Aproximadamente a partir de 1500
y hasta su muerte, a Durero le preocuparon los problemas relacionados con la
teoría del arte, y en especial el estudio de las proporciones, tema de gran
actualidad para los humanistas de la época, que, también en esto, seguían el
ejemplo de Italia. Al lado de sus actividades e interés por los problemas
religiosos, Durero trató de hallar una respuesta al problema de las
proporciones que deben tener los miembros humanos para ser bellos. Buscó las
leyes para la ejecución de formas perfectas. En 1500, Jacopo de Barbari llegó a
Nuremberg procedente de Venecia, y a través de este veneciano Durero conoció a
los teóricos de la Antigüedad, entre ellos Vitruvio; el mismo maestro le puso
al corriente de las nuevas tendencias artísticas que se desarrollaban en
Venecia.
Adán y Eva, de Alberto Durero (Germanisches Nationalmuseum, Nuremberg). Este grabado de 1504 revela la preocupación del artista por las proporciones ideales del cuerpo humano, inspirado por los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci. Para Adán se basó en el canon clásico de un apolíneo Hércules, mientras que para Eva en la idealización de Venus. Las imágenes de desnudos tienen para Durero una doble significación que responde por un lado a las proporciones universales de la belleza y por el otro a su correspondencia fiel con la realidad. Con la intención de convertir a la pareja bíblica en símbolo universal, puso a sus pies la analogía de los cuatro temperamentos, representados por un anta para la melancolía, una liebre para el carácter sanguíneo, un buey para el flemático, y un gato para el colérico.
Adán y Eva, de Alberto Durero (Museo del Prado, Madrid). Uno de los temas fundamentales en la obra de Durero son los dos primeros pobladores del Paraíso. En estas dos tablas gemelas de 1507 de tamaño natural rompe ligeramente con la posición de las figuras, cuyas siluetas se recortan en contraste con el contorno y el fondo aportando una extraordinaria sensualidad al conjunto. Pintadas de regreso a Nuremberg, evidencian su elevado conocimiento de los pintores renacentistas italianos en el torneado y el detallismo de los dos cuerpos.
Por aquel entonces estaba
expuesto en Roma el Apolo del Belvedere, que para los coetáneos de Durero era
la esencia de la belleza del arte de la Antigüedad; Durero, que probablemente
ya conocía esta importante obra por dibujos, quedó también influido por ella. Impulsado
por el arte clásico y por los ejemplos italianos, realizó una serie de estudios
de proporciones. El resultado final de estos ensayos fue el genial grabado Adán y Eva (1504), en el que ha quedado
totalmente superado el lenguaje formal gótico. Después de su segunda estancia
en Venecia (1505-1507), abandona la idea de un único ideal de belleza,
procurando encontrar la perfección en la pluralidad de las posibilidades (Adán y Eva, pinturas sobre tabla; Museo
del Prado, Madrid). Acabada en el año de su muerte, y fruto de veinte años de
estudios, es su Teoría de las
proporciones (1528), que junto con Instrucción
para la medición (1525) y Teoría de
la fijación (1527), constituyen un hito en la teoría del arte.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.