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Arquitectura

La gran masa de la población maya vivía en pequeñas comunidades dispersas -pueblos, aldeas, villorrios, caseríos- dedicada básicamente a las labores agrícolas. En los centros ceremoniales habitaban la clase noble -señores y sacerdotes-, funcionarios de la complicada jerarquía civil y religiosa, guerreros, mercaderes, además de la servidumbre y probablemente artesanos especializados. El templo maya, durante el período preclásico, fue una simple choza semejante a la del campesino; hacia finales de este período, también denominado protoclásico, los muros se hicieron de mampostería, aunque se conservó el techo de paja; al iniciarse el período clásico apareció la bóveda angular, a imitación del techo de paja y que en forma rudimentaria se había usado con anterioridad para cubrir algunas fosas sepulcrales. El templo suele construirse en la cima de una pirámide, copia del cerro, lugar sagrado por excelencia. Los palacios pueden contener varias decenas de cuartos, dispuestos en algunas filas y a veces en varios pisos; son en realidad angostas galerías divididas transversalmente, oscuras y poco ventiladas, ya que casi siempre carecen de aberturas o sólo tienen estrechas entradas. Se edificaron además canchas para juegos de pelota, observatorios, arcos de triunfo, baños de vapor. Aunque en regiones de terreno quebrado era la topografía la que determinaba la distribución de los edificios y su orientación, había marcada tendencia a agruparlos alrededor de plazas o patios.

Templo de los Guerreros (Chichén ltzá, Mayapán). El edificio dedicado a los héroes mayas es una copia casi exacta del templo de Tlahuizcalpantecuhtli, en Tula, y presenta una serie de elementos típicos del estilo tolteca, como son las columnas de serpientes emplumadas con la cabeza apoyada sobre el friso o las esculturas recostadas en la base de personajes humanos o de felinos y águilas engullendo vísceras y despojos sacrificiales. Como símbolo del sincretismo religioso, en la fachada del templo se alterna el mascarón de Chaac, dios de la lluvia, con la representación de Quetzalcóatl. 

Pese a ser el templo la construcción más importante, el pueblo no tenía acceso a él. De ahí que se sacrificara el espacio interior en provecho del aspecto exterior que debía ser lo más imponente posible. Esta práctica llegó a tal grado, que los templos del Petén -Tikal, en particular- coronando altísimas y empinadas pirámides, sólo contienen minúsculos santuarios, algunos de ellos de poco más de un metro de ancho, mientras que los muros alcanzan hasta seis y siete metros de espesor para resistir la tremenda carga de la “crestería” maciza que se alza sobre el techo y que sólo servía para añadir mayor superficie ornamentada a la fachada.

Esta arquitectura de “fachada” se encuentra en otras regiones a las que llegó la influencia del Petén. En Piedras Negras, a orillas del Usumacinta, el santuario es también reducido a causa de la crestería, aunque lo precede un pórtico abierto, desconocido en El Petén pero característico de Palenque, de donde debe provenir. En una ciudad vecina de la misma región, Yaxchilán, otro elemento palencano se halla presente: la crestería hecha de un muro calado, de peso muy reducido, que no impone la construcción de gruesos muros y permite aumentar el espacio interior. Sin embargo, algunos templos de Yaxchilán son de una sola crujía en lugar de dos como es más usual, y la crestería descansa sobre el cierre de la bóveda, parte más delgada y por lo tanto más frágil del techo, por lo que se tuvo que añadir, dentro del templo, poco estéticos contrafuertes que reducen y afean el espacio interior.

Templo de Kukulcán (Chichén ltzá, Mayapán). La compleja estructura del también llamado Castillo de Kukulcán corresponde a los 364 días del año maya, uno por cada escalón, y los nueve cuerpos, divididos en dos por cada escalinata, a los 18 meses del año. Para cerrar el calendario, los 52 paneles salientes de la pirámide refieren cada uno de los años que componen el ciclo tolteca. A los pies del mismo se aprecia uno de los vestíbulos hipóstilos del Templo de los Guerreros. 

Templo de Kabah (Mérida, México). En honor a su nombre, que significa literalmente "la mano que cincela", el antiguo conjunto arquitectónico se caracteriza por su extensa ocupación territorial, su ubicación estratégica y la calidad escultórica de las piedras labradas. Un gran templo central marca la entrada a la ciudad. Decorado con un exceso ornamental, abarracado y grotesco, es una muestra de la utilización del horror vacui en la arquitectura maya. La fachada está recubierta por vivos mosaicos en la cornisa con representaciones de guerreros y héroes esculpidos, escenas de danza ritual y de captura y muerte de personajes míticos. 

Palenque presenta una arquitectura mucho más equilibrada que El Petén y la región del Usumacinta, a una escala más humana también, y a la vez con ingeniosa funcionalidad: techo de paramentos inclinados y aleros muy salientes con goterones para evitar que las fuertes lluvias penetren en los edificios; ventanales en los muros exteriores y aberturas en los paramentos centrales de las bóvedas para mayor ventilación, fantasía y notable sentido de la ornamentación. Los templos son casi todos pequeños, aunque siempre provistos de un pórtico abierto, y por lo general con dos pilares que determinan tres entradas. El pórtico comunica con el santuario y con dos pequeñas celdas laterales; en sí mismo, el santuario constituye una pequeña estructura, con techo y muros propios dentro del cuarto central. Debajo del piso de varios templos se hallaron fosas sepulcrales, con una utilización secundaria, en tiempo o en importancia, de la pirámide. Sin embargo, la gran cripta que está situada en el interior de la pirámide que soporta al Templo de las Inscripciones, y que contiene un extraordinario sarcófago de piedra totalmente esculpido, está unida al templo por una escalera y forma una sola unidad arquitectónica con la pirámide, caso hasta ahora único en la América prehispánica.

Templo de Kukulcán (Chichén ltzá, Mayapán). Cuando alrededor del año 1000 d.C. los toltecas ocuparon el lugar, adoptaron la lengua y el culto mayas, convirtiendo al dios Quetzalcóatl en la Serpiente Emplumada conocida como Kukulcán. De este mestizaje surgió una de las civilizaciones más avanzadas de la época, con un gran desarrollo de los conocimientos sobre los recursos naturales, la astronomía, las matemáticas, la pintura, la escritura y la escultura, rindiendo en muchos de estos marcos de la actividad humana culto al citado dios, como muestra este detalle escultórico.  

Varios estilos arquitectónicos se reconocen en el norte de Yucatán, que corresponden al período clásico tardío (600-900 d.C), es decir, contemporáneos del florecimiento de las ciudades del área central que se acaba de citar. Estos estilos se designan por referencias geográficas: Río Bec (nombre de uno de los sitios característicos del estilo, localizado en el extremo meridional de los estados de Campeche y de Quintana Roo); Chenes (región del noroeste de Campeche, en la cual el nombre de los pueblos con frecuencia termina por el vocablo “chen” que significa pozo), y Puuc (nombre maya, equivalente a “baja serranía”, con que se conocen las líneas de colinas en los confines de los estados de Campeche y Yucatán). Estos tres estilos muestran interrelaciones y no constituyen distintas fases de una misma secuencia evolutiva. El más meridional (Río Bec, Becan, Xpuhil, Hormiguero, Channá) recibió influencias a la vez del Peten, región con la que colinda al sur, y de Los Chenes, inmediatamente al norte. Los templos son completados en ambos extremos y en la parte posterior por altas torres provistas de empinadas escaleras (inutilizables) y que coronan templos simulados. Estas torres guardan gran semejanza con las pirámides y templos de Tikal, y pueden considerarse como la culminación de la “arquitectura de fachada” a que se ha hecho referencia antes, ya que aquí son meros adornos.

⇦ Disco de Chinkultic (Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México). Procedente de Chiapas, esta pieza escultórica representa un jugador de pelota caracterizado con un peculiar atuendo compuesto de cinturón, rodillera y protector de brazo. Lo envuelve una inscripción jeroglífica con una fecha que corresponde al año 590 d.C.



En cuanto a la decoración, tanto de los templos simulados como de los verdaderos, es igual a la que caracteriza el estilo Chenes, en que la fachada está totalmente cubierta con motivos ornamentales, cuyo conjunto representa el mascarón del dios de la lluvia, en que la boca corresponde a la entrada al templo. Los sitios de la región Chenes (Hochob, Dzibilnocac, El Tabasqueño, Xtampak, Dzehkabtún, Dzibiltún), aparte de sus características fachadas, presentan algunos elementos del tercer estilo de la Península, el del Puuc, como son los mascarones superpuestos del dios de la lluvia en las esquinas de los edificios. Sin embargo, tanto en Río Bec como en Los Chenes se utilizó bastante el estuco para completar la decoración, material que para la ornamentación se descartó por completo en el Puuc.

Los edificios del Puuc (Uxmal, Kabah, Labná, Almuchil, Chacmultún, Huntichmool, Sayil, Yaxché, Kiuic) son de poca altura, revestidos con sillares bien cortados y ensamblados; en la fachada contrastan los muros lisos con la exuberante decoración del friso, verdadero mosaico de piedra, en que se destacan profusamente los mascarones del dios de la lluvia, entre la repetición de elementos simbólicos y ornamentales geometrizados. La columna es generosamente utilizada, en contraste con los sitios del área central en donde nunca aparece; puede funcionar como soporte para dividir las entradas en varios vanos, y adornar zócalos, frisos e incluso arquitrabes y cornisas, bajo forma de esbeltos fustes o de cortos tambores cilíndricos. La crestería aparece aún en los templos más antiguos (siglos VI y VII), pero desaparece en los que corresponden al pleno florecimiento del estilo (siglos VIII y IX). El estilo del Puuc se encuentra además en algunos sitios alejados de su región original, como por ejemplo Chichén Itzá -templo de los Tres Dinteles, Las Monjas, La Iglesia- en donde corresponden a la ocupación maya anterior a la invasión tolteca.

Dintel 42 de Yaxchilán (Museo Británico, Londres). La mayor parte de los monumentos de Yaxchilán representan escenas históricas de sus gobernantes, narradas por las inscripciones jeroglíficas que las acompañan. En este relieve de piedra se ve al "Pájaro-Jaguar" recibiendo una ofrenda de su mujer Xoc, mientras oficia un sacrificio ritual. 

El estilo maya-tolteca que nace de la fusión de técnicas, concepciones arquitectónicas, ideas, sensibilidades artísticas de dos grupos étnicos bien diferenciados, se presenta en su manifestación más nítida y brillante en Chichén Itzá (siglo XI al XIII). Perfeccionados por los constructores y artistas mayas, los elementos procedentes de Tula, capital tolteca, son fácilmente reconocibles: amplios vestíbulos, salas hipóstilas, engrosamiento en talud de la base de los muros, banquetas interiores, adornos mal llamados “almenas” sobre los techos, columnas serpentiformes, pilares decorados con guerreros semejantes a los de Tula y multitud de esculturas típicamente toltecas: “atlantes”, “chac-mooles”, portaestandartes, serpientes emplumadas, águilas y jaguares comiendo corazones, símbolos del dios Quetzalcóatl-Kukulcan, etc. Todos ellos ingeniosamente combinados con los elementos mayas: bóveda angular, muros de fachada lisos, arquitrabes y cornisas de tres molduras, mascarones del dios de la lluvia, tronos de jaguares.

Lápida de Madrid (Museo de América, Madrid). Hallada en Chiapas, esta estela de 46 cm servía en realidad como soporte de asiento en una galería del Palacio de Palenque. Se cree que representa al dios de la medicina por portar en una mano un lirio, considerada la planta de la fertilidad por el pueblo maya. Ataviado con una faldilla con tres cascabeles, está sentado sobre unos Jeroglíficos y sostiene una tortuga, un motivo de simbolismo acuático típico del arte maya. 

En Mayapán, que sustituye a Chichén Itzá a mediados del siglo XIII como ciudad dominante en el norte de Yucatán, se siguen empleando algunas técnicas, motivos decorativos y símbolos maya-toltecas, pero la época está marcada por luchas entre los distintos estados, y el arte decadente refleja una sociedad que se desmorona. Otra consecuencia de esta situación de inestabilidad política y del ambiente bélico que privaba entonces, fue la construcción de murallas que circundaban algunas ciudades, como Mayapán y Tulum, esta última en la costa caribe. La arquitectura de dicha costa, tardía en su mayor parte, conservó unos pocos elementos toltecas, pero tenía su estilo propio: pequeños edificios, muros frecuentemente desplomados hacia fuera, decoración a base de estuco en que abunda una deidad descendente, quizás el sol al atardecer.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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