Esta pintora estadounidense fue un enlace entre el mundo artístico de París y el de Nueva York. El misógino Degas hace una excepción y la incita a tomar parte en el primer Salón impresionista. En medio de los arrebatados genios que la rodean, Mary Cassatt conserva una personalidad propia. Huye del formulismo y deja escapar libremente su tierna inspiración, en telas como la que comentamos, donde la pincelada gruesa y limpia, la gracia precisa del trazo -aprendida de los japoneses- convierten la trivial escena en un cuadro vigoroso, pleno de atractivos.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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