Habría que esperar algunos años
desde esa eclosión que se produjo al inicio de la década de 1920 del arte
contemporáneo sudamericano para que aparezcan los fundadores del surrealismo en
el continente. El primer surrealista sudamericano perseverante en su línea
desde 1935 es Juan Batlle Planas (1911-1965), catalán de nacimiento, formado en
Argentina, con influencia de Salvador Dalí. Un pintor muy importante es el
chileno Roberto Matta Echaurren -conocido por Matta a secas-, quien en 1937 se
inició en la pintura surrealista, continuando en ella a través del tiempo. Su
exposición en Santiago de Chile en 1971 lo muestra sin mayores cambios. Llegó su
consagración universal con la exposición retrospectiva que en 1957 organizó el
Museo de Arte Moderno de Nueva York. Artista internacional, se define con conciencia
izquierdista ante la realidad política latinoamericana a partir de la década de
1950, expresando su preocupación en la temática de su obra. Otros chilenos que
tantean en la "pintura fantástica" son Nemesio Antúnez (1918-1933),
arquitecto; Rodolfo Opazo (1935), de una generación más joven, y Ernesto
Barreda (1927), considerado surrealista, como Matta y Opazo.
Dentro de la “abstracción"
está Mario Carreño (1913-1999), cubano radicado en Chile, geométrico de origen
poscubista. Ha colaborado con arquitectos mediante paneles que incorpora a los
edificios, diferenciándose en esto de los JI concretos" argentinos,
Enrique Zañartú (1921-2000), surrealista que se adentra en el campo de la
abstracción, y Enrique Castro Cid (1937-1992).
Deseo II de Remedios Varo (Colección particular). Muy alejada de su excelente obra figurativa, Remedios Varo compuso en 1935 esta extraña escena surrealista en la que el delgado hilo que sujeta la creciente ilusión va a ser cortada por los desgarradores dientes de dos rapaces frustraciones aladas. Coincidiendo con su ruptura matrimonial, Varo ingresaría en el grupo lógicofobista cuya obra se opondría a las leyes racionalistas, un movimiento fraguado por el estallido de la guerra civil española, viéndose obligada a exiliarse en París y, más tarde, a México por la ocupación alemana de Francia.
En Perú destacan, entre otros, Ricardo Grau (19071970), quien realizó ensayos en el surrealismo y la abstracción con menor calidad que en su expresión figurativa, y Sérvulo Gutiérrez (1914-1961), muy similar a Grau. En 1947 funda la Galería de Lima.
En México se expresaron dentro de
lo irracional aquellos que, en la época del muralismo, no aceptaron la pintura "comprometida"y
quisieron dar rienda suelta al puro placer estético. De trascendencia a largo
plazo fue la
"Exposición Internacional del Surrealismo" que se
inauguró en la Galería de Arte Mexicano en 1940. En esta corriente destacan
Antonio Ruiz, Wolfgang Paalen (1905-1959), llegado a México a causa de la II Guerra Mundial
y que rompió con el surrealismo en 1941, la española Remedios Varo
y la
inglesa Leonora Carrington.
Moisés de Frida Kahlo (Tate Modern, Londres). La célebre pintora mexicana quiso siempre distanciarse del estilo directo de su marido, el muralista Diego Rivera, desarrollando un lenguaje pictórico más próximo al surrealismo. Sin escapar tampoco de la denuncia social y de la reivindicación de sus ideales políticos, Kahlo integraba a menudo retratos de sus héroes en cuadros que imitaban las composiciones religiosas y los exvotos populares como en esta obra de 1945, conocida también con el título de Núcleo solar, y en la que pueden identificarse a Moisés junto a Cristo, Stalin, Buda y Marx, entre otros personajes.
⇨ Diego y yo de Frida Kahlo (Colección privada, Monterrey). Al poco de casarse surgieron ya problemas en su matrimonio con Diego Rivera. En 1949, año en el que Kahlo pintó este autorretrato, la relación tocó a su fin a raíz de un rumor sobre un posible idilio entre su marido y la artista de cine María Félix. Llevando continuamente a Diego en su pensamiento, quien aparece caracterizado con un tercer ojo por la admiración que sentía Frida por su inteligencia, la pintora se representó a sí misma ahogándose con sus propios cabellos alrededor del cuello.
Mención aparte merece Frida Kahlo (1907-1954), quién a pesar de los elogios de Bretón, nunca se sintió
surrealista: "Nunca pinté sueños, sólo pinté mi propia realidad". Su
obra, independiente y fruto de su experiencia personal, presidida por el sufrimiento
físico que marcaría su creación artística, gira en tomo al cuerpo y al dolor,
lo que la convierte en un referente para el arte posterior. Eclipsada por su
marido Diego Rivera, representa a ese grupo de mujeres del arte latinoamericano
cuya importancia se reivindica desde la perspectiva que da el tiempo y entre
las que se incluyen a la
brasileña Tarsila do Amaral (1886-1973) y la cubana Amelía Peláez
(1896-1968), que supieron conjugar el rigor cubista y el constructivismo con el
colorido y la sensualidad propia de su tradición cultural de origen.
El pescador de Tarsila do Amaral (Museo del Ermitage, San Petersburgo). También conocido como Paisaje exótico, este cuadro fue adquirido por el departamento de arte moderno occidental del museo en 1931 tras el éxito de Tarsila do Amaral en varias exposiciones de París. Alejado de sus conocidas pinturas antropofágicas de formas bubónicas y fondos burbujeantes y abombados, esta artista ligada al grupo modernista brasileño pintó en las dos décadas siguientes una serie de obras que representaban escenas de la vida cotidiana de su país y que apuntaban cierta carga de denuncia social.
Contemporáneamente, en Buenos
Aires se creaba el grupo "Orión", que realizó dos exposiciones: en
1939 y 1940. Sus componentes abandonaron más tarde la "pintura
fantástica" menos Orlando Pierri, quien entonces se expresó a través de
estructuras geométricas elementales. Artistas que posteriormente se destacan en
esta corriente son Roberto Aizenberg (1928-1996) y Miguel Caride (1920) por su
excelente imaginación y rendimiento.
En 1953 se realizan dos
exposiciones que marcan un hito dentro de la historia del arte latinoamericano:
una en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y otra en el Stedelijk Museum
de Amsterdam, en las que participan los pintores abstractos Lidy Prati, Hlito,
Fernández Muro, Sarah Grilo, Miguel Ocampo, Hans Aebi y los escultores Iommi y
Girola, constituyendo la primera proyección internacional de un arte argentino
de vanguardia.
El pájaro herido de Carlos Mérida (Museo de Arte Moderno, Ciudad de México). Este acrílico sobre papel mate de 1962 es una buena muestra del abstraccionismo geométrico de este artista guatemalteco residente en México. Tras formarse en París junto a artistas como Anglada Camarasa y Cornelius Kees, abandonaría posteriormente el fauvismo que caracteriza su primera época para adoptar un realismo figurativo durante su estancia en los talleres muralistas de Diego Rivera, antes de evolucionar hasta una extremada estilización de las formas en la última etapa de su carrera.
Interior con columnas de Amelia Peláez (Museo Nacional de Arte, La Habana). Como tantos otros artistas latinoamericanos, Amelia Peláez eligió París para su formación artística. Alumna aventajada de la pintora rusa Alexandra Exter, cosecharía elogiosos comentarios de la crítica antes de su regreso a Cuba, donde se dedicó a la enseñanza, la ilustración de libros y murales encargados por el gobierno. Durante un tiempo aparcaría la pintura para dedicarse con irregular fortuna a la cerámica y al dibujo experimental, sin alejarse demasiado del personal estilo que define su obra, como demuestra esta témpera fechada en 1951 . Poco antes de morir se le concedió en 1968 la Orden Nacional por toda una vida dedicada al estudio del arte.
El pájaro herido de Carlos Mérida (Museo de Arte Moderno, Ciudad de México). Este acrílico sobre papel mate de 1962 es una buena muestra del abstraccionismo geométrico de este artista guatemalteco residente en México. Tras formarse en París junto a artistas como Anglada Camarasa y Cornelius Kees, abandonaría posteriormente el fauvismo que caracteriza su primera época para adoptar un realismo figurativo durante su estancia en los talleres muralistas de Diego Rivera, antes de evolucionar hasta una extremada estilización de las formas en la última etapa de su carrera.
Interior con columnas de Amelia Peláez (Museo Nacional de Arte, La Habana). Como tantos otros artistas latinoamericanos, Amelia Peláez eligió París para su formación artística. Alumna aventajada de la pintora rusa Alexandra Exter, cosecharía elogiosos comentarios de la crítica antes de su regreso a Cuba, donde se dedicó a la enseñanza, la ilustración de libros y murales encargados por el gobierno. Durante un tiempo aparcaría la pintura para dedicarse con irregular fortuna a la cerámica y al dibujo experimental, sin alejarse demasiado del personal estilo que define su obra, como demuestra esta témpera fechada en 1951 . Poco antes de morir se le concedió en 1968 la Orden Nacional por toda una vida dedicada al estudio del arte.
En 1951, Tomás Maldonado y varios
compañeros fundan la revista"Nueva Visión", origen de la editorial
del mismo nombre, que constituye el princiJtpl organismo de información en
lengua española de los movimientos de avanzada plástica en Hispanoamérica. A
estos acontecimientos se suma la Asociación Arte Nuevo
-fundada en 1955-, foco artístico que agrupa a concretos independientes y a
algunos abstractos libres que trabajan inspirados, posiblemente, en el arte de
Torres García, Pettoruti y Del Prete. En segundo lugar -en cuanto al momento de
su aparición en la escena de los abstractos- están Kazuya Sakai (1927-2001) y Clorindo
Testa (1923); arquitecto de los más prestigiosos entre los sudamericanos, ha
ensayado paralelamente la pintura, llegando a su madurez en la época del
"informalismo".
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.