Punto al Arte: La grandeza cluniacense

La grandeza cluniacense

La reforma de la Orden de San Benito, iniciada por los monjes franceses de la abadía de Cluny, había de tener consecuencias importantes para el Arte. Hasta entonces las casas benedictinas no habían tenido entre sí más vínculo de unión que los preceptos de la regla del fundador; no existía una autoridad común general para toda la Orden; los monjes de cada monasterio elegían de entre ellos mismos su propio abad y no mantenían con las otras abadías trato de dependencia ni sujeción alguna, como no fuera la que procedía de vivir los benedictinos según los preceptos de la regla escrita por San Benito. Como, además, por este tiempo, la vida monástica en Occidente estaba reducida a la Orden benedictina, no reinaba siempre aquella disciplina y fervor religioso que después se despertó por la competencia entre las nuevas Ordenes mendicantes de franciscanos y dominicos.

Vendimador (Musée du
Louvre,París). En este deta-
lle de un capitel de la abadía
de Montiers-Saint-Jean se
manifiesta el estilo escultóri-
co borgoñón del siglo XII.
Los monasterios, reformados por iniciativa de Carlomagno, habían recaído, con el transcurso del tiempo, en desórdenes e inmoralidades, y se imponía, dentro de la Orden misma, una regla que restableciera el antiguo espíritu y la piedad desaparecida. La reforma partió de Cluny, una casa benedictina de Borgoña fundada a principios del siglo X y su idea inicial consistía en acabar con la disgregación e independencia en que habían vivido hasta entonces los benedictinos; no tenía pretensiones de universalidad, pues intentaba sólo agrupar los monasterios con un mínimo de jerarquía para mantener la disciplina. La reforma cundió y se formalizó porque hacía muchos años que se había advertido la necesidad de reunir las casas de religiosos. Pero sólo por obra de San Odón y San Mayolo, los dos segundos abades de Cluny adquirió la Orden de San Benito nuevo esplendor, y llegó a producirse un renacimiento monástico comparable en todo con el de la época de las primeras fundaciones efectuadas en el siglo V.



⇦ Coro de la basílica (Iglesia de Paray-le-Monial, Borgoña). Iniciada en el año 1109 bajo la dirección del abad de Cluny, San Hugo, presenta unas proporciones más pequeñas que las de la abadía de Cluny III, desaparecida a finales del siglo XVIII, pero similar en cuanto a su estructura. Dotada de un único crucero con tres naves longitudinales, contiene en su interior tres cuerpos de arquería, triforio y ventanales, cerrada por una bóveda de cañón apuntado.





Así, en Cluny cabe decir que la Orden benedictina nació por segunda vez, ya que antes era un lugar desierto, malsano y pantanoso, sin tradición alguna de cultura. Su suerte fue haber tenido una serie de primeros abades verdaderamen-te eminentes. Bajo el primero de ellos, Berno, se construyó la primera iglesia de Cluny, que debía ser sustituida por otra mayor ya a mediados del siglo X. El segundo, Odón (927-942), estableció ya la federación de Cluny con el monasterio de San Agustín, de Pavía; con el famoso de Aurillac, en Auvernia; con el de Romanmourtier, en Suiza, y con otros, hasta doce, que se sometían a una autoridad común. Cluny, que había propuesto la agregación a pesar de ser de fundación más reciente, iba a la cabeza por el mérito de su abad, universalmente reconocido.

Torre del Agua Bendita (Iglesia de Cluny, Borgoña). Iniciada en una época anterior al románico, la iglesia se iría ampliando gradualmente hasta culminar en el año 1130 una tercera fase que fue vendida a un especulador en 1811 que la fue desmontando hasta dejar tan sólo el transepto y la torre originales de la abadía de Cluny. El resto sufrió numerosos daños durante la Revolución francesa.

Basílica de Santa Magdalena (Vézelay, Borgoña). Perteneciente también a la escuela de Borgoña, pero situada en el polo opuesto a Cluny en la misma región, presenta tan sólo dos cuerpos sustentados a diferentes niveles de altura sobre arquerías, pilares compuestos y cuerpos de ventanas de diversa amplitud. Fundada en el año 1120, está compuesta por un ábside con deambulatorio, dos fachadas principales y una bóveda de cañón sobre arcos torales cuya estructura y decoración sigue el modelo de Cluny, aunque integra también algunos elementos de influencia foránea, como ciertos arcos de herradura en la cabecera reformada en el siglo XIII, de estilo islámico.

Así empezó la agregación de los monasterios alrededor de uno solo, que quedaba convertido en metropolitano de todos ellos. Como Cluny fundaba además abadías filiales, las cuales eran a su vez nuevos centros de agregación de las viejas casas benedictinas que tenían a su alrededor, y, como, sobre todo, los reyes y nobles facilitaron en gran manera la implantación de la reforma, cediendo o entregando las casas
benedictinas de sus Estados, ya a Cluny directamente, ya a sus nuevas abadías filiales, reformadas, la organización se extendió con extraordinaria rapidez.

⇦ Pórtico de la abadía de Casamari (Veroli, Italia). Las iglesias cistercienses del centro de Italia adoptaron casi siempre una planta similar en forma y estructura a las de la abadía de Fontenay, separando una nave central con grandes pilares cruciformes, un ancho transepto sobresaliente con cuatro absidiolas a los lados y una cabecera de fondo recto. Edificada originariamente en el lugar donde estaban las ruinas de una antigua villa romana dedicada a la diosa Ceres, fue fundada en 1 005 como cenobio benedictino aunque en 1140 fuera remodelada según los cánones arquitectónicos cistercienses.



En Castilla, en tiempo del rey don Alfonso VI, la reina francesa llegó acompañada de benedictinos de Cluny, que ocuparon los principales obispados del reino, y su influencia produjo una corriente cluniacense en el arte. Desgraciadamente es difícil estudiar este desarrollo artístico porque las principales iglesias monásticas han sido destruidas: Oña (fundada en 1033), Nájera (1056), Sahagún (hacia 1080) y Camón de los Condes (1095).

Rosetón de la abadía de Fossanova (Priverno, Lazio). En este monasterio benedictino, adherido posteriormente a la orden cisterciense por concesión papal en el año 1135, pasó Santo Tomás sus últimos días cuando, convocado por el papa Gregario X, iba de camino del concilio de Lyon. Renovador del aristotelismo, fue proclamado patrón de la universidad católica a finales del siglo XIX.

Así, pues, no es de extrañar que al edificar de nuevo la iglesia de la abadía de Cluny con los recursos ilimitados de que la Orden disponía, se la construyera de manera que llegase a ser la mayor de la cristiandad en Occidente, mayor aún que las propias basílicas de los Apóstoles en Roma. La pequeña iglesia primitiva del duque Guillermo, construida bajo el abad Berno, ya había sido sustituida por la llamada Cluny II (edificada entre 955 y 1000), pero ésta fue destruida a su vez para levantar Cluny III, con arreglo a un plan colosal, a partir de 1088. Dice la leyenda que al monje Gauzon, que fue el director de las construcciones, se le apareció el apóstol San Pedro para entregarle los planos, que sin ayuda superior parecía imposible realizar.

⇨ Capitel del claustro (Iglesia de Santo Domingo de Silos, Burgos). Siguiendo la estela de la escuela de Cluny, este relieve ejemplifica la influencia de la escultura cluniacense en España. Se representa a un centauro a punto de disparar su arco contra una sirena alada. De las 138 columnas decoradas en el claustro sobresale una enorme variedad de temas que van desde las escenas bíblicas hasta las figuras de animales quiméricos y seres fabulosos.



El templo tenía un larguísimo atrio o nártex con tres naves, vasto por sí solo como una gran iglesia; después, por una puerta decorada con innumerables esculturas, se entraba en la basílica, de cinco naves, con dos transeptos, cada uno con varios ábsides o capillas y un gran coro en el fondo, también con otros ábsides pequeños y girola. Sobre el crucero posterior se levantaba un fino cimborrio octogonal, y sobre el crucero anterior, cercano al santuario, la llamada Torre de las Lámparas. A cada lado de la puerta del nártex había dos grandes campanarios cuadrados con su flecha, el uno destinado a archivo y el otro a encierros o prisión de la abadía. La nave central, inmensa, estaba cubierta con bóveda de medio punto; las laterales, con bóvedas por arista. Se tienen noticias vagas de las esculturas que adornaban la puerta de entrada y que representaban la visión del Señor en majestad, bendiciendo dentro de la aureola almendrada, acompañado de ángeles y los cuatro Evangelistas.

Abadía de San Galgano (Toscana). Fundada por monjes franceses de Claraval e iniciada en 1218, la tipología de la iglesia responde al estilo cisterciense de ábside rectangular y bóvedas de arista, por lo que se deduce de las ruinas que todavía se conservan. Este modelo estructural sería muy difundido por toda Italia por los monjes de San Bernardo.

Sala capitular (Monasterio de Veruela, Zaragoza). De menor altura que la del Monasterio de Piedra y el de Rueda, es sin embargo la más románica de las tres. Las bóvedas de crucería se sostienen sobre columnas adosadas a los muros excepto por cuatro centrales de exquisita finura.

Parece ser que este templo gigantesco ya estaba terminado totalmente cuando fue consagrado el 15 de diciembre de 1097, nueve años después de haber empezado las obras. Al lado de la iglesia estaba el claustro rodeado del refectorio, cocina, almacenes y bibliotecas, y las dos casas abaciales, situadas ya fuera del núcleo de edificios del cenobio.


⇨ Iglesia del Monasterio de Veruela (Zaragoza). No muy lejos del Moncayo se encuentra uno de los más importantes templos monumentales de la orden del Cister en España. De estilo románico por sus tres altas naves separadas por pilares cruciformes, unidos por enormes arcos de medio punto, su origen se remonta al año 1 098, aunque se conocen documentos del rey navarro García Ramírez donando parte de sus tierras para la erección de otros cenobios adyacentes para la Orden.




Todas las dependencias del monasterio, así como las huertas y los jardines, quedaban incluidas dentro de una recia muralla, y otro recinto fortificado ceñía la pequeña población de Cluny, que se extendía sobre una pendiente de la próxima colina. Cluny permaneció intacto hasta la Revolución francesa, pero hoy puede decirse que nada queda de la gran iglesia y del cenobio, a excepción de parte de uno de los transeptos con una de las torres. En estos escasos restos conservados, los arcos son ya apuntados, y los capiteles del ábside que aún subsisten muestran un estilo saturado de un estético intelectualismo, que es característico de los monjes cluniacenses.



Si de esta colosal agrupación de construcciones de Cluny no quedan hoy más que reliquias insignificantes, en cambio subsiste casi intacta su abadía filial de Vézelay, también en Borgoña, con su gran iglesia, provista de un atrio espacioso y el ábside con girola, que en menor escala representa la copia reducida de la gran iglesia matriz de la abadía de Cluny.



Hemos hablado ya de Vézelay porque se vanagloriaba de poseer el cuerpo de Santa Magdalena y fue lugar de peregrinación internacional. La iglesia sólo tiene tres naves, pero la riqueza decorativa de los capiteles e impostas es la misma de que hacían gala los monjes cluniacenses en todas sus construcciones. Los arranques de las bóvedas están enriquecidos con fajas bellísimas de entrelazados rizos de parra, y los capiteles muestran múltiples escenas bíblicas o simbólicas entre caprichosas espiras de tallos de vid o de hiedra estilizados. Los monumentos de la Orden de Cluny tienen esta fantástica multitud de minúsculos animales: pájaros que se persiguen, centauros y leones, profetas y cantores, enredados en las espirales de una decoración vegetal. El estilo decorativo de los frisos ornamentales, con esculturas menudísimas, repletas de pájaros, hombres y animales que se persiguen por entre los rizos de las hojas de vid, fue aplicado no sólo a la arquitectura, sino también a los pequeños objetos suntuarios, muebles y piezas de orfebrería.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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