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Artistas de la A a la Z

Arte del sudeste asiático

La potente y rica civilización de la India de la época gupta no pudo extender su influencia hacia Occidente. A pesar de que se trataba de una cultura poderosa que probablemente hubiera sido capaz de llevar su influjo mucho más allá de los territorios que dominó, se encontró con un pueblo no menos importante que frenó sus deseos expansionistas. De este modo, la India gupta tropezó con la barrera del Irán que se encontraba en su período de máximo esplendor bajo el estado militarizado de los sasánidas. El Irán sasánida actuó como un tapón que obligó a que el comercio hindú se viera obligado a tomar la ruta marítima del Sudeste, y el resultado de ello fue la propagación de la cultura de la India en aquella zona del continente asiático. Seguramente, de no haber existido una dinastía sasánida tan eficiente en la defensa de sus intereses, hoy se hablaría de la influencia gupta en la zona que es conocida como Oriente Medio. A partir del siglo IV, pues, se constituye poco a poco una especie de “Magna India”, un inmenso territorio, que abarca prácticamente todo el sudeste de Asia. Asimismo hay que destacar un hecho que puede parecer sorprendente por el modo en que tradicionalmente se han expandido otros imperios a lo largo de la historia. De este modo, jamás los reinos hindúes practicaron una colonización política; la religión, la cultura y la lengua de la India se difundieron al ritmo de los contactos comerciales y de los viajes de sus mercaderes. La poderosa influencia intelectual de la cultura hindú, sin que nunca fuese utilizada la fuerza, impuso el sánscrito como lengua sagrada, de la literatura y de la corte de esos países, mientras el pueblo seguía hablando las lenguas locales.

Buda en actitud de meditación

Esta escultura típica del perío-
do khmer muestra a Buda sen-
tado con las manos en la posi-
ción denominada mudra.
A lo largo de este capítulo se centrará la atención, sucesivamente, en la civilización khmer que se desarrolló en el territorio de la actual Kampuchea (Camboya) desde fines del siglo VI hasta principios del siglo XIV, en el arte de la isla de Java, por las mismas fechas, y en el arte de Tailandia, país de los tai, a partir del siglo XIV.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arte y cultura de los khmer

El arte del pueblo khmer, que se desarrolló hasta la invasión de los tai llegados desde el Norte hacia el año 1300, es dividido por los especialistas en tres períodos denominados arcaico, clásico y barroco. De este modo, la primera de estas épocas se afirma antes de la mitad del siglo VII, bajo el reinado de Ishavarman I, que fundó la capital del reino en Sambor. Allí, en esta antiquísima urbe, existen restos de templos de planta cuadrada, la mayoría de ellos construidos en ladrillo, con torres poligonales que recuerdan los sikhara que se encuentran en la India. Pero la influencia más clara del arte hindú, especialmente de la India gupta, se aprecia en la escultura, que ofrece estatuas de Buda sumamente parecidas a las gupta de Sarnath y una célebre figura de Lakshmi, conservada en el Museo de Phnom Penh, que se la puede considerar el prototipo de las figuras femeninas que se esculpieron durante el primer estilo khmer. Esta estatua deriva directamente del canon indio de belleza femenina, y la serenidad y sonriente plenitud del rostro hacen de ella una visión inolvidable.

⇦ Lakshmi (Museo de Phnom Penh). Creada probablemente a mediados del siglo XI d.C.. esta representación de la diosa de la buena fortuna presenta una sonrisa típica de la escuela khmer y una turgente desnudez, enaltecida por la esbeltez de la figura. Esta escultura responde perfectamente al canon de belleza khmer por la serena plenitud que se le ha conferido a la estatua.




Hacia el final del período arcaico se sitúan las construcciones de Jayavarman II (802-854), príncipe que había vivido en la corte de los Sailendra, de Java, y que regresó a su país impregnado de cultura javanesa (su reinado es contemporáneo de la obra maestra del arte de Java, el templo de Borobudur al que se hará referencia más adelante) y seguramente deseoso de imitarla. El reinado de este príncipe se muestra especialmente relevante desde el punto de vista artístico porque al parecer se inventó durante su época de gobierno la fórmula que constituye el rasgo más característico de la arquitectura khmer: el templo-montaña. En efecto, el magnífico templo de AkYum, en el Baray occidental, es como una pirámide de ladrillo de tres pisos, de tamaño cada vez más reducido, coronada por cinco torres dispuestas al tresbolillo.



Llegamos ahora al período clásico, que se inició a finales del siglo IX, bajo el reinado deYashovarman I (889-910), y se prolongó hasta mediados del siglo XII. Jayavarman II (h. 800-850) y Yashovarman I (899-900) fundaron Angkor, la mundialmente célebre capital del reino khmer descubierta en la jungla de Camboya por el explorador Mouhot el año 1860, y construyó un gigantesco lago artificial, el Baray oriental, de siete kilómetros de largo por 1.800 metros de ancho, para aprovisionamiento de la ciudad y regadío de sus arrozales. En el centro de esta gran superficie de agua había una colina, el Phnom Ba-kheng, sobre la que se erigió un templo-montaña de cinco terrazas superpuestas en forma de pirámide de 13 metros de altura, coronada por cuatro torres en los ángulos y una en el centro.

Escalera de los Leones. Templo de Phnom Bakheng, Angkor. Estas representaciones escultóricas dan la bienvenida a los fieles antes de su ascenso por la pirámide escalonada, idóneamente integrada en el medio vegetal de la zona hasta recortarse en el cielo como si se tratase de una montaña creada expresamente para llegar a él.

Templo de Banteay Srei, en Angkor. Al noroeste se erige uno de los complejos sagrados mejor conservados de la arquitectura del siglo x d.C. Protegido por una muralla, miles de figuras escultóricas que se retuercen entre sí, trabajadas sobre arenisca roja, decoran fachadas, frontones, tímpanos y dinteles de todo el templo. Al pie de las escalinatas suelen encontrarse representaciones de seres fantásticos cuya función simbólica era la de guardar el lugar sagrado.

Unos años más tarde de la construcción de la citada ciudad de Angkor, se construyó el templo de Banteay Srei, en el año 967, que, hecho que constituye toda una excepción en el arte khmer, no está ligado al nombre de un rey. Efectivamente, en este caso, el templo recuerda con su nombre la figura de un importante personaje del pueblo khmer, el brahmán Yajnavaraha, Sivaíta ferviente, cuya inmensa cultura estuvo sostenida por una curiosidad insaciable. Situado a 20 kilómetros al noroeste de Angkor, el templo de Banteay Srei revela la personalidad de su fundador en cada detalle. Formado por varios recintos cuadrangulares concéntricos en los que se abren los típicos pabellones de acceso, fascina sobre todo por las mil pequeñas figuras que se retuercen entre el follaje de los arquitrabes y la decoración. Los muros cincelados como joyas en la piedra arenisca rosada sostienen frontones de un perfil originalísimo. Estos frontones contienen relieves narrativos con personajes que ilustran episodios de la leyenda sagrada.

Templo de Banteay Srei, en Angkor. Construido por el brahmán Yajnavaraha, las paredes del templo están cubiertas de relieves esculpidos sobre la piedra arenisca, como el que se reproduce aquí, que representan las epopeyas religiosas con el fin de ponerlas al alcance del pueblo.

⇦ Cabeza de Jayavarman VII (Museo Real, Phnom Penh). Las características estéticas del fin del arte khmer quedan sintetizados en este retrato del último de los monarcas, de finales del siglo XII, en el que se mantiene y se potencia la serenidad de la mirada y la sonrisa plácida del representado. De 41,5 cm de estatura, fue realizado en piedra cincelada con extremada finura y sensualidad para incitar a sus seguidores a acariciarle el rostro para dejarse impregnar por los sentimientos del soberano.



Pero el momento culminante del segundo estilo khmer, el que corresponde al período clásico, lo constituye el reinado de Suryavarman II (1113-1150), el rey que edificó Angkor Vat, el enorme templo de inspiración visnuísta que cubre una superficie de 200 hectáreas. Aparte de la monumentalidad del templo y de los ricos detalles decorativos que lo adornan, como se verá seguidamente, éste sirve simultáneamente de sepulcro a su fundador, razón por la que está orientado hacia el sol poniente. Su recinto exterior, de forma rectangular, mide 1.000 metros de largo por 800 de ancho. Las puertas, cubiertas por pabellones monumentales, se encuentran en los extremos de los ejes de cada uno de los rectángulos que constituyen los sucesivos recintos. Las torres de Angkor Vat son sikharas parecidos a los del norte de la India, pero cuya planta cuadrada se convierte en una sección estrellada antes de iniciarse la curvatura de sus aristas que confiere a estas torres el característico perfil en forma de obús.


Las molduras y elementos horizontales que las componen se superponen armoniosamente. Aunque quizá lo más sorprendente de Angkor Vat es la enorme cantidad de bajorrelieves que suman varios kilómetros de representaciones de hombres y mujeres, animales, genios, titanes y dioses reflejando el gran drama de la manifestación cósmica.

Templo de Angkor Thon, Camboya. En mitad del palacio del Bayon se levanta el monasterio, que fue redescubierto casualmente por un grupo de expedicionarios que perseguían una especie exótica de mariposa. Desde entonces, el templo ha sufrido incontables saqueos antes de ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


Cabezas del templo de Angkor Thom, Camboya. El rey Jayavarman VIl, mecenas, filántropo y principal promotor del arte khmer en el siglo XII, plagó el templo del Bayon de retratos escultóricos de Suda, colocados en la base de cada una de las cincuenta y cuatro torres que completan el conjunto.


Se trata de un inacabable tapiz de piedra, un elemento decorativo realmente original y sorprendente y de una gran potencia de sugestión mágico-religiosa. La extraordinaria calidad de su acabado recuerda ciertos marfiles preciosos. En los relieves de Angkor Vat se combina el delicado modelado de la carne viviente con la grandiosa inmovilidad hierática que evoca la escultura egipcia del Imperio Antiguo.


La escultura exenta del período clásico khmer no llega ni con mucho a la belleza única de los relieves de Angkor Vat. Las características de este tipo de escultura son, por regla general, mucho más sencillas. Así, los rostros aparecen casi cuadrados, el cuerpo tiene un modelado convencional y los labios están apretados en una mueca característica que lo que consigue es uniformizar en exceso las representaciones. Por otro lado, son típicas de esta época las estatuas de Buda sentado en actitud de meditación, protegido por la serpiente Naga.


Templo de Borobudur, Java. La obra maestra de los Sailendra, también denominados reyes de la montaña, fue esta impresionante construcción del siglo IX d.C. realizada en andesita cortada en enormes bloques uniformes que eran esculpidos tras su colocación. Su composición mantiene la estructura del stupa, que culmina cada una de las terrazas escalonadas y circulares que contiene el conjunto del templo. El peregrino puede ascender desde cualquiera de los cuatro puntos cardinales para ir adentrándose paulatinamente en las sucesivas esferas de espiritualidad, que representa cada una de las partes del complejo arquitectónico. Un total de más de dos mil altorrelieves decoran los muros a lo largo de más de 6 kilómetros con escenas de la vida de Buda.


Por último, el tercero de los períodos khmer citados anteriormente, el período barroco, está centrado en el reinado de Jayavarman VII (1181-1219). Este soberano se trata, sin lugar a dudas, de uno de los personajes mas fascinadores que se conocen de la civilización khmer. Jayavarman VII era un budista ferviente que hizo campaña activa en contra del brahmanismo que profesaron todos sus antecesores. De este modo, durante su reinado hizo escribir en una estela que” sufría de las enfermedades de sus súbditos más que de las propias, pues es el dolor público la causa del dolor de los reyes y no del suyo propio”. Las estatuas que se han conservado de este hombre expresan la fuerza y energía que irradian de su frente y de sus labios apretados, pero fuerza y energía parecen veladas tras los párpados caídos como en meditación.


Templo de Prambanan, Java. Dedicado a Shiva, este monasterio es una imponente muestra de la arquitectura hindú de Indonesia anterior a la conquista musulmana. Los pináculos de las torres crecen apuntando hacia el cielo para permitir a los fieles alcanzar el Nirvana prometido, hasta una altura de 50 m por encima del nivel del suelo. Tras sufrir varios terremotos se comenzó a reconstruir en el siglo xx con fines turísticos.

Entre las aportaciones que hizo Jayavarman VII al arte de su pueblo es preciso señalar que reconstruyó Angkor, que había sido asolada y destruida en buena parte por la invasión de los cham, y además llevó a cabo una ambiciosa y costosa de restauración de la mayoría de los monumentos del país. Al mismo tiempo, recubrió su reino de templos budistas, monasterios, refugios para los peregrinos y hospitales para sus súbditos. Por tanto, se trata éste de uno de los períodos más fecundos desde el punto de vista artístico de la historia del pueblo khmer. Pero su obra más extraordinaria fue el conjunto urbanístico de Angkor Thom (“La Gran Capital”), ceñido por un recinto cuadrado de tres kilómetros de lado y centrado por el hoy mundialmente famoso templo del Bayón con sus torres enormes que llevan esculpidas caras humanas que representan al rey como bodhisattva, dominando las cuatro direcciones del espacio.

Esferas de la No-Forma del templo de Borobudur, Java. En las terrazas circulares abiertas, situadas en la cima del monumento arquitectónico se hallan 72 stupas de paredes perforadas por cuya celosía se pueden observar las estatuas del Buda sedente con las manos entrelazas que se custodian en su interior. Situadas sobre otros muchos pisos de base cuadrada, estas terrazas circulares simbolizan la unión entre el mundo terrenal y el celestial.

Son cuatro rostros gigantescos en cada torre que aparecen como protectores apacibles del universo. Angkor Thom era un templo-monasterio de grandes dimensiones en el que vivían millares de monjes, y cuyos inmensos recintos concéntricos contenían los palacios del rey y los centros administrativos del gobierno. Por tanto, era algo más que un simple edificio religioso, pues se trataba de un centro social y también religioso que concentraba el poder de la civilización khmer. En estos edificios del período barroco se encuentran las estatuas y relieves de temas budistas en los que figura la famosa sonrisa khmer. Son rostros con los ojos entornados que expresan la serenidad tranquila y fuerte del que está desligado de todas las cosas y siente una dulce compasión por el sufrimiento de todos los seres.

Al llegar al final del estudio de la civilización khmer que, como se ha tenido ocasión de comprobar, se prolongó durante más de seis siglos y ha dejado excelentes muestras de su arte. En el siglo XIV los tai saquearon Angkor, que fue abandonado por sus habitantes. El clima tropical ayudó a que la selva recubriera todas las construcciones hasta el extremo de perderse memoria del lugar. Su descubrimiento en 1860 atrajo la atención de la Escuela Francesa de Extremo Oriente, que inició su restauración.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.


Los khmer: desde el reino de Funan a la actualidad



A pesar de lo lejana que queda ya la época de esplendor de la civilización khmer, ésta ha podido conservar sus principales signos de identidad, y, en especial, su lengua, que hoy día es el idioma oficial de Camboya. La historia de este pueblo está ligada al antiguo reino de Funan, que ocupaba parte de la actual Camboya, pues éste era una importante zona de tráfico comercial entre la India y China, lo que provocó que, a falta de un poder militar que garantizara el supervivencia de Funan, los khmer se hicieran con el control del territorio.


Ya en tiempos de Jayavarman II (circa 800-850) y Yashovarman I (899-900), la capital khmer quedó establecida en Angkor, y prácticamente desde los inicios de su andadura como estado independiente los conflictos con los pueblos vecinos se convirtieron en una constante. Tras unos años de práctica inamovilidad de las fronteras, Jayavarman Vil consiguió un importante éxito al conquistar el estado de Champa; se alcanza así el siglo XIII, época de esplendor de los khmer, aunque posteriores gobernantes quisieron realizar una serie de transformaciones religiosas que buena parte de la población no aceptó, provocando una serie de revueltas populares que aprovecharon otros estados, como el reino de Siam, para asediar a los khmer y acelerar su ya inevitable decadencia.

En la actualidad, prácticamente el 90% de la población de Camboya desciende de los khmer. Y este país ha conocido en las últimas décadas largos períodos de conflictos debido a una sangrienta guerra civil, la barbarie represiva de Pol Pot y los khmer rojos y una democracia con evidentes deficiencias.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Angkor Vat



Desde el siglo IX y hasta el siglo XV, durante más de 600 años, el Imperio khmer constituyó una gran cultura, cuyo centro, la capital, era la ciudad de Angkor. La civilización khmer alcanzó su cénit con la construcción del palacio funerario de Angkor Vat, o Monasterio de Angkor, dedicado para honrar a su divinidad predilecta, el dios hindú Vishnu.


El rey Suryavarman II, quien reinaría entre 1113 y 1150, fue el soberano más poderoso de este Imperio. A pesar de su corto tiempo como monarca, levantaría maravillosas y misteriosas estructuras en lo más profundo de la selva camboyana.

La fama del arte khmer está ligada en gran parte al complejo de Angkor Vat, considerada la ciudad de los dioses, cuyo templo fue construido en un período de más de treinta años y es el mejor conservado de todos los que integran el conjunto. Alzado en grandes bloques de piedra, evitando así los materiales perecederos como la madera, se yergue todavía hoy como símbolo de su pasada grandeza.

El templo, levantado en la parte sudoriental de Angkor, es de grandes proporciones y combina estanques, jardines, galerías hipóstilas y edificios torreados cuyos muros se cubren de exquisitos altorrelieves figurativos. Se sitúa sobre un área rectangular delimitada por una fosa de 200 metros de ancho, que probablemente servía tanto como depósito para abastecer la población, como para el palacio, que albergaba el interior del recinto sagrado.

El complejo está delimitado por una acequia a la que llegaban las aguas del Siemreap por medio de una canal. Un camino flanqueado por balaustradas adornadas con motivos de serpientes (naga) conduce a la puerta principal, orientada hacia Occidente, del recinto, que reproduce, a escala reducida, la fachada del templo. La torre central tiene a los lados dos alas de galerías que terminan en una torre más pequeña. Las galerías están sostenidas por columnas que se reflejan en el agua.

Dentro del recinto se encuentra el templo, una pirámide de tres terrazas superpuestas, cada una de las cuales está cercada por una galería animada con torres y pabellones. Tres escalinatas sobre el lado occidental desembocan en tres galerías sostenidas por pilares, y conducen, a cubierto, hacia las tres escalinatas de la segunda terraza.

La forma escalonada simboliza el monte Meru, el lugar tradicional de los dioses de la India. La obra está construida con un estudio perspectivo extraordinario, por lo que la altura de las tres terrazas parece aumentar a medida que se sube, y cada una de ellas está desplazada de modo tal que la estructura no cause la impresión, de estar inclinada hacia el espectador que se decide a subir.

El gigantesco templo, compuesto por la galería escalonada presidida por cinco torres, resalta por su nivel artístico y viene a ser la culminación de todo el desarrollo arquitectónico de la zona de Angkor, que en 1992 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Realizada en granito, esta obra maestra de la arquitectura camboyana constituye una de las muestras de arte khmer más maravillosas de la primera mitad del siglo XII.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Java y Tailandia

De igual forma que el arte de los khmer, el arte de la isla de Java se divide en tres períodos, aunque, en este caso, la citada división hace referencia a la secuencia cronológica de la evolución del arte de Java pero, también, a los flujos migratorios que caracterizaron durante mucho tiempo la vida en la citada isla. De este modo, las tres épocas artísticas que se procederá a recorrer corresponden a varios períodos históricos y a una emigración continua de Oeste a Este. El primer período se desarrolló en el oeste de la isla hasta el siglo VIL El segundo, en el centro, entre los siglos VII y X, corresponde al momento clásico en el que los edificios expresan el gusto javanés por las molduras gruesas y salientes que producen fuertes sombras, y por una decoración escultórica muy rica. Por otra parte, este segundo período acostumbra a dividirse en dos momentos bien diferenciados en la historia de Java: uno de influencia brahmánica, entre los años 625 y 750, en el que fueron levantados varios templos en la meseta de Djeng, todos ellos manifiestamente influidos por el arte de Mahaballipuram en el sur de la India; y otro, entre 750 y 860, de influencia budista, bajo el poder de la dinastía Sailendra, durante el que fue edificado el templo de Borobudur.

Borobudur, construido hacia el año 850, es, con el Bayón de Angkor Thom, que se ha reseñado al estudiar el arte khmer, el mayor templo budista del mundo. Por otro lado, cabe destacar que este imponente templo fue levantado cuando ya esta religión desaparecía bajo los avances del neobrahma-nismo en su patria de origen, la India. Borobudur es un templo grandioso que no tiene interior; es -en realidad- una colina artificial construida en traquita gris de gran dureza, como un stupa desarrollado, multiplicado hasta el infinito. Su forma general es la de una pirámide escalonada de nueve terrazas superpuestas, las seis inferiores, cuadradas y las tres más altas, circulares. Una escalera atraviesa cada fachada de la enorme pirámide y conduce a la plataforma superior que tiene en su centro un enorme stupa. Sobre las tres terrazas circulares se hallan 72 stupas pequeños, en forma de campana.

Templo Real de Wat Phra Keo, Bangkok. En este monasterio tai se custodia una venerada figura del Buda Esmeralda, trasladado a la ciudad en 1782 desde un origen ignoto que sólo las personas de alma más pura podían llegar a conocer para no permitir que nadie osara pisar aquel suelo sagrado. Para no escatimar en proteger simbólicamente la estatua, se la sentó en un trono empinadísimo y se apostaron unos gigantescos guardianes de gesto terrible en la estatua a la entrada. En su honor se celebran en cada estación unas aclamadas ceremonias populares. 

Y encima de las nueve terrazas de Borobudur se encuentra uno de los tesoros más importantes de este descomunal templo, los centenares de estatuas de Buda en las que es visible la influencia gupta de las figuraciones de Sarnath. Todas estas representaciones de Buda se muestran muy hermosas y elegantes -impresionantes por lo que se ha llamado su “naturaleza espiritualizada”- y pueden agruparse en seis tipos diferentes. Así, el último de esos seis tipos, situado en la terraza más alta, realiza con sus manos el gesto de la Enseñanza.

Por otro lado, por si no fuera poca riqueza plástica la multitud de esculturas de Buda, vemos en los muros de las terrazas que éstos aparecen decorados por más de dos mil altos relieves que representan una longitud de seis kilómetros, todos ellos admirables de armonía, equilibrio y claridad. De esta forma, el peregrino que visitaba este magnífico y deslumbrante templo podría seguir toda la vida de Buda. Así, estos relieves eran mucho más que una obra de arte, pues tenían una función narrativa y pedagógica ya que permitían conocer las vicisitudes de Buda con sus piadosos incidentes y temas fantásticos, mientras el peregrino recorría lentamente las terrazas cuadradas, elevándose hacia las plataformas circulares superiores donde se hallan plasmadas las formas místicas de la gnosis búdica.

El tercer y último período del antiguo arte javanés se desarrolló en el este de la isla durante un prolongado lapso de prácticamente cuatro siglos, los que van desde los siglos X al XIV, y en la contigua isla de Bali, ya en el siglo XV. Es una época en la que el arte de Java se va haciendo cada vez más autóctono e incrementa progresivamente las características locales, indígenas. Sus monumentos fundamentales son el templo de Prambanan, de los primeros tiempos de este período artístico, pues es del siglo X, dedicado a Shiva, y el grupo de templos de Panata-ram, edificados ya con posterioridad, hacia 1370. Observando las obras de arte que se han conservado a pesar del paso del tiempo se hace evidente que en las creaciones de este período hay menos belleza y profundidad que en las gloriosas obras maestras de Borobudur. De todos modos, esta falta de belleza queda, por otro lado, compensada porque hay en ellas quizá más intimidad, variedad y originalidad. En el siglo XV, con la instauración del Islam en Java, queda cortado el desarrollo del antiguo arte javanés.

Finalmente, debemos referirnos al arte de Tailandia, país dominado por los khmer hasta el siglo XIII, fecha en que llegaron los tai, tal vez originarios del Yunnan (en los confines del Tonkín superior) que dieron su nombre actual al país. En el siglo XIV fundaron la ciudad de Ayuthya, su capital hasta 1767, año en que fue destruida por los birmanos. Durante el período de Ayuthya se creó el tipo de tejado en forma de cono elevado y estrecho que cada vez fue estilizándose más, como una flecha. Otra característica tailandesa aparece también en este período: un inmenso pedestal sobre el que se colocan los templos, para que éstos tengan mayor altura.

Como acabamos de señalar, en 1767, la que era la capital de Tailandia hasta ese momento, Ayuthya, fue arrasada completamente por los birmanos y, por lo tanto, se hizo necesario buscar una nueva ubicación en la que establecer la capitalidad del país. De este modo, la capital se trasladó a la ciudad de Bangkok. Con ello se inició la última fase del estilo tai que se prolongó hasta finales del siglo XIX. Son característicos de este período los palacios y templos de Bangkok con una abundante utilización de la madera pintada y dorada. Los hastiales y frontones de los tejados terminan en llamas y cuernos que son un lejano recuerdo de la serpiente Naga, y los colores vivos y claros crean una suntuosa decoración en la que la influencia china es evidente.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los inicios de la historia de Java


Pewara del templo de Prambanan, Java. El conjunto arquitectónico está compuesto por más de 250 templos individuales de diversos tamaños, repartidos alrededor de los dedicados a Shiva, Vishnu y Brahma. 

La historia conocida de la isla de Java prácticamente arranca en el siglo VII, en el que están datados algunos monasterios budistas que muestran claras influencias, como ya hemos señalado, del arte del sur de la India. De épocas anteriores se han encontrado restos de homínidos pero no vestigios culturales que permitan seguir la evolución de los pobladores de la isla hasta la construcción de los primeros monasterios budistas.


De este modo, es posible afirmar que por lo menos a partir de los siglos VII y VIII se produce una progresiva hinduización de la isla, como queda reflejado en la hermosa leyenda de Aji Saka y en la aparición de una arquitectura budista. En la época de la construcción de los primeros monasterios, el poder de la isla estaba repartido entre diversos príncipes locales, gobernantes absolutos de los territorios que dominaban, que financiaban sus mínimos estados y sus cortes -denominadas kraton- mediante un rígido sistema de impuestos que cargaban sobre los campesinos, quienes constituían el estamento más importante de la población.

No sería hasta mediados del siglo VIII cuando se consigue centralizar el poder en manos de un único gobernante, el primero de los cuales será el rey Sanjaya, aunque enseguida las sucesivas cortes javanesas quedarían subyugadas a la autoridad de las dinastías budistas. Ya en el siglo XI, y quizá a raíz de un saqueo por parte los pobladores de la isla de Sumatra, el descontrol y el caos se adueñaron de Java hasta que a mediados del mismo siglo, una de los personajes más importantes de la historia javanesa, Airlanga, consiguió reunificar la isla y formar un estado.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Nacional de la India

Dirección:
Janpath, s/n (esquina de Janpath con Maulana Azad).
11 0-011 Nueva Delhi (India).
Tel: (+91) 0113 018415
http://www.nationalmuseumindia.gov.in/

Cabeza de Buda.
El Museo Nacional de la India (National Museum of India) es el principal del país. Su origen cabe buscarlo en una exposición de arte hindú que tuvo lugar en la Burlington House de Londres en 1947-1948. En ella se exhibieron obras procedentes de diversos museos indios y fue propulsada por la Real Academia de Londres, en cooperación con los gobiernos de la India y del Reino Unido. Debido al éxito en Inglaterra, se decidió que esa exposición también debería hacerse en la India. Tuvo lugar en 1949 en los despachos del Rashtrapi Bhawan y la afluencia de público desbordó las expectativas de los organizadores. Así pues, se vio viable la creación de un Museo Nacional de la India.

El 15 de agosto de 1949 fue inaugurado por el gobernador de la India. Sin embargo, aun no se había construido un emplazamiento definitivo, con lo cual, dicho espacio continuaba siendo la exposición traída de Londres. La primera piedra del edificio definitivo fue colocada en 1955 por el primer ministro Nehru. Mientras se construía se fueron adquiriendo piezas, ya fuera mediante compra o mediante donaciones. Finalmente, se inauguró en diciembre de 1960. 

Financiado y dirigido por el Ministerio de Cultura del gobierno indio, el espacio contiene multitud de piezas tanto de origen indio como extranjero y muestra más de cinco mil años de historia hindú. Se divide en tres plantas en las que hay salas de exposiciones junto con otras dependencias como la biblioteca, el auditorio y el Instituto del Museo Nacional. El museo exhibe básicamente arte del subcontinente indio, pero también muestra piezas de arte precolombino y occidental. Entre las colecciones más destacadas cabe señalar la de la civilización Harappa, del 111 milenio a.C., que exhibe unos 3.800 objetos consistentes en terracotas, joyas, vajillas, etc. 

También es recomendable visitar la sección de arte budista en la cual se muestran 84 reliquias de Buda, de los siglos V-IV a.C., en piedra, bronce, terracota y estuco. Interesantes son también las muestras de miniatura hindú. Se muestran 352 pinturas de todos los estilos, que puede fecharse entre el 1 000 y el 1900. Cabe destacar asimismo la sala dedicada a los manuscritos, en la que se muestran 1.500 de estas piezas, y abarcan desde el siglo VIl. 

Varias salas están dedicadas a las artes decorativas. Realizados en materiales exquisitos como bronce, jade y marfil, se exhiben 232 objetos de los dos últimos siglos. Apéndice a estas salas, se encuentra la de joyería, que muestra 202 obras ordenadas cronológicamente desde el 3000 a. C. hasta la actualidad. A lo largo de todo el museo se exhiben esculturas en bronce y piedra que van desde el siglo 111 a.C. hasta el XIX, y representan las principales escuelas y regiones del arte indio. El espacio acoge también varias colecciones de arte textil, numismática, madera tallada, instrumentos musicales, armas, así como una interesante sala de antropología y otra de arte tántrico.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat. 

Arte de la India medieval

Se puede considerar que la historia de la India tomó una nueva dirección después del fallecimiento del emperador Harsa de Kanauj, en 647; este monarca había realizado una labor muy importante y, entre otras cosas, había conseguido reconstruir casi enteramente el Imperio de los Gupta y también asegurar la supervivencia de las fórmulas que estos últimos habían creado o desarrollado en el campo de las artes plásticas, así como en las demás actividades artísticas, literarias, filosóficas y científicas. Cuando Harsa desapareció, la India volvió a caer en la fragmentación política que ha solido ser normal en el transcurso de su larga historia y que se prolongó desde entonces hasta que, en los siglos XVI y XVII, los emperadores mongoles impusieron su ley en la mayor parte de la península india.

Dios Shiva. Representación 

del dios en estilo Chola tar-
dío, siglos XII y XIII. 
Ello tuvo por consecuencia favorecer la eclosión de estilos diversos gracias a la prosperidad de los diferentes y numerosos reinos que, en el transcurso de los siglos, se formaron, gozaron de autonomía política, conocieron brillantes períodos y apogeos, y fueron así focos de arte señalados.

⇨ Lakanaha (Museo Rietberg, Zurich). Estela en basalto negro que reproduce una forma de Bodhisattva y Avalokitesvara. Procede de Bihar y se remonta al siglo IX. 




Sin embargo, durante unos dos siglos (de 650 a 850 aproximadamente), los datos estéticos procedentes del estilo Gupta propiamente dicho continuaron siendo explotados, sobre todo en el norte de la India, y es probable que no fueran ajenos al desarrollo de ciertos estilos meridionales, demostrando que la permanencia es una de las leyes fundamentales de la civilización india: las mutaciones, en efecto, se han producido en ella con gran lentitud, y más bien por acumulación de algunos elementos seleccionados que por impulsos creadores o revolucionarios.

No obstante, es en el transcurso del siglo IX cuando el arte de la India puede empezar a considerarse como “medieval”, es decir, situado, cronológicamente hablando, entre los períodos Gupta (que se puede calificar de “clásico”) y el mongol, durante el cual el Islam y los europeos intervinieron en la historia india, causando trastornos más espectaculares que profundos.

Este período de unos seis siglos al que se hace referencia fue, por lo menos en el campo del arte religioso, uno de los más fascinantes de la historia de la India. No sólo porque se revelaron en él numerosos artistas (anónimos en su mayoría), sino en especial porque, a base de un número relativamente reducido de elementos arquitectónicos, de motivos decorativos y de fórmulas iconográficas, se realizaron gran número de nuevas creaciones -siempre para mayor gloria de la India-, produciendo conjuntos arquitectónicos de capital importancia.

Por otro lado, cabe señalar que se produjo cierto sincronismo, como también había sucedido en el pasado, pero este sincronismo se dio más en los principios que en las formas. Asimismo, se puede decir que en los siglos IX y X ya se había consumado la escisión entre los estilos septentrionales y meridionales.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El arte Pala


Mientras el sur de la India veía desarrollarse los imperios rivales de los Pallava -que levantaron en el siglo VII el notable conjunto de Mahabalipuram-, de los Cola y de los Pandya, el norte se agrupó en parte bajo la dirección de la dinastía de los Pala (hacia 765 o 770-1086) y luego bajo la dinastía de los Sena (hacia 1150-1199). Este vasto reino comprendía las regiones de Magadha, Audh, Doab, Bengala, Bihar, Orissa y Assam.

De la época de los Pala y de los Sena es necesario recordar la abundante producción de esculturas; quedan, en efecto, relativamente pocos vestigios arquitectónicos, los cuales tuvieron que sufrir a comienzos del siglo XIII las destrucciones masivas ocasionadas en todas estas regiones por la invasión musulmana. A esta misma invasión devastadora se debe atribuir el aniquilamiento de la célebre como consecuencia hundir definitivamente al budismo y detener la producción artística búdica.


Nalanda, en el estado de Bihar. En este lugar se encontraba una de las más célebres universidades de la antigua India. Aunque está deshabitada sigue siendo un punto de referencia importante de la historia india y de la tradición del budismo. Vista de las excavaciones arqueológicas con la gran stupa al fondo. 

Así las cosas, desde la segunda mitad del siglo VII hasta el final del XII prevaleció el estilo Pala-Sena, heredero de los estilos Gupta y pos-Gupta (siglos IV-VIII), cuya supervivencia y transmisión aseguró, no sólo en la propia India, sino también en ultramar, a los países de los Mares del Sur.

Sin embargo, del gran período Gupta y pos-Gupta, que había creado un admirable repertorio estético y narrativo (por ejemplo en Sarnath, Mathura y Ajanta), el arte Pala se dedicó a perpetuar sólo su aspecto iconográfico y conformista en lo que tenía de más rígido; el arte Pala está representado en primer lugar por imágenes de culto, en bronce o piedra, y excepcionalmente por bajos relieves circunscritos en paneles; las muy escasas pinturas, ilustraciones de manuscritos, que han llegado hasta hoy se sitúan al final del estilo (en el siglo XII aproximadamente).

⇨ Estela en gres de estilo Pala (Museo Guimet, París) Imagen de Khadiravani Tara esculpida sobre una estela de los siglos IX o x. De este arte del Norte apenas subsisten muestras arquitectónicas debido a las invasiones musulmanas. En cambio, es rico en imágenes de piedra o bronce, frecuentemente bajorrelieves como éste. Se trata de un arte refinado que revela un buen gusto por el detalle, por la elegancia del gesto y por el adorno cuidadoso de joyas y aderezos.



Los principales talleres Pala fueron los de la célebre universidad budista de Nalanda, los de los vecinos lugares de Gaya-Bodhgaya y de Kurkihar, así como los numerosos de la Bengala oriental. Las producciones que salieron de estos talleres revelan cuidado por la elegancia y equilibrio, cierto manierismo en los gestos y actitudes, un gusto pronunciado por la representación de los adornos.

⇦ Tara (Museo Nacional de India, Nueva Delhi). Escultura realizada en piedra durante la dinastía Pala del siglo x, en Nalanda.



Las imágenes de culto en piedra se presentan en forma de un gran personaje encuadrado por asistentes de talla muy reducida; todo el grupo se destaca en relieve muy acusado sobre el fondo de la estela. Durante los tres siglos y medio en que se desarrolló el estilo Pala, se puede notar una tendencia progresiva hacia el recargamiento: los personajes llevan joyas cada vez más numerosas y adornadas, el fondo de la estela -en un principio casi desnudo y con la parte superior redondeada- se cubre paulatinamente de accesorios simbólicos.

Por otra parte, en el transcurso del siglo X, momento en el que el poderío político de los Pala sufre un eclipse, la producción fue notablemente más variable: en conjunto, la silueta de los personajes se alarga y se afina, lo que ya supone una clara diferencia con las manifestaciones anteriores, las joyas son menos importantes, los rasgos de la cara más gruesos y más acentuados, el modelado más flojo, en especial el de las piernas. La sujeción a los cánones iconográficos es más rigurosa a medida que el panteón budista se enriquece bajo el impulso del Mahayana y se tiñe fuertemente de tantrismo. Más adelante, ya en el siglo XI y hasta bien entrado el primer decenio del XII persistió el mismo estilo, pero con algunos cambios de no poca importancia. Así, en líneas generales, ese estilo que se había gestado tiempo atrás evolucionó haciéndose más pesado, más seco y presentando una gracia más afectada.

⇨ Vishnu (Museo Nacional de la India, Nueva Delhi). Escultura de la India oriental, del siglo XII, correspondiente a la dinastía Pala.



Desde entonces las estelas tienen una terminación puntiaguda, en forma de hoja, y su fondo, recargado con símbolos y pequeños personajes, posee -en las mejores esculturas- calados en algunas partes. A los adornos y joyas de los siglos precedentes se añade una espesa guirnalda que cae de la nuca a las pantorrillas y se redondea en forma de U ante las piernas. Las divinidades brahmánicas son desde este momento más numerosas que las budistas, y las formas tántricas se multiplican, como Yamanta-ka, que no es otro que el bodhisattva Manjusrí abatiendo a la muerte. Una forma iconográfica frecuente entonces es la del “Buda engalanado”, que lleva una tiara y joyas a pesar de su ropaje monacal.



En cuanto a los iconos en bronce suelen ser de pequeña talla, aunque se conocen ejemplos que alcanzan o sobrepasan la estatura humana: por ejemplo, el Buda, de pie hallado en Sultanganj, distrito de Bhagalpur, de 2,25 m de alto, y conservado en el Birmingham Museum and Art Gallery. Fundidos a la cera perdida con una aleación compuesta de ocho metales (cobre, estaño, plomo, antimonio, zinc, hierro, oro y plata), dichos bronces estaban a veces recubiertos con una débil capa de caolín o de arcilla, de tinte verde o pardo, que adquiere el aspecto de una pátina. En general, siguió la evolución de las imágenes de culto en piedra, con la diferencia de que presentan muy a menudo un aspecto calado, estando el fondo de la estela remplazado por un encuadre en cuyo interior los temas se recortan en el vacío, lo que les confiere una especie de dinamismo del que están desprovistas las estelas.

⇦ Marichi o el rayo del amanecer (Museo Nacional de India, Nueva Delh1). Figura en bronce de la dinastía Pala, siglo XI, procedente de la India oriental.




El estilo Pala no parece haber tenido en la India descendencia directa alguna. En cambio, debieron de establecerse relaciones particularmente fructuosas entre los imagineros Pala y los imagineros indonesios desde principios del siglo IX. No sólo muchos bronces indonesios de los siglos VIII-IX recogen, hasta confundirse con ellos, las fórmulas de los bronces Pala de esta época, sino que más de doscientos bronces de esta procedencia han sido hallados en las ruinas del monasterio I de Nalanda, consagrado bajo el reinado de Devapala (hacia 810-850) en ocasión de una embajada del rey de Sumatra y destinado a albergar a los peregrinos originarios de esta región. Dichos contactos debieron de renovarse en varias ocasiones y por ello pueden notarse analogías sorprendentes entre las estelas Pala y las imágenes de culto de Java oriental, visiblemente inspiradas en las primeras y perperuadoras de sus características hasta el siglo XIV, mucho tiempo después de la desaparición de las escuelas Pala en la propia India.


⇦ Bodhisattva Padmapani (Museo Nacional de India, Nueva Delhi). Imagen del siglo IX, realizada en piedra, correspondiente a la dinastía Pala y procedente de Nalanda.



Estas escuelas influyeron también en el arte birmano; relaciones religiosas directas unieron a Birmania y la India Pala: así, el rey Kyanzittha (1083-1113) mandó hacer restauraciones en el célebre santuario de la Mahabodhi en Bodh Gaya, y el rey Nandaungmya (1211-1230) hizo construir una réplica suya en Pagan. Es posible asimismo que el templo cruciforme de Paharpur (Bengala septentrional) hubiese sufrido influencias birmanas: en él vemos empleada la bóveda de sillares, muy excepcional en la India y frecuente en Pagan; también se encuentra en dicho templo un grupo de más de dos mil placas de barro cocido que adornan el basamento del templo y datan de alrededor del siglo X. Dichas placas ostentan bajos relieves con personajes, de un estilo diligente y pintoresco, cuyas composiciones simplificadas no dejan de recordar las de las placas esmaltadas que decoran varios santuarios birmanos del siglo IX al XII.

Notemos por último que el arte Pala se transmitió al Nepal, cuya proximidad geográfica y cuya adopción de la tradición budista y tántrica lo designaban naturalmente para recibir las formas plásticas y el repertorio iconográfico de aquel arte. Aunque no conozcamos en dicho país muchas obras que se remonten más allá del siglo XV, esta transmisión es innegable y -al igual que Bengala y Bihar habían tenido el papel de conservadores después de los pos-Gupta- el Nepal a su vez prolongó hasta la época contemporánea los estilos Pala y Sena, introduciéndolos en parte en su vecino, el Tibet.

Vajrasattva (Colección Philip Goldman). Figura nepalí en bronce que representa al sumo sacerdote de los cinco budas. Es una pieza de la dinastía Pala del siglo XIII.

Templo de Vishvanath, en Khajuraho. Construido por el rey Dhanga de Candela en 1 002, está dedicado a Shiva y no sólo contiene la reliquia del lingam de Shiva sino su "vehículo" el toro Nandi, así como una imagen de su consorte, representada como Durga.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Ciudad universitaria de Nalanda

Ruinas de la universidad de Nalanda.

En la antigua ciudad universitaria de Nalanda, población situada en el centro de Bihar, en la India, a poco más de 90 km de Patna, se han encontrado numerosos restos arqueológicos que atesoran la importancia que tuvo la citada localidad entre los siglos VIII y XII. Como ya hemos señalado, Nalanda fue un relevante centro de producción artística relacionada con el budismo ya que acogía numerosos talleres Pala, desde los cuales salían una gran cantidad y variedad de productos de un gusto refinado y elegante y destinados a embellecer otros monasterios budistas.

La trascendencia de esta ciudad universitaria traspasó las fronteras de la India y se extendió por toda Asia, como lo demuestra el hecho de que personajes tan ilustres como el monje Yi-tsing y el peregrino chino Hivan-tsang la visitaran durante el siglo VII, centuria de gran esplendor para Nalanda.

Cabe señalar, además, que las doctrinas que emanaron de esta ciudad aún se mantienen vigentes, pues algunas de los rasgos más importantes de lo que es el budismo tibetano se concretan en los monasterios de la Nalanda de esa época. Asimismo, lo mismo puede decirse de otras formas de budismo, como el Mahayana, que debe buena parte de sus características a los estudios y enseñanzas de los monjes que la habitaban.

Por otro lado, y a pesar de que en la actualidad la población es un deshabitado museo al aire libre de vestigios arquitectónicos, Nalanda (traducido literalmente “la ciudad que confiere el loto”) sigue siendo uno de los lugares claves de la historia del budismo.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Punto al Arte