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Artistas de la A a la Z

Agias de Lisipo

 

Copia de una obra de Lisipo que seguramente se encuentra entre las más antiguas de este espléndido artista griego. Esta estatua de un joven atleta se muestra algo estilizada ya que rompe con el famoso canon de Policleto al acreditar una cabeza más de altura de la que le correspondería si siguiera las proporciones marcadas por éste.

Museos Vaticanos, Roma

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Venus de Capua de Lisipo

 

Aparte del estilo naturalista tan característico de las obras de Lisipo, destaca que muchas de ellas son susceptibles de ser contempladas desde diferentes perspectivas, como esta copia de una delicada Venus que aparece semidesnuda.

Museo Arqueológico Nacional de Nápoles

Cabeza de Eros de Lisipo

 

A Lisipo no le hacía falta esculpir el cuerpo de sus figuras para dotarlas de una gran fuerza expresiva. En este caso, la intensidad emocional de este rostro recae en su mirada y en el escorzo de la cabeza.

Museo Éfeso, Selcuk

Hermes probándose las sandalias de Lisipo


Copia de un original en el que el artista griego representa a Hermes en un curioso gesto con el que parece querer humanizar a la divinidad.

Musée du Louvre

Apoxiómenos de Lisipo

 

Se trata de un atleta esbelto y ritmado con el movimiento de un péndulo. Sus brazos proyectados hacia delante y su mirada fija en un punto lejano del horizonte incorporan al mármol el aire que le rodea.

Museo Vaticano, Roma

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Sileno y Dionisos de Lisipo

 

Lisipo fue un verdadero maestro en cuanto al dominio de la técnica, aunque también era un auténtico artista que sabía captar el gesto adecuado, como lo demuestra esta copia de un original suyo en el que Sileno acoge en sus brazos con gesto delicado a un indefenso Dionisos.

Musée du Louvre, París

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Hércules Farnese de Lisipo

 

En esta magnífica copia de un original de Lisipo se aprecia el trabajo detallado de la musculatura de Hércules, que aparece descansando, en un gesto que denota, a la vez, fuerza y serenidad.

Museo Arqueológico Nacional, Nápoles

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Alejandro de Lisipo

 

Réplica de un original griego realizado por el escultor predilecto de Alejandro Magno. Ésta es una de las diversas esculturas que Lisipo hizo del personaje. Aquí aparece sereno y quizá empapado de la sabiduría que le transmitió su maestro Aristóteles.

Musée du Louvre, París

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Juan de Herrera (1530-1597)



Herrera, Juan de (Roiz, Cantabria, 1530 - Madrid, 1597) Arquitecto español. Recibió la influencia de Peruzzi y Serlio y, en especial, de Vignola. Felipe II le nombró ayudante de Juan Bautista de Toledo, a quien sustituyó en 1567 en la construcción de El Escorial, ayudado por fray Antonio de Villacastín. En este edificio sentó las bases de lo que sería el llamado estilo herreriano, sobria incorporación de la arquitectura del cinquecento italiano en España, como reacción contra la exuberante decoración plateresca. Realizó importantes trabajos en el castillo de Simancas, continuó también el palacio de Aranjuez, obra comenzada por Juan Bautista de Toledo, y trabajó en el Alcázar de Toledo (1571-85), donde se nota claramente la influencia de Vignola. En 1580 proyectó y comenzó a construir la catedral de Valladolid, obra que no terminó y en la que trabajaron numerosos arquitectos, entre ellos, A. Churriguera, y que no fue concluida hasta el s. XIX. Realizó los planos de la Lonja de Sevilla, construida durante el período 1583 a 1598 por su discípulo Juan de Minjares, y en cuyo patio se repite el modelo del de los Evangelistas de El Escorial: de construcción perfecta, no obstante el edificio tiene una cierta pesadez, que no corresponde a la ligereza de las obras de Herrera. Director de la Academia de Matemáticas, de fundación real, desde 1580, influyó en muchos artistas (herrerianos), que, sin embargo, no llegaron a la sencillez y perfección del maestro; sus discípulos más importantes fueron Francisco de Mora y Juan de Tolosa. 

Juan de Herrera, continúa con El Escorial tras la muerte de Juan Bautista de Toledo en 1567. Había estado también en Italia, pero no con carácter permanente. Era más netamente español y su intervención en los trabajos de El Escorial fue decisiva. La fachada es un inmenso muro de granito, sin adornos; termina con dos torres en los extremos, pero sin avanzar del paño del muro, para que no produzcan efecto de cuerpos salientes. Las ventanas, talladas geométricamente, sin molduras ni cornisas, se suceden en línea interminable; sólo en el centro del muro, para que la austeridad no resulte pobreza, se decora la entrada con ocho pilastras dó­ ricas, que sostienen un pequeño cuerpo central, más alto, con cuatro pilastras menores y un frontón. Pasada la primera crujía, un patio forma como el vestíbulo o atrio de la iglesia. Aquí, el ambiente más reducido exige otro estilo; la severidad, que en la fachada exterior se compensa por su masa, en el patio sería mezquina. Herrera tuvo que aplicar sus conocimientos del clásico grecorromano en la fachada de la iglesia, sin salirse del dórico, encuadrando su silueta sólo con molduras y ventanas. Seis figuras, de seis de los reyes de Judea, sobre altos pedestales encima del entablamento del primer piso son las únicas escUlturas. En el interior de la iglesia continúa sin vacilaciones el mismo orden dórico; unas pilastras gigantescas llegan hasta el arranque de las bóvedas. Nada de estuco ni de revestimiento de mármol, todo el despiezo de granito, que, visible con regularidad geométrica, acaba de dar a la iglesia el aspecto solemne de un panteón. Aquel interior con sus altas pilastras dóricas y anchos arquitrabes con triglifos solamente, por sus acertadas proporciones es muy digno de contarse entre las más importantes obras de arquitectura del Renacimiento. Bramante no habría podido hacer nada más noble. En las dependencias interiores, ya no es Herrera tan original. El patio llamado de los Cuatro Evangelistas -un claustro que quiere ser amable- resulta triste a pesar de sus estanques y de sus verdes jardines recortados; la arquitectura del claustro, y hasta la del templete que ocupa su parte central, son de un grecorromano acertado a medias solamente.

Herrera ejerció, durante el reinado de Felipe II, una especie de dictadura artística, como inspector áulico de monumentos, cargo análogo al que ejercía Enrique Egas en tiempo de los Reyes Católicos. Herrera, que había militado en los tercios de Italia, impuso una organización casi militar en los trabajos de El Escorial; sus cartas y escritos son siempre lacónicos y precisos. Visitaba a Felipe II dos veces por semana, y el monarca dictó una orden por la cual Herrera debía revisar y aprobar los planos de todos los edificios públicos que se construían en España.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Obras comentadas



Real monasterio de El Escorial, en San Lorenzo de El Escorial (Comunidad de Madrid)


Fachada principal del monasterio, que fue una de las partes que Herrera modificó del proyecto original, introduciendo la sencillez de las formas y la austeridad. La portada principal, situada entre el Patio de los Reyes y la basílica cambia la estructura clásica entre la fachada y la estructura. La decisiva influencia de Herrera en la arquitectura española de la época, hace que se hable de un estilo "herreriano". 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Real monasterio de El Escorial, en San Lorenzo de El Escorial (Comunidad de Madrid).


Colosal palacio-panteón que Felipe II hizo edificar entre 1563 y 1584. Su perfecta unidad de estilo no permite adivinar que intervinieran en él tres arquitectos. Comenzado por Juan Bautista de Toledo, fue proseguido, a su muerte en 1567, por Giambatista Castello, y a la muerte de éste en 1569, por Juan de Herrera, admirador de Vignola, que fue para Felipe II lo que había sido Egas para los Reyes Católicos. En el centro se halla la basílica y a su alrededor se distribuyen, con riguroso espíritu geométrico, todas las demás dependencias, formando en conjunto un bloque compacto. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Punto al Arte