La nueva estética de la
arquitectura, basada en la teoría del funcionalismo, no alcanzará dimensión
internacional hasta los quince últimos años del siglo XIX. Nada tiene de
sorprendente que la joven república americana, transformada por una industrialización
galopante, se situara en vanguardia de la arquitectura y que ello ocurriera
sobre todo en Chicago, su ciudad más dinámica en esos momentos. Henry-Hobson
Richardson (1838-1886) es considerado como el primer arquitecto americano
moderno. Este antiguo colaborador de Labrouste construyó, en el año 1887, el
Marshall Field Warehouse Building, reconocido durante mucho tiempo como el
prototipo del inmueble de oficinas. Pero Richardson era todavía un ecléctico, a
causa de su influencia europea. Al parecer, el primer arquitecto americano
verdaderamente moderno fue William Le Barón Jenney (1832-1907), primer
constructor de un rascacielos en Chicago, el Home Insurance Building, en 1885.
En 1889, Le Barón Jenney construía el Leiter Building, cuya fachada estaba
sostenida por delgadas columnas de hierro.
Home Insurance Building de Chicago, de William Le Baron Jenney. Este edificio de once pisos con algunos salientes a la altura de los forjados que atenúan la percepción de su mole, es uno de los más representativos del iniciador de la llamada Escuela de Chicago. Le Baron Jenney introdujo los edificios de esqueleto, es decir, aquellos cuyos programas arquitectónicos se fundan en estructuras despojadas de sutilezas estilístico-figurativas y reducen la decoración a lo esencial. De aquí que sus edificios se incluyan en la llamada corriente «estructuralista».
Así pues, en Chicago se desarrolla un nuevo tipo de arquitectura comercial. Todo el barrio del Loop se vio pronto dominado por las construcciones de los arquitectos conocidos por el nombre de Escuela de Chicago: Roockery Building, por Burnham y Root, en 1886, cuyo patio interior estaba cubierto por una amplia cúpula de hierro y cristal; el Tacoma Building, de 1889, por Holabird y Roche, con una fachada abundantemente acristalada y con vanos en voladizo, etc. Pero el que debía simbolizar con mayor elocuencia la Escuela de Chicago y el que situaría la arquitectura americana por primera vez a nivel internacional, es Louis Henry Sullivan (1856-1924). Asociado a Adler, Sullivan construirá el Auditorium Building de Chicago en 1889, enorme complejo arquitectónico, el Schiller Building en 1892, el Guaranty Trust Building en 1895. Cuando, en 1893, se decidió que Chicago celebrara una exposición universal, se creyó que ésta simbolizaría el formidable vuelo de la arquitectura comercial. Pero, contrariamente a lo esperado, señaló una formidable regresión, que supuso un desinterés casi total durante una cuarentena de años por la arquitectura moderna en los Estados Unidos. La arquitectura metálica, preconizada por la Escuela de Chicago, se convirtió en algo vergonzoso y, si continuó empleándose, quedó oculta por fachadas neo-góticas. Para Sullivan, considerado hoy día como el Walt Whitman de la arquitectura americana, empezarán largos años de soledad y miseria.
Roockery Building de Chicago, de Burham y Root. La unión de una armazón metálica con el ladrillo o mampostería hizo a los nuevos edificios de la asolada ciudad de Chicago más resistentes al fuego. Este edificio imita la forma expresiva de Richardson en una versión perfeccionista y depurada de las anteriores obras a base de mampostería. El exterior interpreta estilísticamente las trazas de la línea historicista con el uso del almohadillado rústico, las gruesas columnas de la base y las arcadas que enmascaran el verdadero alzado de sus plantas.
Sin embargo, el espíritu de la
Escuela de Chicago quedará perpetuado por un discípulo de Sullivan: Frank Lloyd Wright (1869-1959). A pesar de que Wright se preocupó sobre todo por la
intimidad de la vivienda individual, rechazando durante mucho tiempo las
estructuras de acero, las fachadas acristaladas y las construcciones en altura,
con lo que podría aparecer como pasado de moda, frente al funcionalismo
progresista de la Escuela de Chicago, en realidad enlaza con la poética de los
primeros artistas americanos: Whitman, Thoreau, Melville. Se inspira en las
casas extremadamente simples de los pioneros de la pradera y de la vivienda
japonesa. Este naturalista, que utiliza los materiales locales, enraiza sus
casas en el paisaje. Pero las casas que Wright empieza a construir en el estado
de Illinois, a partir de 1900, constituyen una radical novedad. Wright extendía
sus casas tanto como lo permitía el terreno y, suprimiendo el hiato habitual
entre interior y exterior, hacía penetrar la naturaleza en el interior de sus
construcciones. Sus cubiertas desbordantes enfatizaban la adecuación de la casa
con el terreno.
Guarant y Building de Buffalo, Nueva York, de Louis H. Sullivan. En esta obra el arquitecto desarrolla una lógica arquitectónica que acentúa las cadencias verticales de la parte central de la estructura rematándola con áticos característicos enriquecidos con elementos ornamentales modernistas. Asimismo, la plata baja está diseñada de modo que se establezca un diálogo arquitectónico entre el edificio y el entorno urbano en el que se encuentra.
Las primeras casas de Wright no
sólo resultaban de una belleza sorprendente, sino que presentaban numerosas
innovaciones técnicas: planos abiertos, ventanas en las esquinas, calefacción
en el suelo, iluminación indirecta, muebles diseñados especialmente para cada
vivienda, etc. Sin embargo, entre 1910 y 1925, Wright viviría en Estados Unidos
totalmente aislado. La obra de Wright fue introducida en Europa, en el año 1911,
mediante la publicación de un álbum en Alemania, lo cual contribuyó a regenerar
la arquitectura europea que, desde la Exposición Universal de 1900, también
había caído en puro pastiche y decorativismo.
Dentro de esta locura
decorativista que caracterizó a la Belle Epoque, se sitúa una notable tentativa
de regeneración de las artes decorativas: el modernismo. No corresponde aquí
hablar de él. Sin embargo, desearíamos subrayar que algunos de los arquitectos
del modernismo, que si bien buscaron en la flora motivos de decoración nuevos
también fueron unos funcionalistas. Por ejemplo, Charles Rennie Mackintosh (1868-1928),
cuya obra principal, la Escuela de Bellas Artes de Glasgow (1898-1909), no deja
de guardar relación con la arquitectura de la Escuela de Chicago. En ella,
Mackintosh, jugando con la piedra, el metal y el cristal para la distribución
de volúmenes, se sitúa muy cerca de Wright. Igualmente, en la Escuela de
Bruselas, Van de Velde y Horta proceden tanto del funcionalismo como del
modernismo. Teorizador de la fusión de las artes con la industria, creador de
la Escuela de Artes Decorativas de Weimar en 1908, Van de Velde preparará el
terreno para lo que llegará a ser, después de 1919, la Bauhaus.
Estación de metro de la Karlsplatz de Viena, de Otto Wagner. La nueva arquitectura vienesa tomó forma gracias a las obras concebidas para el ferrocarril metropolitano, entre las cuales esta realización de Otto Wagner es paradigmática. En ella se aprecia una intensa depuración formal y decorativa vinculada tanto a los elementos propios del modernismo como a los elementos industrializados.
En cuanto a Victor Horta (1861-1947), su casa Tassel, construida en Bruselas en 1893, es una obra maestra dentro del modernismo, pero no deja de marcar una etapa en la historia de la arquitectura funcionalista por su flexibilidad de planos, sus diferencias de nivel, sus formas de iluminación no habituales. Además, Horta dejaba a la vista los pilares y las vigas de fundición dentro de esta construcción lujosa, como el Hotel Solvay, que construirá entre 1895 y 1900. Con la distribución de volúmenes interiores en la casa Tassel, Horta anuncia la funcionalísima casa Steiner, de Loos, y el “dúplex”, de Le Corbusier. En 1903, otorgando amplias fachadas acristaladas a su Gran Bazar de Francfort, anuncia la desaparición del muro portante. Finalmente, su obra cumbre, la Casa del Pueblo de Bruselas (1896-1899), con su estructura de acero dividida en grandes superficies acristaladas, resulta, de modo inequívoco una de las obras maestras de la arquitectura funcionalista.
La Escuela de Viena también se
divide entre el modernismo y la tendencia al purismo arquitectónico. Otto Wagner (1841-1918), encargado en 1890 de la nueva urbanización de Viena, había
definido el funcionalismo en 1894, con esta frase lapidaria: “Sólo puede ser
bello lo que es práctico”. Sin embargo, le resultará muy difícil desembarazarse
de su afán decorativo, del que sólo escapará en su Caja de Ahorros de Viena,
obra del año 1906, ejemplo de integración de hierro y cristal. Las teorías de
Otto Wagner provocarán la aparición de la Escuela de Viena, representada sobre
todo por Hoffmann, Olbrich y Loos. Pero Hoffmann y Olbrich estarán muy
influidos por Mackintosh, quien expondrá en la Sezession de Viena, en el año
1900.
Palacio Stoclet de Bruselas, de Josep Hoffmann. Este edificio se considera una obra maestra de la Escuela de Viena al concebirse como «una obra de arte total». El edificio constituye un conjunto suntuoso con una fachada despojada de superficies blancas y líneas rectas verticales bien definidas, con las aristas subrayadas por filetes de bronce dorado. Asimismo, su interior está extremadamente cuidado y la decoración se debe a Gustav Klimt, quien introdujo composiciones ornamentales simbólicas.
La obra cumbre de Josef Hoffmann
(1876-1956) es el Palacio Stoclet de Bruselas, con una fachada desnuda y unas
líneas rectas muy definidas. J. M. Olbrich (1867-1908) recibió del gran duque
de Hesse el encargo de realizar en Darmstadt los edificios para una colonia de
artistas. Wagner, Hoffmann y Olbrich constituyen el punto de unión entre el
Jugendstil y el funcionalismo. A pesar de sus aspiraciones por una arquitectura
despojada de decoración, todavía sucumben frecuentemente a las trampas del
eclecticismo. Defecto que sabrá evitar su compatriota Adolf Loos (1870-1933).
Este arquitecto manifiesta una
ruptura total con el Jugendstil y con
todos los historicismos. Junto con Wright, es indudablemente el arquitecto más
moderno de aquellos momentos. Tanto su doctrina como su obra ejercerán gran
influencia en la generación de Gropius y Le Corbusier, pasada la Primera Guerra
Mundial. En un libro titulado Ornamentación
y Crimen, Loos denunciará vehementemente lo que él denominará “el crimen”
de la ornamentación. En 1910, construyó en Viena la casa Steiner, exacta
correspondencia con las búsquedas de los pintores y poetas cubistas. Desnuda y
funcional como un encendedor, sin cornisa, sin cubierta aparente, con ventanas
horizontales, la casa Steiner es una de las más auténticas obras maestras de la
arquitectura moderna.
La Bolsa de Amsterdam, de Petrus Berlage. Se considera la obra más significativa del eclecticismo historicista. Como afirma Renato de Fusco, constituye «un compendio de todos los afanes del siglo, desde las indicaciones de Ruskin y Morris a las de Viollet-le-Duc y Semper; de la continuidad de la tradición a la demanda innovadora; del mercantilismo burgués al socialismo; de las técnicas tradicionales de la artesanía a las industriales de la ingeniería».
En Holanda, Berlage (1856-1934) mostraba la misma antipatía que Loos por la decoración y construía en Amsterdam la Bolsa (1897-1903) que, sin ir tan lejos como Loos en la desnudez, mostraba sin embargo un insólito purismo. Además, rehabilitaba un material que, posteriormente, será bastante empleado en la arquitectura moderna: el ladrillo. Simple, rigurosa y honrada, la arquitectura de Berlage quedará como un modelo de la arquitectura holandesa, lo cual contribuirá al alto nivel arquitectónico de este país. Berlage construirá también el Museo Municipal de La Haya, en 1935, y, al igual que Van de Velde y Behrens, será un renovador del diseño industrial.
En Alemania, la primera
personalidad importante de la revolución arquitectónica es Peter Behrens
(1868-1940). Sin duda, es también el primer arquitecto que se preocupó por dar
belleza a la fábrica. Sus obras macizas, monumentales, expresan la idea de
fuerza de las máquinas, pero también poseen el rigor clásico de ciertas obras
de la Escuela de Chicago.
Consejero artístico de una firma
industrial, Behrens fue encargado de dar forma artística tanto a las máquinas
como a los embalajes, los catálogos, los carteles, los prospectos, los talleres
y a todos los productos de aquella fábrica. Con Behrens, la sociedad industrial
concedía por primera vez a un arquitecto un puesto tan eminente como a un
ingeniero.
Garage de la calle Ponthieu de Paris, de Auguste Perret. Encuadrado entre los arquitectos del «protorracionalismo», Perret se preocupó por la calidad de la construcción y a él se deben a la introducción en la concepción arquitectónica de la técnica del hormigón armado y a la adecuación del diseño a la estructura de este material. En este sentido, Auguste Perret es uno de los primeros en incorporar la plasticidad del hormigón para conseguir tanto elementos lineales como pórticos rígidos y lograr el máximo aprovechamiento de los espacios internos.
Gropius, que fue jefe del estudio
de Peter Behrens de 1907 a 1910, recogerá buena parte de las ideas de este
último y las desarrollará posteriormente en la Bauhaus. Añadamos que también
Mies van der Rohe y Le Corbusier serán colaboradores de Behrens y se aprovecharán
de su experiencia.
En la misma época, la vanguardia
francesa no se dedicaba a la arquitectura metálica, sino al hormigón armado.
Anatole de Baudot (1834-1915), discípulo de Labrouste y de Viollet-le-Duc, fue
durante veinticinco años un teórico del funcionalismo, con sus cursos en el
Musée des Monuments Français. También tuvo a la Academia en contra y estuvo
desempleado, hasta que, ya sexagenario, recibió el encargo de la iglesia de San
Juan de Montmartre. A pesar de la hostilidad y los fastidios de la
administración, que temía que se hundieran aquellas bóvedas tan finas de la
iglesia, A. de Boudot construyó su templo con cemento armado. Era la primera
vez que este material “vulgar” fue utilizado en un edificio “noble”. Por ello,
y a pesar de que la iglesia de San Juan de Montmartre esté construida con
reminiscencias góticas, se produjo un gran escándalo. Escándalo que aumentará
con Auguste Perret, puesto que éste se convirtió en auténtico apóstol del
hormigón armado.
Iglesia de Notre-Damedu-Raincy, de Auguste Perret. Una de las mayores aportaciones de Perret a la arquitectura moderna es la de haber establecido con claridad el diálogo existente entre los elementos de soporte y los soportados determinando de este modo un vínculo armónico entre la tecnología adaptada a las circunstancias y un diseño arquitectónico acomodado a las posibilidades técnicas. De ahí que el cerramiento de este templo se construya como una malla de motivos geométricos de hormigón armado.
Auguste Perret (1874-1954) dirá
del garaje que construyó en 1906, en la calle de Ponthieu, que era “la primera
tentativa de hormigón estético en el mundo”. Porque fue la primera vez que el
hormigón quedaba a la vista en toda la superficie del edificio, para subrayar
así la verdad del material. En 1910-1913, en el Théátre des Champs-Elysées,
hará pasar unos pilares de hormigón a través de todas las plantas, y estas
columnas sin capiteles semejarán algo inverosímil en un teatro lujoso. En sus
iglesias de Raincy y de Montmagny, también dejará el hormigón en bruto.
Magnífica iglesia esta de Raincy, inundada de luz a través de los ventanales,
con delgadas columnas de hormigón, de la que se ha afirmado que era “la Sainte
Chapelle del hormigón armado”.
Perret construirá mucho en
Francia: Musée des Travaux Publics y Palais du Mobilier National, en París;
reconstrucción de Le Havre, en 1947.
Por desgracia, en Perret se irá
acentuando progresivamente una especie de retorno a lo antiguo, y este
academicismo moderno no dejará de influir negativamente en la arquitectura
francesa, anulando el formidable impulso que había intentado darle Le
Corbusier.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.