Punto al Arte: Grandes retablos

Grandes retablos

Fueron pocas las obras de gran tamaño, para retablos, en el conjunto de sus composiciones.

El Retablo Paumgartner (Munich, Bayerische Staatsgemaldesammlungen), probablemente realizado entre 1498 y 1504, es de una perfección pocas veces superada en la fusión de las formas del arte alemán primitivo con lo italiano. Durero ensaya unas formas libremente ponderadas y presenta una escena de rebuscados efectos de perspectiva con el deseo de fundir lo profano con lo divino. En las puertas del retablo ofician los santos Eustaquio y Jorge, que tienen los rasgos de los hijos del patricio Martin Paumgartner; aquellos santos, monumentales por su forma, están relacionados estrechamente con la tabla central del retablo.

El Altar de Dresden de Alberto Durero (Gemaldegalerie, Dresde). Retablo pintado a la témpera hacia 1496, que el artista dividió en tres partes: en el centro aparece la Virgen María rezándole al Niño Jesús, a la izquierda está la imagen de San Antonio y a la derecha la de San Sebastián. 

⇦ La Virgen de la Pera de Alberto Durero (Galleria degli Uffizi, Florencia). Pintado en 1525, éste es el último cuadro que el artista realizó sobre temas marianos. La pera que lleva María en su mano izquierda ha popularizado el nombre de este cuadro. 



En 1494, durante la estancia en Nuremberg del príncipe elector de Sajonia, Federico el Sabio, conoció Durero a quien iba a ser su mayor comprador hasta su muerte. Por encargo suyo, se realizó en 1504 el gran retablo para la capilla del palacio de Wittenberg, cuya tabla central con la Adoración de los Reyes (hoy en Florencia, Uffizi) es un buen ejemplo de la obra pictórica de Durero; los colores tienen una intensa luminosidad, realzada por el brillo metálico del oro utilizado en la tabla y asociado al paisaje de ruinas del fondo, de acertada disposición escénica. Los cuatro personajes principales se hallan en primer plano, y su inconfundible calidad estatuaria sería impensable sin el estudio de los modelos italianos. Entre sus dos viajes a Venecia, los contactos con Italia no se habían interrumpido y a finales del verano de 1505 volvió a ella, en la que permaneció hasta enero de 1507. Esta vez, ya precedido por la fama, visitó Venecia, Bolonia, Ferrara, y quizá también Roma. De esta época se conservan diez cartas del pintor al humanista amigo suyo Willibald Pirckheimer. Durante su estancia en Venecia pintó para la iglesia de San Bartolomé, oratorio del gremio de los mercaderes alemanes, el magnífico cuadro, actualmente muy deteriorado, de la Instauración de la fiesta del Rosario (hoy en Praga, Narodni Galerie), para el cual trazaría a la manera italiana varios cartones de estudio. La Virgen con el Niño, acompañada de santo Domingo, está sentada bajo un baldaquino y ante un paisaje; postrada a sus pies figura la Humanidad, representada desde el Papa y el Emperador hasta los artesanos, para recibir el rosario, cuya devoción recomendaba la Orden de los dominicos; de ahí la situación privilegiada de su santo patrón. El cuadro provocó la admiración de toda la ciudad, y cuenta Durero, en una carta del 8 de septiembre de 1506 a su amigo Pirckheimer, que incluso el Dux y el Patriarca de Venecia habían contemplado su tabla. También en esta época trabajaba en la composición del cuadro Jesús entre los doctores (Castagno la, Colección Thyssen), pintura que presenta problemas no resueltos hoy todavía, para el cual también trazó numerosos cartones de estudio, elaborados y grandiosos.

El Retablo Paumgartner de Alberto Durero (Aite Pinakothek, Munich). En este retablo, el artista aporta al tema, de tradición medieval, una novedad profana, al retratar en las alas del retablo a los hijos del donante bajo la apariencia de santos: Stephan como San Jorge, a la izquierda, y Lukas como San Eustaquio, a la derecha. 

⇨ El Retablo Paumgartner de Alberto Dmero (Aite Pinakothek, Munich). En el centro del retablo, las diminutas figuras que asisten al Nacimiento son, a la izquierda, varios miembros de la familia Paumgartner y, a la derecha, la esposa del donante y dos de sus hijas. 



Al regreso de Italia, recibió del comerciante de Frankfurt Jacob Heller el encargo del retablo del altar de la Asunción de María (Altar de Heller). Desgraciadamente, la tabla central se quemó en un incendio, en el siglo XVIII; por tanto, sólo en copias de ella puede verse la evolución del arte de Durero hacia formas más simples y grandiosas. En el año 1511 pintó por encargo del donante, el patricio de Nuremberg Matias Landauer, y para el hospital de su ciudad, la tabla de Todos los Santos (Viena, Kunsthistorisches Museum). La composición se inspira en la visión de San Agustín de la comunión de los santos y adoración de la Santísima Trinidad por toda la cristiandad. La obra recuerda, por su disposición, la Disputa de Rafael (Roma, Vaticano).

La Adoración de los Magos de Alberto Durero (Gallería degli Uffizi, Florencia). Obra de 1504 que lleva la fecha y la sigla de Durero en la piedra que está en primer término, a los pies de la Virgen. La influencia italiana es enorme y se nota en la composición que escalona ruinas y personajes, en el colorido y en la luz. En el más soberbio de los Reyes, el que se alza de pie en el centro y domina la composición, Durero pintó su autorretrato. El asno, símbolo de la vieja Ley, parece amenazar con sus rebuznos la nueva Revelación que el Nacimiento supone. 


Los cuatro Apóstoles de Alberto Durero (Aite Pinakothek, Munich). El artista hizo donación a su ciudad, Nuremberg, de estas dos tablas. Llevaban al pie largas inscripciones autógrafas basadas en el Nuevo Testamento de Lutero, pero al pasar a Munich se cortaron los textos. Existe una extensa bibliografía sobre la interpretación de estas figuras y hasta se ha visto en ellas los cuatro temperamentos humanos. Así, San Juan representaría el temperamento sanguíneo; San Pedro, anciano, el temperamento flemático; San Pablo, el temperamento melancólico, y San Marcos, el temperamento colérico. 


Jesús entre los doctores de Alberto Durero (Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid). En 1506, el artista realizó este cuadro y en él puso una inscripción en latín que reza: "obra hecha en cinco días". La hermosura y juventud de la figura de Jesús, en el centro, contrasta con la vejez y fealdad casi caricaturesca de los doctores que lo rodean. Destaca, además, la expresividad de las manos que constituyen el foco de atención del cuadro.

Durero legó al Consejo de la ciudad de Nuremberg, en 1526, como testamento espiritual, dos tablas, llamadas comúnmente Los cuatro Apóstoles, que representan a San Juan, San Pedro, San Pablo y San Marcos; en ambas anotó versículos del Nuevo Testamento en la traducción de Lutero. Con este gesto pretendía contrarrestar exaltados fanatismos y a ciertas sectas, especialmente las corrientes iconoclastas alimentadas por los escritos de Andreas Bodenstein, llamado Karlstadt. Durero había tenido que presenciar cómo compañeros de estudios y amigos suyos, los tres pintores Sebald, Barthel Beham y Georg Pencz, fueron acusados de blasfemia y expulsados de la ciudad. Con el regalo de las tablas de Los cuatro Apóstoles pretendió crear un signo admonitorio en aquellos tiempos tan agitados.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Punto al Arte