Amigo de la abuela, 1900 |
Obra de Georges Braque. Surrealismo.
Botella, vaso y aceituna de Georges Braque
Eliminando por completo el fondo, Braque destacaba así
la importancia de las figuras y su juego de contrastes entre planos. Para el
pintor, el énfasis del cuadro radica en la relación situacional de cada objeto
con respecto al espacio total del lienzo, manteniendo la botella en el centro
mismo de la obra como si quisiera guiar la mirada del observador.
(Museo Picasso, Barcelona)
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
Casas en L'Estaque de Georges Braque
Braque buscó y reprodujo exactamente el mismo paisaje
que años antes ya había pintado Cézanne, cuya influencia le marcó
poderosamente. Los atributos figurativos pierden importancia y sólo interesan
las relaciones de planos y volúmenes
desde una nueva perspectiva formal, como pone de manifiesto la composición
geométrica del cuadro. El fauvismo que inspiró las primeras pinturas de Braque no tiene el peso de otras
obras, pasando el color a ser un mero elemento de apoyo que se limita a
ensalzar la estructura.
(Museo Nacional de Arte Moderno, París)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat
El cuenco de fruta de Georges Braque
Braque empleó una composición circular para este
cuadro, en el que las propias formas de las frutas representadas van cerrando
la configuración visual del mismo. El uso recurrente de bodegones por los cubistas
respondía a un manifiesto interés por el estudio de los volúmenes y los
contrastes entre fondo y figura.
(Moderna Museet, Estocolmo)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat
El dúo de Georges Braque
Tras sus incursiones en el surrealismo, Braque volvería
al arte figurativo sin desprenderse del todo de su pasado cubista. En esta
escena de salón el pintor trabaja las siluetas de los cuerpos y los objetos
representados por medio de los contrastes de color y las sombras que envuelven
los dos personajes.
(Museo Nacional de Arte Moderno, París)
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
El portugués de Georges Braque
El portugués (Le Pourtugais) es uno de los cuadros más abstractos de Georges Braque, al mantener una ruptura radical con el concepto tradicional de la obra pictórica.
Pintada en Céret, durante el verano de 1911, donde el artista pasó un período en compañía de Picasso, esta obra constituye la trascripción del recuerdo de un músico portugués, al que había visto en un café de la ciudad de Marsella.
La pintura es una paulatina deconstrucción. La imagen, que parte de las experiencias geometrizantes de Cézanne, se hace progresivamente más abstracta. Aquí desaparece el volumen de las formas que conservaban sus primeras telas, ahora predomina el trazado plano la disgregación. Un proceso que dificulta enormemente al espectador la lectura y comprensión de la obra. El objeto aparece difícilmente reconocible.
A través de numerosos entramados de líneas se descompone la figura del guitarrista que llega a confundirse incluso con el fondo. La realidad es traducida en un lenguaje nuevo y personal en el momento que las formas se fragmentan y ocupan toda la superficie de lienzo.
Esta disección del objeto representado va unida a la cada vez mayor monocromía. La forma y el color se funden: como dijo Braque, "son simultáneos". Aunque en este caso el tono ocre-gris, casi uniforme, es salpicado por masas de un color pardo más denso y profundo que ayuda a resaltar las diferentes partes de la composición. No obstante, el artista incorpora aquí nuevos elementos, letras y números acompañan a la representación. Son reproducidos con tal precisión que parecen añadir una nueva variedad a la exploración cubista de lo real. Es una manera de recuperar la percepción figurativa del lienzo, además de enriquecer la superficie. El guitarrista aparece entre el anuncio de un baile –BAL- y las inscripciones del precio de las consumiciones. Los nuevos elementos acentúan el realismo de la pintura y ayudan a comprender mejor el tema.
Ya en 1908 Picasso había pegado un trozo de papel en el centro de un dibujo elaborando así lo que probablemente es el primer papier collé o collage. Ambos artistas, dos años después, usaron palabras y cifras para incrementar la sensación realista. El collage, es decir, papeles pegados sobre los que después se pintaba, fue una de las aportaciones técnicas y conceptuales más significativas de todo el siglo.
Sin duda, la escena se convierte en una superficie vibrátil y ritmada que poetiza la realidad del representado. El empleo de letras esparcidas sirve para introducir el nombre que se liga al asunto, en este caso el baile, como para potenciar el carácter bidimensional del espacio desarrollado.
Braque inscribe, por medio de plantillas, letras y cifras que se integran en la realidad concreta. En el verano de 1911, Picasso está mucho menos preocupado por esta evolución. Y no será hasta el año siguiente cuando retome la idea de su amigo e incorpore de manera constante estos detalles en sus pinturas.
El portugués fue una antecesora de la abstracción en la pintura moderna al destruir la perspectiva renacentista y su sentido de profundidad. Su influencia pudo haber sido superior a la gran obra de Picasso, Las Señoritas de Avíñón, puesto que esta última no se expuso públicamente hasta muchos años después de ser pintada.
Óleo sobre lienzo realizado en 1911, mide 117 x 81 cm y se conserva en el Museo de Bellas Artes de Basilea.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
Pintada en Céret, durante el verano de 1911, donde el artista pasó un período en compañía de Picasso, esta obra constituye la trascripción del recuerdo de un músico portugués, al que había visto en un café de la ciudad de Marsella.
La pintura es una paulatina deconstrucción. La imagen, que parte de las experiencias geometrizantes de Cézanne, se hace progresivamente más abstracta. Aquí desaparece el volumen de las formas que conservaban sus primeras telas, ahora predomina el trazado plano la disgregación. Un proceso que dificulta enormemente al espectador la lectura y comprensión de la obra. El objeto aparece difícilmente reconocible.
A través de numerosos entramados de líneas se descompone la figura del guitarrista que llega a confundirse incluso con el fondo. La realidad es traducida en un lenguaje nuevo y personal en el momento que las formas se fragmentan y ocupan toda la superficie de lienzo.
Esta disección del objeto representado va unida a la cada vez mayor monocromía. La forma y el color se funden: como dijo Braque, "son simultáneos". Aunque en este caso el tono ocre-gris, casi uniforme, es salpicado por masas de un color pardo más denso y profundo que ayuda a resaltar las diferentes partes de la composición. No obstante, el artista incorpora aquí nuevos elementos, letras y números acompañan a la representación. Son reproducidos con tal precisión que parecen añadir una nueva variedad a la exploración cubista de lo real. Es una manera de recuperar la percepción figurativa del lienzo, además de enriquecer la superficie. El guitarrista aparece entre el anuncio de un baile –BAL- y las inscripciones del precio de las consumiciones. Los nuevos elementos acentúan el realismo de la pintura y ayudan a comprender mejor el tema.
Ya en 1908 Picasso había pegado un trozo de papel en el centro de un dibujo elaborando así lo que probablemente es el primer papier collé o collage. Ambos artistas, dos años después, usaron palabras y cifras para incrementar la sensación realista. El collage, es decir, papeles pegados sobre los que después se pintaba, fue una de las aportaciones técnicas y conceptuales más significativas de todo el siglo.
Sin duda, la escena se convierte en una superficie vibrátil y ritmada que poetiza la realidad del representado. El empleo de letras esparcidas sirve para introducir el nombre que se liga al asunto, en este caso el baile, como para potenciar el carácter bidimensional del espacio desarrollado.
Braque inscribe, por medio de plantillas, letras y cifras que se integran en la realidad concreta. En el verano de 1911, Picasso está mucho menos preocupado por esta evolución. Y no será hasta el año siguiente cuando retome la idea de su amigo e incorpore de manera constante estos detalles en sus pinturas.
El portugués fue una antecesora de la abstracción en la pintura moderna al destruir la perspectiva renacentista y su sentido de profundidad. Su influencia pudo haber sido superior a la gran obra de Picasso, Las Señoritas de Avíñón, puesto que esta última no se expuso públicamente hasta muchos años después de ser pintada.
Óleo sobre lienzo realizado en 1911, mide 117 x 81 cm y se conserva en el Museo de Bellas Artes de Basilea.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
El velador negro de Georges Braque
Incluida en la última fase cubista del pintor, en esta
obra la lucha entre la estructuración geométrica del espacio y el reconocimiento
del tema cede en beneficio de éste, destacándose sobre todo el interés
decorativo por, encima de la intelectualización radical de la realidad. Por
esas fechas, también la amistad entre Picasso y Braque llegaría a su fin, rompiéndose
así una fructífera relación de identificación mutua con sus respectivas obras.
(Museo Nacional de Arte Moderno, París)
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
Guitarra y clarinete de Georges Braque
La obra de Braque siempre estuvo impregnada de una vena
lírica que desarrollaría a lo largo de toda su vida. Este bodegón fue pintado
tras recuperarse de una herida de guerra sufrida durante la 1ª Guerra Mundial.
Por sus logros plásticos y espaciales, esta obra está considerada uno de los
mejores ejemplos de la segunda fase del cubismo sintético.
(Museo de Arte, Filadelfia)
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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