Desde sus orígenes, el hombre
relacionó las diversas manifestaciones de la naturaleza con extrañas
divinidades que auguraban buenos o malos presagios. La intuición y el estudio
contemplativo y deductivo de alguno de los primeros líderes de grupos humanos,
los convirtió en los elegidos para mandar y gobernar atribuyendo a sus
deducciones, poderes sobrenaturales por encima del resto de los integrantes del
grupo.
Los primeros sacrificios se
relacionan con las propias pugnas por el poder y los “elegidos por los dioses”
suelen ser posibles adversarios del líder que recibe el encargo divino de la
ofrenda al dios para complacerlo. Esta transmisión del mandato entre la divinidad
y el grupo se mantiene en algunas religiones hasta nuestros días adaptando la
forma y el tributo de los creyentes desde las oraciones y las ofrendas de
objetos, hasta los pagos en metálico.
De las deducciones sobre los
cambios climáticos y su predicción, surgen los primeros sacerdotes o magos, que
pretenden controlar las fuerzas de la naturaleza por medios coercitivos,
intento que les lleva a la especialización, surgiendo el chamán, el mago o el
hechicero, que utilizará los poderes de que se le ha investido o atribuido, sea
de forma congénita, por el aprendizaje vocacional, posesión por un espíritu u
otras formas de reclutamiento, unas veces para hacer el bien (magia blanca),
otras para hacer daño a algún enemigo (magia negra).
Los primeros centros religiosos
de los cultivadores de maíz, están directamente relacionados con tumbas donde
se conservan huesos y ajuares dentro de urnas de barro. Estas urnas fueron
halladas en cámaras de tamaños diversos, algunas de las cuales alcanzan los 40
metros cuadrados.
⇦ Botella con forma de papagayo. Muchos de los utensilios domésticos de la cultura de Vicus presentan rasgos animales como esta botella de cerámica. El realismo con el que está modelado y el colorido utilizado demuestran su elevado conocimiento del arte de la alfarería y el detallismo con el que observaban la realidad.
La contemplación del firmamento
en aras de obtener información sobre los cambios climáticos lleva a los
sacerdotes a las partes más altas donde se encuentran altares que serán lugares
de ofrendas. El gusto del sacerdote y su deseo es el del dios a quien venera y
a quien entrega las jóvenes vírgenes que se reservan desde la infancia junto
con algunos adolescentes masculinos.
Si bien los incas tenían a
Viracocha como dios creador, y a Pachamama como madre de la tierra, no existe
ninguna representación figurativa de los mismos a favor de Inti (el Sol) que
estaba representado por un disco de oro y a quien le eran ofrendadas las
víctimas para obtener sus favores. Los sacerdotes leían el porvenir en las
entrañas de animales y de seres humanos sacrificados que posteriormente eran
venerados en sus tumbas y colmados de todo tipo de ofrendas
Una de las momias encontradas
está ligada a la historia de Tanta Carhua,
una joven aclla (elegida, virgen del
Sol) que fue sacrificada con motivo de la fiesta de la Capacoha (fiesta del sacrificio) durante la conmemoración estatal
incaica en honor al sol. Se sabe que las personas sacrificadas eran “elegidos”
como mensajeros del “más allá”, de allí su indumentaria y alimentos
encontrados, para su “viaje celestial”.
Las montañas eran veneradas por
estar más cerca del cielo que resultaba ser la morada de los dioses. Tanta Carhua, vestida como una reina
ascendió junto a su séquito hasta lo alto de la montaña, allí la esperaba su
última morada. Fue adormecida con una bebida especial para la ocasión que
podría ser la conocida chicha (bebida alcohólica obtenida de la fermentación
del maíz) y fue dejada junto a un suntuoso ajuar. Los participantes de esta
trascendental ceremonia descendían hasta sus respectivos lugares de origen. Caque Poma, el padre de Tanta Carhua, por haber concedido su
única y pequeña hija al Sol fue agraciado por el Inga, y por ello ascendido a una mayor jerarquía, papel que era
extensivo para su gente y descendientes futuros. Por su parte, Tanta Carhua, en su elevado y gélido
santuario se deificó, transformándose en una huaca digna de veneración y sublime respeto, que protegía y
custodiaba a todos sus vecinos.
A través de los objetos
encontrados se sabe que las momias de Llullaillaco eran personajes pertenecientes
a la nobleza Inca procedentes de la capital del Imperio en el Perú. Se puede
apreciar un textil de brillantes colores, combinando el rojo, azul, verde y
amarillo, en diferentes formas y figuras geométricas típicamente incaicas y que
el autor del artículo se refiriera a tales motivos como la”clave Inca”, donde
hay información registrada. Este unku
(especie de camisa sin mangas) que se encontraba sobre el hombro de la niña
mayor parece provenir, o por lo menos tener relación con los grupos de la costa
peruana, ya que un textil idéntico (unku)
que seguramente perteneció a algún alto dignatario del Inca, fue hallado en la
costa central del Perú y fechado entre 1500-1534 d.C.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario.