Formas únicas en la continuidad del espacio (Forme uniche nella continuita dello spazio) es la creación más impresionante de la escultura futurista. En ella, Umberto Boccioni trasladó los principios del movimiento italiano propugnados en su manifiesto.
El manifiesto técnico de la escultura futurista contenía un programa tan completo y ambicioso como el de la pintura. Si en este último, publicado en Le Fígaro el 20 de febrero de 1909, se exponía, entre otras cosas, el dinamismo como medio de expresión: "Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo ( ... )·Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad ... ", el manifiesto de la escultura futurista, Boccioni proclamaba el rechazo al pasado y la búsqueda de la inspiración en la tecnología.
En 1913, el artista italiano realiza la monumental figura de aspecto antropomórfico que representa a un hombre avanzando potentemente hacia el futuro. La figura tradicional del desnudo heroico se hace aquí agresivamente moderna.
La superficie brillante y pulida del bronce hace que esta obra parezca una máquina. Además, se ha acentuado la sensación de espacio y movimiento gracias a que la figura aparece con unas extensiones, a modo de alas o de ropajes movidos por el viento, que permiten al espectador sentir como si en realidad caminase. Asimismo, la utilización de líneas rotas y curvas acentúan la sensación de dinamismo.
Formas únicas en la continuidad del espacio es una evocación singular de la fuerza del movimiento. En ella consiguió el artista revelar eón mayor éxito el dinamismo que, según pensaba, sólo podía representarse con movimiento. Trasladó a la escultura los temas característicos del futurismo pictórico, como la expresión del dinamismo y la penetración del espacio en los objetos.
Esta escultura es una demostración del deseo de representar lo que él mismo definía como "no la forma pura, sino el ritmo plástico puro, no la construcción del cuerpo, sino la construcción de la acción del cuerpo", resolviéndolo a base de obligar a los músculos a adoptar formas aerodinámicas y de materializar las masas atmosféricas en movimiento. La búsqueda de la sensación dinámica fue, para Boccioni, una constante; trató de captar el movimiento continuo, más que al instante.
La figura construida con líneas quebradas y curvas aparenta empezar a correr. Sus alargamientos en forma de aletas parecen expresar el espacio que el cuerpo atraviesa en su devenir dinámico.
Umberto Boccioni es, quizá, el mejor representante del movimiento que alcanzará su máxima expresión en la escultura. Sin lugar a dudas, la producción escultórica de Boccioni es una de las más representativas y fundamentales del arte de todo el siglo XX, pues desarrolló aspectos hasta entonces no tratados por las artes plásticas: el tiempo y el movimiento.
Actualmente una de las versiones, de 111, 2 x 88,5 x 40 cm, se puede admirar en el Museo de Arte Moderno (MOMA), de Nueva York.