Esta acuarela de 1928 desconcierta por la combinación de
rígida dureza y de fabulosa fantasía que presenta, dentro de la obra general de
Kandinsky. El ritmo es tan importante aquí como en una composición musical. y
abre un rico camino de posibilidades a la pintura abstracta, que compartiría
una temporada con Paul Klee.
(Colección privada, Zürich)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat
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