Punto al Arte: Las artes suntuarias

Las artes suntuarias

Carecemos por completo de escultura monumental en bulto de la época carolingia. Una pequeña estatua de bronce, que se ha supuesto representa a Carlomagno, hoy en el Musée du Louvre, no pasa de ser, artísticamente, una pura curiosidad.

Iglesia de San Abbondio (Como, Lombardía). Edificada por benedictinos sobre una antigua basílica paleocristiana y consagrada por el papa Urbano II en 1095, revela en la planta y algunos detalles arquitectónicos una clara influencia borgoñona y normanda, como ponen de manifiesto los dos campanarios. En el interior de la basílica se pueden admirar también algunos frescos del siglo XIV con motivos de estilo normando y escenas de la vida cotidiana toscana. 
En el arte carolingio, como sucedía con el arte bizantino, si se quiere conocer algo de la escultura, se ha de acudir a los relieves, principalmente los repujados en obras de orfebrería y los tallados en placas de marfil. El platero mayor de Aquisgrán, considerado maestro en el arte de fundir y cincelar, fue el propio biógrafo de Carlomagno: el modesto y aplicado Eginardo, quien actuó durante la vida del emperador como consejero de obras públicas, pero a su muerte se retiró a su abadía de Fulda, de la cual era abad. Allí pasó el resto de su vida entregado a su ocupación predilecta: la orfebrería. No se conserva ninguna joya perfectamente identificada como obra de Eginardo, pero el gran altar de oro de San Ambrosio de Milán está firmado por Volvinus o Volsinus, que es mencionado como su discípulo.

Los relieves del altar de Milán están ejecutados en un estilo que reaparece en otras obras de orfebrería contemporánea y que se aviene con el carácter de las miniaturas de la escuela de iluminación de libros del palacio de Aquisgrán, cuyo director fue también Eginardo. Las figuras, de elegantes proporciones, se mueven con gestos refinados, pero sin caer en afectación.

Iglesia de San Miguel (Pavía). Los edificios del norte de Italia presentan un tratamiento distintivo de las fachadas. Este templo del siglo XII, por ejemplo, está segmentado en tres partes por gigantescos haces de columnas y está culminado con un hastial triangular con una galería de arcadas en el piso superior. Cada división dispone de una puerta acentuada con arcos de medio punto. 
Algo más queda de tallas de marfil -otra clase de joyas- del período carolingio, la mayoría de las cuales son placas para decorar encuadernaciones lujosas. Algunos repiten todavía asuntos paganos; otros interpretan temas bíblicos con una novedad y una libertad parecidas a las que después disfrutaron los artistas del Renacimiento.

Por otra parte, los libros fueron la preocupación constante de Carlomagno y de sus amigos, ministros y colaboradores. Hicieron grandes esfuerzos para enmendar los textos, y Alcuino en persona quedó encargado de restablecer la versión original de la Vulgata de San Jerónimo. Se comprende que, interviniendo así personalmente el poderoso monarca en las que podríamos llamar empresas editoriales, cuidaría de exigir una excelente claridad de las copias y que éstas fuesen enriquecidas con ilustraciones. En esta época, en Occidente se vuelve a emplear el lujoso pergamino de color violáceo como en los primeros siglos cristianos.

⇦ Estatuilla ecuestre de Carlomagno (Musée du Louvre, París). Es el único bronce con representación de figura humana que subsiste del siglo VIII. Su estilo tiene marcada ascendencia clásica y el emperador ostenta corona, espada y globo imperial.







⇨ Imagen relicario de Santa Fe (Iglesia abacial de Sainte-Foy, Aveyron). Es una obra de finales del siglo x y pertenece al tesoro de la iglesia de Conques. Se la considera sin discusión una de las mejores piezas de la orfebrería francesa de todos los tiempos. Es de madera, pero está recubierta totalmente de láminas de oro y sus engarces son de un valor estético extraordinario.



Las miniaturas carolingias interesaron ya por su belleza a los eruditos del siglo XVIII, pero el primero en estudiarlas seriamente fue el conde de Bastard, que en el siglo pasado mandó reproducir en grabados bastante fieles casi todo el repertorio de aquellas ilustraciones. Son grabados sin texto y forman un álbum voluminoso, nada manejable; sin embargo, todavía interesa, tanto por el material que recopila como por ser el primer estudio de conjunto. A la obra de Bastard siguieron los estudios de Corssen, Janitschek, Goldschmidt y otros grandes eruditos alemanes, quienes, con la base de un manuscrito perfectamente documentado en cuanto a su origen, autor y poseedor, fueron agrupando a su alrededor otros códices por escuelas, llegando a formar verdaderas familias de manuscritos con uno de capital importancia a la cabeza. Este es el caso de un manuscrito conservado todavía en la catedral de Aquisgrán que casi seguro procede del scriptorium, o taller de libros, de la escuela palatina, y de otro códice de la catedral de Tréveris, que tiene una nota en que dice que fue ejecutado precisamente para Ada, una hermana de Carlomagno.

Medallón del altar de oro de San Ambrosio (Milán). La rigidez de la estructura geométrica, derivada evidentemente de los sarcófagos, se combina con la delicada ornamentación de esmaltes, pedrería y trabajo de filigrana. Una inscripción lo declara obra de Volvinus, realizada con seguridad entre el 824 y 859. El medallón central tiene la figura de Cristo entronizado, con la cruz y el libro; a su alrededor se agrupan los apóstoles, y en las dos alas se ha representado la vida de Jesús. 
El lugar donde están actualmente los códices es un indicio del origen, pero no de gran ayuda, porque los libros viajaron muchísimo; a veces, después de haber estado durante siglos en lugares apartados, regresan casualmente al país de origen. Se dieron, se regalaron, se vendieron. Carlomagno, en su testamento, ordena vender después de su muerte sus libros para hacer limosnas.

⇨ Díptico de marfil (Museo de Arte e Historia de Bruselas). La relativa cantidad de marfiles que subsisten compensa en cierto modo la carencia de escultura carolingia monumental. Este panel del siglo IX recuerda por su estilo el Evangeliario de Godesca/ca. Hay que hacer notar el poderoso modelado de las cabezas, que contrasta con las formas planas del conjunto, cosa que lo vincula a la tradición antigua, a la vez que a la naciente Edad Media.



La escuela de miniatura de Aquisgrán es tal como podemos imaginarla dada la paternal protección que le concedió Carlomagno y el temperamento ecuánime y sincero de su magíster Eginardo. Los miniaturistas revelan paz intelectual; a menudo los personajes están representados como disfrutando del idílico paisaje del Rin. El más antiguo de los códices salidos del taller palatino de Aquisgrán es el Evangeliario de Godescalco (hacia 781-783), encargado por el propio Carlomagno y su esposa Hildegarda.

En los manuscritos del grupo formado alrededor del códice de Ada, los fondos son arquitectónicos y civiles. Los evangelistas no escriben al aire libre, sino dentro de quioscos decorados. Van vestidos también con ricos ropajes. El grupo entero fue realizado antes de la muerte de Carlomagno, en 814. En el Evangeliario que ahora se encuentra en Abbeville, por ejemplo, aparece el evangelista San Marcos sentado en el interior de un ábside de mármol blanco con bóveda azul oscuro; los capiteles corintios rojizos sostienen un arco triunfal realzado con gemas y copiado de modelos antiguos; joven, vestido con túnica de oro y capa roja, este evangelista nos traslada a la atmósfera de una audiencia imperial en el Crisotriclinio del Palacio Sagrado de Constantinopla. Igualmente, joven y elegantemente vestido con túnica azul y manto de fantasía, ante un fondo arquitectónico casi idéntico, aparece evangelista San Juan en el Evangeliario de Lorsch, sin ninguna duda realizado por el mismo taller de la catedral de Tréveris al que debemos todos los códices del grupo de Ada.

⇦ Evangeliario de Godescalco (Biblioteca Nacional, París). Es el manuscrito más antiguo de la escuela palatina de Aquisgrán, realizado hacia 781-783 por encargo de Carlomagno. Esta imagen de Jesucristo se inspira todavía en el tipo barbilampiño, anterior a la difusión del modelo siríaco.



Los códices que se han atribuido a la escuela catedral de Reims tienen miniaturas de gran fuerza expresiva. Reflejan el espíritu y temperamento del fundador de la escuela catedral: el famoso obispo Ebbo, rebelde, conspirador, violento y agresivo, cuya biografía sería una novela emocionante con altibajos de copiosas fortunas y grandes y merecidos castigos. Ebbo ocupó la sede de Reims desde 816 hasta 835, después de ser siervo, escudero de la casa imperial y bibliotecario de Ludovico Pío. El Evangeliario que lleva su nombre fue realizado antes de 823 y en él ya aparece el estilo trepidante, parodia del ilusionismo helenístico, que caracteriza la escuela de Reims.

⇦ Coronación de un príncipe carolingio entre dos dignatarios eclesiásticos (Biblioteca Nacional, París). Esta miniatura del Sacramentario de Metz ejemplifica el gran cuidado con el que se representaba la figura humana en la ilustración carolingia, con una línea clara y una gama cromática suave y sin estridencias. Enmarcadas generalmente en grecas no demasiado ampulosas, estas miniaturas presentaban una excelente riqueza en los motivos de las orlas, habitualmente de tipo vegetal, animal o incluso con ciertos atributos de la arquitectura clásica.



Es probable que fuera aún ejecutado en Reims un Evangeliario de Lotario, conocido como Sacramentario de Metz. Lo mismo reza para la obra maestra de Reims: el Salterio de Utrecht de hacia 820. En el famoso códice, las miniaturas intercaladas en el texto salpican las páginas de miles de figurillas agitadas, como si los personajes divinos, al igual que los humanos, fueran todos epilépticos y enajenados. La sugestión de orientalismo chino que producen sus viñetas ha llamado siempre la atención de los especialistas. La violencia y el espanto sacuden el orden cósmico y se esparcen por cada página. El conjunto proporciona una de las más extraordinarias series iconográficas de toda la historia del arte.

Primera Biblia de Carlos el Calvo (Biblioteca Nacional, París). Esta obra es muy característica del estilo de los ilustradores de códices carolingios. En la página que se reproduce, que describe en escenas narrativas la historia de Adán y Eva, se refleja claramente el retorno a la tradición figurativa romana después de siglos de plástica bárbara de tipo abstracto. Fue realizada en Tours hacia el año 850. 
Los manuscritos carolingios son, principalmente, Biblias o Evangeliarios, y sorprende la habilidad con que el artista se aprovecha de un episodio del Antigua Testamento para hacer de él un cuadro de historia contemporánea. Por excepción, las miniaturas representan un suceso actual, como las páginas de  la Primera Biblia de Carlos el Calvo, en la Biblioteca Nacional de París, donde los monjes de la abadía de Marmoutier, presentados por su abad beneficiario, el conde Vivián, entregan al emperador el manuscrito que han decorado. Esta obra fue sin duda entregada al emperador a principios de 851. El retrato de Carlos el Calvo, de frente y con corona, recuerda la representación del rey David, en el mismo códice, tocando el arpa entre los músicos y las virtudes cardinales. Esta semejanza fue buscada a propósito como un aspecto de la teoría política carolingia. Carlos el Calvo, con dos dignatarios coronados y acompañado de un grupo de eclesiásticos, compone en conjunto una de las primeras representaciones de un acontecimiento contemporáneo en el arte del Occidente medieval.

⇨ Primera Biblia de Carlos el Calvo (Biblioteca Nacional, París). Aquí aparece el Pantocrátor rodeado por los evangelistas y profetas en esta biblia realizada a mediados del siglo IX en la escuela de Tours, y excelente ejemplo de su compromiso entre la ponderación tradicional del renacimiento carolingio y el rebuscamiento gráfico anglosajón.



Generalmente, las escenas representadas en los frontispicios de los códices carolingios no son tan pintorescas como las de la Biblia de los monjes de Marmoutier, y se reducen al retrato del monarca entre algunos personajes de su corte y figuras alegóricas. La llamada Segunda Biblia de Carlos el Calvo, realizada entre 871 y 877 en el monasterio de Saint-Amand, cerca de Tournay, y que hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de París, contiene en casi todas sus iniciales la influencia de los entrelazados irlandeses. Otra Biblia encargada por Carlos el Calvo con ocasión de su casamiento con Richildis en 870, guardada hoy en la abadía de San Pablo Extramuros de Roma, nos representa al emperador sentado en un trono, con escuderos y ministros. Pero está figurado como juez santo, es otro Salomón. La Biblia de Teodulfo, en el Puy, conserva, delante de cada ilustración, pedazos de telas bizantinas y sasánidas entre las páginas de pergamino para servir de guardas de las miniaturas.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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