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Artistas de la A a la Z

Giorgione, un maestro innovador

Un artista genial viene a alterar este estado de cosas, un hombre que tiene la franqueza de exponer sus sentimientos sin resabios de vestiduras medievales, atreviéndose a pintar el alma de la Venecia libre y rica del Renacimiento, que después popularizará e inmortalizará Tiziano. Poco se sabe de este genio extraordinario, Giorgio de Castelfranco, llamado vulgarmente II Giorgione. La leyenda, para añadir más confusión ha mezclado con fábulas apócrifas lo poco conocido de su vida. Era hijo de un hidalgo rústico de los Alpes vénetos. En su país natal, Castelfranco, graciosa villa rodeada de torres en lo alto de una colina, se conserva todavía el bello cuadro de una Virgen entre San Liberato y San Francisco, que se supone es la imagen de la infiel amante del artista. Murió en Venecia, en 1510, a los treinta y tres años víctima de la peste. Sus cuadros auténticos apenas llegan a una treintena, y, con todo, a pesar de su corta vida y de una obra tan reducida, influyó en el arte más que ninguno de los pintores de su generación.

Atributos de la pintura de Giorgione (Casa Marta Pellizzari, Castelfranco). Detalle de un fresco que ocupa el lado este de la sala principal. En él el pintor busca plasmar los elementos que componen las artes liberales. 

La fascinante personalidad de Giorgione explica que se haya estudiado y escrito mucho a lo largo del siglo XX acerca de su vida y su obra. De su vida no se sabe más que la indicación brevísima de Vasari de que le complacían “las cosas del amor”, y las informaciones del veneciano Cario Ridolfi que, años más tarde, escribía que Giorgione “vivía enamorado de la vida, de las mujeres hermosas y de la música”, y que “conseguía con sus habilidades y su carácter placentero atraerse muchos amigos, con los que se regocijaba tocando el laúd”.

Parece seguro que Giorgione nació en 1477 y hasta que pinta su cuadro de Castelfranco, en 1504, se sabe muy poco sobre él. Vasari informa de que empezó a pintar en su manera moderna en 1507, y atribuye su cambio a la influencia de Leonardo que estuvo por corto tiempo en Venecia. Sea como fuere, es evidente que sólo en esta fecha empieza lo que se ha convenido en llamar giorgionismo. Los cuadros donde aparece este nuevo estilo, el giorgionismo, son la Venus del Museo de Dresde, joven desnuda, tendida sobre una sábana en medio de un paisaje. Duerme recostada sobre su brazo y es digna de compararse con las selectas formas humanas que han hecho conocer los mármoles antiguos. Tiziano, VelázquezGoya y hasta Manet, cuando pintan desnudas las figuras femeninas, repiten la Venus de Giorgione en sus líneas generales, pero sin aquella castidad y belleza que supo infundirle el joven veneciano.

Virgen entre San Liberato y San Francisco de Giorgione (Duomo, Castelfranco). Cuadro de la Virgen entronizada con el Niño, sobre un paisaje de fondo que corresponde a la villa natal del autor. Al parecer, la modelo habría sido la amante del pintor. 

Es realmente la creación de un tipo nuevo, tan importante y bien resuelto como en la antigüedad lo fuera la Venus de Praxíteles. Recostada, casi tendida, la Venus desnuda de Giorgione es una invención que las generaciones siguientes han aceptado sin modificarla apenas, y que es innegable que debe atribuirse a él. En un escrito del 1525, se dice que en casa de Jerónimo Marcello, de Venecia, ”había aquella figura de Venus desnuda durmiendo en un paisaje..”, aunque el paisaje se añade que “fue terminado por Tiziano”. Porque este artista, influido por el giorgionismo, acabó o repintó algunos cuadros de Giorgione.

Ningún gran pintor de aquel tiempo se atrevería, como Giorgione, a trazar una composición tan sugestiva como el pequeño cuadro de la Tempestad. Es un paisaje fantástico, con árboles y torres, cruzado por un río, y sobre él un puente de ruralismo refinado; las nubes se agolpan en el espacio y el relámpago hiende los aires. En primer término destacan, con una incoherencia que tan sólo el arte justifica, la figura de un joven con una pica y la de una mujer, casi desnuda, amamantando a un niño. Sea cual fuere el significado de este cuadro, el asunto ha servido para acumular las sensaciones de la tempestad y de la mujer, asociadas en la mente del artista por una razón estética. Hay la misma rapidez de transición de unas a otras sensaciones que en una sinfonía musical. Las formas no guardan relación lógica con las cosas naturales: están agrupadas según el ritmo del espíritu. De este cuadro hay también referencias literarias: en el siglo XVI se le llamaba el cuadro de la Tempestad, con un soldado y una gitana. Wickhoff probó que el asunto está tomado del poema de Estacio, y que los personajes son Adrasto e Hipsipila.

Venus durmiente de Giorgione (Staatliche Kunstsammlungen, Dresde). La pose de la Venus es un rasgo innovador introducido por Giorgione, que después repetirían otros grandes pintores, pero la expresión de placidez y castidad es un aspecto que dificilmente se ha podido imitar. 

Tempestad de Giorgione (Galería de la Academia, Venecia). Una de las piezas fundamentales de la pintura veneciana que marca los comienzos del siglo XVI. Realizada hacia 1505 asombra por su atmósfera insinuante, sugestiva, de una calidad musical y turbadora. La naturaleza parece impotente, indefensa (al igual que las dos extrañas columnas truncadas o esa madre perdida, quizás abandonada), juguete de la terrible lucha de los elementos. 

Un tercer cuadro acaba de retratar la personalidad de Giorgione; es el maravilloso Concierto campestre, del Museo del Louvre. Masas oscuras de árboles llenan el paisaje, contrastando con elegantes arbolillos de finas hojas, como los pintará después Tiziano. Dos muchachos elegantes, evidentemente artistas, sentados en el suelo templan la guitarra, mientras sus dos compañeras, desnudas, una se entrega a la música y la otra vierte agua en un brocal de mármol. Es un anticipo de la Bacanal de Tiziano, aunque más intelectual y aristocrática. Manet, a fines del siglo XIX, tratará de dar la misma nota con su cuadro Le déjeuner sur l’herbe, un grupo de dos artistas con sus compañeras, una de ellas desnuda, aunque la escena es más vulgar en todos conceptos. Durante algunos años se ha visto atribuir este cuadro a Campagnola, a Sebastiano del Piombo, a Tiziano y aun a otros, pero en la actualidad hay unanimidad en atribuirlo a Giorgione. La misma dificultad se advierte y la misma solución se concede en otras pinturas, como la de los tres enigmáticos personajes del Museo de Viena, que a unos parecen tres filósofos y a otras tres personificaciones de las edades de la vida o de las artes, pero indiscutiblemente seres de gran elevación moral y rodeados de un paisaje apropiado para altas investigaciones.

Adoración de los pastores de Giorgione (Kunsthistorisches Museum, Viena). En la interpretación del tema un1versal de la Natividad, el artista concentra a los personaJes de la Sagrada Familia y los pastores en la parte derecha del primer plano, mientras que en el paisaje de fondo aparecen los árboles perfilados sobre el cielo. 


Los tres filósofos de Giorgione (Kunsthistorisches Museum, Viena). Una pintura de significado incierto en la que el paisaje desempeña un papel de primer orden y la pincelada se orienta casi excl usivamente a la creación de efectos cromáticos. 


Las tres edades del hombre de Giorgione (Palazzo Pitti, Florencia). El pintor hace una reflexión sobre el paso del tiempo e intenta trasmitirlo a través de estos tres personajes. El viejo, que dirige su mirada hacia el espectador, tiene a su lado al muchacho que sostiene una partitura y al hombre maduro que parece hacer una indicación. Lo más destacable del cuadro es el juego de luz y sombra. 


El juicio de Salomón de Giorgione (Gallería degli Uffizi, Florencia). Esta pintura puede considerarse dividida en dos partes. Una, la inferior, está constituida por el conjunto muy homogéneo de los personajes que representan la escena bíblica, y otra superior, formada por un bellísimo paisaje de construcciones y rocas al que prestan lejanía los gigantescos árboles que centran el cuadro. La diafanidad del color contribuye a dar unidad a la obra. 

Asimismo se tendió a atribuir a Giorgione la concepción del famoso Concierto, en el Palacio Pitti, aunque queda ahora demostrado que es obra de Tiziano. Sobre un fondo negro se destacan tres figuras de tañedores: el del clavicordio, de manos afiladas y lleno de emoción aún por efecto de la música que acaban de ejecutar; el del bajo, un hombre calvo, ya más experto en estas embriagueces espirituales, coloca su mano, para sosegarlo, sobre el hombro del que está sentado delante del clavicordio; el del violín es un joven con un penacho de plumas que ha participado en la gran realización de arte sin darse cuenta ni percibir rastros después de su paso. Aunque de Tiziano, esta obra es giorgionesca. ¿Y qué es, entonces, el giorgionismo? Difícil es contestar a esta pregunta sin escribir un largo discurso de estética, pero es posible concretar el estado actual de la cuestión. Técnicamente, las innovaciones que caracterizan el estilo de Giorgione son cierto sfumato en la luz que hace las sombras vivas e interesantes, y una moderna percepción del paisaje como un ente espiritual. Ya no están aquellos arbolitos académicos de la escuela toscana o de Umbría, y aun de Bellini, sino un paisaje que palpita rebosante de sentido. Estas notas venecianas de la pintura son la contribución de Giorgione, haciendo dar un nuevo paso al arte italiano. Pero, además, hay en Giorgione algo que no es técnica, ni composición, ni colorido: algo esencialmente giorgionesco, un sentir la vida como un todo, un rebosar el pensamiento de la forma, un general difundirse más allá de la lógica. Por esto es difícil precisar lo que representan los cuadros de Giorgione y definir su asunto.

Venus reclinada de Palma Vecchio (Staatlische Kunstsammlungen, Dresde). 

Por todas estas razones ha sido atribuido a Giorgione (aunque otros lo consideran de Tiziano) un cuadro de la Galería Doria-Pamphili, de Roma, que no se encuentra recordado por los antiguos. Se trata de las Tres edades de la vida, donde -dispuestos a la manera giorgionesca- hay el viejo, a lo lejos, que compara cráneos, la pareja juvenil con la muchacha concertando el tono de la música y los niños todavía durmiendo que van a ser despertados por el Amor.

Giorgione fue también el primero que dio a sus retratos esa singular vibración de la personalidad que se encuentra después en Tiziano y más aún en El Greco, quien, como se verá, se educó en Venecia. Sus retratos no sólo reflejan el espíritu de la persona retratada, sino que proyectan con fuerza su carácter más allá del momento actual en que el pintor la ha sorprendido: se adivinan hasta su pasado y su futuro concentrados en un aspecto de su vida.

Contemporáneo de Giorgione fue el singular artista llamado Palma, quien, aunque no hubo de añadir ningún aspecto nuevo a la pintura veneciana, se anticipa en varios aspectos a Tiziano, y a su ideal espléndido de belleza. Porque lo que era una anticipación en Giorgione, se hace frecuente y abundante en Tiziano. Como Giorgione, también Tiziano era oriundo de la región de los Alpes vénetos, tan alegre, verde y luminosa. Pieve di Cadore, donde nació, es un pueblecito situado al sur del Tirol, en las montañas generalmente conocidas como las Dolomitas. Su padre, el conde Vecelli, digno soldado de la República, envió al pequeño Tiziano a Venecia, al cuidado de su tío Antonio, con propósito de hacerle abogado; pero a los veinte años la vocación del joven estaba bien definida hacia la pintura.

Diana descubre el embarazo de la ninfa Calisto de Palma Vecchio (Kunsthistorisches Museum, Viena).

No es posible saber exactamente en qué taller hizo su aprendizaje, pero lo cierto es que en 1507 ayudaba a Giorgione en la pintura de unos frescos, hoy desaparecidos, que éste hizo para el Fondaco o casa gremial de los alemanes de Venecia. Esta es la primera noticia que se tiene de Tiziano como pintor. De su importantísima obra y de su vida (murió víctima de la peste, cerca de los noventa años de edad) se ocupa el capítulo siguiente. Había vivido tan largamente, que el día de su muerte no había nadie en la casa Grande para recoger la herencia del célebre Tiziano, mientras se llevaban su cuerpo a la iglesia de los franciscanos, en donde él quería ser sepultado y donde estaba su cuadro de la Assumpta.

Tiziano no dejó un heredero directo de su genio, ni parece tampoco haber estado rodeado de una corte de discípulos, como aconteció a Rafael. Varias anécdotas nos lo muestran activo y algo envidioso de dos grandes pintores: el Veronese y Tintoretto, contemporáneos de su larga vejez. Esto fue, en cierto modo, una ventaja, porque así estos otros dos artistas pudieron desarrollar su temperamento pictórico con entera independencia, sin obsesionarse por las obras del gran maestro, como había sucedido en la escuela romana con los discípulos de Rafael.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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