En esta obra de 1920, Schwitters deja traslucir el mismo
interés por las máquinas que revelan las obras dadaístas de Duchamp y Picabia.
La máquina aparece aquí como un ser orgánico dotado de vida autónoma, como un
personaje extraño y humorístico, que con los años adquiriría un tono más
grotesco y monstruoso en corrientes futuras como las de la estética de la Nueva
Carne encabezadas por H. R. Giger o directores como Shinya Tsukamoto.
(Kunstsammlung Nordrhein Westfalen, Düsseldorf)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
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