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Artistas de la A a la Z

Fernando Botero (1932-1923)



Botero, Fernando (Medellín, 19 de abril de 1932 - Mónaco, 15 de septiembre de 2023Dibujante, pintor y escultor colombiano, el más importante artista colombiano de las últimas décadas, nacido en la ciudad de Medellín el 19 de abril de 1932.

Biografía

Aparte de los breves estudios realizados en la Academia de San Fernando de Madrid y luego en la de San Marcos en Florencia, hay que señalar que Fernando Botero es un autodidacto. Desarrolló un estilo personal: figurativo y realista. Empezó a los dieciséis años como dibujante del suplemento literario del periódico El Colombiano, cuando aún cursaba sus estudios en el colegio. A los dieciocho años, Botero fue expulsado del colegio de los jesuitas donde estudiaba bachillerato por haber publicado un artículo titulado Picasso y el no conformismo en el Arte. En 1951, realizó su primera exposición individual en Bogotá. Con el dinero allí recaudado, se estableció luego en Tolú. Después de participar en el IX Salón de Artistas Colombianos (Bogotá, 1952), donde obtuvo el segundo premio con su cuadro Frente al mar, y tras realizar dos exposiciones de sus obras en Santafé de Bogotá, a los 20 años viajó a Europa (Barcelona, Madrid, París, Florencia).

Ingresó en la Academia de San Fernando y trabajó durante un año en el Museo del Prado. Cuando volvió a su país, repitió sus éxitos en las exposiciones: en 1957, consiguió el segundo premio en pintura del X Salón de Artistas Colombianos, con su óleo Contrapunto; en 1958, primer premio en el XI Salón Nacional con el óleo La Camera degli Sposi. Aunque desde 1960 reside en el extranjero (doce años en Nueva York y luego en París e Italia), se siente el más colombiano de los artistas colombianos. Algunos de sus cuadros más famosos son: La comida con Ingres y Piero della Francesca (1972), Obispos muertos (1965), Dictador tomando chocolate (1969), Familia con animales colombianos (1970), Toro muriendo (1985), Muerte de Ramón Torres (1986), La Mona Lisa de doce años, Sillón con mandolina, El niño de Vallecas, Los músicos (1979), La madre priora (1980), La casa de los gemelos Arias y La apoteosis de Ramón Hoyos.

A partir de 1976, Botero se dedicó a la escultura. Su primera exposición como escultor tuvo lugar en el Gran Palais de París en 1977, con trece esculturas. Luego, en 1978, el artista presentó una serie de 32 obras en la Galería Brusberg de Hannover. La calidad de sus esculturas se hace más manifiesta cuando agiganta un fragmento del cuerpo humano o lleva al absurdo el contraste entre dos figuras o partes del cuerpo. Los más grandes reconocimientos al valor de su trabajo escultórico lo representan su exposición en los Campos Elíseos de París (1992) y en la Quinta Avenida de Nueva York (1993). Todos sus trabajos tridimensionales tienen un carácter arcaizante. Ello se debe, según explicaciones del propio artista, a su deseo de buscar las raíces en el arte precolombino y a cierta influencia del arte popular mejicano. Algunas de las características de sus obras son el feísmo, la monstruosidad y la deformación. El centro de sus obras es el hombre, pero el hombre que sobrevive atrapado en las convenciones de una sociedad. Muchas de estas figuras fueron posteriormente regaladas a algunos de los países que acogieron dichas exposiciones. Así, y por votación popular, Botero dejó dos esculturas en Madrid tras la gran exposición en 1994 en el Paseo de Recoletos, una Mano y una Maja desnuda. También dejó, asimismo, una escultura en el aeropuerto madrileño de Barajas titulada El rapto de Europa.

En abril de 2005 inauguró una exposición en el Palacio Venecia de Roma en la que presentó más de cincuenta pinturas cuyo motivo eran las torturas infringidas por soldados estadounidenses a presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib durante la ocupación de Irak en 2003. Botero volvió a aparecer en las noticias en noviembre de 2009, saberse que una escultura suya, Mujer Fumando, fue subastada en la galería Christie´s de Manhattan, por un precio de 1 millón de dólares, el mayor importe pagado por una obra suya, superando al resto de artistas latinoamericanos que vendían sus obras.


Obras comentadas


Obra
Mujer llorando, 1949

Retrato de un joven indio, 1952

Pintura de Fernando Botero



La imagen es un detalle de una de las obras de la primera época pictórica de este artista colombiano, en la que abundaban las referencias a la religiosidad y las figuras de monjas y obispos con una intención satírica. A pesar de haber vivido durante años en un exilio voluntario, Botero siempre ha insistido en llevar a su obra plástica sujetos que están cerca de la idiosincrasia colombiana.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Niña recién envejecida de Fernando Botero



En esta obra de uno de los máximos exponentes del arte hispanoamericano actual se puede apreciar una característica constante en su producción como es su afán por casar una aparente ingenuidad infantil con una sordidez en los contenidos, como pone de manifiesto en su serie de lienzos sobre las torturas de Abu Ghraib.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Alonso Cano (1601-1667)



Barroco

Cano, Alonso (Granada, 19 de marzo de 1601 - 3 de octubre de 1667).  Pintor, escultor y arquitecto español. 

Biografía

En 1614 se trasladó a Sevilla, donde trabajó de aprendiz en el taller de Francisco Pacheco y conoció a Velázquez. En 1638 se trasladó a Madrid como pintor de cámara del conde-duque de Olivares. Activo también en Granada. En su vida artística es posible distinguir tres momentos: a) Período sevillano (1614-38) Adquirió más nombre como escultor y retablero que como pintor. La mejor obra de este período es el altar mayor de Santa María de Lebrija. b) Período madrileño ( 1638-52) Se dedica preferentemente a la pintura y su técnica evoluciona hacia una pincelada más blanda, próxima a la de los cuadros italianos de la colección Real: Milagro del pozo, Inmaculada. e) Período granadino (1652-67) Dedicado esencialmente a los encargos de conventos y monasterios. Plasma de modo admirable el espíritu místico-ascético que caracteriza lo mejor del arte religioso español de esta época. Obras principales: serie de la Vida de la Virgen, Inmaculada, la Virgen del Rosario (catedral de Granada). La personalidad de Alonso Cano representa en la pintura española barroca la culminación de esta escuela.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obras comentadas


Obra
Inmaculada Concepción, 1619


San Francisco de Borja, 1624

Fachada principal de la Catedral de Granada de Alonso Cano

 


Dispuesta a modo de arco triunfal, consta de tres calles divididas en dos cuerpos por una cornisa horizontal y cubiertas con arcos de medio punto, cuyas pilastras tienen medal lones en el lugar del capitel. La decoración culmina en el jarrón de azucenas. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Virgen con el Niño de Alonso Cano

 


De las distintas versiones de este tema religioso, el artista realizó ésta ambientándola en un paisaje. La Virgen aparece joven y con una larga melena y el Niño parece mirarla complacido.

(Museo del Prado, Madrid).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

William Morris (1834-1896)


Romanticismo

Morris, William (Walthamstow, Reino Unido, 24 de marzo de 1834 - Londres, 3 de octubre de 1896) Pintor, diseñador y poeta británico. Su poesía es narrativa y a veces inspirada en leyendas clásicas y medievales: The Defense of Guinevere (1858), The Earthly Paradise (1868), Sigurd the Volsung (1876). Como pintor, formó parte del grupo prerrafaelista. Su interés por el mobiliario le inclinó hacia las artes y los oficios, con ánimo devolver la decoración su lugar en las Bellas Artes. Durante la segunda parte de su vida se dedicó de manera especial a la tipografía y al estudio de los problemas sociales, sin renunciar a las artes aplicadas.

William Morris y las Arts & Crafts

El Pre-Raphaelitism, que empezó siendo en el fondo una erupción romántica, con Burne-Jones y William Morris acabaría adquiriendo verdadera trascendencia artística.

Las concepciones artísticas de los prerrafaelistas ejercieron una notable influencia en las artes decorativas, sobre todo a través de Morris.

Poeta, pensador, político, pintor y diseñador, William Morris (1834-1896) es una figura singular en la historia inglesa de la segunda mitad del siglo XIX, el artífice del gran impulso renovador en el dominio de la estética y la popularización del arte en Inglaterra y en casi toda Europa.

La Reina Genoveva, de William Morris (Tate Britain, Londres). De título equívoco, pues se trata en realidad de un retrato de Jane Burden, responde a una escena de los mitos artúricos que el autor pintó en 1857, poco antes de casarse con la modelo. El elegante sentido ornamental del cuadro sugiere la cercana intención de Morris por abandonar la pintura para dedicarse exclusivamente al diseño y a la decoración de interiores. Quien fuera representada como la esposa del rey Arturo acabó siéndole infiel con Dante Gabriel Rossetti ante la indiferencia de Morris, cuyo principal interés residía en la observación casi obsesiva de los detalles de la naturaleza. 

Tejido con decoración floral de William Morris



En su empeño por volver a la artesanía en plena revolución industrial, este artista disfrutaba diseñando todo tipo de objetos como esta tela.

(Museo Victoria and Albert, Londres).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

Jan Steen (1626-1679)



Steen, Jan Havicksz (Leiden, 1626 - 3 de febrero de 1679) fue un destacado pintor neerlandés del Siglo de Oro, conocido por sus vívidas y humorísticas escenas de género que a menudo contenían mensajes moralizantes.

Formación y carrera

Nacido en una familia católica acomodada de cerveceros en Leiden, Steen asistió a la escuela de latín en su ciudad natal. Se formó como pintor en Utrecht bajo la tutela de Nicolaes Knüpfer, un artista alemán especializado en escenas históricas. La influencia de Knüpfer se refleja en el uso que hizo Steen de la composición y el color en sus obras. También se inspiró en Adriaen van Ostade, conocido por sus representaciones de la vida campesina.

Además de su carrera artística, Steen intentó diversificar sus actividades económicas. En 1654, se casó con Grietje van Goyen, hija del paisajista Jan van Goyen, y trabajó como asistente de su suegro. Más tarde, en 1654, abrió una cervecería en Delft, aunque no tuvo mucho éxito en este emprendimiento. A pesar de sus esfuerzos, Steen enfrentó dificultades financieras a lo largo de su vida.

Obra y estilo

Steen fue un pintor prolífico que abordó una amplia variedad de temas, incluyendo escenas de la vida cotidiana, alegorías, temas religiosos y algunos retratos por encargo. Sus pinturas se caracterizan por composiciones animadas y detalladas, a menudo representando interiores domésticos desordenados y bulliciosos. Estas representaciones eran tan distintivas que en neerlandés existe la expresión "una casa de Jan Steen" para describir un hogar caótico.

Entre sus obras más destacadas se encuentran "La familia Gato" (1660), "Muchacha aseándose" (1663), "La boda" (1667) y "La sorpresa" (1675).

Legado

A pesar de las dificultades económicas que enfrentó, Jan Steen dejó una huella indeleble en la historia del arte neerlandés. Sus obras se exhiben en algunos de los museos más importantes del mundo, y su enfoque humorístico y detallado de la vida cotidiana continúa siendo apreciado por su ingenio y profundidad.
Fuentes: es.wikipedia.orge
               virtualuffizi.com
               mauritshuis.nl
               buscabiografias.com

Obra comentada


Galería
Cocina magra, 1650

Comida, 1650

Fiesta en una taberna de Jan Steen

 


La temática de este cuadro fue la preferida de Steen, la de la vida alegre y divertida de personajes populares en ambientes tabernarios. 

(Musée du Louvre, París)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Antonio del Castillo (1616-1668)

Barroco

Castillo Saavedra, Antonio del (Córdoba, 10 de julio de 1616 – 2 de febrero de 1668) Pintor barroco español natural de Córdoba, de cuya escuela es el mejor exponente, además de destacar como paisajista y dibujante, faceta en la que puede ser contado entre los más importantes pintores del Siglo de Oro español.

Biografía

Natural de Córdoba, fue hijo del pintor Agustín del Castillo, de quien apenas nada se conoce pero al que Palomino llama «pintor excelente» y de ilustre familia,​ y de Ana de Guerra. Formado inicialmente en el taller paterno, quedó huérfano a los quince años; siendo el mayor de cuatro hermanos, el 24 de noviembre de 1631 se presentó ante un magistrado en Córdoba pidiendo un tutor debido a su minoría de edad. Colocado con el pintor de imaginería Ignacio Aedo Calderón, el contrato conforme a los términos acostumbrados establecía que Aedo se comprometía a enseñarle el oficio de pintor de manera que pudiese dedicar su vida a ello. Castillo le serviría en todo lo posible a cambio de recibir la formación y el cuidado del maestro además de ser alimentado, vestido, calzado y procurarle un lugar donde residir mientras su madre se encargaba de criar a sus hermanos menores. Según afirma Palomino, pasó luego a Sevilla a fin de completar sus estudios con el también cordobés José de Sarabia, «y lo consiguieron en la escuela del insigne Francisco de Zurbarán».​ La relación con el pintor extremeño, no obstante, carece de confirmación documental, aunque puede sostenerse por razones de afinidad estilística, así como carece de fundamento la relación de parentesco, sostenida por Palomino, con el pintor sevillano Juan del Castillo.​

A la vuelta de Sevilla, el 28 de junio de 1635 contrajo matrimonio con su primera esposa, Catalina de la Nava, mujer quince años mayor que él y con la que quizá contrajese matrimonio por la necesidad de establecerse económicamente y poder ayudar a su madre y hermanos pequeños. Con su esposa se estableció en una vivienda alquilada en la calle frente al Hospital de la Lámpara y con la dote de su esposa amueblaron su nuevo hogar.

En 1638 se le menciona como pintor de imaginería en el primer documento que se refiere a él como maestro pintor: el contrato para la pintura de una imagen de San José esculpida por el cordobés Bernabé Gómez del Río para la iglesia parroquial de Montoro, por el que había de cobrar 21 ducados. En 1642 subcontrató con el pintor Diego de Borja un lienzo de San Pedro Nolasco recibiendo el hábito mercedario y cuatro pinturas pequeñas que representaban a san Pedro Armengol, san Serapio, santa María del Socorro Santa Colaxia para el altar mayor del convento de Nuestra Señora de las Mercedes Extramuros, por un total de cincuenta ducados. Aun así, la mayor parte de sus ingresos en esta primera etapa provenían de las obras vendidas en la tienda que había sido de su padre. Cambió su local en dos ocasiones asentándose definitivamente el 31 de agosto de 1641 en el local situado en la calle de Libreros, continuación de la calle de la Feria, actualmente conocida como Diario Córdoba.

El 28 de octubre de 1644 murió prematuramente Catalina de la Nava, que le dejó en herencia un quinto de sus bienes y repartió el resto entre Andrés Pérez y Francisca de León, hijos de su primer matrimonio. Finalmente, con la intervención del abogado de Castillo quedó todo en dos pagos de 400 reales. En 1645 el canónigo Lupercio González le encargó El martirio de San Pelayo para la capilla privada que poseía en el trascoro de la catedral cordobesa. Se trataría del primer encargo de esta naturaleza, al que siguieron algunos trabajos para la capilla de Nuestra Señora del Rosario junto a la capilla del Inca Garcilaso, dorada por su padre algunos años antes.

Cinco años después del fallecimiento de Catalina de la Nava contrajo segundas nupcias con María Magdalena Valdés, hija del platero Simón Rodríguez de Valdés. Se iniciaba así una de las etapas más prosperas para el artista cordobés, en la que aumentaron los encargos importantes: El Calvario (actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba) destinado al salón principal del tribunal de la Inquisición; el encargo del mural de La Virgen, San Felipe y Santiago el Menor, para la catedral; las pinturas murales para la Puerta del Perdón de la catedral; la Coronación de la Virgen, para la iglesia del Hospital de Jesús Nazareno y el San Rafael para José de Valdecañas y Herrera quien lo donaría al consorcio.

Con motivo de la peste de los años 1649 y 1650, Castillo presentó un poema al certamen de poesía convocado por la ciudad en honor al arcángel San Rafael en demanda de protección contra la enfermedad. Las seis estrofas de Castillo, dedicadas a la primera aparición del arcángel al cordobés fray Simón de Sousa en 1278, le valieron un segundo premio y fueron recogidas en 1653 en el libro conmemorativo de Pedro Mexía de la Cerda, Relación de las fiestas eclesiásticas y seculares que la mui noble y siempre leal Ciudad de Córdoba ha hecho a su Ángel Custodio S. Rafael este año de M.DC.LI.

En 1652 falleció María Magdalena Valdés dejando a Castillo viudo por segunda vez, lo que le impidió acudir a la entrega del premio literario en la iglesia de San Pablo. El 30 de julio de 1654 firmó un contrato matrimonial con Francisca de Paula Lara y Almoguera. Los últimos años de su vida están algo peor documentados debido a la falta de documentación escrita y producción artística. Durante su última etapa se aloja en la calle Muñices, donde sería vecino de la que por aquel entonces era la élite cordobesa. En 1666, dice Palomino, viajó a Sevilla, a la que no había vuelto desde los años de estudio, y allí descubrió la pintura de Murillo y la belleza de sus colores, «que a él le faltaba, sobrándole tanto el dibujo», lo que le hizo exclamar: «¡Ya murió Castillo!».​

Algo de lo aprendido de Murillo se manifestaría en sus últimas obras, según Palomino, singularmente en un San Francisco de medio cuerpo que pintó para el mercader Lorenzo Mateo, que «excede en el buen gusto, y dulzura en la cabeza, y manos a todo lo que hizo en su vida Castillo, porque a la verdad le faltó una cierta gracia, y buen gusto en el colorido».​ Falleció el 2 de febrero de 1668, en la vivienda de la calle Muñices sin descendencia.

Su obra

En su pintura Castillo se mueve sin apenas evolución en la órbita del naturalismo, ajeno a las nuevas corrientes más barrocas. La huella de un aprendizaje en ambientes zurbaranescos se advierte en algunas de sus composiciones de asunto religioso, como pueden ser el Calvario de la Inquisición, que pintó para el salón del Santo Oficio en el Alcázar de los reyes cristianos (actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba), la Adoración de los Pastores del Museo del Prado, depositada en el Museo de Málaga, o el Nacimiento de la Hispanic Society, tratadas con solemne monumentalidad e iluminación tenebrista.

Más personal se muestra en las pinturas de carácter narrativo, con numerosas figuras situadas en marcos arquitectónicos o paisajísticos en los que se pondrán de manifiesto su sentido espacial y los numerosos estudios del natural que acostumbraba a hacer. «Excelente paisajista», según Palomino, y dotado para este género de «singular gracia», como demostraban los numerosos cuadros guardados en casas particulares con historiejas y ciudadelas, Castillo «se salía algunos días a pasear, con recado de dibujar, y copiaba algunos sitios por el natural aprovechándose asimismo de las cabañas, y cortijos de aquella tierra; donde copiaba también los animales, carros y otros adherentes»​ De ese interés por lo inmediato quedan unos 150 dibujos, tanto de cabezas como de paisajes, animales y escenas campesinas, que utilizará en los fondos paisajísticos de sus pinturas historiadas al óleo, en las que los rostros de los personajes son, además, auténticos retratos. Ejemplos de ello quedan en la serie de seis cuadros dedicados a la vida de José, conservada en el Museo del Prado, en los que Alfonso E. Pérez Sánchez destacó su «luminoso sentido del paisaje, con refinados grises verdosos y plateados»,​ aunque Palomino le achacase falta de gusto en el color, o en el célebre Martirio de San Pelayo de la Catedral de Córdoba, «donde mostró grandemente Castillo la eminencia de su ingenio en lo historiado».​ Dos pequeños lienzos de formato apaisado en colección privada, con escenas de la infancia de Jesús (Descanso en la huida a Egipto y Sueño de San José), situadas en amplios paisajes con blancas ciudades en las lejanías, pueden ilustrar aquellos países aludidos por Palomino en casas particulares cordobesas.​

El acierto en la composición y el realismo de sus retratos puede apreciarse en el Bautismo de San Francisco de Asís del Museo de Bellas Artes de Córdoba, pintado en 1663 para el claustro del convento franciscano de San Pedro el Real, donde según cuenta Palomino, molesto de ver repetida la firma de Juan de Alfaro que competía con él con otras pinturas para el mismo claustro, firmó «non fecit Alfarus». Muestras del mismo naturalismo inmediato que se aprecia en sus dibujos se encuentran también en el San Francisco predicando ante el papa Inocencio III, en la parroquia de San Francisco y San Eulogio de la Axerquía, donde entre distinguidos príncipes de la iglesia asisten al sermón mendigos, gentes del pueblo absortas y chiquillos inquietos.

Antonio del Castillo pintó también al fresco, siendo suyas las imágenes de los apóstoles Pedro y Pablo con los santos patronos de la ciudad en la Puerta del Perdón de la catedral de Córdoba (dibujo preparatorio en el Museo de Bellas Artes). Con Cristóbal Vela compitió por hacerse con la pintura del retablo mayor de la catedral, siempre según Palomino, adjudicada finalmente a éste. Trabajó con frecuencia para los franciscanos y para los dominicos, siendo suyas las pinturas de la monumental escalera del Colegio de San Pablo de la Orden de Predicadores, de la que procede el cuadro de la Aparición de san Pablo al rey Fernando III, actualmente en el Museo de Bellas Artes de Córdoba, pero además se vio precisado a trabajar para las distintas iglesias de la ciudad y para algunos miembros de la oligarquía urbana, en ocasiones al dictado conforme a las condiciones de quienes le encargaban la obra, con «gran mortificación suya...; porque no estaba tan sobrado de medios, ni de obras, que pudiese abandonar algunas».

Fuente: https://es.wikipedia.org/    

Obra
San Jerónimo, 1635

Ángel eucarístico sosteniendo
una hogaza de pan, 1645

Punto al Arte