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El templo de techumbre piramidal

Paralelamente al templo con sikhara y a los tipos arquitectónicos del Norte se desarrolló durante el mismo período, en la India del Sur, una serie de tipos de templos de techo piramidal también importante y cuyo proceso de desarrollo es análogo, pero que presentan aún más numerosas variantes. Hay que buscar los prototipos de los mismos bien en representaciones (fresco de la cueva I de Ajanta, del siglo VI; el pequeño templo junto al que medita un asceta en la gran composición de la “Bajada del Ganga [o Ganges] a la Tierra”, en Mahabalipuram, del siglo VII), bien en los santuarios esculpidos en un banco rocoso de Mahabalipuram: los templos llamados de Dharmaraja y de Arjuna (siglo Vil). Después de estos arquetipos, se va progresivamente, de trecho en trecho y de siglo en siglo, hacia las grandes realizaciones de la época medieval.

Templo de Brhadisvara, en Tanjore. La cubierta monumental tiene también una silueta piramidal. Su altura, modesta en comparación con el vimana del templo, corresponde a una época antigua (siglo XI), anterior al gigantismo que adquirieron los gopuram.

El tipo mejor definido y el más frecuente presenta como caracteres esenciales un cuerpo cuadrado cuyos muros exteriores están decorados con pilares empotrados y una techumbre piramidal cuyos escalones simulan pisos, cada uno de ellos compuesto por una cornisa donde se apoyan las reducciones de edificios. Estas son de planta cuadrada si están situadas en los ángulos y de planta redondeada en los otros casos. Un coronamiento, de planta cuadrada o poligonal, remata la pirámide. A partir de estos datos trabajaron los arquitectos. Después de los templos monolíticos de Mahabalipuram en el siglo VII, se edificó, en el mismo lugar, uno de los más antiguos templos de este tipo, construido con bloques de arenisca: el Templo de la Orilla (“Shore Temple”), del siglo VIII.


Tiene ya los elementos principales que serán explotados en el transcurso de los siglos siguientes, y constituye el origen de los grandes conjuntos que serán levantados o transformados hasta la época contemporánea. Es decir, un templo compuesto por sus tres partes esenciales dispuestas sobre un mismo eje y encerrado en un recinto rectangular; el santuario (vimana) está cubierto por una techumbre piramidal escalonada, claramente más elevada que las de los otros edificios, incluso que los altos pabellones colocados sobre las puertas del recinto. Hasta el siglo XI aproximadamente, las reducciones de edificios (pancaram) que adornan cada “piso” del techo del santuario están dispuestas regularmente unas sobre otras, en talla decreciente, hasta la cúspide. Cada una de ellas reproduce bajo una forma simplificada las construcciones monumentales, con sus pilares empotrados y su techumbre artificialmente cortada por ventanas con el arco indio (kudu). A medida que el motivo de los pancaram evoluciona, dichos kudu toman cada vez más el aspecto de un frontón.


Templo de Kailasanatha, en Kanchipuram. Construido por un rey de la dinastía Pallava a finales del siglo VIl, este templo está dedicado a Shiva y es uno de los más antiguos de la ciudad.


El que adorna el pancaram dispuesto en el centro de cada “piso” es en general de mayor talla que los demás. Superponiéndose verticalmente de piso en piso, estos kudu crean un centro de interés en cada cara de la techumbre, dotándola de una especie de saliente donde se desarrollan, con una apariencia cada vez más aberrante, los grandes kudu-frontones de los pancaram centrales. Al mismo tiempo, la techumbre crece, pues un número creciente de ‘pisos” se intercalan entre el cuerpo del edificio y su coronamiento. Por un desarrollo atrevido, este tipo fue amplificado hasta formar, a comienzos del siglo XI, una alta pirámide; el más bello ejemplo se ve en el vimana de Tanjore, donde la pieza de remate en forma de cúpula poligonal se eleva a 60 metros del suelo del patio: el cuerpo del santuario está doblado en altura y los “pisos” de la techumbre llegan a ser trece.


La evolución del templo de este tipo es, en los siglos IX-X, la continuación de las hermosas construcciones que se habían multiplicado en los siglos VII y VIII, principalmente en Badami, Pattadakal, Aihole, etc., es decir, en los sitios donde coexistían las techumbres curvilíneas y las piramidales. Durante el período medieval, dicho tipo se desarrolla de manera considerable, tomando un aspecto cada vez más vasto y componiéndose de numerosos edificios anexos, de capillas, etc.

Entre los templos del siglo VIII, se pueden considerar como prototipos el Templo de la Orilla en Mahabalipuram y el Kailasanatha en Kanchipuram. Cada uno de ellos se desarrolla en el centro de un recinto rectangular cuya puerta de acceso está sitúada de cara al Este; en Kanchipuram esta puerta (gopuram) está, por una de las primeras veces, coronada por un semicilindro limitado en cada extremo por un arco indio: se trata, aplicada a la arquitectura religiosa hindú, de la forma de las puertas de ciudad tal como las representaciones budistas atestiguan su uso desde el siglo I a.C, aproximadamente.

                         Vimana del templo de Brhadisvara, en Gangaikondacholapuram.

Y este edificio, de dimensiones aún modestas en el siglo VIII, irá tomando altura siguiendo la misma ley que rigió la elevación progresiva de la techumbre piramidal del vimana. Una vez atravesada esta puerta (que es, de hecho, un pabellón de entrada perforado de parte a parte en el cuerpo del recinto), se encuentra en primer lugar un pabellón hipóstilo de techo plano: es el mandapam. Detrás de él se yergue a poca distancia el vimana con su techumbre piramidal rematada por una falsa cúpula poligonal.

A base de este tema general, los arquitectos bordarán innumerables variantes. Desde principios del siglo X, un estilo mejor definido se desarrollará bajo el impulso de los soberanos Cola en el sudeste y proseguirá hasta mediados del siglo XII aproximadamente; más adelante será prolongado por un estilo más recargado, que se desarrolló en la misma región bajo la dinastía de los Pandya hasta mediados del siglo XIV.
Durante el siglo X los templos no son apenas numerosos ni muy vastos; construidos con esmero, con ayuda de bloques de piedra bien dispuestos, prolongan en sus características esenciales el estilo precedente de los Calukya; un buen ejemplo del estilo Cola del siglo X se ve en el templo de Koranganatha en Srinivasanalur (Tirucirapalli), en el que hay que observar, si no la aparición, por lo menos la utilización de un orden arquitectónico nuevo, propio de los Cola, ilustrado principalmente por los pilares y sus capiteles; así como la presencia sobre los muros exteriores del vimana de nichos que cobijan cada uno un personaje divino esculpido en alto relieve.

Templo de Sri Ranganatha, en Srirangam. Es el centro religioso más importante del área y el complejo de templos más grande del país.

Con el afianzamiento de su poderío durante el primer cuarto del siglo XI, los Cola emprendieron construcciones más monumentales, cuyos dos ejemplares más bellos son el templo de Brhadisvara (Shiva) en Tanjore (1011), el vimana del cual ya ha sido mencionado, y el de Gangaikondacolapuram, apenas posterior (1025 aproximadamente). En estos dos templos, el estilo Cola alcanza su madurez y se despliega con una sorprendente seguridad, atestiguando a la vez la intensidad de su fe y el virtuosismo de los arquitectos y los escultores. En Tanjore el recinto es vasto. En su eje se suceden, a partir de la puerta, un pabellón que alberga una estatua del toro Nandin, montura sagrada (vahana) de Shiva, un mandapam hipóstilo, una gran sala de reunión y, por fin, el propio vimana. La decoración esculpida, muy hermosa, está empleada con comedimiento y se desprende del conjunto una impresión de majestad clásica.

⇨ Templo de Varadaraja Perumal, en Kancipuram. Gopuram principal. Estas enormes puertas de acceso se situaban en los cuatro puntos cardinales de los templos, sobre la muralla que los rodeaba. Por la gran abertura de su planta baja se pasaba al patio o recinto sagrado interior. Obsérvese la complicación y talla gigantesca que ha alcanzado la cubierta piramidal de este gopuram, cararterística de una época avanzada (siglos XIV y siguientes).



En Gangaikondacholapuram, todo el conjunto es más imponente: la superficie del patio rodeado de muros es más extensa; contiene, sobre un eje esteoeste, una sala hipóstila dotada de 150 pilares que prefigura los mandapam "de mil pilares" que constituirán en una época más tardía un elemento constante en la composición de los grandes templos. Dicho mandapam está unido al vimana por un vestíbulo perpendicular al eje, cuyos dos extremos, al Norte y al Sur, están provistos de puertas a las que se accede por una escalera empinada que escala el alto basamento moldurado que forma la base del conjunto del templo. El propio santuario, de interior oscuro y misterioso, está coronado por una techumbre piramidal menos alta que en Tanjore (45,60 m), imponente aunque más rechoncha y con menos rigor de estilo, caracterizada por la introducción en la techumbre de curvas horizontales que anuncian un tipo de techumbre "mixta", del que se hablará más adelante. La escultura en alto relieve es aquí quizá de expresión más sensible que en Tanjore, y conviene destacar la presencia, junto a la entrada meridional del vestíbulo, de un panel en alto relieve representando a Shiva coronando con una guirnalda florida al rey Konda (Rajendra I Cola, 1018-1033) que había"ido al Ganges"(Ganga): es uno de los escasos ejemplos en la escultura medieval de representación de un soberano.

Después de este apogeo, el poderío de los Cola declinó, y las grandes empresas de construcción religiosa cesaron. Los Pandya dominaron a su vez el sur de la India y, aunque protectores de las artes, no fueron propiamente constructores eméritos. De hecho se puede observar en este período (siglo XIImediados del XIV) una tendencia a ampliar cada vez más el área ocupada por los templos, perpetuando al mismo tiempo las características del estilo Cola sin aportarle renovación alguna, sino únicamente un recargamiento decorativo; los diversos edificios fueron concebidos más con un objetivo utilitario y funcional que como creaciones artísticas, como fue el caso en el siglo XI.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Las puertas del recinto

El siglo IX fue el momento en que empezó la inversión de alturas respectivas hasta entonces observadas para las puertas de recinto (gopuram) y el vimana. En los siglos XII y XIII, en efecto, es cuando los gopuram comenzaron a tomar una importancia que irá acentuándose y que alcanzará su punto máximo en la época siguiente (siglos XV-XVII), mientras que la altura del vimana disminuirá paralelamente hasta ser insignificante (por ejemplo, en el templo de Sri Ranganatha en Srirangam, Tirucirapalli, del siglo XV). Este fenómeno corresponde a una concepción religiosa y mística que prevaleció y que quiere que la mirada del devoto sea atraída desde lejos por el recinto del templo y sus puertas de acceso; luego, a medida que se avanza hacia el centro del templo en espera de la contemplación del dios, que el devoto deje detrás de sí las orgullosas realizaciones humanas, para alcanzar al fin la zona reducida y oscura donde reside el dios en su celda exigua, apacible y secreta, señalada sólo al exterior por el dorado del modesto vimana que lo envuelve.

Templo de Hoysalesvara, en Halebidu, antigua Dorasamudra, capital de los Hoysala. Estos monarcas crearon, en los siglos XII y XIII, una serie de templos a modo de síntesis de los anteriores sikhara y vimana, que se consideran los más ricamente decorados de toda la India. Se elevan sobre una plataforma que sigue el contorno de las paredes, recorridas a su vez por bandas paralelas de preciosos bajorrelieves. Las columnas, los techos y las puertas tienen una minuciosa decoración esculpida de un barroquismo total.

Se creó así la costumbre de perforar la muralla del recinto con cuatro gopuram y luego la de multiplicar el número de los recintos concéntricos, provistos cada cual de cuatro gopuram en los ejes de los precedentes, con dimensiones que decrecen a medida que se penetra hacia el santuario situado en el centro del patio más interior.


Esta multiplicación de los recintos y, como consecuencia, de los gopuram, fue a menudo el resultado del crecimiento de la prosperidad del templo y del aumento de sus necesidades: por eso la parte más antigua se halla en el centro y los añadidos más recientes hacia el contorno del exterior del templo. El gopuram más característico del estilo Pandya es quizás aquel que fue construido hacia 1250 en el templo de Chidambaram en la cara oriental de su recinto. Es ya una estructura de alta talla: 41 m. Como los de los estilos más antiguos es de planta rectangular.

Templo Airavateshvara, en Darasuram. Este templo fue construido por el Rajaraja 11 entre 1146 y 1163 y es uno de los templos chola más antiguos. El mandapam tiene forma de carro tirado por caballos.

Templo de Chennakeshava, en Belur. Los reyes Hoysala eran grandes guerreros y para celebrar su victoria sobre los chola en Talakad, construyeron este templo sobre los bancos del río Yagachi. El edificio es compacto y cada palmo de la pared estás ornamentado con imágenes de animales y, sobre todo, de doncellas celestiales, deliciosamente esculpidas.

Se compone de un cuerpo en el que hay practicada una alta y ancha abertura que permite el acceso al patio, y de una techumbre piramidal de aristas rectilíneas que incluye siete pisos análogos a los de los vimana ya descritos; está coronado por un semicilindro, cuya existencia en el siglo VIII, en el Kailasanatha de Kanchipuram, ya hemos señalado.

Uno de los últimos templos de estilo Pandya es el de Darasuram (distrito de Tanjore, primera mitad del siglo XIV), el cual presenta, a escala más reducida, una composición muy similar a la de los grandes templos del período de los Cola, pero cuya distribución y decoración arquitectónica denotan una transición entre el estilo Cola y la época siguiente, llamada de Vijanagar (hacia 1350-1565).

Las tres torres de Prasanna, en el Templo de Chennakeshava, Somnathpur. Estas tres torres se remontan al siglo XIII.

La forma de los pilares, de sus capiteles y de sus bases lo demuestran claramente, así como la presencia de bellas estatuas que adornan los espacios comprendidos entre las pilastras del muro exterior del vimana. Finalmente conviene mencionar que el mandapam, por el que se accede a la hilera habitual de las salas de reunión, vestíbulos, etc., está decorado encima del basamento con ruedas de carros y caballos encabritados, sugiriendo que este edificio hipóstilo simboliza un carro procesional.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El estilo de Mysore

Paralelamente a la eclosión del estilo Cola y a sus prolongaciones bajo los Pandya se desarrollaron numerosos estilos regionales más o menos en todas partes en la India. El más notable de ellos, floreció en Mysore, que produjo una especie de síntesis entre el vimana y el templo con sikhara. Dominada por los Hoysala (hacia 1073), cuyo poderío alcanzó su apogeo en los siglos XII y XIII, dicha región posee bellos templos típicos de la época medieval, sobre todo en Halebidu (antigua Dorasamudra, capital de los Hoysala), Belur, Somanathapura, Arsikere, etc. Heredero del estilo Calukya tardío (Haiderabad), el estilo Hoysala refleja sin duda alguna los beneficios de una política estable. Las plantas de los templos, su composición y sus techumbres representan en conjunto intentos originales que toman prestados elementos tanto del Norte como del Sur. Por lo que a las plantas se refiere, siguen la regla general de un recinto cuadrado o rectangular encerrando los edificios. Estos últimos se componen de tres elementos esenciales: mandapam, vestíbulo y santuario, pero es frecuente que cada cual sea doblado, triplicado, cuadriplicado y hasta quintuplicado.

⇨ Qutb Minar; en Delhi. Ejemplo de arquitectura musulmana que utiliza temas decorativos hindúes. Durante el siglo XIV, el sultanato de Delhi, regido por la dinastía de los Esclavos, no sólo convierte los templos en mezquitas, sino que los derriba para conseguir material ya elaborado para construir sus mezquitas. Este gigantesco alminar fue proseguido por los sucesores de Qutb ud-Din hasta alcanzar su altura actual de setenta y cuatro metros.




Unidos en un solo bloque, suelen estar levantados sobre una plataforma común que los desborda ampliamente y que ocupa el centro de un patio cuyos muros interiores están bordeados por una serie ininterrumpida de capillas (de un número ritual de 64 en el templo de Kesava en Somanathapura) cada una de las cuales contiene una estatua divina. Su planta tiene frecuentemente forma de cruz, y las bases del santuario y de los edificios laterales (que componen una especie de transepto) están redondeadas por una serie de resaltes regulares que forman una planta en estrella (astabhadra).

En varios templos, la base está provista de un plinto no moldurado, cubierto por largos registros superpuestos y adornados con frisos de animales y escenas historiadas, tal es, por ejemplo, el templo de Laksminarasimha en Nuggihalli (1246). Los que poseen planta estrellada tienen un cuerpo guarnecido por gruesos pilares empotrados que repiten verticalmen-te los resaltes y sostienen una cornisa. Encima de ella se eleva una techumbre, cuyas hiladas horizontales prolongan hasta el remate los salientes redondeados que han empezado más abajo, en los pilares. La cúspide está constituida por una losa semicircular y convexa coronada por un pináculo en forma de vaso. El conjunto está cubierto de esculturas, siendo las más importantes grandes personajes divinos bajo arquerías o nichos puestos alrededor de las paredes exteriores, en el punto de unión entre el basamento y el cuerpo del templo. El interior, igualmente decorado, está provisto de hermosos techos esculpidos con decoraciones geométricas y con un pinjante central.

⇦ Encarnación (avatara) de Vishnu en fa figura del jabalí Adi-Varaha (Museo Open Air, Khajuraho). Una característica composición escultórica, dictada por un horror vacui extremo y centrada alrededor de la encarnación de Vishnu, con recargado adorno de joyas entre las que no falta la larga guirnalda de perlas en forma de U.



Tal como son, pues, los templos del estilo Hoysa-la constituyen una especie de síntesis de las dos techumbres fundamentales de la India medieval: el sikhara y la pirámide de pisos.

Al terminar este rápido repaso de la arquitectura medieval, es necesario citar aún algunos escasos vestigios de la arquitectura civil y militar, tales como algunas puertas de ciudad (por ejemplo en Dhabhoi, Baroda, del siglo XI), cuyo estilo difiere poco del de los templos.

⇦ Mujer mirándose al espejo, relieve de estilo Bhubaneswar procedente de Khajuraho. 



Hay que mencionar también la aparición, en las provincias occidentales principalmente, de la arquitectura musulmana. En el siglo XII los arquitectos utilizaron en un primer momento templos hindúes y jainas desafectados para convertirlos en mezquitas, apenas sin modificaciones; luego construyeron utilizando materiales procedentes de templos arruinados, particularmente pilares, de los que a menudo superpusieron dos fustes (por ejemplo, en la mezquita de Qutb en Delhi). Finalmente, a partir de la primera mitad del siglo XIII ya se mostraron innovadores y crearon un estilo indo-musulmán que varía según las regiones, pero cuyo repertorio decorativo procede de las tradiciones indias.

Templo de Paraswanath, en Khajuraho. La India medieval cubre las paredes de sus templos de extraordinarias figuras esculpidas, como si quisiera con ellas infundir vitalidad a la superficie inerme. En la imagen se muestra un detalle de este templo construido a principios del siglo XI, cuyos relieves representan tres etapas de la vida de la mujer.


Uno de los más célebres monumentos de esta época es el Qutb Minar en Delhi (1226), cuyo cuerpo acuchillado recuerda los resaltes de los templos hindúes. Sin embargo, sólo bajo el impulso de los emperadores mongoles (siglos XV-XVIII) la India fue dotada de una arquitectura musulmana grandiosa.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los mongoles en la India

El emperador Babar en campaña (miniatura
de un códice).

La penetración del Islam en la India fue mucho más lenta que en otras tierras conquistadas por los árabes, pues halló mucha resistencia por parte de la población. Y, aunque relativamente rápida, la invasión militar tampoco fue nada fácil, como pudo comprobar Akbar, hijo de Humayún, uno de los máximos artífices de la misma. 

La presencia de los mongoles ocasionó la desaparición, a mediados del siglo XIII, del califato que conservaba el poder en Bagdad. Más adelante, Babar fundó a principios del siglo XVI el imperio de los grandes mongoles en la India, conquistando el trono de Delhi en el año 1526. En el Imperio mongol las artes tuvieron un papel protagonista, principalmente la miniatura, que adquirió un gran prestigio y esplendor. Además, gracias a la presencia mongol en la India, se encuentran excelentes muestras de arquitectura musulmana en esta enorme península asiática. 

Pero el Imperio mongol iba mucho más allá de la India. Desde principios del siglo XII hasta bien entrado el siglo XIV, las tierras de Irán se vieron sacudidas por diferentes invasiones mongolas. Una primera oleada, dirigida por Gengis Khan (1167-1227) en la primera mitad del siglo XII, supuso la destrucción del Imperio selyúcida y gran parte de su arte. 

Cuando el gran Tamerlán (1336- 1405) accedió al poder se inició un espléndido florecimiento cultural y artístico. La capital, Samarcanda, sería la protagonista. Desgraciadamente muchos edificios no han llegado hasta la actualidad o bien han persistido aunque muy deteriorados.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La escultura

La época medieval dio gran importancia a la escultura. Todos los templos, tanto los del Norte como los del Sur, estaban decorados exterior e interiormente. Los santuarios y las capillas contenían estatuas, de piedra o de bronce, dedicadas por entero al culto, y en los patios varios pabellones albergaban monumentales efigies de animales divinos, tales como el toro Nandin de Shiva, el pájaro Garuda de Vishnu o el jabalí Varaha, avatara de Vishnu.

Escultura, en Khajuraho. Junto con el estilo escultórico de Bhubaneswar, el de Khajuraho es el más interesante y bello de la India septentrional de los siglos x y XI. Aquí se muestra a una mujer luchando contra una quimera, tema frecuente en la iconografía de Khajuraho, cuyo significado mitológico todavía no ha sido descubierto.


⇦ Templo de Paraswanath, en Khajuraho. La decoración de los templos hindúes contiene una profusión de temas eróticos. En este conjunto escultórico se ve al dios Vishnu junto a su consorte Lakshmi, en una evidente actitud de mutua seducción.



De toda esta sobreabundante producción emergen grandes estilos, emparentados unos con otros, a través de las grandes corrientes que definen la evolución general del arte indio. Simultáneamente hay que observar el desarrollo cada vez más complejo de las reglas iconográficas, ya muy avanzado en el estilo Pala de Bengala hasta comienzos del siglo XIII, y que determina un recargamiento creciente de los atributos y de los adornos, así como la multiplicación del número de brazos y hasta de las cabezas para algunos dioses. Hay que observar también una diferencia innegable entre los estilos septentrionales y meridionales, señalándose los primeros por un gusto hacia las actitudes dinámicas, movidas, con frecuencia contorsionadas, mientras que los otros dan prueba de comedimiento y contención, casi de frialdad, gustando de las actitudes tranquilas y equilibradas, hasta en los temas más animados como, por ejemplo, la danza de Shiva. En las dos regiones el apogeo de la escultura religiosa se sitúa entre los siglos X y XII, empezando la decadencia en los siglos siguientes.

Templo de Paraswanath, en Khajuraho. Detalle de un grupo escultórico de la pared del templo. A pesar de la distancia geográfica que separa Bhubaneswar de Khajuraho, los dos estilos presentan una sorprendente semejanza. Esta apsara de formas opulentas que descuidan, como es característico en la escultura de la India, el modelado de las piernas, se pinta cuidadosamente los ojos, más preocupada por mantener la sonrisa de su rostro inexpresivo que por el resultado de su acción. Cubierta de joyas y de velos, indicados por un trazo sutil, sólo le falta la flor de loto para ser la misma diosa de la dicha y la belleza, la propia Lakshmi.


En el Norte, los más bellos estilos son los de Bhubaneswar (Orissa), de Khajuraho (Bundelkhand), y, en el siglo XIII, de Konarak (Orissa). Los del Gujarat, del Rajputana y de las otras provincias septentrionales no pueden rivalizar con la calidad de aquéllos, aunque presentan un interés innegable.



Los estilos de Bhubaneswar y de Khajuraho están estrechamente emparentados a pesar de la distancia geográfica que separa estos dos lugares y aunque fueron creados en reinos diferentes. Son la emanación y la expresión de una sociedad típicamente medieval y feudal, cuyas características comunes están bien definidas en las inscripciones lapidarias encontradas aquí. La primera fase de estos estilos está bien ilustrada por la decoración exterior del templo de Muktesvara en Bhubaneswar (siglo X); las representaciones femeninas predominan en él, con figuras de formas elegantes y bien equilibradas, cuya silueta ondula graciosamente según la triple flexión canónica o tribhanga; estas representaciones ilustran temas divinos o sólo literarios: la jugadora de pelota, la mujer del pájaro, la que se arranca una espina de la planta del pie, la que entreabre una puerta, la que toca con el pie derecho el tronco de un árbol, la que cabalga un animal mítico, etc. El relieve es rotundo, desenvuelto, ligero. 

⇨ Templo del sol en Konarak. El templo dedicado al dios sol, Surya, está cubierto de esculturas referidas al culto de este dios. En la imagen, se ve una representación de Surya realizada en clorita verde.



En el curso de la segunda fase de los mismos estilos (siglos XI-XIII) las siluetas se alargan y los signos de belleza se acentúan: senos más macizos, talle más fino, caderas más anchas; y los rasgos de la cara se estilizan y exageran, alargando el rasgado de los ojos, pronunciando la nariz que tiende a ser puntiaguda, lo que llevará en el siglo XIII, en Konarak sobre todo, a una facies muy particular. El alto relieve es entonces tan exagerado que casi llega a ser escultura exenta, ya que muchas partes están por completo separadas del fondo.

Simultáneamente se asiste a un florecimiento excepcional del tema de la pareja amorosa (mithuna), conocido desde el primer siglo d.C. en la escultura búdica, al que se añaden a partir de este momento grupos eróticos. La presencia de éstos en las paredes exteriores de los templos, sobre todo en Khajuraho, parece que se debe a la influencia preponderante de las sectas Kaulakapalika cuyo objetivo principal de alcanzar la unión mística con la divinidad se traducía en la realización del acto sexual entre los iniciados de una misma secta; dichas sectas gozaban de verdadera reputación entre los cortesanos, lo que podría explicar el apasionamiento de los escultores por los temas eróticos.

En todo caso, estos temas fueron el pretexto para la ejecución de admirables grupos y para la exaltación de las formas humanas. Por la belleza de sus actitudes, por el ritmo ardiente de sus abrazos, estos personajes animan las paredes de los templos con una vida intensa. Por muy atrevidas que sean, las posiciones amorosas no son jamás vulgares ni verdaderamente obscenas, sino espontáneas, sinceras, sin falso pudor. De todo este conjunto se desprende un sentido plástico tan notable, que estas obras igualan las más depuradas obras maestras de todos los tiempos y expresan el amor carnal bajo el más bello aspecto que le haya sido nunca dado en la escultura universal. Erótica o no, la escultura de esta época en Orissa y en Bundelkhand atestigua una estética particular que se inspira en los datos anteriores, pero que imprime un acento nuevo a la creación artística por la utilización de movimientos muy acentuados, tanto en los cuerpos humanos como en las siluetas animales, lo que les confiere un dinamismo casi violento o voluptuoso no alcanzado hasta entonces en la India.

Templo de Hoysaleshavara, en Halebid. Esta ciudad fue la capital de los Hoysala después de Belur. Como se puede apreciar, sus paredes está profusamente decoradas con imágenes esculpidas dispuestas en filas, que narran episodios de epopeyas, como RamayanaMahabharata y Bhagavata.

Juntamente, las imágenes de culto situadas en los santuarios y en las capillas oponen a estas representaciones un aspecto estático e inmutable debido a su frontalidad y a la rigidez de su actitud y de sus gestos. En esto se revelan herederas directas del estilo Pala del final, del que perpetúan por otra parte algunas particularidades. Tal es, por ejemplo, la muy bella efigie de Surya en el templo de Konarak (hacia 1250) que corresponde sin lugar a dudas muy estrictamente a los cánones de la iconometría y de la iconografía de su tiempo.

En las regiones meridionales, en la misma época, el acento es muy diferente, pero la excelencia de la escultura igual. Las más bellas obras se ven en las paredes exteriores de los templos de Tanjore y de Gangaikondacholapuram (primer cuarto del siglo XI). Son grandes efigies en alto relieve muy acusado, tanto que parece escultura exenta, puestas en nichos en los dos pisos del cuerpo de los vimana; sus formas esbeltas y refinadas, el modelado suave y el contorno purísimo de sus miembros hacen de ellas obras de una perfección completamente clásica. En ellas se descubre la seguridad de la mano de maestros escultores en plena posesión de su arte.

Se puede considerar que estas obras marcan el apogeo de la escultura sobre piedra en el sudeste de la India en época medieval. Las mismas cualidades de estilo y de realización se hallan en las numerosas imágenes de culto en bronce que datan del mismo período, muchas de las cuales fueron realizadas en Tanjore o en sus cercanías. Fueron fundidas a la cera perdida (como aún se hace hoy en la misma región) según un procedimiento descrito en varios textos de esta época y que difiere poco de la técnica conocida y utilizada en Occidente. Su tamaño es muy variable, y por ende su peso, pero generalmente estaban destinadas a ser sacadas del templo y transportadas con ocasión de procesiones, mientras que los iconos de piedra suelen ser inamovibles.

El Shiva Nataraja (Rijksmuseum, Amsterdam). Bronce del siglo XIV que representa el dinamismo de la danza cósmica del dios. Desde los tiempos de Mohenjo-Daro, en la India se empleaba el procedimiento de fundir el bronce a la cera perdida, pero no subsisten demasiadas muestras anteriores al siglo x.

Como en el Norte, la evolución del gusto condujo a los artistas del Sur a un mayor manierismo, perpetuando las tradiciones. En los siglos XIII y XN un buen ejemplo de esta evolución está representada por la decoración exterior del templo de Venugopala Krisnan en Srirangam, donde se vuelven a encontrar -en los espacios entre pilastras-las figuras femeninas tan frecuentes en los clichés literarios: la muchacha púdica, la que juega con un periquito, las músicas, la que se pone el tilaka en la frente contemplándose en un espejo, etc. La exageración de sus "signos de belleza" es manifiesta y sus gestos preciosistas, sus posiciones rebuscadas acentúan la impresión de afectación que se desprende de este estilo. Sin embargo, se trata de un estilo que no deja de tener una bella calidad y que se parece al arte de corte ya señalado en el Norte, en la misma época y anteriormente.

Falta evocar sólo la escultura del estilo Hoysala. Está dotada de una notable unidad de estilo, el cual se caracteriza por cierta pesadez, un recargamiento decorativo y un rigor iconográfico, pero también por unas actitudes marcadas por una especie de majestad, de dignidad, que da a los personajes divinos un aspecto tranquilo y sereno. Sus siluetas son más cortas que las del estilo Cola, sus formas menos finas, pero están bien equilibradas y de ellas se desprende una impresión de solidez impasible, no exenta de cierto encanto.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La pintura

De lesta época quedan muy pocas obras pintadas, ya sean murales o ilustraciones de manuscritos. Son bastantes, sin embargo, para demostrar que después de los Pallava y de los Rastrakuta, los Pandya y los Cola perpetuaron en el Sur la tradición pictórica de la India tan magníficamente representada en Ajanta en los siglos V y VI, mientras que no se conoce ningún vestigio del período medieval en el norte de la India. 

Se atribuyen a mediados del siglo IX varios fragmentos de pintura mural, sobre todo en los templos excavados en la roca en Tirumalaipuram y en Sittannavasal. En la gruta del primer sitio, quedan en el techo algunas representaciones de pequeñas divinidades secundarias (gana), una de las cuales cabalga un león mítico, y de follajes de loto entre los que hay un ánade tratado de forma muy naturalista. Estas obras se desenvuelven con seguridad en una gama sobria: blanco, añil, negro y azul claro. También se ven allí, sobre el capitel de una pilastra, un grupo de personajes barbudos (¿cazadores?) en compañía de muchachas, un tocador de tambor y varios gana danzantes bastante dinámicos.

Pancaraksa (Museo Nacional de India, Nueva Delhi). Miniatura hindú de principios del siglo XII, procedente de un manuscrito sobre hoja de palmera del rey Ramapala de la dinastía Pala.

Hay fragmentos más importantes en la caverna jaina de Sittannavasal, donde se han descubierto recientemente dos capas superpuestas de frescos, así como una inscripción de alrededor de 850, que permite rectificar la atribución de la capa superior hecha hasta ahora a los Pallava a los que corresponde, por el contrario, la capa inferior.


Los frescos del estilo Pandya, de hacia 850, aparecen en el techo, las paredes y los pilares de la veranda. Uno de ellos representa una pareja de la que subsisten los bustos abundantemente enjoyados, otro, dos bailarinas, y un tercero una composición bastante enigmática en la que se ve una laguna de lotos estilizada dentro de la que evolucionan tres hombres que han cogido algunas flores, peces, pájaros y varios cuadrúpedos entre los que hay elefantes. Este último fresco está realizado en un estilo que se relaciona con el de Ajanta por bastantes particularidades: actitudes y sencillez de los personajes, pureza de la línea, utilización de colores más sostenidos para indicar un modelado, etc. Pero se advierte en él también la facies dravídica, más alargada, y una disposición curiosa entre los actores humanos y animales de esta escena. En cuanto a los personajes de las dos otras composiciones, bailarinas y pareja, se emparentan enormemente con las pinturas Cola, y por lo tanto serían más tardías.

Fresco del templo de Ranganatha Swarni, en la isla de Srirangam.

De la época Cola (siglo XI) han llegado hasta hoy otros frescos: los templos de Nartamalai, Malayadipatti y otros contienen vestigios de ellas. Pero en el vimana de Tanjore es donde en 1930, bajo una capa de frescos del siglo XV, se han descubierto las más importantes que aún no han sido publicadas por completo. Se desarrollan en longitud, principalmente sobre el muro occidental del pradaksinapatha que rodea la celda del santuario: Shiva asceta (yogadaksinamurti) asiste a la danza de dos bailarinas celestes (apsarasa) mientras que la orquesta divina, muy dinámica, ritma sus pasos. Otra bailarina, vista de espaldas con la cara de perfil, en una posición muy sorprendente, da la impresión -todavía más que los precedentes- de un movimiento desenfrenado y permite calibrar la habilidad del pintor que ha sabido indicarlo todo magistralmente, con un trazo puro y seguro, sin artificio ni adorno. Se ven también algunos gana y músicos tocando el tambor y otros instrumentos de música, un caballero, y escenas saiva tales como el casamiento de Shiva Tripurantaka sobre un carro conducido por Brahma y rodeado por cuatro divinidades.

Aunque este tema sea de orden puramente iconográfico, está tratado con el mismo brío y la misma maestría que los precedentes. Contrastando con la gama de colores bastante oscura de Sittannavasal (donde dominan los pardos y los verdes oscuros), la paleta de Tanjore es muy viva, con ocres cálidos, rosas y “oros” que acentúan el ritmo de los personajes.

Templo de Ranganatha Swami, en la isla de Srirangam. Detalle de un fresco de comienzos del siglo XIII.

No obstante, ello es el canto del cisne de la pintura mural clásica prolongada hasta este período medieval. Después del siglo XIV un espíritu completamente diferente presidirá las composiciones murales.

En cuanto a la ilustración de manuscritos, la pintura de la época medieval se concentra sobre todo en tres regiones: Bengala, bajo la dominación de los Palla y los Sena, Gujarat al oeste y Mysore al sur. En unas como en otras, los manuscritos están realizados en hojas de palmera cuya forma impone un formato largo y estrecho (en general 55 X 6 cm aproximadamente). Cuando fue adoptado el papel hacia finales del siglo XIV, dicho formato apenas fue modificado.

La diosa Sarasvati (Museo Nacional de India, Nueva Delhi). Pintura sobre tela del siglo xv, en la que aparece la diosa rodeada de siete escenas.

La escuela de Bengala de los siglos XI y XII es budista; sus talleres emigraron al Nepal a comienzos del siglo XIII. Muy tradicionalistas, ilustraron temas iconográficos con gran finura de línea y gran cuidado de los detalles; los colores son poco numerosos (añil, cinabrio, verde y amarillo), francos y hábilmente dispuestos para obtener un efecto de relieve.

La escuela del Gujarat de los siglos XII-XIV, en un medio jaina, da pruebas de una notable unidad de estilo, el cual ofrece una estilización muy particular de los personajes y de todos los elementos de la composición; los rostros se ven en tres cuartos con los ojos muy salientes.

Tapiz indio (Museo Nacional de India, Nueva Delhi). Tapiz pintado en 1450, en el que se representan deidades hinduistas.

Este estilo se prolongará mucho tiempo (hasta principios del siglo XVlí) cargándose progresivamente de detalles y de dorados. El fondo de las composiciones es rojo hasta los siglos XV-XVI y azul después.

En Mysore, finalmente, bajo los Hoysala (siglos XI-XIII), hay un manuscrito sobre palma, de tema jaina, fechado en 1113. Su estilo es menos refinado que el de las miniaturas Pala, pero más espontáneo y más animado. Las ilustraciones están ribeteadas lateralmente por bellos motivos vegetales o geométricos que las separan del texto. Los otros especímenes de este estilo todavía están inéditos.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Shiva, el destructor


Shiva, escultura india del siglo XIII.
Shiva es la tercera persona de la Trinidad hindú, que queda completada por Vishnu, el que conserva, y Brahma, el creador. Curiosamente, Shiva, el destructor, apenas aparece nombrado en el Rigveda o Veda de las estrofas, libro escrito entre la segunda mitad del II milenio a.C. y el año 800 a.C. Esta obra forma parte de las cuatro colecciones sagradas del vedismo y acaso sea la más relevante porque prácticamente contiene las doctrinas básicas del brahmanismo.


Volviendo a la figura de Shiva, el destructor, es interesante observar que este dios ha pasado de estar poco citado en el Rigveda a ser el dios supremo del sivaí de la actualidad, y de él ha surgido una forma de bramanismo, denominada shivaísmo, que tiene al “destructor” como dios supremo.


De todas formas, el apelativo de destructor puede confundir a la hora de juzgar a este dios de la Trinidad hindú. Shiva es el destructor, pero también es fecundador y constructor. Es decir, destruye para luego poder edificar de nuevo. Por ello, se le ha pintado y esculpido como el fuego devorador y la tempestad que todo lo arrastra.

Las representaciones de Shiva son una auténtica maravilla del arte hindú, pues este dios aparece normalmente con cuatro manos, que sostienen algunos de sus instrumentos más característicos, como el hacha y el tridente, y presenta un tercer ojo colocado en orientación vertical en medio de la frente. Por otro lado, suele aparecer acompañado de varias serpientes, a modo de adorno, y su peinado acostumbra a estar decorado con una hermosa luna en cuarto creciente.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arte de la India antigua y clásica

El único país sumido en el Oriente que griegos y romanos conocieron, aunque rodeado de un halo que hacía de él una tierra misteriosa, fue la India. Después de la expedición de Alejandro, se comentaron en Grecia las maravillas que explicaban los hombres de ciencia que acompañaron al gran conquistador y a ello se debieron en Europa las primeras noticias positivas acerca de los pueblos hindúes, tres siglos antes de Jesucristo. Así que desde tiempos lejanos la India había ejercido un gran poder fascinador sobre los gobernantes occidentales. Por su parte, los relatos de los peregrinos chinos que después visitaron los santos lugares del budismo contribuyeron a divulgar por el Extremo Oriente los conocimientos acerca del país y del arte hindú, que ya a través de misioneros budistas había penetrado en China en el siglo II a.C.

Buda de la cueva XIX (Templo 

de Ajanta, India). Según la es-

tética clásica hindú, las repre-

sentaciones de Buda deben 
responder a la esquematización
de líneas armónicas y onduladas. 
Durante bastante tiempo se había creído ver en la India la cuna de todas las razas europeas y el lugar donde se inventaron las principales industrias humanas. En todo caso, fue la cuna de un arte que ha conocido una irradiación extensísima; porque además de haber abarcado originariamente un área que no se circunscribe a la India y a Ceilán, sino que comprende asimismo el territorio del actual Afganistán y gran parte del Beluchistán, en el transcurso de los siglos ha informado el arte de la dinastía Khmer, durante los siglos X al XII, en la Indochina, y ha trascendido a Birmania, Tailandia e Insulindia, aparte de influir en el arte tibetano y, como se verá, en el de China, Corea y Japón.


Es ante todo un arte sacro, cuya finalidad primordial no es conseguir resultados meramente estéticos, sino facilitar motivos de contemplación religiosa, ya por medio de símbolos, ya valiéndose sobre todo de formas sensibles, o aun sensuales, que forman parte, en muchos casos, de composiciones de un animado estilo narrativo, en el que a veces esconde la intención religiosa bajo la capa de una apariencia de dinamismo o aun de erotismo, todo ello de acuerdo con una teoría de la belleza que es muy diferente de la que se ha manifestado en la mentalidad occidental.


Ruinas de Harappa (Punjab, Pakistán) La antigua ciudad fortificada fue un importante centro urbano que aprovechó las relaciones comerciales provenientes del río Indo. Saqueada en repetidas ocasiones antes de su redescubrimiento arqueológico a finales del siglo XIX, se cree que formaba parte del conjunto de civilizaciones que poblaron el valle del Indo en la edad del bronce.  

Ruinas de Mohenjo-Daro (Sind, Pakistán). Cercada por murallas de ladrillo cocido, la ciudad está situada en un lugar estratégico del valle del Indo, lo que favorecía el comercio exterior. En un estado de conservación mucho meJor que la ciudad de Harappa, el también llamado Montículo de la muerte, de más de un kilómetro de extensión, fue hallado a principios del siglo XX por un grupo de arqueólogos británicos. En lo alto del montículo dominaba un área residencial para las clases altas, con grandes casas de un piso dispuesto sobre patios abiertos, generalmente viviendas de una sola habitación. Muchas de las calles presentan desagües de ladrillo y aberturas para inspecciones periódicas de saneamiento y las casas disponían de baños y retretes privados. Entre las ruinas de la parte baJa de la ciudad se pueden apreciar también varios talleres de alfarería, herrería, ornamentación y de otros gremios artesanales. 

Sello (Mohenjo-Daro, Pakistán). Entre los restos que se conservan de la antigua civilización del Indo se encontró este sello, todavía sin descifrar, con una representación de un toro sagrado y una inscripción presumiblemente de uso administrativo. La pieza demuestra el alto nivel de organización urbanística de la ciudad, cuya población fue paulatinamente desplazada por la inmigración indoeuropea proveniente de la zona occidental.  

Para comprender un poco mejor que en la India surgiera un arte en el que cobra especial importancia, como valor estético, la sensualidad, hay que atender a las características naturales de esta vasta península. La India es un subcontinente en el que las fuerzas de la naturaleza se despliegan con toda su potencia y en el que el clima tropical hace crecer una vegetación extraordinaria. Tierra en la que los monzones riegan año tras año durante tantos meses los suelos, la vegetación de la India es variada y densa, como pocas en el mundo. De este modo, bosques de palmeras, lianas y bambúes despliegan su extraña belleza, y sobre la superficie de las aguas florecen lotos blancos, rosas y azules, toda una diversidad de formas y colores vegetales que sin duda tenían que influir en las manifestaciones artísticas creadas por los habitantes de este subcontinente. Por tanto, en este marco natural, no es extraño que el arte refleje a la vez un misticismo sublime y una sensualidad desbordante e intensa.

⇦ Joven danzante (Museo Nacional de India, Nueva Delhi). Esta estilizada estatuilla de bronce, realizada por artesanos de la antigua civilización del Sind, podía cumplir una función tanto decorativa como ritualista, dada la ambigua y sugerente postura sensual de la figura. 



Pero esto no debe llevar a pensar que el arte de la India queda inaugurado con la llegada de los musulmanes o que no presenta elementos de interés en los mimos tiempos en que, por ejemplo, en Egipto aparecía el arte de los faraones o más tarde, en la Roma imperial, surgía el imponente arte romano. Tuvo la India un prolongado arte prehistórico que, en líneas generales, y sin entrar en mayores detalles, coincide con el del Próximo Oriente y sur de Europa, y que en el sur del Deccán no conoció la Edad del Bronce y se prolongó allí, hasta mediados del I milenio a.C, dejando vestigios de un arte megalítico autóctono.


Sacerdote real (Museo Nacional, Karachi). Entre los restos de Harappa se hallaron varias figuras de terracota de diversos animales, así como vajillas y otros enseres domésticos. El sofisticado busto de piedra limada que retrata al sacerdote real es una muestra de la depurada técnica de sus artesanos, adornado con los tréboles de la túnica sagrada que lo viste y una cintilla anudada alrededor de la cabeza. 


Pero además, desde mediados del III milenio a.C., se desarrolló al noroeste de la India, en el valle del Indo, una civilización que ofreció muchas afinidades con la mesopotámica y es tan antigua como ella, según han revelado las excavaciones emprendidas desde 1921 en Harappa, en el Punjab, y desde 1924 en Mohenjo-Daro, en el Sind.


Por tanto, hay que apuntar por lo menos unas líneas generales del curso de la historia de esta gran península que es la India. Se trata sin duda de una civilización que precedió a la llegada de los indoeuropeos al país, y que debió de ser dravídica. Se inició probablemente hacia el año 3000 a.C. en Harappa, y antes del 2700 a.C. en Mohenjo-Daro; tuvo una organización urbana muy adelantada, con edificaciones de ladrillo, y elaboró una cerámica pintada de notable perfección. Las ciudades de esta Cultura del Indo tienen un plano regular con calles paralelas que se cortan en ángulo recto, están provistas de grandes estanques y piscinas, de un sistema perfecto de desagües y en algunas se han conservado grandes obras de fortificación, como en Harappa, donde las murallas miden 14 m de anchura. En conjunto, el urbanismo parece haber sido estudiado por arquitectos experimentados, lo que viene a demostrar que se trataba de una civilización muy avanzada. Vestigios importantes se han recogido en las localidades mencionadas, particularmente bustos de ancianos con barba y torsos juveniles que, junto a un concepto completamente clásico de la escultura humana, demuestran un envidiable dominio del modelado. Existe también una figura de bronce de una joven danzarina desnuda, con una gran cabellera y el brazo izquierdo lleno de anchos brazaletes, que fue hallada en Mohenjo-Daro.Tanto en Harappa como en Mohenjo-Daro, sellos grabados hallados en abundancia, con figuras de animales (rinoceronte, toro, elefante, etc.), demuestran la existencia de una escritura, cuyos signos no se ha logrado descifrar.


Esta cultura del Indo desapareció hacia el año 1500 a.C, coincidiendo con la llegada de los pueblos indoeuropeos. Se trata de un movimiento de poblaciones que, procedentes de las estepas euroa-siáticas, desembocaron por oleadas sucesivas en las costas norte del Mediterráneo (en Grecia recibieron el nombre de dorios), en el Oriente Medio (hititas) y en la India, donde penetraron por los pasos del noroeste y desplazaron a las poblaciones autóctonas hacia el sur. Estos pueblos, que se denominaban a sí mismos nobles (arya en sánscrito significa noble), estaban divididos en castas: brahmana (sacerdotes), kshatriya (guerreros) y vaisya (hombres corrientes, ganaderos y agricultores). Frente a estos tres grupos estaban los sudra, despreciados y dominados como esclavos. Por tanto, ya se tiene aquí el origen del rígido sistema de castas que caracteriza a la tradicional sociedad india.


Bote y tapa de terracota (Museo Nacional de India, Nueva Delhi). Muchos objetos de uso domésticos fueron hallados en el yacimiento de Harappa, entre los cuales se han llegado a clasificar muchos utensilios de cocina y juguetes de barro cocido, piedra tallada y cobre. La civilización asentada en el valle del Indo desarrolló una gran tecnología artesanal y concibieron su principal medio de vida en la comercialización de estos objetos.


Desde la destrucción de las ciudades del Indo hasta el siglo III a.C, prácticamente no se ha encontrado nada en la India. Se trata de un vacío en la historia del arte que resulta muy difícil de cubrir por los estudiosos del arte de la India y del que no se puede extraer más que conjeturas de muy difícil comprobación. Sin embargo, ese milenio largo sentó los principios fundamentales del hinduismo y es conocido como período védíco a causa de las cuatro grandes colecciones de himnos, oraciones, fórmulas rituales y hechizos mágicos que reciben el nombre de Vedas. Estas recopilaciones han desconcertado a los historiadores porque -a diferencia de las otras literaturas sagradas de las grandes religiones- jamás hacen referencia a acontecimientos históricos, ni hacen mención a dinastías, a guerras, ni de fechas de ninguna clase. Pertenecen también al período védico los dos grandes poemas épicos Mahabharata y Ramayana.

Fue durante esta época, en el siglo VI a.C, cuando aparecieron en el norte de la India dos fenómenos religiosos heterodoxos: el budismo y el jainismo. El primero fue fundado por el príncipe Siddharta, llamado el Buda (el Iluminado), que rechazó radicalmente el sistema de las castas y enseñó que la aceptación de la vida y el dominio sobre sí mismo son más importantes que la fe. Por tanto, suponía el reverso de lo que propugnaba el brahmanismo, en el que el núcleo de la sociedad debía ser el sistema de castas y, por tanto, el ejercicio del poder para mantener dicha estructura. De este modo, el budismo, que habría de extenderse con el correr del tiempo por buena parte de Asia, se trataba de un auténtico movimiento revolucionario que quebrantó profundamente los fundamentos del brahmanismo védico. No es exagerado afirmar que fue una revolución pues de este modo lo interpretaron las clases dirigentes de la sociedad hindú que, obviamente, no estaban dispuestas a renunciar a sus numerosos privilegios. Por otra parte, el jainismo, también surgido en el norte de la India y más oscuro en su origen, es la reforma realizada por un genio religioso, Vardhamana, también llamado Jiña el Victorioso, cuyo ascetismo era muy severo y predicaba la doctrina de la omnisensibilidad y la moral de la no violencia. La ascesis que practicaban los seguidores del jainismo estaba basada en la idea de que el sufrimiento que padecen las personas en la tierra es producto de la unión entre cuerpo y alma, por lo que el objetivo debe ser la liberación del cuerpo -a la espera de la liberación final, que llegará con la muerte- a través del ayuno y de las ascesis, como ya se ha señalado. Asimismo, el jainismo dará a lugar a la aparición de numerosas sectas.

Algunas de las personificaciones típicas del politeísmo primitivo se incorporaron no sólo a la iconografía del brahmanismo, sino también al arte religioso búdico y al jainismo. Y así toda la serie de genios masculinos y femeninos, hadas y demonios, como los naga (seres con cabeza humana y cola de serpiente que habitan las regiones subterráneas), yakshi (genios masculinos y femeninos de la vegetación), apsaras (ninfas de las aguas), etc.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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