H-30 de Hans Hartung (Museo Nacional de Arte Moderno, París). Este pintor alemán se instaló en París en 1930 y trabó amistad con Julio González. Durante la 11 Guerra Mundial, resultó herido en el frente. En esta obra se expresa su vigorosa y personal caligrafía, así como su dominio técnico y extremado rigor.
La obra de Rothko es, gracias a
la escasa duración de su carrera artística, una obra llevada al extremo, a la
que seguramente hubiera seguido una evolución, quién sabe en qué sentido, de no
quedar interrumpida por la muerte. Su más allá de la violencia, su
trascendentalidad en el agotamiento del gesto físico constituyen la grandeza de Pollock y condenan al mismo tiempo la action
painting neoyorquina -a través de los imitadores de tal o cual gesto- a no
ser más que un academicismo regionalista como tantos otros, empezando por el art brut o el tachisme. En cambio, el sintetismo de un Tobey, de un Still, de un Kline o de un Rothko consigue, en el límite de toda numeración lógica, ese
sentido del espacio real que el gesto de Pollock elevó a una incalculable
potencia de desmesura.
Pollock es en Estados Unidos como
un meteoro del cual todos se mantienen a respetuosa distancia. Parece haber
desanimado de antemano a todos sus posibles imitadores directos (el caso de
Ossorio es aparte). Europa ha mostrado menos pudor. El descubrimiento del drip por la joven generación de la
década de 1950 tuvo gran resonancia. Este fenómeno, aunque vivido algo más
tarde que las influencias simultáneas de Fautrier y Dubuffet (hautes pâtes), de Alberto Burri (con sus
sacos), de Hartung y Mathieu, de Wols y Bryen, jugó un papel igualmente
fundamental en el desarrollo del tachisme
con espesor de materia que rebasó el ámbito parisiense y se extendió por
Alemania, Italia, España, Japón, Polonia.
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat.