El concepto “historicismo”
designa un interés histórico por las manifestaciones artísticas del pasado, una
actitud que empezó a manifestarse a mediados del siglo XVIII a través de los
pensadores de la
Ilustración. Muchos artistas buscaron en el pasado o en lugares
considerados como exóticos las raíces de una posible expresión. Los motivos que
impulsaron esta nueva actitud ante la historia fueron múltiples: el interés
arqueológico o etnológico por el pasado (Winckelmann, Herder); la sustitución
de una psicología de las facultades del alma por una psicología de los
individuos, lo que preanuncia el romanticismo; los inicios de la Revolución Industrial
y el final de las estructuras productivistas medievales, frente a las cuales se
toma nuevamente conciencia del aspecto individualizador de la actividad
artesana medieval (Ruskin); el creciente interés por los productos aborígenes o
autóctonos, consecuencia de la creciente acción colonizadora de Occidente;
actitudes filosóficas que abandonan paulatinamente la especulación en torno al
ser para instalarse en el conocimiento directo del existir (de Kant a
Kierkegaard). Desde estos presupuestos, el concepto de estilo cambia para
convertirse en una manifestación sincrética y ecléctica. Las manifestaciones
concretas de este historicismo en el campo arquitectónico fueron los diversos
“revivals” del siglo XIX: el neoclasicismo, greek
revival, gothic revival o
neogoticismo y el eclecticismo.
La primera mitad del siglo XIX
aparece dominada por corrientes que ligan la creación arquitectónica con las
obras del pasado y, en particular, con los monumentos de la Grecia clásica. El
neoclasicismo, aparecido en el siglo XVIII, se asentó e hizo que las
referencias y los préstamos se multiplicaran; las formas clásicas se ofrecían
como el repertorio arquitectónico ideal, cargado de enorme evidencia racional.
La lección del siglo de la Ilustración está siempre presente en una voluntad
racional que piensa en la arquitectura como un conjunto. El vocabulario formal
inspirado en el mundo clásico y esta voluntad racional caracterizaron las
construcciones de hospitales, museos, palacios de justicia, ayuntamientos o
cementerios de las principales ciudades europeas. Las tentativas de urbanismo
de Napoleón en París son muestra de ello; la creación de la rue Rivoli o la iglesia
de la Madeleine (en su origen Templo de la Victoria) son construcciones
significativas de este espíritu. Este greek
revival, apoyado en el conocimiento de los monumentos antiguos, triunfó
también en Inglaterra y Alemania, e incluso en Italia.
Edificio del Almirantazgo de Leningrado, de Andreia Dimitrovich Zaharov. La fachada principal de este edificio recoge el genuino espíritu de la arquitectura rusa del siglo XIX, una época dispar en sus planteamientos, que perseguirá la creación de un nuevo lenguaje acorde con su tiempo, entre el historicismo y la renovación.
En la arquitectura alemana, al
igual que ocurre en la inglesa, se ponen de manifiesto las características
estilísticas y conceptuales propias de un siglo que avanza con la mirada puesta
en el pasado y la voluntad de acceder a unos nuevos modelos de sociedad y de
cultura.
El nombre de Karl Friedrich
Schinkel (1781-1841) está estrechamente ligado a la arquitectura de Berlín, del
mismo modo que el de Von Klenze lo está a
Burgtheater de Viena, de Gottfried Semper y Kart von Hasenauer. Este edificio de es ti lo neorrenacentista con elementos barrocos es la obra más original de la Viena de la segunda mitad del siglo XIX. Durante este período regido por el gobierno de Francisco José, la capital del Imperio Austrohúngaro experimentó una gran transformación urbana, que supuso el trazado de ampl ias avenidas, la creación de parques y jardines y la construcción de importantes edificios públicos.
En la formación de Schinkel
influyó su maestro David Gilly, autor junto a Langhans del proyecto de la
puerta de Brandemburgo de Berlín. Un viaje a Italia en 1803 supuso una
importante aportación durante su período de formación, y a partir de 1816
abandonó progresivamente la pintura para recibir los primeros encargos como
arquitecto. Uno de sus primeros proyectos fue el Neue Wache, el nuevo cuartel
de la guardia de Berlín, edificio de amplias proporciones y vasto rigor
geométrico. En la misma línea se sitúa la Schauspielhaus, sala de conciertos
dominada por el estilo jónico. Pero sin duda el edificio que culminó el estilo
neoclásico de Schinkel es el Altes Museum (1823-1828), cuya disposición
interior está dominada por una gran cúpula central artesonada y el exterior
presenta una fachada de columnas seguidas en forma de estola. Este esquema
compositivo fue en el que se inspiraría Smirke veinte años más tarde para
realizar el Museo Británico de Londres.
Neue Wache de Berlín, de Karl Friedrich Schinkel. El cuartel de la guardia fue uno de los primeros proyectos de este arquitecto alemán en el que acusa la influencia del arte clásico y el gusto por la monumentalidad y la armonía de las líneas, que dará carácter al nuevo paisaje urbano en consonancia con la naturaleza imperial de la Alemania del siglo XIX.
En 1826, Schinkel realizó un
viaje a Gran Bretaña y allí el contacto con la arquitectura de lo “pintoresco”
lo alejó del clasicismo y lo empujó a retomar la actitud visual de sus primeros
años como pintor. Por otro lado, la visita a algunos edificios industriales de
ladrillo y el valor que allí se concedía a las artes industriales hicieron que
se interesara por nuevas tipologías constructivas y por el diseño de muebles y
objetos de uso cotidiano. En sus últimas obras, Schinkel mostró su espíritu
progresista en edificios como la Escuela de Arquitectura de Berlín, concluida
en 1835, o el proyecto para los almacenes Kaufhaus. Se trata de sencillas obras
de mampostería en las que todo es construcción y función, pero en las que se
recurre a las formas históricas para dotarlas de poesía y belleza.
La voluntad de sintetizar
contenidos aparentemente antagónicos, razón y pasión, o dicho en otras
palabras, lo clásico y lo romántico, era el gran debate del siglo XIX. La obra
de Leo von Klenze (1784-1864) tampoco escapa a esta dicotomía. Su primer gran
encargo público fue la realización de la Gliptoteca de Munich en 1816, el
ejemplo más neoclásico de este autor. La fachada, de gran simplicidad, está
dominada por un gran pórtico de columnas jónicas. Pero la más clásica de sus
realizaciones fue el Walhalla, copia de un templo griego levantado sobre una
colina.
Schauspielhaus de Berlín, de Kart Friedrich Schinkel. La imponente sala de conciertos está concebida bajo el s1gno de las grandes proporciones y el ngor geométrico de acuerdo con las formas y trazas del orden jónico, Para Schinkel «el valor artístico de la obra lo determina la representación del ideal de la funcionalidad»,
Museo Británico de Londres, de sir Robert Smirke. Este arquitecto formado en Italia y Grecia es el autor de este sobrio y elegante edificio de estilo greek reviva/ nacido a principios del siglo XIX a raíz del contacto directo con Grecia e Italia. El orden jónico colosal es la principal característica del gran pórtico y la columnata que rodea los lados interiores y los extremos de las alas. A su vez, en el interior, la gran sala de lectura aparece cubierta por una cúpula construida en hierro fundido, cuya realización se debe a Sydney Smirke, hermano
Con el tiempo, la obra de Von Klenze
abandona el rigor clásico iniciando una orientación mucho más ecléctica volcada
a la recuperación del Quattrocento
italiano y al cultivo del Rundbogenstil.
Obras como la Königsbau, una de las alas de la Residenz, o la iglesia de los Santos en Munich, son ejemplos de
esta intención de réplica de arquitectura toscana. Von Klenze intervino también
bajo este modelo italiano en la reforma urbanística de la ciudad: la Ludwigstrasse es una larga arteria que
parte de la Residenz y cierra la
magnífica perspectiva de la Feldheraenhalle;
a uno y otro lado se proyectaron una serie de edificios públicos que
contribuyeron a conformar la imagen de una ciudad ideal. Más tarde, las nuevas
zonas urbanísticas adoptaron concepciones de eclecticismo neogótico alejándose
de la calidad de las obras realizadas por Von Klenze.
El resurgir de la arquitectura
gótica marcó también profundamente el siglo XIX. En Francia, este estilo
medieval atrajo la atención de restauradores y artistas como Eugène Viollet-le-Duc (1814-1879), quien amplió los fundamentos en los que se sostenía
el historicismo gótico al redefinir la arquitectura medieval como paradigma de
un sistema racional de construcción.
El Walhalla de Ratisbona, de Leo von Klenze. Monumento dedicado a los soldados muertos concebido al modo de los monumentales templos griegos en los que encontró su inspiración. Su situación en la colina de Rosenberg y su construcción sobre un basamento de hasta cinco niveles y acceso mediante rampas da lugar a su impresionante perspectiva y al dominio visual del entorno.
⇨ Proyecto de una catedral ideal, según un dibujo de Viollet-le-Duc. Para este arquitecto, el Medievo era un período de recursos y estudios técnicos, de audacias constructivas y de espléndidos resultados figurativos y semánticos. Viollet interpretó la catedral gótica con espíritu cartesiano y vio en ella una anticipación de lo que era posible realizar en los tiempos modernos gracias a la nueva tecnología.
Hijo del conservador de las
residencias reales, fue nombrado colaborador de Merimée, a la sazón inspector
de monumentos y miembro de la Comisión de Restauración. Junto a él,
Viollet-le-Duc pudo recorrer la geografía francesa e intervenir en diversos
trabajos de restauración entre los que destacaron los llevados a cabo en la
Sainte-Chapelle y en Notre-Dame de París. Su presentación de la arquitectura
gótica como modelo de lógica estructural se vertebra a lo largo de los diez
volúmenes que componen el Dictionnaire
raisonné de l’architecture française du XIe au XVIe siècles (1854-1869). La
obra analiza cada uno de los elementos arquitectónicos, tanto en su función
como en su evolución, y reivindica el reconocimiento de la sumisión de los
materiales y las formas a la racionalidad como principio esencial de la tarea
constructiva.
Tal interpretación racionalista
sobre la arquitectura gótica la apoyó en una base sociológica, al identificar
la obra medieval como resultado de un determinado orden social. Las fuerzas
sociales colectivas se imponían así a la creación individual como protagonistas
de las nuevas teorías del arte. El objetivo último de sus análisis no era, sin
embargo, ni la simple reinterpretación del pasado, ni la sola comprensión
arqueológica del mismo. Su finalidad era demostrar que la lógica estructural de
la arquitectura gótica la convertía en un ejemplo para el presente, el cual
debía asimilar sus principios y utilizar los nuevos materiales sin renunciar a
la claridad y sinceridad medieval. Viollet-le-Duc convirtió la historia en
soporte de la teoría de una nueva arquitectura.
Casas del Parlamento de Londres, de sir Charles Barry. La reconstrucción del palacio de Westminster, realizada entre 1840 y 1865, estuvo sujeta a varios condicionamientos del entorno y se deseaba preservar en el nuevo palacio, sede del Parlamento británico, su carácter nacional y su condición de cuna de la democracia. Así, Barry dio a la nueva planta del edificio una concepción neoclásica, pero Pugin, utilizó un vocabulario arquitectón ico y formas ornamentales para el interior inspiradas en el gótico inglés, especialmente
En Inglaterra, cuando se quiso
reconstruir el Parlamento, el programa del concurso imponía la utilización de
las formas góticas. A. W. N. Pugin, arquitecto designado para realizar la obra
junto con J. Bany, era además un ferviente partidario de la arquitectura gótica,
la que comparaba con la del siglo XIX en su obra Contrasts (1836), afirmando que la forma debe ajustarse a la función. Esta visión
del arte, proclive a combinar lo funcional con lo pintoresco, anunciaba el gothic revival que triunfó hasta 1870.
El arte medieval tomaba visos morales y propugnaba el rechazo del mercantilismo
Victoriano y el positivismo frente a la convicción de la necesidad de un arte
de carácter artesano cargado de valores espirituales.
En toda Europa, el historicismo
revalorizaba estilos históricos medievales en los que la cultura romántica
encontraba una tendencia de oposición al academicismo neoclásico y a las
enseñanzas oficiales de las escuelas de Bellas Artes. La iglesia de
Saint-Eugéne, diseñada en 1854 por Boileau en París; el edificio de los
Tribunales Reales de Justicia, obra de G. E. Street en Londres; el Parlamento
de Budapest, proyectado por Imre Steindl; el ayuntamiento de Munich o el mismo
Parlamento de Londres, son ejemplos constructivos del espíritu revivalista del
neogótico.
Catedral de Marsella, de Leon Vaudoyer. El estilo románico-bizantino que caracteriza a este templo responde a las tendencias eclécticas e historicistas que domi naron las realizaciones arquitectónicas de la segunda mitad del siglo XIX. La recuperación y coexistencia de diversos estilos de la Antigüedad, al margen de algunos aciertos, llevó a la exaltación del exotismo hasta límites absurdos, que contrastaban con las exigencias de una sociedad cada vez más industrializada.
A lo largo del siglo XIX
convivieron varios estilos arquitectónicos al mismo tiempo, sin que ninguno de
ellos tuviera la fuerza suficiente para desbancar a los otros. El eclecticismo
caracterizó la arquitectura de este período y, en su conjunto, refleja a un
tiempo las incertidumbres estilísticas de aquella época de mutación y la firme
voluntad de producir un estilo que tuviera como objeto expresar la toma de
conciencia de una nueva era de la civilización occidental.
Si bien los estilos históricos
eran fácilmente reconocibles, comprensibles y espectaculares, y respondían a
una manera de hacer ecléctica, deben diferenciarse del estilo ecléctico que se
generó en esta misma multiplicidad de revisionismos. El siglo, como si fuese un
gran almacén, disponía de todo un catálogo completísimo de estilos.
Rijksmuseum de Ámsterdam, de P. J. H. Cuijpers. Tras dedicarse a la restauración de iglesias góticas y construir otras de nueva planta, Cuijpers, principal representante de los «estilos históricos», emprendió en 1877 la realización de su obra civil más destacada. En este edificio se apartó de la imitación del gótico religioso de los siglos XIII o XIV, incorporando el hierro y el vidrio en los dos patios cubiertos. Se trata de un edificio grande y exento, que permite su contemplación a distancia, con una silueta muy estudiada a la que dan movimiento las torres. A pesar de sus proporciones, tiene, gracias a sus elementos formales, una presencia delicada y casi doméstica.
Puede confundirse la noción de
eclecticismo con la de pastiche;
pero, si bien el catálogo de formas concebido aisladamente puede acercarse a
veces al pastiche, el tratamiento de
conjunto de los nuevos programas, que imponían planteamientos y escalas antes
desconocidos, dio al eclecticismo una unidad estilística que a primera vista
pudiera creerse ausente en él. La arquitectura europea no escapó de este
eclecticismo. El gigantesco Palacio de Justicia de Bruselas, obra de J.
Poelaert, tiene el sabor indefinido de las antiguas civilizaciones uniendo
elementos de estilo dórico, jónico, asirio y egipcio. La gran catedral
románico-bizantina de Marsella, proyectada por León Vaudoyer, o el Rijksmuseum
de Amsterdam, de P J. H. Cuijpers, en gótico tardío, son otros tantos ejemplos
del estilo ecléctico con que se expresó el pensamiento académico de una época
preocupada por definir un estilo acorde con su tiempo, pero a la vez crítico
ante las perspectivas deshumanizadoras que preveía la nueva sociedad
industrial.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
La arquitectura ecléctica en Francia y en general es fascinante. :)
ResponderEliminar