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Artistas de la A a la Z

El renacimiento carolingio

Todo lo que quedaba en Occidente de tradición clásica, lo que aportaron las razas germánicas, los recuerdos célticos de la Iglesia de Irlanda, se acumularon en la corte de Carlomagno, el gran promotor de la cultura medieval del continente. Puede decirse que desde entonces la civilización europea siguió una marcha ascendente, y es curioso poder apreciar, en el Arte, la mezcla o superposición de las diferentes estirpes que contribuyeron a formarla. Por de pronto, el emperador y sus barones, los grandes magnates de la corte, sus ministros y dignatarios son de raza germánica en su mayoría, poco imbuidos de ciertos principios de la cultura clásica. El monarca de los francos era todavía un jefe bárbaro, como Teodorico o Khindasvinto; y, aunque como ellos se esforzaba por despojarse de sus raíces culturales, en el fondo era sólo un guerrero germánico ávido de asimilarse aquella civilización antigua que reputaba como superior.

⇨ Sección de la Capilla Palatina (Catedral de Aquisgrán, Alemania). Levantada en los últimos años del siglo VIII por el arquitecto Eudes de Metz y consagrada por León III en el año 805, sigue el estilo románico derivado de la iglesia de San Vital de Ravena, por lo que se puede apreciar en la forma de sus bóvedas y pilares. 







⇨ Planta de la Capilla Palatina (Catedral de Aquisgrán, Alemania). De estructura octogonal centralizada y abovedada, típica de las iglesias bizantinas que la precederían, la capilla fue erigida cuando el emperador Carlomagno tomó la ciudad en calidad de rey de los francos. 



Las circunstancias de su época y el empeño del Papa, que necesitaba un campeón para defender la Iglesia de los ataques de los longobardos, que destrozaban Italia, hicieron de Carlomagno la figura principal de Occidente.

Italia estaba exhausta, Roma era sólo un fantasma que recordaba vagamente su pasada grandeza, y las demás provincias eran igualmente impotentes para reorganizar un régimen político que sustituyera al de los romanos y bizantinos. El norte de África y España habían caído en poder de los árabes, y sólo algunos obispos españoles de la Iglesia visigoda, como Teodulfo, corrieron a refugiarse al lado del nuevo emperador; poco podía esperarse de la recién cristianizada Germania, y por esto Carlomagno llamó a su alrededor a misioneros anglosajones y a celtas irlandeses, los únicos que conservaban suficientes conocimientos de las letras sagradas para ser los pedagogos del segundo Imperio romano. El más conocido de todos los ministros de Carlomagno, su amigo predilecto, el inspirador de todas las reformas de instrucción y de muchas de sus iniciativas artísticas, era un monje anglosajón educado entre celtas: Alcuino de York, cuya correspondencia con el emperador testifica el colosal empeño que ambos pusieron en restaurar la cultura occidental. Así como Teodulfo era visigodo y Alcuino anglosajón, Eginardo era teutón, como Angilberto, y otros consejeros y ministros eran italianos. La corte de Carlomagno, pues, como la de la antigua Roma, se convirtió en una sociedad internacional, cuyo arte revela la intersección de diferentes culturas.

⇦ Reconstrucción ideal de la Capilla Palatina (Catedral de Aquisgrán, Alemania). Carlomagno pretendía hacer de Aquisgrán una segunda Roma, por lo que mandó traer los materiales para su construcción desde la propia capital italiana. De la enormidad del conjunto tan sólo se conserva la capilla del palacio, emplazado en este punto de la Renania del Norte Westfalia, por sus aguas termales y por la caza de los alrededores. 



La obra arquitectónica más interesante construida por el emperador a fines del siglo VIII, y que se conserva todavía casi intacta, es la capilla de su Palacio Imperial en Aquisgrán, en la orilla derecha del Rin, cuya planta y trazado fueron copiados de los de San Vital de Ravena. Dedicada a Santa María, su planta conforma un octógono, con su cúpula central: pero ésta, en lugar de estar construida con materiales ligeros de alfarería, como era la obra bizantina de San Vital, se hizo de piedra, y por ello no puede ser tan elevada. La nave octogonal que la rodea ha de servir también de contrafuerte al empuje de esta masa central y necesita bóvedas pesadas. En cada ángulo del octógono hay un pilar macizo, y arcos subdivididos por columnas en los pisos superiores. Las bóvedas estaban cubiertas de mosaicos; es muy posible que el emperador hiciera venir artistas bizantinos para cubrir de doradas vestimentas el cascarón frío de la bóveda hemisférica.

Durante las largas temporadas que pasaba Cariomagno en Aquisgrán acostumbraba practicar sus diarias devociones en esta iglesia: allí fue enterrado, y allí estaba su sepulcro antes del bombardeo de 1944. La iglesia estaba unida al palacio por un pórtico, en donde había expuestos despojos artísticos de las provincias conquistadas. Entre ellos llamaba la atención un águila de bronce coronada, con las alas extendidas, y la estatua ecuestre de Teodorico, traída de Ravena.

Interior de la Capilla Palatina (Catedral de Aquisgrán, Alemania). Con una planta octogonal en su interior y hexagonal en el exterior, y con un deambulatorio entre una y otra alrededor del espacio central, cubre la estancia una alternancia de bóvedas de arista y una arcada decorada con rasgos que posteriormente serían imitados por todo el arte carolingio. 
Carlomagno prefería Aquisgrán a las demás residencias de los monarcas francos, porque tenía aguas termales y quedaba al centro de su vasto Imperio, después de haber conquistado a Italia y Sajonia. Durante los largos períodos que permaneció en Aquisgrán, Carlomagno se preocupó en embellecerla, hasta el punto que los escritores de la época la califican de segunda Roma. Mas por los mismos escritos contemporáneos se comprende que el real de Aquisgrán no pasó de ser una granja regia de grandes dimensiones. Los diversos servicios estaban en pabellones aislados, que se comunicaban mediante pórticos de soportales de madera. El Aula Regia, donde el emperador daba audiencias y recibía embajadas, comía y dormía, era de dos pisos con solaríos o balcones a cada extremo.

Los cronistas contemporáneos recuerdan también construcciones de interés general debidas a la iniciativa de Carlomagno, como el colosal puente sobre el Rin, en Maguncia, y el canal, que no se terminó, destinado a unir el Rin y el Danubio. Aunque algunos ministros y colaboradores también imitaron el ejemplo de su emperador, como es el caso de Teodulfo, el obispo de Orleans, que construyó en Germigny-des-Prés una iglesia con una pequeña cúpula alta sostenida sobre cuatro pilares y las naves a su alrededor, consagrada en 806.

⇨ Puerta de la Capilla Palatina (Catedral de Aquisgrán, Alemania). Presuntamente, la cabeza de león esculpida en bronce que se encuentra en la puerta de entrada fue encargada a algún artista extranjero. Enmarcada con una borla que imita la ornamentación escultórica antigua, recibe al visitante con escrutadores ojos fríos.



Con todo, el personaje más influyente en la restauración literaria y artística intentada por Carlomagno fue Alcuino, que, si bien anglosajón, había sido criado y educado en la escuela de la catedral de York, cuya cultura derivaba de la de los benedictinos llegados a Inglaterra con San Agustín de Canterbury.

   Ya se ha dicho que la capilla palatina de Aquisgrán era imitación de la capilla palatina de Ravena, romanobizantina; la iglesia de Germigny-des-Prés tiene reminiscencias visigóticas; la presencia en Aquisgrán de Alcuino y otros compañeros suyos, celtas y anglosajones, tenía que contaminar el gusto de los entrelazados geométricos a la decoración carolingia. Esto es: elementos de Italia por el Este, de Hispania por el Sur, de Britania por el Norte... Por el sector del Oeste, el Imperio carolingio recibió la cuarta contribución: la puramente germánica de las obras construidas en madera con altas torres, a menudo pintadas de colores vivos. Esta clase de estructuras estuvo en boga durante los siglos siguientes, y permitió levantar con gran economía monumentos que sólo tenían de obra de mampostería las paredes, ya que las partes altas eran enteramente de leño.

⇦ Oratorio de Teodulfo (Germigny-des-Prés, Loiret). Levantado por orden del obispo Teodulfo, uno de los más doctos consejeros de Carlomagno, a principios del siglo IX, presentaba originariamente una planta en forma de cruz griega, aunque el ábside fue suprimido durante la reconstrucción sufrida tras el incendio de los normandos en el año 854. La configuración final de la sección es una desfiguración de la armonía primigenia de su arquitectura.



   Así era la iglesia de la abadía de Saint-Riquier en Centula, construida por Angilberto, y comenzada en 790 con planta cruciforme y un segundo crucero a los pies de la iglesia. El conjunto estaba flanqueado por cuatro torres cilíndricas. Estas obras de material leñoso fueron después traducidas, en lo posible, a la obra de cantería; pero su carácter se mantuvo, y esto explica la abundancia de pórticos con torres y cimborrios que encontramos en los edificios prerrománicos de la región del Rin. Especialmente características son las masas arquitectónicas colocadas en el extremo oeste, sobre la fachada de las iglesias. Estas Westwerke, como las llaman los arqueólogos alemanes, parecen derivadas de la estructura primitiva de Centula. Un ejemplo de Westwerk carolingia puede verse todavía en la iglesia abacial de Corvey, en el Weser (Alemania), construida entre 873 y 885.

En las provincias orientales del Imperio carolingio, más cercanas a los territorios bizantinos, aparece dominante la influencia del arte cristiano de Constantinopla. Esta penetración bizantina en un medio germánico se advierte claramente en los monumentos de Cividale del Friul, el antiguo Forum Julium de los romanos, que en tiempo de los longobardos fue capital de un ducado extenso y después uno de los más grandes feudatarios del emperador.

Capilla del Oratorio de Teodulfo (Germigny-desPrés, Loiret). Famoso por contener el único mosaico ca rolingio con fondo de oro de Francia, el oratorio del obispo de Orleans presenta asimismo detalles carolingios en los arcos de las columnas que sostienen la capilla. Pese a que los mosaicos y las esculturas quedaron relegados a un segundo plano decorativo en el arte carolingio, los capiteles adoptarían formas clásicas, pero sustituyendo la economía de la piedra por el mármol habitual. 
Un monumento bárbaro o germánico se conserva aún intacto en Cividale. Es un baptisterio quemandó construir el obispo teutón Sigualdo. Tiene sus altares y fuentes bautismales llenos de relieves, con símbolos y entrelazados bárbaros. Poco posterior al baptisterio de Sigualdo, otra pequeña iglesia dedicada a Santa María está cubierta de estucos, donde domina la influencia bizantina. Acaso por estar en un lugar tan lleno de recuerdos bárbaros, estos estucos de Santa María resaltan con encanto extraordinario. Encima de la puerta hay un friso de vírgenes, con túnicas plegadas, rectas, hermosísimas, tres a cada lado de un nicho, con una figura sentada de obispo que se distingue en la penumbra. La archivolta de encima de la puerta está decorada con un friso de cepas; los bellos pámpanos, estilizados y finos, repiten ordenadamente sus curvas simétricas sin la profusión de la decoración céltica ni la complejidad de la decoración teutónica. 

Sin embargo, confiada principalmente en Germania la obra de la civilización a los misioneros irlandeses, los grandes centros de la actividad y de la ciencia carolingia debían de ser los conventos fundados o reformados por los apóstoles de la Iglesia céltica. Los más famosos eran el de Fulda, en el Rin, donde estaba el sepulcro de San Bonifacio, apóstol de los pueblos germánicos, que había fundado la primera iglesia de Fulda en 742; el de Reichenau, en el lago de Constanza, y el de Saint-Gall, en Suiza. Poco queda de los edificios originales de estos centras de civilización europea durante la época carolingia, mas podemos juzgar el espíritu que los animaba por los tesoros literarios que contenían sus preciosas librerías y que enriquecen hoy las modernas bibliotecas.

Arca de la Alianza (Oratorio de Teodulfo, Germigny-des-Prés). El mosaico que decora el ábside del oratorio es el único del que subsisten elementos originales, aunque se cree que en un principio fue traído desde Ravena. El Arca de la Alianza aparece protegida por la mano de Dios y por cuatro ángeles custodios. 
La segunda iglesia de Fulda fue construida bajo el abad Rugiero, con el deliberado propósito de levantar al norte de los Alpes una réplica de la basílica de San Pedro de Roma. Al oeste de la nave central se construyó otro ábside para contener las reliquias de San Bonifacio. Esta iglesia, comenzada hacia 802, fue consagrada en 819, aunque en 812 los monjes habían suplicado a Carlomagno que obligara al abad a suspender las obras porque "las enormes y superfluas construcciones y todas las demás necedades (inutilia opera) fatigaban indebidamente a los hermanos y habían dejado a los siervos exhaustos". Desgraciadamente, la actual catedral de Fulda, del siglo XVIII, construida en el emplazamiento de la gran iglesia carolingia ha impedido que este fantástico monumento llegase hasta nosotros, pero su planta nos es conocida fuera de toda duda gracias a las excavaciones practicadas.

Westwerk de Corvey (Westfalia, Alemania). Esta antigua abadía de fundación carolingia, datada en el siglo IX, era una construcción de planta cuadrada dispuesta en dos pisos, que se levantaba en el extremo occidental de muchas iglesias carolingias y al mismo tiempo les servía de fachada. Éste es el único que se conserva en la actualidad y está dedicado a San Miguel. 
Del monasterio de Saint-Gall, fundado por monjes irlandeses en 614, tenemos un documento único en su género, un plano, y es posible que sea el mismo que Eginardo mandó al abad a quien Carlomagno encargó la reconstrucción total del edificio. Este plano muestra la distribución del monasterio, con sus dependencias y situación relativa, y además enseña rebatido el aspecto de ciertas partes, como los arcos del claustro, que se ven de me - dio punto y con un arco mayor en el centro de cada una de las alas. La iglesia tiene ya dos ábsides, y hay dos torres de campanas, como en Centula, lo cual hace creer que serían de madera, pues de otro modo no se habrían prodigado. En el crucero, las paredes más gruesas parecen indicar el basamento de otro par de torres. El plano va anotado con indicaciones del servicio que cumplía cada tina de las dependencias.

Procesión de vírgenes y mártires (Oratorio de Santa Maria in Valle, Cividale del Friul). El célebre interior del oratorio muestra su exquisita decoración carolingia en estuco, casi abstracta en los arcos pero figurativa en las majestuosas santas y mártires. Su datación es incierta y se fija entre los siglos VIII y x. En cambio, las pinturas son indudablemente del siglo XI. 
La escuela de los monjes irlandeses o británicos llegó a influir en todo el arte de la Orden benedictina. Hasta la casa matriz de Montecassino se halló pronto saturada del gusto céltico, y desde ella, a su vez, el estilo peculiar del arte de la Iglesia irlandesa, con su complicación ornamental de entrelazados y remates zoomórficos, se extendió por la Italia Meridional. Montecassino, debido a su situación entre Roma y Nápoles, con histórico prestigio, irradiaba los gustos y las ideas de los monjes irlandeses a todas las demás abadías benedictinas del mundo, y así llegó a caracterizarse el estilo de la Orden como derivación del arte celta de los conventos de la verde Erín

⇨ Planta de la iglesia de la Abadía de Fulda (Hesse, Alemania). Fundada por San Bonifacio en el año 819, enterrado en la cabecera del templo, presenta un transepto y un ábside tan desarrollados que rompen con el eje longitudinal habitual de las iglesias. Los monjes de Fulda quisieron imitar la iglesia de San Pedro de Roma construyendo un edificio de ábsides contrapuestos, orientado al este para el cu lto parroquial. Por su estrecha relación con los pontífices de Roma, sucesores directos de San Pedro, el monasterio de Fulda se convirtió en uno de los principales centros de difusión de la vida religiosa y espiritual de la cultura cristiana en Europa. 

Pero en Montecassino, por su situación, ocurrió lo mismo que en Cividale. La gran abadía abandonó el arte carolingio y acudió a Bizancio nuevamente, para aprender en aquella perpetua escuela del arte de los siglos medios. Al debilitarse el Imperio franco con los sucesores de Carlomagno, Constantinopla recobró su predominio y a ella fue en busca de artífices el abad Desiderio cuando, en el ano 1065, quiso restaurar la abadía. Contratados en Bizancio, fueron a Montecassino el escultor Oelintus, el arquitecto Aldo y el pintor Baleus, quienes, terminado su encargo principal, construyeron, pintaron y esculpieron por la región de la Italia Meridionl,t como dice la crónica, per castella et eremos

Interior del oratorio de Santa Maria in Valle (Cividale del Friul). En este detalle del marco que envuelve las representaciones del altar del templete longobardo se pueden apreciar la intrincada decoración floral y frutal abstracta que rompe con el esquematismo habitual del arte carolingio.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La arquitectura lombarda

Mientras tanto, en el norte de Italia, durante el período carolingio, se iba formando una escuela arquitectónica que después hubo de contribuir principalmente a la estabilización del arte románico. La llamamos lombarda porque se supone creada, o al menos difundida, por grupos de maestros albañiles que tuvieron su centro principal en Como, pequeña población lombarda a pocas horas de Milán. Según la leyenda, durante el saqueo de Roma por Alarico, en 410, la corporación de maestros albañiles abandonó la Ciudad Eterna y fue a refugiarse en una isla del lago de Como. Estos romanos, desterrados voluntariamente en el norte de Italia, fueron más tarde llamados a regiones lejanas del otro lado de los Alpes.

Iglesia de San Miguel (Fulda, Hesse). Fechada en el siglo VIII bajo la influencia del imperio de Carlomagno, la iglesia presenta una forma de rotonda sobre planta cuadrada, con un ábside en herradura en cada uno de los tres lados, igual que su cúpula y sus arcos, manifestando el predominio del modelo basilical bizantino e incluso evidencias del arte visigodo.
A pesar de su rudeza, los reyes longobardos hubieron de reconocer muy pronto la importancia de los albañiles comacinos y les concedieron privilegios cuyos textos todavía se conservan. Los primeros son dos edictos del rey Lotario, de l643, relativos a la responsabilidad de empresarios y obreros en los accidentes ocurridos en las obras. Ochenta años más tarde Luitprando, en su código, incluyó también una serie de reglas para favorecer al gremio de maestros comacinos o Magistri casari, señalando los precios de las paredes, bóvedas y arcos, estucos y carpintería. Las dificultades inherentes a la construcción de las bóvedas se reconocen de plano por el mero hecho de estipular en dichas reglas para ellas un precio quince a dieciocho veces mayor, por superficie, que el señalado para la obra común de paredes.

Y, sin embargo, la especialidad de los albañiles comacinos, que debía hacerles tan famosos, era la construcción de bóvedas. Para ello dividían la planta de la sala o nave en espacios cuadrados por medio de arcos transversales y cada cuadrado estaba cubierto por una bóveda en arista, sostenida sobre unos arcos diagonales que iban de pilar a pilar.

Iglesia de San Jorge (Oberzell, isla de Reichenau). A ambos lados de la nave central se representan los milagros de Cristo entre las orlas que discurren por entre los arcos y las ventanas. Aprovechando los fondos arquitectónicos como escenario teatral de las imágenes y una gama cromática basada en los colores claros, aportan a la perspectiva un cierto ilusionismo y aportan una naturalidad al contexto espacial de innegable encanto.
Estos arcos transversales descansaban sobre unos ensanchamientos del pilar, lo que da a los pilares forma compuesta; no son ya pilares simples de planta rectangular o circular, como los que sostenían las antiguas bóvedas, sino que están formados por haces de pilares distintos pegados e intersecándose.

Los más antiguos pilares compuestos, característicos de la arquitectura lombarda, se descubrieron en 1869 en Milán al practicarse las excavaciones para construir los cimientos de un banco. Llevan inscripciones que los sitúan en la primera mitad del siglo VIII. Más tarde aparecen los pilares compuestos en otras iglesias lombardas: en San Ambrosio de Milán, en San Miguel de Pavía y en la infinidad de edificios de este tipo que levantaron las corporaciones de albañiles comacinos o lombardos en Italia y fuera de ella. Aunque la fecha de su construcción es incierta, San Ambrosio de Milán y San Miguel de Pavía, las dos muy parecidas, tienen que considerarse las iglesias madres del estilo, ambas prerrománicas. 

La iglesia de San Ambrosio de Milán es ahora una basílica latina de tres naves, cubierta toda por bóvedas de arista con arcos diagonales en cada sección cuadrada de la planta; sólo delante del ábside había una cúpula octogonal, hoy destruida. Esta solución de la planta de una iglesia demuestra mayor libertad en disponer las formas que la capilla palatina de Aquisgrán, pobre imitación de San Vital de Ravena.

Iglesia de San Ambrosio (Milán). Considerado uno de los edificios más importante de la arquitectura lombarda, del antiguo templo de tipo basilical sobre el que se levanta la iglesia románica que es hoy quedan pocos vestigios. El atrio porticado de la fachada occidental sería un añadido típico de la arquitectura paleocristiana que venía siendo una fórmula habitual de los arquitectos carolingios y otonianos en el siglo XII.

Otra preocupación de los maestros comacinos es la de decorar el edificio con las mismas formas arquitectónicas. Así, por ejemplo, los arcos de refuerzo se apoyan sobre unas pilastras adosadas a la pared y forman pilares combinados que dan un poco de variedad al aspecto interior del edificio. Exteriormente se decoran los muros con fajas de piedras salientes o con remates de arquillos ciegos, que forman una comisa terminal. En los campanarios, estas líneas de arquillos se repiten en todos los pisos, dividiéndolos en varias zonas horizontales; y en los ábsides, las pilastras verticales y las fajas de piedras se combinan con los arquillos. Los edificios de los maestros lombardos están raramente decorados con esculturas; sólo los capiteles y las fajas de relieves en las puertas tienen monstruos y entrelazados. Queda aún muy oscuro el origen de este arte decorativo de los constructores lombardos, el cual conserva todavía algo de bárbaro y germánico, pero que manifiesta haber recibido ya la influencia bizantina.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las artes suntuarias

Carecemos por completo de escultura monumental en bulto de la época carolingia. Una pequeña estatua de bronce, que se ha supuesto representa a Carlomagno, hoy en el Musée du Louvre, no pasa de ser, artísticamente, una pura curiosidad.

Iglesia de San Abbondio (Como, Lombardía). Edificada por benedictinos sobre una antigua basílica paleocristiana y consagrada por el papa Urbano II en 1095, revela en la planta y algunos detalles arquitectónicos una clara influencia borgoñona y normanda, como ponen de manifiesto los dos campanarios. En el interior de la basílica se pueden admirar también algunos frescos del siglo XIV con motivos de estilo normando y escenas de la vida cotidiana toscana. 
En el arte carolingio, como sucedía con el arte bizantino, si se quiere conocer algo de la escultura, se ha de acudir a los relieves, principalmente los repujados en obras de orfebrería y los tallados en placas de marfil. El platero mayor de Aquisgrán, considerado maestro en el arte de fundir y cincelar, fue el propio biógrafo de Carlomagno: el modesto y aplicado Eginardo, quien actuó durante la vida del emperador como consejero de obras públicas, pero a su muerte se retiró a su abadía de Fulda, de la cual era abad. Allí pasó el resto de su vida entregado a su ocupación predilecta: la orfebrería. No se conserva ninguna joya perfectamente identificada como obra de Eginardo, pero el gran altar de oro de San Ambrosio de Milán está firmado por Volvinus o Volsinus, que es mencionado como su discípulo.

Los relieves del altar de Milán están ejecutados en un estilo que reaparece en otras obras de orfebrería contemporánea y que se aviene con el carácter de las miniaturas de la escuela de iluminación de libros del palacio de Aquisgrán, cuyo director fue también Eginardo. Las figuras, de elegantes proporciones, se mueven con gestos refinados, pero sin caer en afectación.

Iglesia de San Miguel (Pavía). Los edificios del norte de Italia presentan un tratamiento distintivo de las fachadas. Este templo del siglo XII, por ejemplo, está segmentado en tres partes por gigantescos haces de columnas y está culminado con un hastial triangular con una galería de arcadas en el piso superior. Cada división dispone de una puerta acentuada con arcos de medio punto. 
Algo más queda de tallas de marfil -otra clase de joyas- del período carolingio, la mayoría de las cuales son placas para decorar encuadernaciones lujosas. Algunos repiten todavía asuntos paganos; otros interpretan temas bíblicos con una novedad y una libertad parecidas a las que después disfrutaron los artistas del Renacimiento.

Por otra parte, los libros fueron la preocupación constante de Carlomagno y de sus amigos, ministros y colaboradores. Hicieron grandes esfuerzos para enmendar los textos, y Alcuino en persona quedó encargado de restablecer la versión original de la Vulgata de San Jerónimo. Se comprende que, interviniendo así personalmente el poderoso monarca en las que podríamos llamar empresas editoriales, cuidaría de exigir una excelente claridad de las copias y que éstas fuesen enriquecidas con ilustraciones. En esta época, en Occidente se vuelve a emplear el lujoso pergamino de color violáceo como en los primeros siglos cristianos.

⇦ Estatuilla ecuestre de Carlomagno (Musée du Louvre, París). Es el único bronce con representación de figura humana que subsiste del siglo VIII. Su estilo tiene marcada ascendencia clásica y el emperador ostenta corona, espada y globo imperial.







⇨ Imagen relicario de Santa Fe (Iglesia abacial de Sainte-Foy, Aveyron). Es una obra de finales del siglo x y pertenece al tesoro de la iglesia de Conques. Se la considera sin discusión una de las mejores piezas de la orfebrería francesa de todos los tiempos. Es de madera, pero está recubierta totalmente de láminas de oro y sus engarces son de un valor estético extraordinario.



Las miniaturas carolingias interesaron ya por su belleza a los eruditos del siglo XVIII, pero el primero en estudiarlas seriamente fue el conde de Bastard, que en el siglo pasado mandó reproducir en grabados bastante fieles casi todo el repertorio de aquellas ilustraciones. Son grabados sin texto y forman un álbum voluminoso, nada manejable; sin embargo, todavía interesa, tanto por el material que recopila como por ser el primer estudio de conjunto. A la obra de Bastard siguieron los estudios de Corssen, Janitschek, Goldschmidt y otros grandes eruditos alemanes, quienes, con la base de un manuscrito perfectamente documentado en cuanto a su origen, autor y poseedor, fueron agrupando a su alrededor otros códices por escuelas, llegando a formar verdaderas familias de manuscritos con uno de capital importancia a la cabeza. Este es el caso de un manuscrito conservado todavía en la catedral de Aquisgrán que casi seguro procede del scriptorium, o taller de libros, de la escuela palatina, y de otro códice de la catedral de Tréveris, que tiene una nota en que dice que fue ejecutado precisamente para Ada, una hermana de Carlomagno.

Medallón del altar de oro de San Ambrosio (Milán). La rigidez de la estructura geométrica, derivada evidentemente de los sarcófagos, se combina con la delicada ornamentación de esmaltes, pedrería y trabajo de filigrana. Una inscripción lo declara obra de Volvinus, realizada con seguridad entre el 824 y 859. El medallón central tiene la figura de Cristo entronizado, con la cruz y el libro; a su alrededor se agrupan los apóstoles, y en las dos alas se ha representado la vida de Jesús. 
El lugar donde están actualmente los códices es un indicio del origen, pero no de gran ayuda, porque los libros viajaron muchísimo; a veces, después de haber estado durante siglos en lugares apartados, regresan casualmente al país de origen. Se dieron, se regalaron, se vendieron. Carlomagno, en su testamento, ordena vender después de su muerte sus libros para hacer limosnas.

⇨ Díptico de marfil (Museo de Arte e Historia de Bruselas). La relativa cantidad de marfiles que subsisten compensa en cierto modo la carencia de escultura carolingia monumental. Este panel del siglo IX recuerda por su estilo el Evangeliario de Godesca/ca. Hay que hacer notar el poderoso modelado de las cabezas, que contrasta con las formas planas del conjunto, cosa que lo vincula a la tradición antigua, a la vez que a la naciente Edad Media.



La escuela de miniatura de Aquisgrán es tal como podemos imaginarla dada la paternal protección que le concedió Carlomagno y el temperamento ecuánime y sincero de su magíster Eginardo. Los miniaturistas revelan paz intelectual; a menudo los personajes están representados como disfrutando del idílico paisaje del Rin. El más antiguo de los códices salidos del taller palatino de Aquisgrán es el Evangeliario de Godescalco (hacia 781-783), encargado por el propio Carlomagno y su esposa Hildegarda.

En los manuscritos del grupo formado alrededor del códice de Ada, los fondos son arquitectónicos y civiles. Los evangelistas no escriben al aire libre, sino dentro de quioscos decorados. Van vestidos también con ricos ropajes. El grupo entero fue realizado antes de la muerte de Carlomagno, en 814. En el Evangeliario que ahora se encuentra en Abbeville, por ejemplo, aparece el evangelista San Marcos sentado en el interior de un ábside de mármol blanco con bóveda azul oscuro; los capiteles corintios rojizos sostienen un arco triunfal realzado con gemas y copiado de modelos antiguos; joven, vestido con túnica de oro y capa roja, este evangelista nos traslada a la atmósfera de una audiencia imperial en el Crisotriclinio del Palacio Sagrado de Constantinopla. Igualmente, joven y elegantemente vestido con túnica azul y manto de fantasía, ante un fondo arquitectónico casi idéntico, aparece evangelista San Juan en el Evangeliario de Lorsch, sin ninguna duda realizado por el mismo taller de la catedral de Tréveris al que debemos todos los códices del grupo de Ada.

⇦ Evangeliario de Godescalco (Biblioteca Nacional, París). Es el manuscrito más antiguo de la escuela palatina de Aquisgrán, realizado hacia 781-783 por encargo de Carlomagno. Esta imagen de Jesucristo se inspira todavía en el tipo barbilampiño, anterior a la difusión del modelo siríaco.



Los códices que se han atribuido a la escuela catedral de Reims tienen miniaturas de gran fuerza expresiva. Reflejan el espíritu y temperamento del fundador de la escuela catedral: el famoso obispo Ebbo, rebelde, conspirador, violento y agresivo, cuya biografía sería una novela emocionante con altibajos de copiosas fortunas y grandes y merecidos castigos. Ebbo ocupó la sede de Reims desde 816 hasta 835, después de ser siervo, escudero de la casa imperial y bibliotecario de Ludovico Pío. El Evangeliario que lleva su nombre fue realizado antes de 823 y en él ya aparece el estilo trepidante, parodia del ilusionismo helenístico, que caracteriza la escuela de Reims.

⇦ Coronación de un príncipe carolingio entre dos dignatarios eclesiásticos (Biblioteca Nacional, París). Esta miniatura del Sacramentario de Metz ejemplifica el gran cuidado con el que se representaba la figura humana en la ilustración carolingia, con una línea clara y una gama cromática suave y sin estridencias. Enmarcadas generalmente en grecas no demasiado ampulosas, estas miniaturas presentaban una excelente riqueza en los motivos de las orlas, habitualmente de tipo vegetal, animal o incluso con ciertos atributos de la arquitectura clásica.



Es probable que fuera aún ejecutado en Reims un Evangeliario de Lotario, conocido como Sacramentario de Metz. Lo mismo reza para la obra maestra de Reims: el Salterio de Utrecht de hacia 820. En el famoso códice, las miniaturas intercaladas en el texto salpican las páginas de miles de figurillas agitadas, como si los personajes divinos, al igual que los humanos, fueran todos epilépticos y enajenados. La sugestión de orientalismo chino que producen sus viñetas ha llamado siempre la atención de los especialistas. La violencia y el espanto sacuden el orden cósmico y se esparcen por cada página. El conjunto proporciona una de las más extraordinarias series iconográficas de toda la historia del arte.

Primera Biblia de Carlos el Calvo (Biblioteca Nacional, París). Esta obra es muy característica del estilo de los ilustradores de códices carolingios. En la página que se reproduce, que describe en escenas narrativas la historia de Adán y Eva, se refleja claramente el retorno a la tradición figurativa romana después de siglos de plástica bárbara de tipo abstracto. Fue realizada en Tours hacia el año 850. 
Los manuscritos carolingios son, principalmente, Biblias o Evangeliarios, y sorprende la habilidad con que el artista se aprovecha de un episodio del Antigua Testamento para hacer de él un cuadro de historia contemporánea. Por excepción, las miniaturas representan un suceso actual, como las páginas de  la Primera Biblia de Carlos el Calvo, en la Biblioteca Nacional de París, donde los monjes de la abadía de Marmoutier, presentados por su abad beneficiario, el conde Vivián, entregan al emperador el manuscrito que han decorado. Esta obra fue sin duda entregada al emperador a principios de 851. El retrato de Carlos el Calvo, de frente y con corona, recuerda la representación del rey David, en el mismo códice, tocando el arpa entre los músicos y las virtudes cardinales. Esta semejanza fue buscada a propósito como un aspecto de la teoría política carolingia. Carlos el Calvo, con dos dignatarios coronados y acompañado de un grupo de eclesiásticos, compone en conjunto una de las primeras representaciones de un acontecimiento contemporáneo en el arte del Occidente medieval.

⇨ Primera Biblia de Carlos el Calvo (Biblioteca Nacional, París). Aquí aparece el Pantocrátor rodeado por los evangelistas y profetas en esta biblia realizada a mediados del siglo IX en la escuela de Tours, y excelente ejemplo de su compromiso entre la ponderación tradicional del renacimiento carolingio y el rebuscamiento gráfico anglosajón.



Generalmente, las escenas representadas en los frontispicios de los códices carolingios no son tan pintorescas como las de la Biblia de los monjes de Marmoutier, y se reducen al retrato del monarca entre algunos personajes de su corte y figuras alegóricas. La llamada Segunda Biblia de Carlos el Calvo, realizada entre 871 y 877 en el monasterio de Saint-Amand, cerca de Tournay, y que hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de París, contiene en casi todas sus iniciales la influencia de los entrelazados irlandeses. Otra Biblia encargada por Carlos el Calvo con ocasión de su casamiento con Richildis en 870, guardada hoy en la abadía de San Pablo Extramuros de Roma, nos representa al emperador sentado en un trono, con escuderos y ministros. Pero está figurado como juez santo, es otro Salomón. La Biblia de Teodulfo, en el Puy, conserva, delante de cada ilustración, pedazos de telas bizantinas y sasánidas entre las páginas de pergamino para servir de guardas de las miniaturas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El monasterio de Saint-Gall


Afortunadamente del monasterio de Saint-Gall se conserva su planta en un pergamino de la abadía, que actualmente se encuentra en la biblioteca de esta localidad suiza.

El plano, con unas medidas de 77 x 112 cm, es considerado uno de los documentos primordiales para el estudio del que fue uno de los ejemplos más relevantes de la arquitectura carolingia. Fue dibujado poco antes del año 820, pues su construcción se fecha en esta época, en tinta roja sobre cinco hojas de pergamino, siendo encargado por el abad Gozberto. Con este documento es posible reconstruir idealmente el proyecto, que concebía el monasterio como una ciudad autosuficiente.

Gracias a la imagen del Códice se puede admirar uno de los monumentos histórico-artísticos más importantes de toda la época medieval. En él se aprecia como los monjes del siglo IX realizaron el diseño de un monasterio, indicando no sólo la topografía del conjunto sino previendo también criterios y fórmulas modulares para su construcción, según diferentes tamaños.

Se aprecia un establecimiento colosal con diferentes edificios organizados alrededor de la iglesia abacial y del claustro. Así, se ve la existencia de una enfermería, cuadras, jardines, bodegas, despensas, hospederías, etc., es decir, todo lo necesario para un abastecimiento propio.

La iglesia es una basílica de tres naves, con dos ábsides, uno en cada extremo. En uno de ellos se ven las escaleras para bajar a la cripta donde estaba el cuerpo de San Gall, fundador del monasterio. También se aprecia en el plano el sitio que debieron de ocupar dos torres, redondas como las de Saint-Riquier, con círculos concéntricos que parecen significar varios pisos, reduciéndose su diámetro con la altura. En el lado sur se ubica el claustro, que deviene el centro de la vida religiosa. En él radica prácticamente el enclave de mayor interés del edificio, ya que al datar del siglo IX, es curioso observar que la imagen es tal como podría ser visto en los siglos del románico y gótico.

En la zona este de la basílica se encuentran las diferentes habitaciones, dependencias para el descanso personal; el refectorio en el sur y en el oeste la bodega.

La zona este del monasterio está ocupada por el convento de los novicios, los que se inician a la vida de Dios, el cementerio, la huerta con su correspondiente casa, los gallineros y la casa del palafrenero. Alrededor del hospital se localizan la cocina, los baños, la enfermería, la casa del médico y el huerto con las plantas medicinales. En el norte se encuentra la biblioteca, mientras que la escuela, con diez aulas, está entre la casa del abad y la hospedería. En el ala oeste se ubican las caballerizas, la entrada principal, las viviendas de los siervos y los edificios de las granjas. En el sur se hallan la residencia de los peregrinos, un nuevo grupo de granjas, la cocina anexa a la panadería y la cervecería, y tras estas estancias los molinos. Los dormitaras de los artesanos y otra granja completan el complejo monasterial.

Todo este ambicioso proyecto nunca se llevaría a cabo, pero en cambio los monasterios erigidos en épocas avanzadas mantendrán, aunque a menor escala, la misma distribución. Esta pequeña ciudad sagrada sirvió como referencia en Cluny y el Cister, que a pesar de tener peculiaridades, recogen básicamente la idea del monasterio benedictino de Saint-Gall.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Sinagoga de Santa María la Blanca


Se conservan en Toledo dos bellísimas sinagogas de estilo mudéjar de las numerosas que se construyeron: una es la sinagoga del Tránsito, y la otra la de Santa María la Blanca, probablemente la más antigua que hoy queda en España. 

Resulta difícil juzgar la sinagoga de Santa María la Blanca. No hay fechas seguras de su construcción. Además, sucesivos usos y destrozos a lo largo de la historia han afectado los límites de sus muros primitivos complicando aún más las teorías sobre su datación y estudio.

Además, sucesivos usos y destrozos a lo largo de la historia han afectado los límites de sus muros primitivos complicando aún más las teorías sobre su datación y estudio. Castilla ante la corte almohade; otra teoría la identifica con la llamada Sinagoga Nueva, que pudo ser levantada por orden de Yosef ben Susan en la segunda mitad o finales del siglo XIII. Lo que sí está claro es que cambió su primitiva denominación al ser consagrada para el culto cristiano en el siglo XV, pues tuvo culto judío hasta que se convirtió en iglesia con el nombre que tiene ahora después de los sermones toledanos de fray Vicente Ferrer.

En el siglo XVI, el cardenal Martínez Silíceo convirtió el templo en refugio para mujeres penitentes. De este momento data la construcción de las tres capillas de la cabecera actual.

Presenta una planta basilical compuesta de cinco naves separadas por veintiocho arcos de herradura sobre pilares octogonales. La nave central es más alta que las laterales. En total se cuentan unas treinta y dos pilastras, todas ellas con capiteles bellísimamente adornados con rombos, volutas y motivos vegetales.

La profunda humildad y sencillez de los muros exteriores contrasta con el lujo que se aprecia dentro, destacando sus arcos y capiteles con motivos florales.

Así pues, los elementos ornamentales se concentran en las arquerías de herradura donde se entremezcla la sebqa o red de rombos, de origen almohade, con la decoración vegetal, que implica conocimiento de lo románico tardío. Es lo más espectacular de todo el interior. Los juegos realizados con yeserías en las enjutas de los arcos y sobre el muro, se convierten en una delicadeza de traza y ejecución que rivaliza con lo mejor de lo realizado en el territorio.

Analizada por partes, en la sinagoga se pueden distinguir elementos de distintas procedencias, aunque muchos de ellos es difícil saber de dónde provienen. Así, las cinco naves en que se divide y la gradación de alturas recuerdan las de la catedral de Toledo, comenzada en 1216. Pero es difícil pensar en una influencia directa porque la cabecera catedralicia no debía de estar comenzada al construir la sinagoga. Por otro lado, los pilares octogonales de separación de naves no se dan en lo musulmán y, sin embargo, una parte de la arquitectura gótica hizo uso de ellos, es decir, se utilizaron primordialmente en épocas posteriores.

Sin lugar a dudas, el conjunto posee una personalidad y calidad que es el resultado de la buena armonía de elementos de tan distintos orígenes, dentro de un edificio de culto que ni era cristiano ni islámico. No obstante, la pintura de las yeserías y su bello trazado, aunque sean excepcionales por su laborioso trabajo, obligan a añorar las enormes decoraciones que sí están presentes en otras iglesias mudéjares.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Musée National du Bardo

Musée National du Bardo
Dirección:
Le Bardo,
2000. Túnez.
Tel.. (00216) 1513 650

Sala del Interior del Musée National du Bardo
El Musée National du Bardo es el más importante museo arqueológico del Magreb y el que alberga una de las mejores colecciones de mosaicos romanos del mundo, joyas heredadas de una rica historia tunecina de abundantes milenios y civilizaciones.

   Construido en la última mitad del siglo XIX, el edificio debía responder a una función palaciega más que cultural. Declarado museo en 1882, protagonizó una positiva transformación que lo convirtió en un importante referente de la cultura y la civilización universal. En 1899 las autoridades de la época añadieron un segundo espacio, un pequeño palacio que en lo sucesivo alojaría las colecciones de arte islámico. Por su calidad y riqueza arquitectónica, estos dos palacios son actualmente parte integral del Museo Nacional.

   Acondicionados para las necesidades de su nueva destinación, se llevaron a cabo ciertas modificaciones en los edificios; no obstante, preservaron su sello inicial y original. Fuera de los cánones de la arquitectura tunecina, enriquecido por diversas influencias, particularmente magrebíes, turcas e italianas, el Musée National du Bardo contiene numerosas salas con funciones diferenciadas, espacios que se distinguen por su armonía y por la originalidad de su ornamentación.

Mosaico romano con escenas de caza conservado en el museo.
    El museo se organiza en:

        a) Sala de Cartago romano, en origen el patio del palacio, que ocupa una gran superficie donde se exponen numerosas estatuas provenientes de Cartago romano, así como mosaicos, estatuas, estatuillas y bajorrelieves originarios de sitios como Útica, L.ldna, Althiburos y Dougga;

        b) Sala de Virgilio, conserva una joya del mosaico africano, el retrato de Virgilio sentado entre la musa Clío y Melpómene;

        e) Sala de Dougga, donde pueden apreciarse notables piezas de numerosos mosaicos y pavimentos diversos;

        d) Sala de Mahdia (2 salas) consagradas a la exposición de piezas extraídas en excavaciones submarinas efectuadas en Mahdia, esculturas de mármol y bronces de una notable calidad de ejecución. Estas salas ofrecen también algunos pavimentos de mosaicos procedentes de Cartago, de Útica y de Thysdrus;

        e) Sala de los mosaicos cristianos. con estelas y bajorrelieves relacionados con la civilización líbico-púnica y objetos funerarios de época cristiana, como mosaicos sepulcrales y sarcófagos;

        f) Sala de Sousse, correspondiente a la antigua sala de actos del palacio del Bardo, debe su denominación a un gran mosaico procedente de la capital de Sahel,  Sousse, el antiguo Hadrumeto; contiene otros mosaicos célebres como el de Julius, procedente de Cartago;

        g) El museo árabe, ocupa todo el pequeño palacio y está consagrado a la civilización árabe-musulmana en dos grandes secciones: la de la Edad Media y otra de carácter etnográfico, relacionada con la vida diaria y la cultura de Túnez de la época moderna.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Arqueológico Nacional de Nápoles

Dirección:
Plaza del Museo, 19.
80135 Nápoles (Italia).
Tel.: (+039) 081 440 166.


El edificio que alberga el museo fue ordenado construir por el virrey de España, Pedro Girón, en 1585 para albergar su escudería. Fue modificado a principios del siglo XVII para adaptarlo a su nueva función: el Palazzo degli Studi, sede de la Universidad de Nápoles, que fue inaugurada en 1615.

   La Universidad fue trasladada en 1777 al Convento del Salvador y el Rey Fernando IV, encargó al arquitecto Ferdinando Fuga la remodelación del edificio para convertirlo en el Museo Borbónico y Biblioteca Real. Se sucedieron las modificaciones para ampliar el espacio para alojar las numerosas piezas y libros que se iban adquiriendo.

   A fines del siglo XVIII se trasladaron al edificio las colecciones de los Farnese de libros, antigüedades y cuadros desde el museo Capodimonte y se llenaron las salas con los hallazgos de Pompeya, Herculano y Stabiae. Hacia inicios del siglo XIX, el Real Museo Borbónico contenía ya multitud de obras de los Farnese y de las antigüedades de la zona vesubiana.

Sala del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
    A lo largo de esa centuria, el museo se nutrió con piezas procedentes de colecciones privadas y de las excavaciones de la zona de la Campania y del sur de Italia. Con la unificación italiana de 1860 el Real Museo Borbónico pasó a manos estatales y cambió su nombre por el de "Museo Nacional".

   Ya en el siglo XX, vio aumentado su espacio al transferirse la biblioteca al Palacio Real de Nápoles (1925) y la pinacoteca al Museo de Capodimonte (1957). Así pues, la colección que permaneció en el edificio consistía tan solo de obras de la antigüedad, convirtiéndose en el Museo Arqueológico actual.

   En los últimos años se ha llevado a cabo una restauración de la construcción que ha permitido a su vez, una reestructuración de la colección, ordenándola sistemáticamente. El museo se divide actualmente en cuatro plantas:

        a) Subterráneo, que incluye las colecciones egipcia y epigráfica;
        b) Planta Baja, que incluye la colección Farnese, la sala de exposiciones y la escultura de la Campania;
        c) Planta Intermedia, que acoge las colecciones de numismática y mosaicos, y las llamadas "Casa del Fauno" y "Gabinete Secreto";
        d) Primera Planta, se encuentran varias colecciones entre las que destacan las de los frescos de Pompeya.

   Entre las obras más destacadas del Museo de Nápoles se encuentra una copia romana en mármol, encontrada en Pompeya, del Doríforo de Policleto (hacia el 450 a.C.).

   El museo también es especialmente rico en escultura griega y romana de los diversos períodos, procedente tanto de las excavaciones en el sur de Italia como de las donaciones, siendo la más importante la de la colección Farnese. Así mismo también hay muchos objetos de la ocupación griega de Nápoles y de la etapa de la Magna Grecia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Arqueológico Nacional de Atenas

Dirección:
Calle Patission, 44.
Atenas 10682.
Tel: (+30) 210 8217 717.

Fachada del Museo Arqueológico Nacional de Atenas. 
Este museo, que expone en sus vitrinas objetos pertenecientes a todas las culturas que florecieron en Grecia a lo largo de muchos de sus siglos de historia, dispone de una de las colecciones de arte más ricas y completas de Europa. Emplazado en uno de los más bellos edificios neoclásicos de la ciudad, el Museo ofrece una magnífica muestra de cerámica y artes decorativas griegas, además de numerosas esculturas, datadas desde la época neolítica hasta la ocupación romana. Finalmente, posee una pequeña aunque valiosa muestra de arte egipcio.

   Formando parte de su colección de artes menores, el Museo acoge una selección de utensilios cerámicos, la cual, a razón de su variedad y rareza, se encuentra entre las mejores del mundo. El centro alberga, del mismo modo, máscaras funerarias de oro macizo de Micenas, entre las cuales sobresale la atribuida a Agamenón; así como otros objetos realizados con metales preciosos, además de armas y piezas de arte suntuario helénicas.

Pelike de figuras rojas, pieza del 
Museo Arqueológico Nacional de Atenas. 

   Por otra parte, el visitante descubrirá una preciosa colección de estatuas, que rivalizan en belleza con los frescos de Santorini, también parte de la exposición del Museo. Las estatuas en exposición están fechadas desde el 800 a.C. hasta finales del 400 a.C. Cabe destacar la escultura representando la Victoria (Niké) que otrora ornamentaba el templo de Artemisa en Epidauro; amén de las excelentes esculturas del dios Poseidón de Artemision (siglo v a.C.), del Jinete con su montura (siglo 11 a.C.), y del Efebo de Antikythera (siglo IV a.C.).

   En sus inmediaciones, se halla el Museo Arqueológico del Pireo, que contiene gran cantidad de obras de arte griego de época arcaica. Son dignas de ser referidas las cinco estatuas de bronce que fueron descubiertas en el puerto del Pireo en 1959. De la misma manera, mencionaremos la única Kouros Apollo arcaica descubierta hasta el momento, así como la Piraeus Athena, dos preciosas estatuas de Artemis y una máscara trágica.

   El Museo Arqueológico Nacional de Atenas fue remodelado durante los dos años que precedieron a los Juegos Olímpicos del año 2004. Se construyeron 32 salas nuevas, añadiéndose con ello 4.000 m2 a los 20.000 m2 de los que disponía el centro. La modernización y modificación del edificio tuvo su paralelo en la ampliación de su fondo expositivo. Así, pudieron completarse varias colecciones, y cambiar los objetos de las vitrinas, acción que permitió sacar a la luz piezas de gran valor.

   El Museo, cuya construcción original empezó en 1866 y terminó veintitrés años más tarde, fue abierto gracias a las donaciones de varios particulares y asociaciones arqueológicas, así como del propio Estado griego. Fueron muchos los arquitectos que participaron en el proyecto durante el siglo XIX, aunque hay que destacar la aportación de Ludwig Lange, Panages Kalkos, Harmodios Vlachos y Ernst Ziller.

   Finalmente, G. Nomikos y Anastasias Metazas añadieron varias dependencias al conjunto, durante la década de los años treinta del siglo XX, otorgándole la forma exterior que posee en la actualidad.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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