La escultura renacentista española es tan rica en nombres de artistas nacionales como extranjeros. Al lado de Vigarny (un francés de Langres, pero españolizado) -autor del trascoro de la catedral de Burgos (1498), y que en 1502 intervenía en las tallas del altar de la capilla mayor de la de Toledo, cuyo coro, treinta años después, labraría con Berruguete, y autor también (hacia 1521) del retablo de la Capilla Real de Granada- hallamos a Capín de Holanda (autor principal, con Sebastián de Almonacid, del mentado altar toledano), a Juan de Malinas y a otros varios nórdicos. Hasta aquí los nombres más relevantes de la nómina de escultores llegados de fuera de España. Pero bien españoles son Diego de Siloé (hijo de Gil), Juan de Valmaseda, el aragonés Gil Morlanes, el valenciano Damián Forment. Este fue el tallista de los grandes retablos de Huesca y del Pilar y San Pablo en Zaragoza, así como del labrado en alabastro para Poblet, y al morir, en el año 1547, dejó inconcluso el de Santo Domingo de la Calzada. Otras dos grandes figuras trabajaron principalmente en mármol: Vasco de la Zarza, autor del seyulcro del Tostado, en el trascoro de la catedral de Avila, y el burgalés Bartolomé Ordóñez, que después de dejar buenas muestras de su arte en Nápoles, fue a trabajar a Palencia y Zamora y se vinculó también a Barcelona, de cuya catedral proyectó y labró en gran parte el trascoro, así como talló las cabeceras del coro.
Sucedió al toscano Doménico Fancelli, autor de los túmulos marmóreos del príncipe don Juan, en Santo Tomás de Ávila, y de los Reyes Católicos, en Granada, pero Bartolomé Ordóñez realizó ya el de los reyes don Felipe y doña Juana en aquella capilla real granadina, y prosiguió el del cardenal Cisneros, en Alcalá, que tampoco él pudo terminar. Todos estos sepulcros responden al tipo de lecho mortuorio, para exposición del cadáver, como catafalco permanente. Este tipo, imperante durante el reinado de los Reyes Católicos, se continuó usando hasta bien entrado el siglo XVI, cuando ya se había difundido el tipo con la estatua orante del difunto, del que trataremos más adelante.
⇨ La reina María de Hungría de León y Pompeyo Leoni (Museo del Prado, Madrid). Estos famosos broncistas de Milán, padre e hijo, trabajaron para Carlos V y Felipe 11. Hacia 1555 realizaron este retrato de tamaño natural de la hermana del emperador.
Alonso Berruguete, hijo del pintor Pedro (de quien
después se tratará) y pintor también él mismo, está
considerado como el primer escultor español genial
del Renacimiento. Nacido hacia 1488 en Paredes de
Nava (Palencia), a los veinte años de edad marchó a
Florencia, y habría acompañado a Roma a Miguel Ángel. En 1517 estaba de regreso en España, y había
sido ya nombrado pintor de Carlos V. Una llameante
espiritualidad es, sin duda, su nota característica
en la escultura, y por sus tallas de imágenes
se le puede tener sin riesgo a incurrir en equivocación
como el primer gran imaginero español; de
1525 data su retablo de La Mejorada, y en 1526 iniciaba
el de San Benito, de Valladolid, que no se terminó
hasta 1532 ·(hoy ambos se exhiben en el Museo
de Escultura de Valladolid).
Una nueva etapa de su carrera de escultor se inicia en 1539 con su labor de talla de madera y mármol del lado de la Epístola del gran coro de la catedral toledana, obra en cuyos relieves se acusa a menudo su fogosidad miguelangelesca, de la que debía de quedar prendado en su estancia italiana. Compartía las tallas de este coro con Vigarny, que realizó el lado opuesto; pero fallecido Vigarny en 1542, realizó también la silla arzobispal con su gran remate en mármol presidido por el grupo de la Transfiguración, sin duda su obra más perfecta. En el año 1554 contrataba, finalmente, el sepulcro marmóreo del arzobispo Tavera, para el Hospital de Muera, y en Toledo moría en 1561. Con pujos de nobleza, había adquirido el señorío de Ventosa de la Cuesta, donde consta que recibió sepultura su cadáver.
Sucedió al toscano Doménico Fancelli, autor de los túmulos marmóreos del príncipe don Juan, en Santo Tomás de Ávila, y de los Reyes Católicos, en Granada, pero Bartolomé Ordóñez realizó ya el de los reyes don Felipe y doña Juana en aquella capilla real granadina, y prosiguió el del cardenal Cisneros, en Alcalá, que tampoco él pudo terminar. Todos estos sepulcros responden al tipo de lecho mortuorio, para exposición del cadáver, como catafalco permanente. Este tipo, imperante durante el reinado de los Reyes Católicos, se continuó usando hasta bien entrado el siglo XVI, cuando ya se había difundido el tipo con la estatua orante del difunto, del que trataremos más adelante.
⇨ La reina María de Hungría de León y Pompeyo Leoni (Museo del Prado, Madrid). Estos famosos broncistas de Milán, padre e hijo, trabajaron para Carlos V y Felipe 11. Hacia 1555 realizaron este retrato de tamaño natural de la hermana del emperador.
Una nueva etapa de su carrera de escultor se inicia en 1539 con su labor de talla de madera y mármol del lado de la Epístola del gran coro de la catedral toledana, obra en cuyos relieves se acusa a menudo su fogosidad miguelangelesca, de la que debía de quedar prendado en su estancia italiana. Compartía las tallas de este coro con Vigarny, que realizó el lado opuesto; pero fallecido Vigarny en 1542, realizó también la silla arzobispal con su gran remate en mármol presidido por el grupo de la Transfiguración, sin duda su obra más perfecta. En el año 1554 contrataba, finalmente, el sepulcro marmóreo del arzobispo Tavera, para el Hospital de Muera, y en Toledo moría en 1561. Con pujos de nobleza, había adquirido el señorío de Ventosa de la Cuesta, donde consta que recibió sepultura su cadáver.
⇨ Carlos V hollando al Furor de León y Pompeyo Leoni (Museo del Prado, Madrid). En esta estatua del emperador se pone tal cuidado en el detalle, que la armadura puede sacarse y el emperador, desnudo, se convierte en un héroe de la antigüedad.
El otro gran escultor tallista del segundo tercio del siglo XVI, e iniciador, como Berruguete, de una tradición, es Juan de Juni, un francés (nacido quizás en Joigny) cuyo estilo es plenamente monumental, y en esto difiere esencialmente del estilo mucho más espiritual de Berruguete, al que se alía, sin embargo, por la profundidad del fervor y del sentimiento. Su intenso dramatismo y el movimiento de pliegues de sus ropajes trascenderán, todavía, en los imagineros castellanos del siglo XVII. Trabajó, en 1533, en San Marcos de León, en los medallones de la fachada, y en la talla de la sillería del coro (con Guillén Donzel y Juan de Angers). Hacia 1540 se trasladó a Valladolid, donde cuatro años después terminaba la que es una de sus obras más famosas, el Santo Entierro. Por otro lado, cabe destacar que acerca del retablo de la iglesia de La Antigua sostuvo por aquellos años un pleito muy ruidoso con un discípulo de Berruguete, Francisco Giralte. De su última época (comprendida entre los años 1570 y 1575) es su patética imagen de la Virgen de las Angustias, así como su otro magnífico grupo del Santo Entierro, situado en la catedral de Segovia.
⇦ Monumento funerario de Carlos V de León y Pompeyo Leoni. en la iglesia-panteón del monasterio de El Escorial (San Lorenzo de El Escorial). Este grupo escultórico del emperador y su familia, que en su estilo anuncia claramente el barroco, fue realizado en Milán y colocado en el monasterio en 1 587. Las figuras de Carlos V y la emperatriz, las princesas María y Leonor, hermanas del emperador, aparecen erguidas, orando con solemne y eterna majestad. El bronce dorado con incrustaciones de piedras imita adornos y aderezos, hasta convertirse en suntuoso brocado.
Otra gran figura que hay que hacer constar aquí de la escultura religiosa del quinientos es Gaspar Becerra, autor del retablo de la catedral de Astorga, en el que triunfa netamente el estilo del manierismo escultórico. Pero son numerosísimos, en casi toda España por aquella época, los buenos escultores.
⇦ San Jerónimo de Pedro Berruguete, en el monasterio de Santo Tomás de Avila (Castilla y León). Detalle de una tabla del altar mayor de la iglesia, pintada entre 1494 y 1499. Esta obra maestra comprende diecinueve pinturas enmarcadas en una inmensa talla de juegos geométricos góticos .
Un arte de otro aspecto, una escultura plenamente áulica es la de los broncistas italianos Leoni (León y su hijo Pompeyo), que trabajaron para Carlos V, y para Felipe II después. Nacidos en Arezzo y establecidos en Milán, el padre había trabajado anteriormente para el emperador como medallista, y desde 1555 recibieron ambos casi todos los encargos hechos en aquella clase de escultura por el emperador. Su mayor actividad coincide, pues, con el momento en que aquél decidió retirarse del gobierno. León (que murió en 1590) estuvo poco tiempo en España, donde quedó el hijo, que murió en 1608. Repartíanse el trabajo y, de este modo, el padre realizaba en Milán las principales obras para España, de cuyo retoque e instalación cuidaba Pompeyo. Sus mejores estatuas de retrato en bronce son de 1564; pero algunas, como la también muy meritoria Carlos V hollando al Furor (hoy en el Prado) son de fecha anterior. La habilidad de estos excelentes broncistas se muestra en el hecho de que esta estatua de tamaño natural, revestida de la armadura, pueda despojarse dejando la figura desnuda. La estatua de la emperatriz Isabel (sobre la base del retrato por Tiziano), de cuerpo entero, así como también las de María, reina de Hungría, y de Felipe II, con el busto de este rey, son de gran belleza.
El otro gran escultor tallista del segundo tercio del siglo XVI, e iniciador, como Berruguete, de una tradición, es Juan de Juni, un francés (nacido quizás en Joigny) cuyo estilo es plenamente monumental, y en esto difiere esencialmente del estilo mucho más espiritual de Berruguete, al que se alía, sin embargo, por la profundidad del fervor y del sentimiento. Su intenso dramatismo y el movimiento de pliegues de sus ropajes trascenderán, todavía, en los imagineros castellanos del siglo XVII. Trabajó, en 1533, en San Marcos de León, en los medallones de la fachada, y en la talla de la sillería del coro (con Guillén Donzel y Juan de Angers). Hacia 1540 se trasladó a Valladolid, donde cuatro años después terminaba la que es una de sus obras más famosas, el Santo Entierro. Por otro lado, cabe destacar que acerca del retablo de la iglesia de La Antigua sostuvo por aquellos años un pleito muy ruidoso con un discípulo de Berruguete, Francisco Giralte. De su última época (comprendida entre los años 1570 y 1575) es su patética imagen de la Virgen de las Angustias, así como su otro magnífico grupo del Santo Entierro, situado en la catedral de Segovia.
⇦ Monumento funerario de Carlos V de León y Pompeyo Leoni. en la iglesia-panteón del monasterio de El Escorial (San Lorenzo de El Escorial). Este grupo escultórico del emperador y su familia, que en su estilo anuncia claramente el barroco, fue realizado en Milán y colocado en el monasterio en 1 587. Las figuras de Carlos V y la emperatriz, las princesas María y Leonor, hermanas del emperador, aparecen erguidas, orando con solemne y eterna majestad. El bronce dorado con incrustaciones de piedras imita adornos y aderezos, hasta convertirse en suntuoso brocado.
Otra gran figura que hay que hacer constar aquí de la escultura religiosa del quinientos es Gaspar Becerra, autor del retablo de la catedral de Astorga, en el que triunfa netamente el estilo del manierismo escultórico. Pero son numerosísimos, en casi toda España por aquella época, los buenos escultores.
⇦ San Jerónimo de Pedro Berruguete, en el monasterio de Santo Tomás de Avila (Castilla y León). Detalle de una tabla del altar mayor de la iglesia, pintada entre 1494 y 1499. Esta obra maestra comprende diecinueve pinturas enmarcadas en una inmensa talla de juegos geométricos góticos .
Un arte de otro aspecto, una escultura plenamente áulica es la de los broncistas italianos Leoni (León y su hijo Pompeyo), que trabajaron para Carlos V, y para Felipe II después. Nacidos en Arezzo y establecidos en Milán, el padre había trabajado anteriormente para el emperador como medallista, y desde 1555 recibieron ambos casi todos los encargos hechos en aquella clase de escultura por el emperador. Su mayor actividad coincide, pues, con el momento en que aquél decidió retirarse del gobierno. León (que murió en 1590) estuvo poco tiempo en España, donde quedó el hijo, que murió en 1608. Repartíanse el trabajo y, de este modo, el padre realizaba en Milán las principales obras para España, de cuyo retoque e instalación cuidaba Pompeyo. Sus mejores estatuas de retrato en bronce son de 1564; pero algunas, como la también muy meritoria Carlos V hollando al Furor (hoy en el Prado) son de fecha anterior. La habilidad de estos excelentes broncistas se muestra en el hecho de que esta estatua de tamaño natural, revestida de la armadura, pueda despojarse dejando la figura desnuda. La estatua de la emperatriz Isabel (sobre la base del retrato por Tiziano), de cuerpo entero, así como también las de María, reina de Hungría, y de Felipe II, con el busto de este rey, son de gran belleza.
Después realizó en mármol varias estatuas sepulcrales orantes; la mejor de ellas (de hacia 1574) es la que representa a doña Juana de Austria, en su sepulcro de las Descalzas Reales de Madrid. Pero sus más importantes obras en bronce son los dos grupos del mausoleo imperial y real, de El Escorial, iniciados en 1590 y en los que Pompeyo Leoni trabajó durante largo tiempo, unos diez años. Estas estatuas son realmente magníficas y sobre todo impresionan por su majestad y perfección. El del lado del Evangelio contiene las figuras del emperador y la emperatriz, con las de las hermanas de Carlos V, Leonor y María, y su hija María. En el lado opuesto, el grupo sepulcral de Felipe 11 contiene, además de la figura de este rey, la de Ana de Austria, a las que siguen las de Isabel de Valois, María de Portugal y el príncipe Carlos.
Ambos grupos, de bronce dorado con incrustaciones de piedras coloradas, son la única nota brillante en la inmensa iglesia de El Escorial, de sobrio granito desnudo. Producen, realmente, un maravilloso efecto en contraste con el carácter austero que emana de la fabulosa construcción que es el monasterio. Herrera construyó un marco magnífico para estos dos grupos funerarios: a cada lado del presbiterio abrió unos arcos de toda la altura de la iglesia, donde, sobre un basamento alto, se levantan robustas columnas que sostienen un gran escudo real; entre estas columnas, como aparecidos, se encuentran los dos famosos monarcas, uno a cada lado, con las manos juntas y rezando arrodillados; a cada uno le acompañan las cuatro figuras citadas, también arrodilladas en la penumbra del intercolumnio. Desde el año 1579 los Leoni habían también ejecutado para la misma iglesia el magno retablo mayor.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
Ambos grupos, de bronce dorado con incrustaciones de piedras coloradas, son la única nota brillante en la inmensa iglesia de El Escorial, de sobrio granito desnudo. Producen, realmente, un maravilloso efecto en contraste con el carácter austero que emana de la fabulosa construcción que es el monasterio. Herrera construyó un marco magnífico para estos dos grupos funerarios: a cada lado del presbiterio abrió unos arcos de toda la altura de la iglesia, donde, sobre un basamento alto, se levantan robustas columnas que sostienen un gran escudo real; entre estas columnas, como aparecidos, se encuentran los dos famosos monarcas, uno a cada lado, con las manos juntas y rezando arrodillados; a cada uno le acompañan las cuatro figuras citadas, también arrodilladas en la penumbra del intercolumnio. Desde el año 1579 los Leoni habían también ejecutado para la misma iglesia el magno retablo mayor.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.