Punto al Arte: Arte y cultura de los khmer

Arte y cultura de los khmer

El arte del pueblo khmer, que se desarrolló hasta la invasión de los tai llegados desde el Norte hacia el año 1300, es dividido por los especialistas en tres períodos denominados arcaico, clásico y barroco. De este modo, la primera de estas épocas se afirma antes de la mitad del siglo VII, bajo el reinado de Ishavarman I, que fundó la capital del reino en Sambor. Allí, en esta antiquísima urbe, existen restos de templos de planta cuadrada, la mayoría de ellos construidos en ladrillo, con torres poligonales que recuerdan los sikhara que se encuentran en la India. Pero la influencia más clara del arte hindú, especialmente de la India gupta, se aprecia en la escultura, que ofrece estatuas de Buda sumamente parecidas a las gupta de Sarnath y una célebre figura de Lakshmi, conservada en el Museo de Phnom Penh, que se la puede considerar el prototipo de las figuras femeninas que se esculpieron durante el primer estilo khmer. Esta estatua deriva directamente del canon indio de belleza femenina, y la serenidad y sonriente plenitud del rostro hacen de ella una visión inolvidable.

⇦ Lakshmi (Museo de Phnom Penh). Creada probablemente a mediados del siglo XI d.C.. esta representación de la diosa de la buena fortuna presenta una sonrisa típica de la escuela khmer y una turgente desnudez, enaltecida por la esbeltez de la figura. Esta escultura responde perfectamente al canon de belleza khmer por la serena plenitud que se le ha conferido a la estatua.




Hacia el final del período arcaico se sitúan las construcciones de Jayavarman II (802-854), príncipe que había vivido en la corte de los Sailendra, de Java, y que regresó a su país impregnado de cultura javanesa (su reinado es contemporáneo de la obra maestra del arte de Java, el templo de Borobudur al que se hará referencia más adelante) y seguramente deseoso de imitarla. El reinado de este príncipe se muestra especialmente relevante desde el punto de vista artístico porque al parecer se inventó durante su época de gobierno la fórmula que constituye el rasgo más característico de la arquitectura khmer: el templo-montaña. En efecto, el magnífico templo de AkYum, en el Baray occidental, es como una pirámide de ladrillo de tres pisos, de tamaño cada vez más reducido, coronada por cinco torres dispuestas al tresbolillo.



Llegamos ahora al período clásico, que se inició a finales del siglo IX, bajo el reinado deYashovarman I (889-910), y se prolongó hasta mediados del siglo XII. Jayavarman II (h. 800-850) y Yashovarman I (899-900) fundaron Angkor, la mundialmente célebre capital del reino khmer descubierta en la jungla de Camboya por el explorador Mouhot el año 1860, y construyó un gigantesco lago artificial, el Baray oriental, de siete kilómetros de largo por 1.800 metros de ancho, para aprovisionamiento de la ciudad y regadío de sus arrozales. En el centro de esta gran superficie de agua había una colina, el Phnom Ba-kheng, sobre la que se erigió un templo-montaña de cinco terrazas superpuestas en forma de pirámide de 13 metros de altura, coronada por cuatro torres en los ángulos y una en el centro.

Escalera de los Leones. Templo de Phnom Bakheng, Angkor. Estas representaciones escultóricas dan la bienvenida a los fieles antes de su ascenso por la pirámide escalonada, idóneamente integrada en el medio vegetal de la zona hasta recortarse en el cielo como si se tratase de una montaña creada expresamente para llegar a él.

Templo de Banteay Srei, en Angkor. Al noroeste se erige uno de los complejos sagrados mejor conservados de la arquitectura del siglo x d.C. Protegido por una muralla, miles de figuras escultóricas que se retuercen entre sí, trabajadas sobre arenisca roja, decoran fachadas, frontones, tímpanos y dinteles de todo el templo. Al pie de las escalinatas suelen encontrarse representaciones de seres fantásticos cuya función simbólica era la de guardar el lugar sagrado.

Unos años más tarde de la construcción de la citada ciudad de Angkor, se construyó el templo de Banteay Srei, en el año 967, que, hecho que constituye toda una excepción en el arte khmer, no está ligado al nombre de un rey. Efectivamente, en este caso, el templo recuerda con su nombre la figura de un importante personaje del pueblo khmer, el brahmán Yajnavaraha, Sivaíta ferviente, cuya inmensa cultura estuvo sostenida por una curiosidad insaciable. Situado a 20 kilómetros al noroeste de Angkor, el templo de Banteay Srei revela la personalidad de su fundador en cada detalle. Formado por varios recintos cuadrangulares concéntricos en los que se abren los típicos pabellones de acceso, fascina sobre todo por las mil pequeñas figuras que se retuercen entre el follaje de los arquitrabes y la decoración. Los muros cincelados como joyas en la piedra arenisca rosada sostienen frontones de un perfil originalísimo. Estos frontones contienen relieves narrativos con personajes que ilustran episodios de la leyenda sagrada.

Templo de Banteay Srei, en Angkor. Construido por el brahmán Yajnavaraha, las paredes del templo están cubiertas de relieves esculpidos sobre la piedra arenisca, como el que se reproduce aquí, que representan las epopeyas religiosas con el fin de ponerlas al alcance del pueblo.

⇦ Cabeza de Jayavarman VII (Museo Real, Phnom Penh). Las características estéticas del fin del arte khmer quedan sintetizados en este retrato del último de los monarcas, de finales del siglo XII, en el que se mantiene y se potencia la serenidad de la mirada y la sonrisa plácida del representado. De 41,5 cm de estatura, fue realizado en piedra cincelada con extremada finura y sensualidad para incitar a sus seguidores a acariciarle el rostro para dejarse impregnar por los sentimientos del soberano.



Pero el momento culminante del segundo estilo khmer, el que corresponde al período clásico, lo constituye el reinado de Suryavarman II (1113-1150), el rey que edificó Angkor Vat, el enorme templo de inspiración visnuísta que cubre una superficie de 200 hectáreas. Aparte de la monumentalidad del templo y de los ricos detalles decorativos que lo adornan, como se verá seguidamente, éste sirve simultáneamente de sepulcro a su fundador, razón por la que está orientado hacia el sol poniente. Su recinto exterior, de forma rectangular, mide 1.000 metros de largo por 800 de ancho. Las puertas, cubiertas por pabellones monumentales, se encuentran en los extremos de los ejes de cada uno de los rectángulos que constituyen los sucesivos recintos. Las torres de Angkor Vat son sikharas parecidos a los del norte de la India, pero cuya planta cuadrada se convierte en una sección estrellada antes de iniciarse la curvatura de sus aristas que confiere a estas torres el característico perfil en forma de obús.


Las molduras y elementos horizontales que las componen se superponen armoniosamente. Aunque quizá lo más sorprendente de Angkor Vat es la enorme cantidad de bajorrelieves que suman varios kilómetros de representaciones de hombres y mujeres, animales, genios, titanes y dioses reflejando el gran drama de la manifestación cósmica.

Templo de Angkor Thon, Camboya. En mitad del palacio del Bayon se levanta el monasterio, que fue redescubierto casualmente por un grupo de expedicionarios que perseguían una especie exótica de mariposa. Desde entonces, el templo ha sufrido incontables saqueos antes de ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


Cabezas del templo de Angkor Thom, Camboya. El rey Jayavarman VIl, mecenas, filántropo y principal promotor del arte khmer en el siglo XII, plagó el templo del Bayon de retratos escultóricos de Suda, colocados en la base de cada una de las cincuenta y cuatro torres que completan el conjunto.


Se trata de un inacabable tapiz de piedra, un elemento decorativo realmente original y sorprendente y de una gran potencia de sugestión mágico-religiosa. La extraordinaria calidad de su acabado recuerda ciertos marfiles preciosos. En los relieves de Angkor Vat se combina el delicado modelado de la carne viviente con la grandiosa inmovilidad hierática que evoca la escultura egipcia del Imperio Antiguo.


La escultura exenta del período clásico khmer no llega ni con mucho a la belleza única de los relieves de Angkor Vat. Las características de este tipo de escultura son, por regla general, mucho más sencillas. Así, los rostros aparecen casi cuadrados, el cuerpo tiene un modelado convencional y los labios están apretados en una mueca característica que lo que consigue es uniformizar en exceso las representaciones. Por otro lado, son típicas de esta época las estatuas de Buda sentado en actitud de meditación, protegido por la serpiente Naga.


Templo de Borobudur, Java. La obra maestra de los Sailendra, también denominados reyes de la montaña, fue esta impresionante construcción del siglo IX d.C. realizada en andesita cortada en enormes bloques uniformes que eran esculpidos tras su colocación. Su composición mantiene la estructura del stupa, que culmina cada una de las terrazas escalonadas y circulares que contiene el conjunto del templo. El peregrino puede ascender desde cualquiera de los cuatro puntos cardinales para ir adentrándose paulatinamente en las sucesivas esferas de espiritualidad, que representa cada una de las partes del complejo arquitectónico. Un total de más de dos mil altorrelieves decoran los muros a lo largo de más de 6 kilómetros con escenas de la vida de Buda.


Por último, el tercero de los períodos khmer citados anteriormente, el período barroco, está centrado en el reinado de Jayavarman VII (1181-1219). Este soberano se trata, sin lugar a dudas, de uno de los personajes mas fascinadores que se conocen de la civilización khmer. Jayavarman VII era un budista ferviente que hizo campaña activa en contra del brahmanismo que profesaron todos sus antecesores. De este modo, durante su reinado hizo escribir en una estela que” sufría de las enfermedades de sus súbditos más que de las propias, pues es el dolor público la causa del dolor de los reyes y no del suyo propio”. Las estatuas que se han conservado de este hombre expresan la fuerza y energía que irradian de su frente y de sus labios apretados, pero fuerza y energía parecen veladas tras los párpados caídos como en meditación.


Templo de Prambanan, Java. Dedicado a Shiva, este monasterio es una imponente muestra de la arquitectura hindú de Indonesia anterior a la conquista musulmana. Los pináculos de las torres crecen apuntando hacia el cielo para permitir a los fieles alcanzar el Nirvana prometido, hasta una altura de 50 m por encima del nivel del suelo. Tras sufrir varios terremotos se comenzó a reconstruir en el siglo xx con fines turísticos.

Entre las aportaciones que hizo Jayavarman VII al arte de su pueblo es preciso señalar que reconstruyó Angkor, que había sido asolada y destruida en buena parte por la invasión de los cham, y además llevó a cabo una ambiciosa y costosa de restauración de la mayoría de los monumentos del país. Al mismo tiempo, recubrió su reino de templos budistas, monasterios, refugios para los peregrinos y hospitales para sus súbditos. Por tanto, se trata éste de uno de los períodos más fecundos desde el punto de vista artístico de la historia del pueblo khmer. Pero su obra más extraordinaria fue el conjunto urbanístico de Angkor Thom (“La Gran Capital”), ceñido por un recinto cuadrado de tres kilómetros de lado y centrado por el hoy mundialmente famoso templo del Bayón con sus torres enormes que llevan esculpidas caras humanas que representan al rey como bodhisattva, dominando las cuatro direcciones del espacio.

Esferas de la No-Forma del templo de Borobudur, Java. En las terrazas circulares abiertas, situadas en la cima del monumento arquitectónico se hallan 72 stupas de paredes perforadas por cuya celosía se pueden observar las estatuas del Buda sedente con las manos entrelazas que se custodian en su interior. Situadas sobre otros muchos pisos de base cuadrada, estas terrazas circulares simbolizan la unión entre el mundo terrenal y el celestial.

Son cuatro rostros gigantescos en cada torre que aparecen como protectores apacibles del universo. Angkor Thom era un templo-monasterio de grandes dimensiones en el que vivían millares de monjes, y cuyos inmensos recintos concéntricos contenían los palacios del rey y los centros administrativos del gobierno. Por tanto, era algo más que un simple edificio religioso, pues se trataba de un centro social y también religioso que concentraba el poder de la civilización khmer. En estos edificios del período barroco se encuentran las estatuas y relieves de temas budistas en los que figura la famosa sonrisa khmer. Son rostros con los ojos entornados que expresan la serenidad tranquila y fuerte del que está desligado de todas las cosas y siente una dulce compasión por el sufrimiento de todos los seres.

Al llegar al final del estudio de la civilización khmer que, como se ha tenido ocasión de comprobar, se prolongó durante más de seis siglos y ha dejado excelentes muestras de su arte. En el siglo XIV los tai saquearon Angkor, que fue abandonado por sus habitantes. El clima tropical ayudó a que la selva recubriera todas las construcciones hasta el extremo de perderse memoria del lugar. Su descubrimiento en 1860 atrajo la atención de la Escuela Francesa de Extremo Oriente, que inició su restauración.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.


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