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Los pueblos del mar

Se ha denominado "los pueblos del mar" a un conjunto de poblaciones que, siguiendo flujos migratoríos, aparecieron en el Mediterráneo oriental durante el siglo XIII a.C. Se les ha considerado, junto a otros factores, los causantes de la crisis económica, política y social que asoló la costa oriental del Mediterráneo hacia el 1200 a.C.


⇦ Embajadores extranjeros ante la corte faraónica. Las figuras representan probablemente dos fenicios por sus atuendos de gala, según este azulejo egipcio procedente del palacio de Ramsés III. Durante su reinado, el imperio vivió no sólo la época más cosmopolita, sino también una inmensa apertura internacional. Muchos egipcios viajaban al extranjero por negocios, pero también se admiró más lo foráneo por su exotismo y por la novedad. Sin embargo, los egipcios nunca renunciaron a sus dioses ni a sus tradiciones populares, conservando siempre su sistema político, social, cultural, económico y religioso centralizado en el país. 

Templo fenicio (Museo Arqueológico Nacional, Beirut). Este modelo de terracota procedente del sur del Líbano muestra la típica estructura arquitectónica del sancta-santorum fenicio, en cuya fachada se levantaría una elevada puerta de piedra, madera o bronce que daría paso a un altar para el ídolo. A ambos lados de la entrada se erigiría una columna del mismo material que la puerta.



Hasta la guerra de Troya (siglo XIII a.C.), el mundo conocido vivía en prosperidad económica y política. La zona helénica era gobernada por los micénicos, Egipto era un estado asentado y poderoso, Troya era el punto neurálgico de la costa occidental de Asia menor y el Imperio hitita dominaba Anatolia. Sin embargo, a finales del siglo XIII a. C. todos estos imperios se vinieron abajo por causas bastante confusas.

Los micénicos, que habían destruido Troya pocos años antes, desaparecieron a causa de olas migratorias que propiciaron que la población se dispersara, que se abandonaran los campos e, incluso, que se perdiera la escritura. Asia Menor tampoco escapó de esta destrucción. Las zonas dominadas por Ugarit y Tarso fueron arrasadas. El Imperio hitita se vio sumido en un caos y su capital, Hattusa, fue destruida hasta los cimientos. Este imperio anatólico nunca más se recuperó y desapareció para siempre de la historia. Egipto fue atacado, sin embargo, a diferencia de las demás civilizaciones, pudo resistir la invasión, pero jamás se recuperaría de los esfuerzos económicos y humanos de las batallas contra los invasores.

 Altar fenicio (Museo de Israel, Jerusalén). El objeto de culto representado en este modelo de terracota del siglo I a.C. serviría probablemente como altar para depositar un ídolo religioso o los despojos de sus sacrificios, cuya finalidad era la de aplacar o propiciar al dios. En la cultura fenicia los sacerdotes eran numerosos y tenían un peso especial en el desarrollo de la sociedad, conviviendo en un mismo templo junto a toda una red jerárquica de escribas, criados, auxiliares, administrativos y esclavos. En el Antiguo Testamento se describen degüellos o cremaciones de niños y crías de animales, pero se consideraba que el dolor de los primeros debía conmover más eficazmente a las divinidades.



Las únicas menciones contemporáneas de estos invasores son las egipcias, pues fue este imperio el único que logró subsistir a la invasión. Las dos fuentes principales que nos hablan de "los pueblos del mar" son los relieves del templo funerario de Ramsés III en Medinet-Habu y el llamado Papiro Harris, redactado durante el reinado de Ramsés IV. En ambos textos se nos nombran las distintas etnias que configuraban estos pueblos: los peleset, los tjeker, los shekelesh, los denyen, los weshesh, los shardana, los teresh, los akawasha y los lukka.

Hacia 1285 a. C. tuvo lugar la batalla de Kadesh que enfrentó al Imperio hitita y al egipcio, que, debido al poder de ambos contendientes, no tuvo un ganador claro. Esto supuso que se estableciera un equilibrio entre ambos mediado por la diplomacia. La estabilidad política de la zona se mantuvo hasta que hacia el 1200 a.C. se iniciara la ola de destrucción y llegara hacia el 1186 a.C. a Egipto.

Llegaron al delta del Nilo principalmente por tierra, por el actual Israel, y por mar, de ahí que los relieves de Medinet-Habu se refieran a ellos como "los pueblos que venían de las islas del mar". Cabe señalar que el poder naval de estos navegantes debía ser enorme, pues su flota impresionó sobremanera a los egipcios. Los relieves del templo de Ramsés III muestran unos navíos superiores a los de los egipcios, cosa que hace suponer que eran pueblos marineros y que debían provenir de la zona del Egeo, pues ni siquiera se tenía tanto conocimiento naval en la zona helénica.

Ruinas del templo de Eshmun (Sidón, Beirut). Adaptado por los griegos como el dios Esculapio de la medicina, el culto a Eshmun es un homenaje a la fertilidad y al renacimiento de la vida. El templo que se construyó para ararle servía como hospicio para los enfermos y como balneario para los peregrinos. Rodeado por un frondoso jardín, el complejo arquitectónico constaba de un ingenioso sistema de canalización que transportaba el agua desde el manantial hasta las fuentes para las ablaciones rituales. Innumerables estatuas de esfinges flanquean algunos de los tronos dedicados a los dioses y sostienen las puertas de entrada de los edificios.
Ugarit, actual Ras Shamra, en Siria. Vista aérea de la ciudad cananea del litoral mediterráneo, situada a 16 kilómetros de Lataquia y fundada hacia el tercer milenio a.C. Puerto comercial que alcanzó su edad de oro hacia 1600 a.C. Las excavaciones arqueológicas han permitido desvelar el trazado de la ciudad con sus callejuelas y edificaciones, desde las más humildes hasta las más suntuosas, y han proporcionado valiosos objetos y tablillas que revelan importantes informaciones sobre la historia de este pueblo fenicio.
Ruinas de Biblos (Beirut). Desde el Castillo de los Cruzados, construido en el siglo XIII d.C., se puede apreciar esta vista de una ciudad cuyos orígenes se remontan al neolítico superior. En primer término, se observa el templo fenicio en forma de "L". Al fondo se abre el pequeño puerto medieval pesquero que servía de contacto directo con el comercio mediterráneo.
 Betilo del Templo de los Obeliscos (Biblos, Beirut). Junto al templo de Reshef se erigen numerosos monolitos que guardan relación simbólica con un significado erótico. Su culto supone una idealización divina de la fertilización y de la unión entre el mundo de los dioses y la realidad. Los obeliscos verticales de piedra fueron los iconos más representativos por servir, además, de base para la escritura de los textos sagrados, así como de recipientes de los fetiches de adoración.




Necrópolis (Biblos, Beirut). Uno de los primeros vestigios del alfabeto semítico antiguo que se conocen es la inscripción que se lee sobre la tumba del rey Ahiram. Dicho alfabeto consta tan sólo de canso nantes y debe leerse de derecha a izquierda. Más tarde sería adoptado por arameos y hebreos y, posteriormente, griegos y etruscos lo introducirían en Europa.
Ha habido muchas hipótesis sobre la identidad de estos pueblos. Tradicionalmente se ha considerado que los peleset eran filisteos o palestinos, los tjeker eran los teucros, los shekelesh eran sículos (sicilianos), los denyen eran los dánaos, los weshesh eran los troyanos (de Wilusha, el nombre hitita de Troya), los shardana eran los cerdeños, los teresh eran los tartesos, los akawasha eran los aqueos y los lukka eran unos piratas que costeaban Chipre y Asia Menor.

Actualmente se tiende a suponer que los pueblos del mar eran las gentes de Micenas y Troya, las cuales, debido al empobrecimiento de ambas ciudades después de la guerra de Troya, abandonaron sus lugares de origen y se lanzaron a la mar en busca de un lugar donde establecerse. Así, los nombres que aparecen en los textos egipcios se referirían a las zonas en que éstos se habrían establecido.

Patio del Templo de los Obeliscos (Biblos, Beirut). Uno de los descubrimientos más importantes de las excavaciones se encontró a los pies del conjunto de betilos o piedras sin labrar que se hallan plantadas verticalmente rodeando uno de los templos. Estos pequeños obeliscos de entre 50 cm y dos metros de altura servían para testimoniar el culto de los fieles, quienes enterraban bajo el templo lujosas ofrendas como hachas caladas en bronce, oro y plata, puñales con vainas de oro pujado y figurillas de bronce bañadas en oro.
Estatuillas de bronce (Museo Arqueológico Nacional, Beirut). Estas figurillas chapadas en oro fueron encontradas en el Templo de los Obeliscos de la antigua ciudad de Biblos. En dichas representaciones se perciben reminiscencias egipcias y una característica formal eminentemente fenicia en el típico gorro cónico conocido con el nombre de lebbadé
Sin embargo, parece extraño que Micenas cayera en tal pozo si había ganado la guerra. Se cree que debido al esfuerzo se debilitó sobremanera, cosa que propició que los dorios, un pueblo germánico centroeuropeo, se aprovecharan y se establecieran en la península helénica, dando lugar 500 años después al florecimiento de la Grecia Arcaica. De esta manera, los pueblos micénicos (akawasha, denyen) emigrarían hacia el este, donde se unirían a los troyanos (weshesh), y de ahí irían estableciéndose por Asia Menor hasta llegar a Palestina y uniéndose a los filisteos (peleset), atacarían Egipto. Otro grupo de micénicos habría emigrado por mar estableciéndose en Sicilia (shekelesh), Cerdeña (shardana) y Chipre (tjeker). Desde las islas se habrían unido con sus “hermanos” para luchar contra Egipto.

De todas maneras, es todavía hoy un misterio saber quiénes fueron realmente “los pueblos del mar” y que sucedió realmente en torno el 1200 a.C., pero parece claro que estos pueblos aprovecharon la coyuntura debida a la crisis generada por la guerra de Troya.

Fuente: THistoria del Arte. Editorial Salvat.

El valor de la púrpura

Si hay un producto que defina la esencia de este pueblo era este tinte, hasta el punto de que, como ya se ha señalado, su nombre significa en griego “purpúreo”. De hecho, Fenicia, “el país de la púrpura”, era famosa en la antigüedad precisamente por ser el más importante centro manufacturero de esta industria textil de todo el Mediterráneo. No es extraño que, al respecto, se tejieran diversas leyendas en torno al origen de este pueblo y de este producto. Así, Plinio nos cuenta que, un día, un joven pastor iba con su perro cerca de Tiro cuando, de repente, éste mordió un molusco y se manchó de rojo.

⇦ Dios Reshef. Esta estatuilla sedente de bronce, cubierto con láminas de oro, representa probablemente al dios Reshef, el Destructor, asociado a las plagas, al trueno y a la guerra. Con el tiempo su representación y simbolismo sufrirían varios cambios, hasta ser identificado en la cultura helenística como el dios Apolo.


    Acto seguido se presentaron ante el rey de la ciudad, de nombre Phoinis, que, a partir de entonces, tomó este color como insignia por antonomasia de la monarquía. En otro caso, se dice que Phoinis era el padre de los fenicios y epónimo del territorio, es decir, la Phoiniqué; o que era uno de los hermanos de Europa, que, durante sus viajes, se habría establecido en un país al que dio nombre. Asimismo, hay otros mitos que, a pesar de seguir situando su origen en Tiro, nos hablan del dios Melkart y de su amante Tyros. Sin embargo, parece ser que los fenicios, históricamente hablando, no fueron los primeros en obtener este material: hay que situar su descubrimiento hacia el siglo XII a.C. en otra civilización, en Ugarit.

Dios Baal. El Creador supremo de los fenicios, · dios de las montañas y de las precipitaciones atmosféricas, se suele representar en forma de toro en la iconografía pictórica. En esta estatuilla de bronce y hoja de oro está tocado con el típico gorro cónico fenicio y levanta una mano señalando el reino de los cielos.



La púrpura se convirtió, pues, en un producto de lujo, pues se caracterizaba por ser una tintura indeleble - de ahí su importancia y su carácter únicoque servía para teñir telas de lino o lana, que se realizaban en la misma región o podían proceder de Egipto. Por lo tanto, sólo las clases más adineradas podían permitirse tal capricho, y fueron ellos, los fenicios, quienes se dedicaron, gracias a su habilidad en el comercio marítimo, a su importación para las clases pudientes del mar Mediterráneo.


 Diosa de bronce (Musée du Louvre, París). Adornada con un baño de plata, esta estatuilla de marcada influencia egipcia responde con toda probabilidad a una representación de las divinidades femeninas de Anat y Astarté, dado el enfático gesto de ofrecimiento sexual y de fertilización de sus pechos. Junto al culto a estas diosas también se generalizó el rito a El y Baal, supremos hacedores de la religión fenicia.



Este tinte se obtenía de unos moluscos monovalvos, de la especie de los múrices, de concha grande - de las variedades murex trunculus, murex brandaris y murex erinaceus, aunque también se habla a veces del género purpura, que era mucho menos abundante-, que se podían pescar con gran facilidad en las profundidades de toda la costa mediterránea, debido a su gran número. La pesca se realizaba con nasas, introduciendo en su interior pescado como cebo. A continuación, se dejaban secar en cubas, en unos talleres que se situaban en las afueras de las ciudades -caso de Tiro, Sidón, Sarepta o Mozia, por ejemplo, donde se han hallado restos-, pues para su obtención, este proceso generaba malos olores.

Tras romper la concha, de nuevo se volvían a sumergir en agua marina, que actuaba de diluyente y que, según las cantidades dispuestas y su exposición al sol podían obtenerse diversas gradaciones de color, desde el amarillo, el azul o el rojo oscuro, hasta el propiamente violáceo. Después de este paso -que solía durar aproximadamente unos tres días-, se cocía a fuego lento y se obtenía la púrpura. Hay que tener en cuenta que todo este proceso era muy caro, pues se requería de una cantidad elevada de estos moluscos: para obtener un gramo del material tan preciado, era necesario disponer de más de 10.000 ejemplares.

Así pues, el prestigio que otorgaba el tener una prenda de este color no hizo más que comenzar entonces, pues tradicionalmente la púrpura se ha asociado con las monarquías, algo que podemos ver a lo largo de la historia. A modo de ejemplo, en época de Teodosio II emperador del Imperio Romano de Oriente ( 401-450) se prohibió por ley, recogido en el Codex Teodosianus, que la gente vistiese en tonos violáceos, pues era un derecho reservado exclusivamente al emperador y su familia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Influencias egipcias y mesopotámicas

La civilización y el arte fenicio se han manifestado no sólo en Fenicia, sino más allá de esta costa mediterránea a través de las guerras, las transacciones comerciales y sus colonias. El estilo fenicio, con sus imitaciones o su inspiración, se deja reconocer fácilmente en todos los territorios sellados por su paso.

⇨ Ídolo de bronce (Musée du Louvre, París). Esta estatuilla sirvió seguramente como soporte de lámpara, dado el penacho que la corona. Con una clara influencia de la escultura egipcia, el ídolo presenta características propias del arte egipcio como el peinado del personaje, el vestido que ciñe su cadera y la peineta redonda que sostiene sobre la cabeza. Los idolillos tuvieron una gran difusión en el arte fenicio, siendo éstos generalmente tallados en marfil, piedra, madera dura, terracota o bronce, y solían reproducir rasgos primitivistas del arte semita o del sumerio arcaico, si no imitaban directamente el estilo egipcíaco y helenístico de la escultura. 


Las primeras formas de cultura prefenicia se dieron en la época del Neolítico, cuando el hombre, ya familiarizado con la pesca y la agricultura, formó poblados de los que la colina de Biblos ha conservado un rico material, procedente del VI y V milenios, donde podemos ya percibir la vibración de una expresión rica en aspectos diversos de forma y decoración: cuencos de fino contorno decorados con grabados muy depurados que se asemejan al arte que predominó mucho más tarde entre los mayas, vasos decorados con triángulos punteados a la manera de los mosaicos del templo de Uruk o figuritas de barro cocido encontradas en Biblos y parecidas a las de Eridu, en Mesopotarnia.

Semejanzas, influencias o a veces parecidos aún inexplicables en nuestros días, que nos revelan la personalidad del arte de un pueblo activo y viajero capaz de asimilar, desde la encrucijada del mundo antiguo, la riqueza egipcia y mesopotámica expresándose con un espíritu vivo y sensible que hizo posible unas obras artísticas que, lejos de ser una copia servil, llevan la marca de su carácter personal.

A finales del IV milenio, el mundo oriental se estabilizó. La antigua Biblos, ciudad amurallada, se desarrolló durante este período. La ciudad contaba con dos puertas, una al norte y la otra al sur, pero tenía su entrada principal en el lado nordeste. A partir del III milenio, las viviendas adoptaron una forma definitiva de planta rectangular, con los muros de piedra hasta cierta altura y la parte superior de madera. Las casas fenicias representadas en los relieves asirios son estrechas y altas, y están provistas de recios contrafuertes; muchas tienen galerías de ventanas con barandillas de balaustre y torres. Las casas estaban cubiertas de terrazas donde se cultivaban arbustos o pequeñas palmeras, probablemente en tinajas.

Empuñadura en forma de león (Colección Toni Ralph, Nueva York). El marfil fue el material asociado al lujo y a la riqueza más estimado por los artesanos fenicios. Pronto se convirtió en producto de una floreciente y refinada industria de adornos para utensilios ceremoniales y piezas de mobiliario domésticos destinados a familias acaudaladas, como esta muestra de arte eborario del siglo VIII a.C. 
Las edificaciones domésticas tienden a ganar en altura cuando la ciudad crece entre sus murallas. Aunque existe abundante documentación literaria y monumental sobre la arquitectura civil y religiosa del III milenio, no se han conservado restos posteriores, desaparecidos bajo otras poblaciones modernas. Ciudades como la esplendorosa Tiro o Sidón son aún una incógnita. Se trataba de ciudades emplazadas en una isla próxima a la costa o en un promontorio unido a tierra firme por un itsmo (Sidón, Biblos).

En Biblos, durante el III milenio, se construyeron templos y edificios importantes, de los cuales el templo de Baalat Guebal y el templo en forma de "L” son los testimonios más antiguos y donde se han encontrado los restos artísticos más importantes de este momento: exvotos de barro cocido, vasos zoomorfos que consiguen expresar esquemáticamente la forma y movimiento del animal y están decorados con motivos pintados con tierras. Ejemplos que muestran ya los caracteres más destacados del arte fenicio; estilización y vida son las bases artísticas de la expresión fenicia. Un arte propio que ya denota la influencia del arte extranjero, en especial de Mesopotamia y Egipto.

⇦ Máscara (Musée du Louvre, París). Muchas de las piezas fenicias que se conservan actualmente fueron halladas en excavaciones de las necrópolis. El ejemplo de esta máscara muestra la influencia que tendría posteriormente en el arte grecolatino, con sus grandes aberturas para los ojos y la fina tersura de la cara.



A comienzos del III milenio, la influencia mesopotámica está presente en el arte fenicio de manera destacada; más tarde, a esta influencia vino a yuxtaponerse la egipcia. Los tesoros de la ciudad de Biblos son una valiosa muestra de estos influjos y del carácter del arte fenicio. En los siglos XIX y XVIII a.C., se estrechan las relaciones entre Egipto y Biblos, y los faraones colman de ricos regalos los templos y a los soberanos de esta ciudad. No sólo llegan las muestras artísticas, sino que se imponen también los modelos protocolarios fenicios. El templo, frecuentado por todas las capas de la población, ofrece una imagen auténtica de las costumbres y el arte fenicio. La entrada del templo se encontraba delimitada por un umbral: en el centro del espacio sagrado se elevó un gran betilo del que sólo se conserva la parte baja, y ante este símbolo se encuentran pequeñas fuentes destinadas a ofrendas líquidas que se vertían en una fuente más grande situada a la derecha de la entrada. En el patio que rodea este conjunto se multiplicaron las reproducciones del motivo central, betilos y pequeños obeliscos aislados o agrupados. En un ángulo del patio había una losa para recibir las ofrendas. En todas las ciudades cananeas se erigieron betilos y obeliscos, cuyo culto permaneció enraizado durante bastante tiempo.

El contenido del templo de Biblos no se correspondía con su pobreza arquitectónica. Sus riquezas han dejado constancia de la singularidad del arte fenicio y de su inclinación a la adaptación de modelos foráneos. Numerosos exvotos, depositados a menudo en tinajas de vientre más o menos ovoide para las ofrendas voluminosas y pequeñas tinajas cilíndricas con cobertura en forma de casquete para las pequeñas, principalmente estatuillas de bronce laminadas en oro, dan testimonio de la riqueza de la ciudad. Muchas de estas figuras están representadas en pleno movimiento y tocadas con la lebbadé, o gorro cónico; algunos de estos exvotos cuentan con varias decenas de estatuillas.

Mujer embarazada en una silla (Museo de
Israel, Jerusalén). Esta estatuilla de terra-
cota servía como fetiche para apoyar su-
persticiosamente el feliz desarrollo de los
partos. Hallada en la necrópolis fenicia de
Aczib, al sur de la ciudad de Tiro, se con-
sidera que fue realizada en el siglo v a.C.,
con un notable peso estilístico de la escul-
tura egipcia tal y como demuestra el pei-
nado y el vestido de la figura. 
La mayor parte de estas pequeñas esculturas estaban recubiertas de una fina hoja de oro, tuya extrema delgadez demuestra la técnica y gran habilidad de los artesanos fenicios. La técnica del laminado la aplicaron mil años más tarde sobre el marfil que trajeron de los países de África, marfiles dorados fenicios que anuncian ya las obras criselefantinas de Fidias.

Estas estatuillas de bronce, modeladas a la manera egipcia con el cuerpo afilado y los hombros rectos, contrastan con otras de barro cocido, aunque también existen algunos ejemplares de bronce que representan figuras de rostro barbudo y nariz prominente de tipo netamente semítico. Las que aparecen con el brazo hacia adelante son representaciones del dios fenicio Reshef. A veces, la influencia se muestra simultáneamente, pero predomina el tipo egiptizante sobre el oriental.

Los fenicios fueron gente piadosa: su panteón, rico en divinidades, propiciaba un culto politeísta con un principio de pronunciada monolatría. Cada ciudad tenía su divinidad protectora: en Tiro se veneraba a Melkart, en Biblos a Baal. Un mundo de dioses bien atestiguado iconográficamente que coexistía con la adoración de las piedras erectas, los betilos.

Una figura frecuente en la estatuaria fenicia es la diosa de la Fecundidad, representada por Astarté. Dos estatuillas del siglo XVIII a.C. una de barro cocido y la otra de bronce, la muestran con la mano o las manos sobre los senos y el sexo enmarcado por un triángulo punteado. En otras ocasiones, esta representación es muy estilizada y se limita sólo al sexo, como se aprecia en una gruta al norte de Tiro en la que aparecen triángulos en las paredes dedicados a esta diosa.

Dios Baal. En esta estela de piedra caliza procedente de Ugarit se ha representado a Baal con una barba tan larga como los cabellos que caen sobre sus hombros. Sobre la cabeza lleva un casco con cuernos y levanta su cetro para invocar la lluvia sobre los campos.




























Escena de caza real. En este cuenco o pátera de oro procedente de las excavaciones de Ugarit se esculpió esta dinámica escena en la que un arquero montado en un carro persigue varios animales salvajes entre los que se pueden apreciar varios búfalos y cabras monteses. 
También existen divinidades de la fecundidad representadas vestidas, en este caso identificadas con la lsis egipcia.

Otros exvotos encontrados en el templo de los Obeliscos reproducen toda clase de figuras de animales con clara tendencia a la esquematización propia del arte fenicio: monos erectos, gatos adormilados, chacales al acecho, leones, erizos, hipopótamos, animales llenos de vida y de vigor cuya perfecta ejecución, en especial los hipopótamos, hace suponer que fueron modelados a partir de ejemplares vivos.
Sarcófago de Ahiram (Museo Arqueológico Nacional, Beirut). En la necrópolis fenicia de Biblos se encontró la tumba del rey Ahiram, con una de las primeras muestras de alfabeta semítico de la Historia. En sus lados se ha esculpido una procesión de adoradores que acuden a rendir tributo frente al .trono del rey. 
Completando esta riqueza escultórica, hay que destacar las figuras grotescas, personajes en actitudes diversas con el vientre abultado, comiendo con glotonería o riéndose. Se creía que estas figuras alejaban los malos espíritus que causaban la esterilidad de las mujeres y la tierra. La fecundidad, representada a partir de figuras o atributos femeninos, o simbolizada en la representación del parto, como sucede con el fetiche en terracota encontrado en la necrópolis de Aczib al sur de la ciudad de Tiro, del siglo V a.C., es frecuente en la iconografía fenicia.

Sarcófago de Eshmunazar (Musée du Louvre, París). El féretro del que fuera rey de Sidón durante parte del siglo VI a.C. sigue la tipología formal del estilo egipcio y está esculpido en basalto negro, un material importado por orden expresa del rey. Este tipo de sepultura fue inmediatamente adoptada por la aristocracia fenicia, que apreciaban por su exotismo y su modernidad todo el arte procedente del Nilo. La moda se extendería rápidamente. por todo el Mediterráneo occidental. Sobre la tapa del sarcófago pueden leerse caracteres fenicios que cuentan las gestas del soberano. 
Entre los restos encontrados en Biblos destacan también trabajos en metal y orfebrería, como los pu­ñales, exvotos realizados con técnica depurada y gran sensibilidad. Estas donaciones reales, de los siglos XIX y XVIII, en oro macizo o laminadas, están decoradas con variadas escenas de tipo egiptizante y mesopotámico. También las hachas, cuya forma original se debe a Mesopotamia, dan medida del buen gusto de los orfebres fenicios. Piezas de proporciones elegantes, decoración preciosista y técnica depurada en las que es frecuente el filigranado de motivos geométricos. Las filigranas formadas de bolas minúsculas, que el orfebre ha acolado en caliente una a una, tienen su antecedente en el famoso puñal de Ur, realizado mil años antes, pero sus bolas son mucho más pequeñas, finura de técnica parecida a la de Egipto.

Las ruedas solares, en electro o en oro, procedentes del templo de Biblos están decoradas con incisiones en motivos radiantes de palmeras; el papel simbólico de la palmera se convirtió, en la época helenística, en el emblema fenicio por excelencia utilizado también en las monedas.

La diversidad de formas y motivos decorativos de los objetos encontrados en Biblos, cuya diversidad de influencias va de lo egipcio a lo mesopotámico, egeo, e incluso hitita, dan al arte fenicio su verdadera dimensión social y artística.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El origen del alfabeto latino


Sarcófago del rey Ahiram (Museo Arqueológico Nacional, Beirut). En la inscripción incisa en la tapa del sarcófago del soberano puede leerse "AHRM MLK GBL", que significa literalmente "Ahiram Malik Gebal ": "Rey Ahiram de Biblos".
El alfabeto fenicio es una adaptación del cuneiforme mesopotámico (cuyo origen se remonta, a finales de la Edad del Bronce) y es el precursor de nuestra escritura moderna. Este alfabeto quedó establecido de forma homogénea en todo el territorio fenicio a finales del siglo X a.C. y fue este sistema estandarizado el que se expandió en primer lugar por todo el Mediterráneo oriental -los pueblos griegos fueron los primeros en adaptar y mejorar el rudimentario sistema alfabético de Fenicia- a través de los contactos comerciales y llegó después a Occidente mediante el establecimiento de colonias. Posteriormente, a través de la recepción griega de la escritura fenicia, los pueblos de la Italia central (etruscos, principalmente) desarrollaron su alfabeto, antecedente directo del abecedario latino.

Las primeras muestras escritas en fenicio muestran que era un alfabeto consonántico de 22 signos. Esto significa que no empleaban ningún tipo de símbolos para representar los sonidos silábicos. Esta escritura se trazaba habitualmente de derecha a izquierda, si bien a veces algunos textos se presentaban en bustrófedon, que alude a la manera de escribir de izquierda a derecha y viceversa, alternativamente. Por otro lado, los soportes que empleaban se repartían principalmente entre el papiro y el cuero, lo cual explica que no hayan llegado muchas muestras significativas hasta la actualidad.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Nacional de Beirut


Barco de Tarso (Museo Nacional, Beirut). En el relieve de este sarcófago del siglo 1 a.C. se puede apreciar una buena muestra de la estructura técnica de los veleros mercantes fenicios.  
Fue un oficial del destacamento francés activo en el Lí bano, Raymond Weill, quien dio inicio en 1919 al Museo Nacional de Beirut con la serie de antigüedades que expuso en una sala del edificio de los "Diaconesses allemandes" en la calle Georges Picot, en Beirut, tomando el carácter de museo provisorio.

   Un comité fundador creado en 1923 emprende una colecta de fondos en vista de construir un museo en un terreno situado sobre la calle Damas. El proyecto, presentado por los arquitectos Antaine Nahas y Pierre Leprince Ringuet, fue retenido por la comisión de examen, reunida bajo la presidencia de Bécahra el Khoury, entonces presidente del Consejo y Ministro de Instrucción Pública y de Bellas Artes de la República Libanesa. Los trabajos comenzaron en 1930 y acabaron en 1937. La inauguración oficial tuvo lugar el 27 de mayo de 1942 y estuvo a cargo de Alfred Naccache, presidente de la República Libanesa.

   En 1937, el Emir Maurice Chéhab, entonces conservador del Museo de Beirut, anunció que el Museo Nacional agruparía a partir de ese momento todas las antigüedades recogidas en el territorio libanés. Hasta 1975, en vísperas de los sucesos del Líbano, los visitantes pudieron admirar objetos que cubrían un período de cronológico muy largo, desde la prehistoria hasta el siglo XIX de nuestra era.
 Divinidad sedente (Museo Nacional, Bei-
rut). Inspirados por la estética primitivis-
ta de algunos de los pueblos del viejo con-
tinente con los que acordaron tratos co-
merciales, los escultores fenicios realiza-
ron muchas figuras con rasgos africanoi-
des, como los de esta estatuilla votiva. 

   Desde entonces, la colección se enriqueció de material proveniente de estudios realizados durante medio siglo en territorio libanés que incluían sarcófagos, mosaicos, joyas, monedas y cerámica, utensilios y armas, etc. Si el Museo Nacional de Beirut ha sido considerado uno de los más ricos de Medio Oriente, su fuerza proviene del hecho de que emana de la Dirección Nacional de Antigüedades: en efecto, los estudios que realiza ésta última permiten enriquecer continuamente las colecciones expuestas.

   No obstante, en 1991, coincidiendo con el fin de la guerra, el Museo Nacional de Beirut quedó en gran parte devastado: los obuses resquebrajaron y en algunos casos hasta derrumbaron muros enteros; las goteras se extendían sin remedio y los milicianos, que durante algún tiempo tomaron su interior como si de una fortaleza se tratara, dejaron un triste rastro de graffiti por sus paredes. Esta situación se agravó con numerosos y reiterados incendios, que acabaron con un sinfín de documentos y cartas de gran valor histórico para siempre. A pesar de todo, tras el concurso de distintas administraciones y la generosa contribución tanto de particulares como de distintas asociaciones, el Museo Nacional de Beirut pudo ser finalmente restaurado y rehabilitado, adoptando de así el aspecto que exhibe en la actualidad.

   La colección permanente del Museo Nacional de Beirut se divide por períodos en: a) Prehistoria (hasta 3200 a.C.); b) Edad de Bronce (3200 a.C.-1200 a.C.); e) Edad de Hierro (1200 a.C.-333 a.C.); d) período helenístico (333 a.C.-64 a.C.); e) período romano (64 a.C.-635); f) período bizantino (395-636) y g) de la Conquista Árabe al período mameluco (635-536).

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

Época de expansión fenicia

Durante el período de los siglos XVII y XVI, la llegada de los hicsos trastornó Oriente y mantuvo una barrera frente a las influencias egipcias, al mismo tiempo que aportaba al arte fenicio algunas características notables, en especial en la cerámica, que se distingue por su elegancia en la silueta ovoide de los vientres, la estrechez de los cuellos y los bordes semiabiertos. Algunos vasos de este período han conservado el lustre rojo o blanco, pero la mayor parte están decorados con motivos parecidos a los de la cerámica del Egeo (espirales, círculos concéntricos, triángulos opuestos en el vértice).

Sarcófago antropoideo (Museo Provincial, Cádiz). Hallado en las costas gaditanas y datado alrededor del siglo IV a.C.. este fino féretro guardaba los restos de una mujer., presuntamente de casta noble. Los rasgos de las facciones y el sutil abultamiento de los pechos dan a entender que se trataba de una mujer muy joven. Estos detalles reaparecerían adoptados por artistas de principios del siglo XX como Amedeo ModiglianiPicasso o Léger, quienes se inspirarían habitualmente en las estéticas primitivas y el arte escultórico de los fenicios. 

 Sacerdote en actitud orante (Museo Arqueológi ­ co Nacional, Madrid) Cla ­ ramente marcada por la influencia egipcia, esta figura de bronce represen ­ ta probablemente al dios Ptah, un demiurgo al que siempre se caracterizaba como a una momia y que, según la mitología egipcia, creaba a partir de la tierra y la arena. Patrón de los artesanos, de los magos y los terapeutas, se le ha confundido muchas veces con representaciones de Osiris. Los fenicios se caracterizaron por su espí­ ritu comercial y navegante, lo que les llevó a viajar a tierras tan lejanas como las costas atlánticas europeas y a realizar expediciones por el continente africano, absorbiendo todo tipo de culturas. Por tanto, no resulta extraño encontrar piezas como ésta, de tendencia egipcíaca, en las costas gaditanas.



Tras la eliminación de los hicsos, los pueblos orientales se abrieron de nuevo a Egipto. En esta época de intercambios internacionales, el arte fenicio afirma su carácter distintivo. Destacan de este período la estela de Ugarit (siglo XIV a.C.), de piedra caliza, en la que aparecen dos personajes, uno de ellos tocado con el gorro cónico, y la pátera de oro (siglos XV-XIV) con una escena de caza real que ya no es egiptizante, sino completamente oriental, y en la que se muestran, alrededor del motivo central, pequeños caballos lanzados al galope que arrastran un carro desde el cual el rey, un tipo semítico, tensa su arco contra una gacela mientras dos toros huyen y un tercero arremete contra el carro. La vivacidad de esta escena, que reproduce el instante mismo de la tensión de la carrera, es excepcional.

La pieza más importante encontrada en la costa fenicia de este período es el sarcófago de Ahiram, rey de Biblos, por sus diversas influencias artísticas y, en especial, por el texto grabado en él, primeras inscripciones en alfabeto fenicio arcaico (hacia 1300 a.C.). Los leones, de cuerpo en relieve, muestran hasta qué punto había influido el arte hitita y cómo Ugarit -con la que en el siglo XIV se establecen relaciones comerciales y diplomáticas- también pesa, al igual que la influencia micénica aparece en los ritones o vasos zoomórficos. De hecho, los barcos micénicos navegaban entre Fenicia y Egipto, y Ugarit era el principal puerto. Es característico del arte fe­ nicio su capacidad de fundir y armonizar su propio arte con los motivos extranjeros. Un disco de marfil, procedente de Biblos, o las copas de oro decoradas con una roseta central rodeada de cuatro pares de grifos afrontados, son muestras variadas de la influencia egea en el arte fenicio.
Estatuilla púnica femenina (Mu-
seo Arqueológico, Ibiza). Esta
figura de terracota procedente
de la necrópolis de Puig des Molins,
en Ibiza, distingue muchas de las
concepciones artísticas típicas del
arte fenicio, fruto de múltiples in-
fluencias foráneas. A su vez, di-
chas características formales y es-
tilísticas serían propagadas a diver-
sos pueblos del Mediterrá­ neo a tra-
vés de sus constantes intercambios
comerciales. 

El declive de los grandes imperios facilitó la expansión fenicia en el Mediterráneo. A finales del siglo IX fundaron Qurt Hadasht o "Ciudad Nueva", que luego los romanos llamaron Cartago. En el siglo VII estaban establecidos en las costas de Etruria, Sicilia, Galia y, sobre todo, de Iberia (hacia 1100 a.C. se establecieron en Cádiz); se lanzaron hacia el Atlántico, y en el siglo VI dieron la vuelta a África. La expansión fenicia a lo largo de las costas medí­terráneas constituye en la antigüedad un gran fenómeno histórico y cultural. El fundamento de esta expansión radica en la actividad comercial. El arte fenicio ha dejado muestras de su expresión en África, Sicilia, Malta, Cerdeña y la península Ibérica. A comienzos del I milenio, época de la expansión fenicia, en especial a través de los habitantes de la ciudad de Tiro, la influencia egipcia se mantuvo a pesar de la posterior dominación asiria. El rey Tabnit de Sidón trajo de Egipto sarcófagos antropoides que se impusieron en las costumbres de la aristocracia, propagándose en todo el Mediterráneo e introduciendo un tratamiento helénico en la representación de los rostros. Las colonias fenicias, intermediarias entre oriente y occidente, fomentaron la evolución estética de pueblos que, como los de la península Ibérica o las islas Baleares, sin ello, probablemente, se hubiesen mantenido al margen de las grandes corrientes artísticas.

En la península Ibérica se desarrolla hasta el siglo VI a.C., en todo el sur, una cultura orientalizante, · gemela a la de Grecia y Cartago, y contemporánea de la de Etruria, que no deja de tener características propias a pesar de la marcada influencia fenicia; se la conoce con el nombre de cultura tartésica. No es fá­cil distinguir las importaciones comerciales de los productos fabricados en la Península, ni las producciones fenicias de Cádiz y de las restantes colonias, de las fabricaciones propiamente tartésicas.

⇨ Joyas del Tesoro de Aliseda (Museo Arqueológico Nacional, Madrid). Fechado hacia el siglo VI a.C., este conjunto de joyas de oro es realmente magnífico. Está formado por una diadema afiligranada con bolitas pendientes de cadenillas, anillos, collares con piezas suspendidas de distintas formas y un par de arracadas fenicias caladas con decoración de flores de loto alternadas con palmeras asirias entre figurillas del buitre sagrado egipcio.



El peso de la influencia fenicia, directamente o como mediadora entre el arte de Tartesos y las otras civilizaciones, es notable en la península Ibérica a partir del siglo vnr a.C., como se demuestra en los bronces que representan dioses fenicios (la diosa Astarté sentada en un trono, bronce encontrado ,en el Cerro del Carambolo en Sevilla).

El ajuar funerario de una tumba de Cástula Qaén), la estatuilla de bronce con máscara de oro del dios egipcio Ptah encontrada en Cádiz, el carro votivo de Mérida (siglo VI a.C.), los bronces oretanos de los santuarios de Despeñaperros, los jarros utilizados en los rituales funerarios hallados en .La Aliseda (Cáceres), los marfiles de las tumbas de Carmona, los calderos de bronce de Cástula Qaén), adornados con motivos florales, o los magníficos ejemplos de orfebrería hallados también en La Aliseda, ofrecen testimonio variado de la influencia mediadora del arte fenicio en la cultura de la Península tanto desde el punto de vista iconográfico como técnico.  

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Vorderasiatisches Museum de Berlín

Dirección:
BodestraBe 1-3.
10178 Berlín.
Tel.: (+30) 2090 5301.

Guardianes alados (Vorderasiatisches Museum, Berlín). En la sala asiria del museo se encuentra una sorprendente colección de arte mesopotámico y reproducciones de originales hoy desaparecidos, como estos relieves del palacio de Jorsabad. 
El Vorderasiatisches Museum (Museo de Próximo Oriente) forma parte del Museo de Pérgamo y está considerado como uno de los más reputados en materia de arte oriental, al mismo nivel que el British Museum de Londres o el Musée du Louvre de París. Sus fondos fueron constituidos entre 1820 y 1930, dando nacimiento con el correr de los años, primero a una colección real, y más tarde nacional, de renombre en todo el mundo.

        Las dos piezas maestras del museo son la Puerta de lshtar y la Vía de procesiones de Babilonia, del reinado babilónico de Nabucodonosor II, entre los años 580 a.C. Las fachadas, recubiertas de telas en amarillo y azul, están consideradas como los elementos más estimados del arte de Próximo Oriente.

        La Puerta de lshtar está decorada con dragones, animales sagrados de ldios de la ciudad, Marduk, y con to ros, animales fetiches del dios Hadad, divinidad del rayo y la tormenta. En el ala izquierda de la puerta figura una inscripción en escritura cuneiforme que relata la ocasión en que el imponente monumento fue construido.

        De una y otra parte de la puerta se encuentran dos fragmentos de la pared de la sala del trono de Nabucodonosor ii, ornada con un friso de leones en marcha. La pared superior de estas fachadas está decorada con formas vegetales ricamente trabajadas.

Avenida procesional de Babilonia
(Vorderasiatisches Museum, Berlín). La
decoración policromada de la larga ave-
nida por la que los fieles peregrinaban en
la ciudad hasta el templo de Marduk estaba
dedicada íntegramente a representaciones
animales.

        A semejanza de la sala del trono de Nabucodonosor II, las fachadas de la Vía de procesiones se encuentran ornadas completamente por una hilera de leones en marcha, animales sagrados de lshtar, diosa babilónica de la guerra y del amor.

        En sus orígenes, la Vía de procesiones abarcaba una superficie de 300 m de largo por 16 m de ancho. Una maqueta situada en una sala contigua permite a los visitantes hacerse una idea más precisa de las dimensiones llevadas a escala de la ciudad. incluso, aunque al mayor parte de los leones son originales, ciertos ladrillos han debido ser rehechos por necesidad para la reconstitución de la fachada.

        En su colección de esculturas y arquitectura de Siria primitiva y Anatolia se destacan el friso de basalto de Tell Halaf; los leones de granito gigantes de la puerta de la ciudad de Sam'al (Sendjirli), erigidos a principios del siglo VIII a.C.; la estatua de un pájaro gigante de Gerdechin (780 a.C.); la estatua monumento del dios de la tormenta y el rayo Hadad (900 a.C.) y los relieves en yeso del santuario rupestre de Yazilika, la antigua capital hitita, del siglo XIV a.C.

        En su colección de Arte Mesopotámico el museo conserva, entre otras piezas, el molde de la estatua del rey Hammurabi, que incluye el texto cuneiforme del Código de Hammurabi (1728 a.C.), cuya estatua original se encuentra en el Louvre; un mosaico mural en arcilla coloreada (3000 a.C.) proveniente del templo de la diosa nlnin; los restos de dos monumentos anteriores a la Puerta de lshtar (595-585 a.C.), decorados igualmente con dragones en relieve, y el bajo relieve que presenta a portadores de jabalinas de la guardia del Gran Rey Darío 1 (521-486 a.C.), considerado como una de las piezas más notables del museo.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

Musée de L'Homme

Dirección:
Palais de Chaillot.
17 place du Trocadéro.
75116 París. Teléfono:
(0033) 014 405 7272.


Heredero del mítico Musée Ethnographique du Trocadéro, fundado éste en el ya lejano 1878, el Musée de I'Homme (Museo del Hombre) fue creado en ocasión de la Exposición Universal celebrada en la capital francesa en el año 1937. Está constituido a partir de, entre otras colecciones, la muy importante del Gabinete Real. Muchas de las obras que en la actualidad pueden visitarse en este museo pertenecen a colecciones que, como la ya citada, han ido acumulando objetos de arte desde el siglo XVI. De todos modos, el museo continúa enriqueciéndose con nuevas adquisiciones que se añaden a los importantes fondos de antropología y prehistoria.

        Hace algunos años, una de las disposiciones más relevantes que se han tomado ha sido la de trasladar un gran número de obras relacionadas con el arte africano más antiguo al Museo de las Artes Primitivas. De todos modos, ello no debe entenderse como una desvirtuación del sentido y la relevancia del museo, sin lugar a dudas uno de los más importantes del mundo en su función. El Musée de I'Homme sigue manteniendo, tanto en número como en el valor de las obras que alberga, una categoría de primer orden.

        Bastaría simplemente una cuarta parte de las obras que conserva para hacerlo digno de mención. Por ejemplo, en sus galerías de Antropología y Prehistoria, el espacio propone tres exposiciones permanentes. Una de ellas es La Nuit des Temps (La Noche de los Tiempos), un apasionante viaje por la historia que reconstruye las grandes etapas de la aventura humana, desde los primeros homínidos de alrededor de cuatro millones de años de antigüedad hasta el hombre moderno. Otra es Six milliards d'hommes (Seis millones de hombres), que propone un interesante repaso por la demografía de las poblaciones humanas desde sus orígenes y, asimismo, plantea una interesante reflexión sobre el desafío demográfico que supone hacer frente a las previsiones de crecimiento de la población mundial. La tercera de las exposiciones permanentes con las que cuenta el museo se denomina Tous parents, tous différents (Todos parientes, todos diferentes). En ella se muestra la unidad y la diversidad de humana en materia de biología y genética. Asimismo, igual protagonismo cobran las exposiciones temporales que, por su parte, presentan los resultados de las continuas misiones de exploración, que implican la adquisición de objetos etnográficos, y los préstamos realizados por otros museos.

        Por último, y aunque es complicado destacar sólo dos de las innumerables obras que hacen grande a este museo, es preciso señalar que las colecciones permanentes del Musée de I'Homme están compuestas por objetos de arte entre los que sobresalen, por ejemplo, el célebre molde de la Venus Hottentote y el marfil de la famosa Venus de Lespugue, de la que también se ha hecho referencia en la presente obra.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat

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