No se trata de una
reproducción detallista de unas flores, sino de la expresión de un estado
emotivo. Se ha dicho que nadie, ni siquiera Degas, consiguió representar como
él el color azafrán de sus heliotropos
ni el rojo azul de sus anémonas, ni su gama delicada de tonos ambarinos,
perlados, coralíferos. De hecho, este cuadro pintado en 1881, es una de las
obras clave del simbolismo francés. Un crítico de la época dijo que el pescador
no era ni carne ni pescado, ni tan sólo un buen arenque, en aquella nebulosa,
simulacro de pinturq que insinuaba una barca en un río inexistente. Y otro lo calificó
de “pintura de Viernes Santo”. Sin embargo, fue copiada por simbolistas, que
vieron en ella una representación de la miseria humana, de la desolación,
traducida en una serena atmósfera indiferente.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.