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La pintura flamenca: grandes temas

Si las iglesias holandesas estaban vacías de esculturas debido al puritanismo protestante, encontramos en Flandes una escultura plenamente desarrollada y barroca, que tiene su máximo exponente en la decoración escultórica de las grandes salas del citado Palacio Municipal, llevada a cabo por Artus Quellinus el Viejo y sus colaboradores.

⇦ Cardenal Guido Bentivoglio de Antoon van Dyck (Galería Pitti, Florencia). Es el más italiano de los retratos de este pintor. La elegancia, el refinado "pathos" barroco, la rica textura que destaca sobre un fondo arquitectónico justifican que se considere a Van Dyck como el creador del retrato aristocrático.



Del mismo modo como sucede en arquitectura y escultura, la pintura flamenca se diferencia netamente de la holandesa desde que en 1609 se firmó la tregua de doce años por la que se consagró definitivamente la separación en dos grupos de los antiguos Países Bajos. Frente a la Holanda protestante, Flandes se apoyaba de forma política en España y espiritual en Roma. La lejanía de Madrid permitía que la corte de Bruselas actuase como la de un país independiente, cuyas características nacionales se afirmaban al ritmo de la prosperidad económica y del comienzo del desarrollo capitalista cuyo eje era Arnberes.

Estas características son las que refleja la pintura de Rubens, genio dominante del barroco flamenco, tema que se tratará en el siguiente capítulo. Ahora, se hará relación de otros nombres de la pintura barroca en Flandes.


⇦ Sir Endimion Porter y Van Dyck (Museo del Prado, Madrid). Autorretrato de Antoon van Dyck junto al noble inglés y colaborador del conde-duque de Olivares, que había presentado con tanto éxito el pintor a Carlos I de Inglaterra.



Antoon Van Dyck empezó siendo un discípulo de Rubens. Había nacido en Arnberes en el año 1599 y en 1620 realizó una primera estancia en Inglaterra que duró poco. El pintor regresó a Arnberes para luego emprender un largo viaje por Italia. Su estancia en Italia duró algunos años, donde pintó innumerables cuadros y retratos; y en Roma se hizo famoso por su porte elegante y maneras refinadas. A este período italiano pertenecen la Susana en el baño, de la Pinacoteca de Munich y la Virgen del Rosario, pintada en 1627 para el Oratorio del Rosario, de Palermo; estas dos telas muestran su estilo, de un elegante nerviosismo formal. De esta época son numerosos retratos tales como el Cardenal Bentivoglio (Pitti, Florencia) y diversos personajes de la nobleza de Génova: Doria, Pallavicini, Cattaneo, etc.


⇦ Mary Ruthwen de Antoon van Dyck (Museo del Prado, Madrid). Iniciador de la gran escuela de retratistas ingleses del siglo XVIII, captó la elegancia y el refinamiento de la joven belleza escocesa, que el mismo Carlos 1 concedió al pintor por esposa en 1639. El generoso escote que sigue la moda de la época se adorna con un discreto collar de perlas y el soberbio azul del traje. La dama tiene entre las manos un rosario, quién sabe si como muestra de su religión o de su intensa vida espiritual.



Regresó a los Países Bajos en 1628 y estableció su taller en Arnberes, donde ejecutó durante varios años los encargos que recibía de todas partes. En 1632, Van Dyck pasó de nuevo a Londres, y fue de inmediato nombrado pintor de cámara de Carlos I, del que pintó maravillosos retratos; el más famoso es uno del Louvre, en que el rey acaba de apearse de su caballo de caza, y con mirada indefinible y un gesto de los que sólo puede sorprender un granartista, se vuelve hacia el espectador. Van Dyck pintó, además, innumerables retratos de los príncipes reales, que fueron enviados por Carlos I, como regalo, a las demás cortes de Europa, y pintó retratos de la reina y de los lores ingleses. Un cuadro del Museo del Prado representa al pintor, vestido airosamente de negro, al lado del caballero Endimion Porter, noble palaciego que le había presentado al rey Carlos I.

Siendo ya Van Dyck un prodigioso retratista, propuso al rey la decoración del Whitehall. Carlos I, ahogado por la penuria de la hacienda pública, no pudo llevar a cabo el magnífico proyecto de Van Dyck, y éste, disgustado, se dirigió a París, donde cayó enfermo. Murió en el año 1641 apenas regresado a la capital de Inglaterra, en cuya vieja catedral de San Pablo recibió sepultura.

Jordaens con su familia en un jardín de Jacob Jordaens (Museo del Prado, Madrid). El equilibrio compositivo, el dibujo firme y la intensa luminosidad de los colores hacen que algunos la consideren una obra maestra. La bella Catalina van Noort aparece muy segura de sí misma, sentada y como protegiendo a su hija, la risueña lsabella, que sostiene un cestito de fruta. La dignidad de los personajes resulta una excepción en este pintor de la glorificación sensual.

Jacob Jordaens (1593-1678), contemporáneo de Rubens y de Van Dyck, encama el genio flamenco en su rudeza cruda y su brava sensualidad. Jordaens casi crea una mitología flamenca con su glorificación de la comida y del vino consumidos en compañía alegre, con gritos de juego y jolgorio. Es una apoteosis de salud y de vida tan extraordinarias que, incluso en los cuadros religiosos de su primera época, en los que se muestra más reservado -como en sus Cuatro Evangelistas o en la Expulsión de los mercaderes del templo, ambos en el Louvre-, la fuerza de la vida les quita todo aire de inspiración religiosa o de misticismo.

Jordaens nació en Amberes y no salió jamás de su país. Por este motivo es difícil explicar de qué manera llegó a él el soplo de caravaggismo que se aprecia ya en sus composiciones juveniles. Así sucede en su Alegoría de la Fecundidad, donde el brillo pálido de la carne femenina desnuda se contrapone a los sátiros flamencos, robustos y de pelaje rubio, tan diferentes de los ágiles faunos helénicos.

Fumadores y bebedores de Adriaen Brouwer (Museo del Prado, Madrid). Llamada también "La conversación", constituye una escena radiante de color y fuerza emotiva que entronca la pintura flamenca con la holandesa.

El autorretrato de Jordaens con su familia en un jardín (Museo del Prado) informa acerca de la felicidad burguesa del hogar del pintor, donde se celebraban grandes comilonas en las que encontraba inspiración para sus obras como la escena de El rey bebe que representó tantas veces en sus cuadros. En muchos países de Europa, la comida del día de Reyes termina distribuyéndose un pastel en el que se ha escondido un haba. Aquel comensal que al tomar su porción la encuentra, es coronado rey y nombra su corte con chambelán, músico de cámara y bufón. El resto de los comensales deben obedecer sus caprichos, especialmente bebiendo cuando el rey levanta la copa. En diversos museos de Europa se conservan hasta nueve telas de Jordaens con tal escena. El mismo temperamento gozoso se muestra en el Sátiro en casa de un campesino, de Bruselas, en el Triunfo de Baco, de Cassel, y en tantos otros cuadros suyos.

Completan el cuadro de la pintura flamenca del siglo XVII, cada vez más encasillada en los distintos "géneros", los autores de animales y flores Frans Snyders, Jan Fyt, Abraham Bruegel y Siberechts; los paisajistas Paul Bril, O' Artois y Wildens; el marinista Van Minderhout, y los pintores de escenas de interior AdriaenBrouwerDavid Teniers. El primero de los citados, Frans Snyders (15791657), fue en su tiempo el más bien pagado de los tiermalers o pintores animalistas de Amberes. Sus obras son de soberana delicadeza y de colorido radiante.

Fumadores de David Teniers el Joven (Museo del Prado, Madrid). Es una de las telas que forman la vasta colección que posee el museo. La brillante factura y la vivacidad de la escena ensalzan el mundo de truhanes y campesinos que protagonizan la obra de este pintor, que vivió siempre entre príncipes y grandes señores.

En sus escenas de caza o en sus cuadros representando trofeos de cacerías, el pelaje espeso de los animales resplandece a la luz más que el terciopelo. El plumaje de los pájaros brilla más que las piedras preciosas. Las escamas del pescado y los caparazones de los crustáceos tienen ese brillo húmedo y movedizo propio de monstruos inquietantes. Esos temas eran solicitadísimos por los nuevos ricos flamencos del siglo XVII ,no sólo porque reflejaban la variedad y abundancia de la naturaleza, sino porque dentro de los confortables salones de un país en pleno desarrollo económico, nada podía despertar mejor el apetito de los voraces burgueses flamencos.

Mercado de pescado de Frans Snyders (Kunsthistorisches Museum, Viena). Este artista fue considerado el más ilustre de los pintores flamencos que se dedicaron a la naturaleza muerta y el más famoso por el minucioso detalle de los animales que incorporó a sus obras con una calidad viva. Tuvo una clientela fiel a su técnica cuidadosa, a sus exigencias decorativas y logró dar al género un nuevo sentido plástico.

David Teniers el Joven (1610-1690) nació en Amberes, hijo de pintor, y aprendió de otro maestro flamenco formado en Utrecht, Adriaen Brouwer, el gusto por la evocación de campesinos entregados a festivas escenas al aire libre o metidos en sus figones. Pero, a diferencia de Brouwer, Teniers era hombre de temperamento señorial. Brouwer (16061638) era, como los personajes de sus cuadros, un aventurero, truhán y pícaro. Encarcelado, murió joven y hoy es glorificado como un gran artista. Teniers, en cambio, aunque concede su atención a mendigos y borrachos, se mantiene él en alturas de chambelán, pintor de cámara de archiduques y príncipes gobernadores. Teniers dirigió la galería de arte del archiduque Leopoldo Guillermo y en 1663 fundó la Academia de Pintura. Su serie de cuadros, que versan sobre Las tentaciones de San Antonio, le permitió cultivar la antigua afición flamenca por las "diablerías" grotescas. Sus numerosas escenas de taberna le brindaron la oportunidad de desarrollar plásticamente toda una filosofía folclórica.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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