El Templo de las Inscripciones es, por sus enormes dimensiones, uno de
los más imponentes de la ciudad arqueológica de Palenque, en el estado de
Chiapas. Aunque lo que hace de este edificio uno de los más interesantes de
toda Mesoamérica es su famosa cripta funeraria, descubierta en 1949 por el
arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier. El hallazgo de la cámara sepulcral
desveló así una de las piezas más espectaculares de la religión y del arte
mayas, que al mismo tiempo constituía una excepción a las construcciones
precolombinas, según las cuales una pirámide es generalmente sólo un basamento
destinado a realzar el templo.
Se trata de una tumba
cuidadosamente planeada para quedar oculta debajo de la enorme construcción.
Esto demuestra, sin lugar a dudas, que la cripta fue hecha antes que la
pirámide y que, por tanto, el edificio fue construido esencialmente para
albergar la sepultura de un personaje cuya importancia debe haber sido capital
en la historia de Palenque.
Hasta el año 1952 no se pudo
llegar propiamente hasta la tumba, situada a dos metros por debajo del suelo
sobre el cual reposa la pirámide. A esta profundidad se abre la cripta secreta
abovedada, cuya entrada era sellada por una gruesa losa trapezoidal. Se
desciende a ella por una escalera compuesta de sesenta y cinco escalones
cubiertos por bóvedas de voladizo.
Las dimensiones de esta cámara
sepulcral son de 7 metros de largo, 7 de alto y 3,75 de ancho. Pero lo que
verdaderamente más sorprendió al llegar a la gran estancia sagrada fue su
sarcófago, un enorme bloque monolítico cubierto por una gruesa lápida finamente
esculpida de 3,80 x 2,20 metros.
Al ser levantada la tapa fue
descubierto el más rico ajuar y ofrenda de todos los conocidos hasta el
momento. El esqueleto de aquel destacado personaje estaba cuajado de hermosas
joyas de jade, y partes de una máscara hoy elogiadamente reconstruida.
Este inmenso sarcófago, montado
sobre seis gruesas pilastras de piedra y cubierto de magníficos bajorrelieves,
uno de los más bellos del mundo maya, ocupa la casi totalidad del espacio
interior de la cámara, cuyos muros ostentan nueve personajes modelados en
estuco, que tal vez simbolicen los Bolontikú,
o sea los Nueve Señores de la Noche de la mitología maya. Sólo la lápida
superior, que se cuenta entre las más perfectas y maravillosas obras maestras
de esta cultura, pesa cinco toneladas.
Los jeroglíficos indican la fecha
633, muy probablemente aquella en que tuvo lugar el entierro del personaje, y
se ha llegado a la conclusión de que el sepelio corresponde al rey Pacal, para
quien se construyó toda la pirámide y el templo.
En definitiva, el Templo de las Inscripciones, que ya era
famoso por contener una de las inscripciones glíficas mayas más largas de toda
la región, y que dio el nombre al edificio, se convirtió desde entonces en el
más sensacional por hallarse en su interior la más importante y rica tumba. El
descubrimiento fue una gran novedad. Hasta ese momento en ninguna pirámide
precolombina de México o de América Central se había encontrado la menor huella
de una escalera o de un corredor que condujese a una sala sepulcral, similar a
las pirámides egipcias, a las que se le suele comparar.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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