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Artistas de la A a la Z

La Belle Époque

Cartel para el Salón des Cent, por Alphonse Mucha.
El término Belle Époque hace referencia al período comprendido entre los años 1890 y 1914 en Francia. Pero la expresión no surgió hasta concluir la 1 Guerra Mundial. Se pretendía, por contraste, calificar como Edad de Oro a la época inmediatamente anterior al conflicto y expresaba la reacción de los que añoraban el pasado ante los horrores sufridos en la contienda. Un factor a tener en cuenta en el momento de analizar la idealización del período es que, verdaderamente, la economía francesa experimentó un importante progreso y la estabilidad monetaria contribuyó a alimentar el mito de la buena vida durante esta época.

En el aspecto cultural, Francia conoció en estos años un apogeo que sólo puede compararse a los primeros tiempos de la Ilustración. El grafismo y la pintura se relacionaron estrechamente con la publicidad, de modo que se estableció una popularización del arte. El desarrollo de las imprentas permitía la reproducción de carteles de gran tamaño ilustrados a color y grandes tiradas.

Los carteles podían ser vistos por muchas personas y la publicidad comenzó a extenderse desde la prensa a la calle, empapelando las fachadas y marquesinas con arte. El cartel ilustrado se integró a la vida cotidiana y no tardó en convertirse en objeto artístico: se compraban, vendían, exponían, coleccionaban y se atesoraban, convirtiéndose en el mejor soporte de difusión de las nuevas tendencias.

Los artistas, por su parte, necesitaban crear un lenguaje nuevo, más eficaz y directo, para responder a las necesidades de los anunciantes, y recurrían a novedosos enfoques fotográficos, tintas planas o delicados sintetismos de inspiración oriental para llegar de forma más efectiva al público, avanzando, a la vez, en el proceso de depuración que resultaba consustancial al arte moderno. Se popularizaron los nombres de Henri de Toulouse-Lautrec, Alphonse Mucha, Charles Rennie Mackintosh o Victor Mignot entre otros destacados cartelistas. En 1891, el primer cartel de Toulouse-Lautrec, Moulin Rouge, produjo sensación, y fue uno de los primeros en elevar el cartel a la categoría de arte.
En literatura surgen las escuelas de los parnasianos y los decadentes. Autores como Maupassant, Daudet o Mallarmé expresaron en sus obras las contradicciones de la época y dejaron traslucir un sentimiento difuso de angustia entre la algarabía. Esta apreciación se debía a que, aunque existía una sensación de prosperidad, la atmósfera política en tiempos de la Belle Époque anunciaba un futuro diferente.

A su vez, el urbanismo se enriqueció considerablemente con la aplicación de las vanguardias arquitectónicas recién surgidas. París acabó por dotarse de conjuntos inmobiliarios prestigiosos, provistos de comodidades ligadas al progreso de la técnica, como ascensores -que permitieron elevar el número de plantas de los edificios otorgándoles mayor prestigio- o energía eléctrica.

En la evocación de la Belle Époque, sin embargo, prevalece un ambiente donde descollaba el placer y la alegría de vivir, donde la proliferación de sitios de esparcimiento y distracción fundía las heterogéneas clases sociales propias del antiguo estado, y el barrio de Montmartre, con su famoso Moulin Rouge, se transformaba en un icono de este giro popularizándose como el bastión de placer.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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