verdad es lo contrario: si su lenguaje es comprendido en todas partes, es gracias a la claridad de su vocabulario y a la originalidad de los volúmenes.



⇨  Jeroglífico de Barbara Hepworth (Leeds City Art Gallery, Leeds). Amiga y contemporánea de Henry Moore, ambos fueron los máximos representantes del arte británico de vanguardia. En esta obra de 1953, realizada en piedra, demuestra su energía e independencia, y se ve la utilización de las oquedades, que a partir de la década de 1930 incorpora a sus obras para que el aire y la luz creen un nuevo espacio.



La emergencia de las rocas en las landas de su Yorkshire natal y el negro perfil de los montones de escorias que aplastan a su pueblo minero, los encontramos traspuestos, como reminiscencias más o menos conscientes, en sus piezas de travertino, de piedra oscura de Homton, de mármol o de madera de olmo.Y las perforaciones que abre en el material no dejan de tener relación con las fallas de los acantilados y con las cuevas de los Pirineos y de España, que visitó en los años treinta. En el Memorial de Dartington (1946), una rodilla alzada corresponde a la geografía del lugar (como cita lonel Jianou en su biografía de Henry Moore).

Estas sugestiones geológicas se unen a ciertas sólidas fascinaciones (el arte precolombino, Masaccio, Brancusi y, quizá también, Archipenko) para orientar una obra caracterizada por la energía y la certeza. Obra en la que es difícil elegir, en la que los registros figurativo, abstracto y surrealista se interpenetran constantemente y en la que dos o tres grandes ciclos, iniciados ya en 1930, desarrollaron durante 40 años sus variantes más o menos esquemáticas o dramáticas: sobre todo, los de Madre y niño y de las Figuras en reposo.

Hemos de insistir sobre la significación del vaciado que, tratado como una forma positiva, multiplica la variedad de aspectos. Llevando las cosas al límite, "el cuerpo sólido puede acabar por no ser más que la cascara de un volumen". Bárbara Hepworth (1903-1975) ha llevado aún más lejos que Moore, hasta la abstracción, este concepto de una escultura completamente vaciada.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

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