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Artistas de la A a la Z

La escultura: Kúroi y Kórai


Mientras la arquitectura iba elaborando estas formas tan precisas, los escultores luchaban rudamente con las dificultades de la técnica. El secreto de la admirable belleza, jamás superada, que consiguieron las obras de la estatuaria griega consiste en la fijeza de los tipos. Los escultores avanzaron paulatinamente sin salir nunca de un reducido número de tipos bien definidos. Las escuelas dóricas de la Grecia continental se fijaron más bien en el tipo masculino y lucharon trabajosamente para interpretar la anatomía de las formas humanas en su imagen típica del atleta, hombre joven desnudo, primero rígido y después animado de movimiento, con las piernas un poco separadas.

Apolo del Piombino (Musée du Louvre, París). Llamado así porque se encontró en 1832 en el mar, cerca de Piombino -frente a la isla de Elba-, es un bronce de algo más de un metro de altura, con características arcaizantes que permitirían fecharlo en el siglo VI a.C. aunque para otros se trata de una reinterpretación tardía. El pequeño Apolo, si es que lo fue, debería llevar originalmente en la diestra un arco y una flecha. El hermoso rostro, que los cabellos recogidos aureolan, aparece lleno de nobleza y serenidad.



En los primeros días del arcaísmo, se ve aparecer al hombre en una inmovilidad grotesca; mas poco a poco se mueve y gana en inteligencia y expresión. Son innumerables las figuras de este tipo que se encuentran en Grecia y en muchos museos de Europa. En un principio se creyó que eran representaciones de Apolo. Actualmente se cree que cada una de estas estatuas masculinas de la Grecia primitiva es un retrato "heroico", un retrato idealizado, para poner sobre un monumento. Son retratos de atletas jóvenes, porque se representan imberbes e impúberes, y algunos de ellos llevan larga cabellera, lo que demuestra que no han llegado a la mayoría de edad, puesto que el efebo griego no se cortaba la cabellera hasta llegar a la completa madurez. A veces, el cabello de los Apolos arcaicos o kúroi (plural de kuros, palabra que en griego significa el mancebo) no cae suelto sobre la espalda, sino recogido o trenzado en varios bucles sobre los hombros.

Kuros de Milos y de Sunion (Museo Nacional de Atenas). El arte griego, excepcional equilibrio de intuición, racionalidad y sentimiento, supone un paso decisivo en la evolución artística de la humanidad. Por primera vez el hombre, enfrentado consigo mismo, acepta el riesgo del realismo. El ídolo, perdido su carácter mágico, se convierte en estatua, conexión orgánica, funcional de las diversas facetas de una imagen: en esta total aceptación del hombre está la verdadera grandeza del arte griego. Los kúroi, jóvenes atletas en la plenitud de su gracia adolescente -esculturas de carácter funerario, pero, más a menudo, exvotos por una victoria- son los primeros balbuceos de un nuevo modo de mirar. Los cabellos son todavía rígidos, así como la postura. Pero la pierna avanza con gesto humano y una débil sonrisa ilumina el rostro. Las esculturas corresponden a esta primera época, hacia 550 a.C. 
Kuros de Anavyssos (Museo Nacional de Atenas). Monumental escultura en mármol de 1,94 metros, que fue hallada en Anavyssos, en 1936. Dos años más tarde se encontró la base, en cuyo segundo peldaño estaba escrito: "Permanece triste y en pie junto a la estela del fallecido Kroisos, luchador de primera línea a quien el tempestuoso Ares ha arrebatado". Kroisos murió hace dos mil quinientos años, pero su noble figura, que avanza hacia la muerte con la sonrisa jónica en sus labios jóvenes, nos entristece todavía; tal como aconseja el dístico.



Pero lo que justifica la calificación de retratos heroicos que se le han dado a las figuras antes llamadas Apolos arcaicos es que siempre ciñen sus sienes unas bandas o cintas, coronas simbólicas que los griegos llamaban stéfanos y que son la señal distintiva de su carácter heroico semidivino. Para explicarse esta necesidad de ser algo más que simples figuras de atletas los personajes representados en las primitivas estatuas dóricas, no hay más que recordar la singular repugnancia que sienten todos los pueblos primitivos por la representación figurada. Un retrato sirve para prolongar la permanencia y, en cierto modo, eternizar la vida del ser que representa, y sirve también para alejar o producir maleficio a quienes lo contemplan.

En Egipto, muchos faraones se ensañaron en destruir las facciones de sus antecesores o borraron sus nombres y los suplantaron con los propios. En la Grecia primitiva predominaba el mismo concepto entre los dorios; una ley o costumbre no codificada prohibía la representación de personajes que no fueran de carácter divino o semidivino, o sea que se tratara de héroes. Esta ley a menudo se transgredía y hasta llegó a olvidarse completamente en el siglo V a.C. Pero debió de respetarse estrictamente en los siglos VIII y VII, y esto explica la abundancia de figuras de atletas impúberes, a los que antes se solía designar como Apolos arcaicos.

Caballero Rampin (el cuerpo en el Museo de la Acrópolis de Atenas y la cabeza original en el Musée du Louvre). La invasión doria es un revulsivo en la historia de Grecia, que aporta formas de sociedad distintas y muy originales. El convencionalismo de las primeras obras evoluciona hacia prototipos cada vez más representativos. El Caballero Rampin, miembro de la dorada juventud ateniense en tiempos de Pisístrato, fue probablemente vencedor en un concurso hípico, puesto que su cabeza está coronada de hojas de roble. Pero esta cabeza, ligeramente inclinada, marca el abandono del principio de la frontalidad, lo que supone un importante cambio estético, mientras su sonrisa y la ordenada barba son todavía arcaicas. Esta escultura, fechada hacia el año 550 a.C., es una fusión fecunda del arte jónico y el del Peloponeso.



Son héroes, porque de otro modo no llevarían la corona que les caracteriza indiscutiblemente como inmortales. Consiguieron la categoría de héroes por haber ganado la carrera de cien metros en Olimpia. Zeus había concedido este favor a los vencedores de aquella carrera en los Juegos porque una tradición suponía que al nacer, cuando todavía era un tierno infante, antes de que su padre Cronos pudiera devorarle como había hecho con sus anteriores vástagos, unos muchachos dorios que jugaban a correr en la vertiente del Ida oyeron los gritos del recién nacido, lo raptaron y se lo llevaron a la lejana Olimpia. Por este favor, los mancebos que vencían en la carrera de cien metros tenían derecho a erigirse una estatua. Eran héroes. Si ganaban tres veces la misma carrera, al derecho de la estatua se añadía el del parecido, y el retrato podía recibir entonces las facciones del héroe retratado; sin esta triple victoria, la estatua se identificaba sólo con una inscripción. De esta manera se tendría una estatua de atleta corredor para cada Olimpiada, que, naturalmente, se colocaba en el "heroón", lugar sagrado junto a la puerta de la ciudad natal del muchacho "campeón"; pero, además, algunos de los vencedores en los juegos de Olimpia dedicaron otras estatuas con sus nombres en los santuarios panhelé­nicos y aun en lugares de menor importancia.

⇦ Koré de Antenor (Museo de la Acrópolis, Atenas). En el pedestal hay una inscripción excepcional, porque recoge los nombres del escultor Antenor y el de su padre Eumares, célebre pintor citado por Plinio. Ambos trabajaron en esta escultura tremenda (2,55 metros), nueva visión de severa espiritualidad en la concepción arquitectónica de la figura humana. La esbeltez ascendente de la línea, que rematan sólidamente los hombros y la cabeza noblemente erguida, presagian lo que se llamará el "estilo severo" de la plásti­ ca griega, y cierra el período arcaico.






Koré de Eutídicos (Museo de la Acrópolis, Atenas). "Eutídicos, hijo de Telearco, la dedicó" es la inscripción que lleva en la base esta koré. Esculpida hacia el año 500 a.C.. los obreros que la encontraron en la Acrópolis, en 1882, la bautizaron con el nombre de "La Malcarada". Los labios abultados, en un mohín de chiquilla contrariada, y su mirada despreciativa han hecho popular el divertido apodo. Sin embargo, bajo estos signos anecdóticos se nos revela una evolución en la plástica griega: el abandono del anonimato sobrio y estilizado de los héroes.



La carrera de los cien metros era el medio más frecuente de conseguir la exaltación a la categoría de héroe, pero a veces la voluntad de Zeus se manifestaba de manera directa. La muerte por el rayo era señal de ser elevado a la condición heroica; la muerte instantánea o por alguna manera extraña permitía creer en la posibilidad de una intervención divina. Y la condición de héroe semidivino no se obtenía por virtudes ni por esfuerzo militar.

Por esto el privilegio concedido a los héroes de sobrevivir como serpientes enroscadas en los montículos de sus sepulcros era altamente deseable. Tanto más cuanto que el Olimpo dórico era un Valhalla o Paraíso herméticamente cerrado a los humanos. Únicamente media docena de mortales habían sido aceptados al banquete de los dioses por ser hijos o favoritos del Gran Zeus, como Hércules, Cástor y Pólux, Ganimedes, Psiquis.

Hera de Samos (Musée du Louvre, París). Escultura de la época arcaica, que fue realizada hacia el año 560 a.C.











 Dama de Auxerre (Musée du Louvre, París). Escultura que se puede fechar hacia el año 650 a.C. y que es una de las primeras versiones en piedra de los primitivos xoana de madera. El artista no ha tratado de captar la realidad, la ha recreado a partir de sucesivas imágenes conservadas en la memoria, lo que da a la escultura un aire de símbolo. La frontalidad de la figura, construida como una fachada cuya maravillosa plástica enriquecen los dibujos geométricos de la falda, corresponde a un sentimiento arcaico todavía temeroso de lanzarse al mundo del movimiento.



Las estatuas de atletas son especialmente preciosas en el arte griego primitivo, porque escasean en esta época imágenes representando a dioses. Textos y tradiciones mencionan fetiches de madera que los griegos llamaban xoana (en singular xoanon) a los que se concedía culto. A los xoana había que vestirlos y bañarlos; caso de tener ya forma humana, ésta debía de ser muy simplificada. Se continuaron venerando hasta la época clásica. En los tesoros de los templos o en las mismas cellas, junto a las grandes estatuas de las divinidades se enseñaban los antiquísimos leños que habían recibido el culto primitivo. Pero de todos los de que hablan los textos eran simulacros de divinidades femeninas. Esto explica que se tengan una serie de estatuas de doncellas, o kórai, paralela a la de los kúroi, muchachos predilectos de Apolo y Zeus. No se sabe a ciencia cierta qué calidad de personas eran las kórai ni tampoco lo que les había dado derecho a ser retratadas; únicamente se desprende de las estatuas que eran jóvenes y con carácter casi heroico, porque están coronadas con diademas. A veces se identifican con nombres.

Algunas van vestidas a la moda jónica, lo que hace resaltar más todavía el contraste con los atletas dó­ricos encumbrados a la categoría de héroes por el dorio Zeus. La indumentaria jónica consiste en una túnica corta, llamada en griego jitón, sobre la cual se arrebuja un manto caído de un hombro y cruzado sobre el pecho. Este manto, llamado himatión, se recoge graciosamente con la mano izquierda. Otras kórai visten ya a la moda dórica, consistente en una túnica larga que llega hasta los pies y en el severo peplo, pieza cuadrada de lana cogida por medio de dos fíbulas o broches sobre los hombros, y que cae plana cubriendo la espalda y los pechos hasta la cintura. Túnica y peplo rígidos a la moda dórica envuelven tan completamente la forma femenina, que el cuerpo parece un tronco liso. Se diría que se trata de imitar al xoanon de madera.

 Niké de Delos de Akermos de Quíos (Museo Nacional de Atenas). Quíos es donde el artista la esculpió en mármol de Paros hacia el año 588 a.C., junto con su padre y colaborador Milkiades. Iconográ­ficamente, los seres míticos alados tienen su origen en las culturas orientales, pero los griegos los relacionaron con la Victoria, de ahí el nombre de Niké. La diosa alada, flexionando ingenuamente las rodillas, representa uno de los primeros intentos artísticos de despegarse de la tierra. Con sus cuatro alas, hoy desaparecidas, encarnaría el viejo sueño de ícaro: el dominio del cielo, morada de los dioses.






















Pero hasta en ciertas kórai vestidas a la moda jó­ nica queda como una reminiscencia del tronco circular, acaso el pilar o fuste de columna prehelénico.

Hay una intención simplificadora en estas estatuas; son como vigas o columnas, no por falta de técnica; obsérvese en la famosa Hera de Samos del Louvre, casi un xoanon, la perfecta talla de los pies y el elegante plisado de la túnica, de un arte refinado. El mismo cuerpo cilíndrico de los viejos xoana puede verse en la Dama de Auxerre, del Louvre. Un brazo está pegado al cuerpo y el otro, doblado sobre el pecho, casi forma bloque con él.

Los dos tipos principales de la primitiva escultura griega, el tipo masculino de los jóvenes atletas y el femenino de las muchachas con manto, mantienen ciertas características que persisten en todo el período arcaico. El tipo masculino permite ver la manera como ha sido interpretado el cuerpo humano desnudo, subdividiéndolo en planos y acentuando sus líneas principales del pecho, de la cintura y la cadera. La figura está vista desde una posición de frontalidad, y hay gran simetría en sus movimientos, por cuanto avanzan moviendo la pierna izquierda y van con los brazos en equilibrio, como si llevaran el sistro o sonaja de las estatuas egipcias.

El tipo femenino está siempre vestido, pero los ropajes caen en pliegues paralelos, adaptados al cuerpo. En un principio, la forma humana desaparece en absoluto; no se ve más que el cilindro de la estatua; después, ocurre precisamente todo lo contrario, ya que el vestido se ajusta marcando las diferentes partes del cuerpo hasta con exceso.

⇨ Moscóforo (Museo de la Acrópolis, Atenas). Esta escultura, hallada durante las excavaciones de 1864, está fechada hacia el año 470 a.C. En 1887 apareció la base y la inscripción permitió identificarla como el exvoto de un tal Rombo, Bombos o Kombos (falta la primera letra), un gran señor del Ática que se presenta con la ofrenda del becerro. Ambas figuras estuvieron policromadas y en el animal se conservan restos de pintura azul. El Moscóforo es una obra concisa, rotunda, de una magnífica expresividad; la obra maestra de un escultor ático, el resto de cuya producción no ha llegado desgraciadamente hasta el presente.



Las cabezas, tanto de las esculturas de tipo femenino como de las de tipo masculino, son de cráneo pequeño, de forma esférica; la frente, reducida; los ojos en forma de almendra, algo inclinados, puestos de lado; pero como si fueran vistos de frente, y la sonrisa, llamada arcaica, estereotipada en los rostros, trata de expresar una idea de vida, y aún más que vida, de plácida beatitud.

Pero cuando los escultores primitivos de Grecia quisieron interpretar el movimiento, sus obras no demuestran más que una ingenuidad encantadora. Un tal Akermos firma muy orgulloso una Nike o Victoria volando encontrada en Delos. Akermos no tiene otro medio para indicar que la figura avanza en el aire que ponerla arrodillada; así no toca de pies en el suelo, y sólo se apoya por los pliegues de la tú­nica, que pasan rozando sobre el pedestal.

Otro tipo masculino, que no es ya el del simple atleta, es el que se ve iniciarse en la magnífica estatua conocida por el Moscóforo, figura de hombre joven llevando a cuestas un pequeño becerro, del Museo de Atenas. Esta estatua fue encontrada también en la Acrópolis, estaba labrada en mármol del Himeto y debía de ser el exvoto de cierto Rombo, hijo de Pales. Lo mismo que la Hera de Samos, su arcaica simplicidad no es óbice para que esté sabiamente modelada. El Moscóforo lleva un vestido adaptado al cuerpo, y sus formas musculosas están suavizadas por esta fina malla. Este tipo maravilloso de los primeros tiempos del arte griego sugiere, por asociación de ideas, la representación del Buen Pastor del arte cristiano.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los Juegos Olímpicos


Vista del antiguo estadio de Olimpia, con la línea de salida de mármol en primer término.
Actualmente, cada cuatro años se celebran los Juegos Olímpicos, el acontecimiento deportivo más importante y multitudinario de la actualidad, en el que miles de atletas de decenas de países compiten bajo su bandera nacional. Como es sabido, los Juegos Olímpicos tuvieron lugar por primera vez en Olimpia en el año 776 a.C., y es precisamente esa fecha la que los griegos tomaban como punto de partida de su historia.

En las primeras ediciones de aquellos Juegos Olímpicos de la antigüedad únicamente se celebraba una competición, la vuelta completa al estadio, aunque posteriormente se fueron añadiendo nuevas disciplinas, como salto de longitud, boxeo, lucha, carreras de carros ... Desde siempre, las Olimpiadas han estado unidas a la política; así, el emperador romano Teodosio, el mismo que hizo del cristianismo ortodoxo la única religión oficial del Imperio romano, las prohibió en el año 393, cuando Grecia había dejado de ser independiente.

Habrá que esperar hasta finales del siglo XIX para que los Juegos Olímpicos resurjan merced al barón francés Pierre de Coubertin, quien quería que las Olimpiadas tuvieran su sede permanente en Grecia y que fueran un símbolo de unión entre naciones; por eso creó la actual bandera olímpica, en la que vemos cinco aros de diferentes colores entrelazados entre sí que simbolizan los cinco continentes. De este modo, los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna se celebraron en Atenas, en 1896, y desde entonces se han organizado cada cuatro años con la excepción de los paréntesis provocados por las dos guerras mundiales.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La cerámica geométrica


Cerámica ática geométrica (Museo Na-
cional de Atenas). Esta forma está re-
presentada por los vasos funerarios
hallados en una necrópolis de los siglos
IX al VIII a.C., junto a las "dobles
puertas" o Dípylon de Atenas. Son crá-
teras enormes -ésta mide 1 ,23 metros
-donde depositaban las ofrendas al di-
funto, cuyas esquemáticas exequias
(carros fúnebres, caballos, plañideras
y catafalco) se distribuyen en zonas
cortadas por líneas paralelas.
La pintura griega debió de comenzar también sus ensayos hacia esta época; ya se ha visto que los templos primitivos son los que tienen decoración policroma más abundante. Acaso se conservarían algunas tradiciones de la antigua pintura prehelénica, pero los escritores griegos creían que los primeros maestros pintores habían sido oriundos de Egipto. La única base positiva que ha permitido aventurar conjeturas es la cerámica. En esta época en la decoración de la cerámica predominan las ornamentaciones geométricas; el espíritu dórico se ha impuesto sin vacilación. Los vasos, algunas veces gigantescos, con buena copia de zonas de decoración, tienen cubierto su enorme vientre de combinaciones geométricas, y se dividen, además, las fajas en zonas verticales como metopas. Si se representan caballos, cisnes y figuras o aun escenas humanas, todos estos elementos figurativos son estilizados, de contornos rectilíneos, marcando siluetas geométricas, como formadas con triángulos. Los cuerpos están recortados, con estrechas cinturas, y vistos de frente, de un único tono negro sobre fondo claro. Esta cerámica es llamada del estilo del Dípylon, porque la casi totalidad de los vasos de este género se encontraron en el cementerio de Atenas, situado al exterior de la antigua puerta doble o Dípylon.

Ánfora (Museo Cerámico de Atenas) Pieza que está datada hacia el año 800 a. C. y presenta una decoración geométrica compuesta por grecas, puntos, esvásticas y pájaros que llenan el espacio, en auténtico horror al vacío.



Parece una burla del destino que los vasos del cementerio del Dípylon en Atenas sean los más instructivos, no sólo por lo que al gusto hace referencia, sino también por lo que atañe a los usos y maneras de los dorios. Se ha dicho que parece una burla porque Atenas no fue una ciudad dórica y se preciaba orgullosa de tener ascendencia jónica. Pero los pocos o muchos dorios que se introdujeron en el Atica dejaron tal tesoro de información con sus vasos pintados, que parecen empeñarse en ilustrar aquella época tan oscura de la historia de Grecia, sobre todo en su aspecto dórico.

Menelao combatiendo con Deífobo (British Museum, Londres). Placa de arcilla procedente de Rodas, cuya decoración muestra el combate entre los dos héroes griegos.
En las islas y ciudades de Jonia el estilo de la cerámica no era tan rigurosamente geométrico como aparece en los productos que proceden del continente; en algunas escuelas de cerámica arcaica jónica, como las de Corinto y Rodas, se hace notable la influencia oriental. La cerámica de Corinto y de las islas no tiene representaciones figuradas con escenas de funerales; la decoran zonas de rosas, esfinges, leones, cérvidos y palmetas, que son frecuentes en el repertorio tradicional de Oriente. El empleo de los vasos de las islas y de Corinto es también diferente del de la cerámica dórica: son en su mayoría alabastrones y aríbalos, pequeños receptáculos para aceite y grasas de tocador.

Vasijas corintias (Museo Arqueológico, Corinto). Piezas decoradas con figuras negras de animales, seres fantásticos y motivos florales.
Casi todos los vasos del Dípylon servían para contener cenizas de un cadáver, porque las pinturas que los decoran suelen representar escenas de funeral. En algunos están figurados el cadáver en su lecho mortuorio, con la esposa en la cabecera y los compadres o amigos cantando con gesto trágico, mientras las plañideras o lloronas, que entonan el vocero, se mesan los cabellos.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Koré del peplo


La conocida Koré del peplo es una de las obras maestras de la escultura arcaica griega. Realizada en mármol de Paros y procedente de la Acrópolis ateniense, se trata de una figura cargada de gran originalidad.

Entre los años 1885 y 1889 los griegos excavaron el subsuelo de la Acrópolis. Los objetos que se desenterraron llamaron la atención por su belleza y por ser anteriores a la destrucción persa, acaecida en el año 480 a.C. Entre las numerosas esculturas descubiertas se desenterraron casi sesenta: había una serie de figuras femeninas que se llamaron Koré, Kórai en plural, es decir, virgen o doncella portadora de un don, que se han convertido en la verdadera maravilla del arte griego arcaico.

Estas estatuas, que representan jóvenes vestidas, solían ofrecerse como exvoto a las divinidades por parte de las grandes familias y mantenían los ideales femeninos de la época. Las Kórai sólo mostraban el rostro, convirtiéndose en el mejor utensilio para el estudio escultórico de las vestimentas.

La Koré del peplo, datada alrededor del 540 a.C., es una de las expresiones más altas del arte antiguo. Ataviada con una larga túnica se presenta con suma elegancia y sencillez. El vestido, simple y pesado, apenas deja percibir los detalles anatómicos del cuerpo femenino, únicamente marca la cintura y deja intuir los senos. El artista ha aprendido a hacer notar el cuerpo bajo la austera superficie simple, plana de la tela, pero sin adoptar el elevado esquema oriental que en esos momentos se esta imponiendo. El grosor del paño determina la caída de los pliegues que en el borde inferior aparecen minuciosamente trabajados.

Tales elementos confieren a la estructura un aspecto casi ceremonial, que contrasta con la minuciosa y refinada ejecución del peinado, trenzas largas que le cuelgan por delante, y con la delicadeza del rostro.

Alrededor de mediados del siglo VI a.C. se introduce la nueva moda procedente de la Grecia oriental, el lujoso peplo jónico, que consistía en abundantes pliegues y que se convertiría en la indumentaria habitual. Sin embargo, la exquisita Koré viste todavía a la manera antigua: el peplo dórico por encima del jitón.

Se aleja de los convencionalismos establecidos adquiriendo una preocupación evidente para plasmar expresividad. La extraordinaria calidad en ei modelado de las facciones, la forma más suave y natural de la boca y ojos, y el movimiento del brazo izquierdo son rasgos del avance de la estatuaria griega arcaica hacia un cierto clasicismo.
 
Es cierto' que la escultura todavía no ha logrado liberarse de la rigidez y estilización típica del arte primitivo: no obstante, comparándolas con sus contemporáneas presenta ya una mayor perfección y caracterización.

A pesar de que los colores se han perdido casi en su totalidad, se puede observar restos de policromía en el pelo, ojos, boca y bordados del vestido, a lo que contribuye aún más a la singularidad de esta Koré.

Su autor se considera un gran maestro ático, al que también se le atribuye el Caballero Rampin, imagen de un joven montando su caballo.

El Museo de la Acrópolis de Atenas alberga esta magnífica Koré del peplo de 1 ,20 m de altura, realizada en el tercer cuarto del siglo VI a.C. con mármol pintado. Una obra maestra que ejemplifica el momento clásico del estilo arcaico.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Arqueológico de Heraklion

Dirección:
Calle Xanthoudidou, 2.
lrakleo (Heraklion)
712 02- Isla de Creta (Grecia).
T el: (+30) 2810 224 630.
                                         
Interior del Museo 
Arqueológico de Heraklion.

El Museo Arqueológico de Heraklion está situado en la capital económica de Creta. Entre 1904 y 1912 se construyó el primer museo gracias a los arqueólogos losef Hatzidakis y Stefanos Xanthoudides, miembros del servicio arqueológico griego. Esta primera exhibición se mantuvo hasta la construcción del actual museo en 1937, el cual sufrió severos daños durante la II Guerra Mundial, si bien sus piezas se mantuvieron intactas.

   La organización de la exposición de las piezas fue llevada a cabo por Nikolaos Platon en 1951 y el año siguiente se volvió a abrir la colección. Debido al crecimiento de los hallazgos, se añadió una nueva ala en 1964 y el director en ese momento, Stefanos Alexiou, reorganizó de nuevo todas las obras. Desde entonces, el museo dispone de veinte salas y es la muestra más importante del mundo de obras cretenses y el mundo minoico.

   Las piezas se muestran al público siguiendo un orden cronológico y geográfico, de acuerdo con la procedencia de las obras, cubriendo así, 5.500 años de la historia de Creta. Los objetos más interesantes del museo son los que se obtuvieron del palacio de Cnosos y de las zonas colindantes, por lo cual, el Museo de Heraklion ofrece la posibilidad de comprar una entrada combinada para visitar la colección y el Palacio de Cnosos, situado a unos quince kilómetros de Heraklion.

   Una de las obras más destacadas que se exponen en el Museo son las diosas de las serpientes, procedentes del palacio de Cnosos y datables entre los siglos XVII y XVI a.C. (número de inventario 63 y 65). Otras piezas importantes del museo son los rython o vasos de libaciones, entre los que destacan uno hallado en el palacio de Zakros y datable entre los siglos XVII y XV a.C. (número de inventario 2.721) y otro con forma de cabeza de toro, encontrado en el Palacio Menor de Cnosos (número de inventario 1.368) y perteneciente a la misma época que el anterior.

   El Disco de Phaestos consiste en una pieza circular de arcilla en la cual se escribieron, en ambos lados y en espiral, 242 signos desde los bordes hasta el centro. Su escritura, y por tanto su significado, no ha podido ser todavía descifrado. Esta pieza, del siglo XVII a.C. (número de inventario 1.358) constituye otra de las obras magnas de la colección.

Vasijas minoicas exhibidas en el Museo Arqueológico de Heraklion.
   Este museo exhibe también quizás la más conocida de las obras minoicas. Consiste en un fresco que representa una escena de tauromaquia en la que aparece un gran toro flanqueado por dos personajes femeninos y sobre su lomo un hombre que hace equilibrios. Fue arrancado de los muros del Palacio de Cnosos y pertenece a los siglos XVII-XV a.C. (número de inventario 15).

   A pesar de contener la colección más grande de objetos minoicos (cretenses) y por ello ser un museo de referencia, el Museo Arqueológico de Heraklion es todavía un gran desconocido. Por este motivo vale la pena recorrer sus salas para descubrir la historia cretense desde el Neolítico hasta el siglo IV a.C.

Fuente: Historial del Arte. Editorial. Salvat.

REVIVIR UNA CIUDAD EN RUINAS


REVIVIR UNA
CIUDAD EN RUINAS

Cuando el arqueólogo británico Max Mallowan estudió el yacimiento del Imperio Nuevo asirio de Nimrud, en el norte de Iraq, contó con la ayuda de una apasionada de las labores detectivescas: su esposa, Agatha Christie. Pese a su prolífica carrera, entre 1949 y 1957la escritora tuvo tiempo de inventariar y fotografiar las piezas que salían a la luz en las excavaciones de su marido.
Agatha Christie fotografía
una de las miles de tallas
de marfil halladas en
Nimrud. Muchas de estas
piezas adornaban en su
día muebles y llegaron
a la capital asiria como
botín o como tributos
procedentes de ciudades
del Levante mediterráneo. 

   La ciudad de Nimrud, llamada Cálaj en la Biblia, se convirtió en capital del Imperio Nuevo asirio en 883 a.C., durante el reinado de Assurnasirpal II. El imperio cayó a finales del siglo VII a.C., y una coalición de enemigos saqueó la ciudad “Este relieve del sacerdote pudo resultar dañado precisamente durante ese ataque. Nos consta que en el saqueo se produjeron profanaciones”, dice Mark Altaweel, experto en Mesopotamia del University College de Londres.

   La historia se repitió en 2014, cuando el autodenominado Estado Islámico ocupó Nimrud tras tomar la vecina ciudad de Mosul y destrozó los edificios restaurados por los iraquíes. Algunas piezas sobrevivieron, como la sección de un relieve ilustrada arriba a la derecha. Al igual que la escena retratada por Agatha Christie, ya había sido restaurado antes. ¿Podrá volver a recomponerse? “Gran parte del yacimiento saltó en pedazos con la onda expansiva de las explosiones -dice Altaweel-. Tal vez esos pedazos puedan unirse de nuevo”.

   La historia se repitió en 2014, cuando el autodenominado Estado Islámico ocupó Nimrud tras tomar la vecina ciudad de Mosul y destrozó los edificios restaurados por los iraquíes. Algunas piezas sobrevivieron, como la sección de un relieve ilustrada arriba a la derecha. Al igual que la escena retratada por Agatha Christie, ya había sido restaurado antes. ¿Podrá volver a recomponerse?.

FOTOS POR CORTESÍA DE JOHN MALLOWAN (SUPERIOR, IZQUIERDA); JEROME SESSINI,
MAGNUM PHOTOS (SUPERIOR, DERECHA); BETTMANN ARCHIVE/GETTY IMAGES {INFERIOR) 
Fuente: Revista National Geografic. Julio 2017

La cerámica

La cerámica ibérica de Levante y Andalucía se aparta de toda la tradición hispánica de la protohistoria. Si esta última destacaba por su aspecto negruzco o pardo, decorada mediante la incisión, la estampación e incrustación, ahora nos encontramos ante barros claros de formas airosas, pintados y barnizados en tonos pardo-oscuros. Su masa cerámica es fina, compacta, bien cocida y torneada, y con un sonido muy metálico.

Sombrero de copa (Museo Arqueológico, Valencia). Una de las formas más logradas de la cerámica ibérica es la denominada "sombrero de copa" como este vaso, procedente del cerro de San Miguel, en Llíria. Es durante el siglo II a.C. cuando se difunde por todo el ámbito ibérico y a lo largo de los siglos II y I a.C. la difusión se extiende a todo el Mediterráneo, hallándose restos en Córcega, Cerdeña y el norte de África.



Los alfares tenían un mercado muy amplio que difundió algunas formas de manera muy notable, como en el caso del vaso en forma de sombrero de copa, semejante al kálathos griego, y muy conocido en la época.

Se pueden distinguir dentro de esta técnica específica diversas tendencias estéticas. En primer lugar, la cerámica andaluza o turdetana, en la que predomina la tradición del Mediterráneo oriental, caracterizada por la decoración a base de bandas y filetes horizontales, pintura con barnices de diferentes colores, y con terminaciones muy simples de rayitas oblicuas, manchas horizontales o líneas ondulantes. Otra tendencia destacable es la de Elche-Archena, que abruma con infinitud de motivos decorativos sus piezas mediante todo tipo de vegetaciones (hojas de hiedra), animales y geometrías (espirales): tendencia que se adecúa perfectamente al concepto de "horror al vacío" y que se define como esencialmente figurativa.

Vaso de Llíria (Museo Arqueológico, Valencia). En este vaso se ha representado una escena de guerra en la que se advierte la espontaneidad y el interés narrativo propios de esta cerámica, fechada hacia el siglo II a.C. Esta obra es también muy importante puesto que conserva restos de inscripciones, que al estar integrada dentro del marco decorativo puede hacer alguna alusión a lo que se ha representado.



En la región valenciana se desarrolló otra forma cerámica cuyo ejemplo más destacable quizá sea el de los vasos de Llíria, que han permitido diferenciar dos escuelas de diferentes líneas: la primera, la del Cerro de San Miguel, tendía a decorar las obras con escenas narrativas de gran espontaneidad mediante relatos de danza, cacería, tauromaquia y guerra; la segunda era puramente abstracta, a base de franjas geométricas en semicírculos concéntricos y ondas. En Azaila, poblado del Bajo Aragón, se resolvió otro estilo de gran personalidad que sintetizaba los motivos tradicionales y las nuevas imágenes de la flora helenístico-romana, lo que resulta de muy grata originalidad.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La orfebrería íbera

Otra de las grandes manifestaciones artísticas del pueblo íbero fue la orfebrería, que ha legado buenas muestras materiales procedentes de los yacimientos. Si bien los grupos escultóricos de las damas, como las conocidas de Elche y Baza, pueden dar cabal información al respecto, son las joyas reales, procedentes fundamentalmente de los ajuares funerarios, las que constituyen una fuente de primerísima mano.

Piezas de plata del Tesoro de Mengíbar (Museo Arqueológico Nacional, Madrid) El Tesoro de Mengíbar está compuesto por dieciocho objetos de plata, de los que se han recogido en la imagen seis torques, cuatro brazaletes, un trinchante y un vaso. Al final de la época íbera se observa un gusto creciente por la utilización de la plata no sólo en las joyas, sino también en las vajillas.
Cabe recordar que el hierro fue un elemento muy importante en la vida de esta gente, puesto que con él consiguieron mejoras en los campos agrícola y militr. Esto les permitió un buen conocimiento de la metalistería, hasta el punto de que incluso sus armas, como las falcatas, a veces presentaban incrustaciones de piedras preciosas.

Con todo, la orfebrería más destacable es la que hacía referencia a los tocados femeninos, barrocos y que constituían por sí mismos una auténtica acumulación de joyas. Las mujeres de la época se solían ataviar con pendientes, diademas, mitras, collares y brazaletes, realizados con repujados, nielados y todo tipo de filigranas. Lo mismo se podía percibir en vajillas y otros utensilios, así como en los objetos empleados para los rituales. En general, suelen presentar unos mismos motivos a base de meandros y espirales, a veces formando tallos ondulantes con zarcillos y otros motivos geométricos y vegetales, que refuerzan una temática de influencia oriental y celta, aunque la técnica era propiamente indígena -a pesar de las semejanzas con la joyería etrusca-. Es en Andalucía donde se han hallado más tesoros, como el de Perotitos y Mojón, en Jaén, aunque uno de los más reseñables sea el de El Carambolo, donde se descubrió un pectoral de gran calidad.

Pátera de plata (Museo Arqueológico, Barcelona). Procede del Tesoro de Tivissa, Tarragona. Lo más característico de esta copa es su parte central, en la que vemos representado un animal monstruoso, semejante a un lobo. Los dientes están dibujados mediante líneas en zigzag. La cabeza está rodeada por dos marcados rodetes. Este tipo de copa recibe el nombre de pátera o fiale
Aquí se detectan rasgos orientales. Fuera del área meridional, otra obra destacable es la diadema del tesoro de Jávea, en Alicante, de influencia helenística, mientras que en Tivissa, en Tarragona, las piezas que se encontraron pusieron de manifiesto la existencia de un comercio, pues éstas procedían de Jaén.

Otros tesoros son el de Cortijo de Évora y el de Aliseda, éste último descubierto en 1920 en esta población cacereña, constituido mayoritariamente por joyas femeninas realizadas en oro, tres sellos con piedras preciosas, un plato liso y un brasero de plata.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba

Dirección:
Plaza Jerónimo Páez, 7
14003 Córdoba
Tel: (+34) 957 47 40 11

Escultura de un toro procedente de La Victoria (Córdoba), pieza del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba. 

El Museo Arqueológico de Córdoba ha discurrido por una larga trayectoria histórica hasta desembocar en su sede actual, enclavada en el Casco Histórico cordobés, declarado Patrimonio de la Humanidad.

   En 1844, las piezas arqueológicas procedentes de las desamortizaciones de los conventos cordobeses se reú­nen y custodian en el Museo Provincial de Bellas Artes, formando la Colección de Antigüedades, más tarde, Sección de Antigüedades.

Urna funeraria ibérica, pieza que se encuentra 
en el Museo Arqueológico y Etnológico de 
Córdoba. 

   La separación física entre ambas colecciones se produce en 1920, cuando el Museo Arqueológico se instala en la plaza de San Juan. De aquí pasaría poco después a la casa mudéjar de la calle Velázquez Bosco (hoy calle Samuel de los Santos).

   Hacia 1987, el museo se terminó de instalar en su actual sede, el Palacio de los Páez de Castillejo, produciéndose un incremento considerable de los fondos conservados. El Museo Arqueológico de Córdoba se convierte así en uno de los más completos de España, siendo declarados su edificio y colecciones Monumento Histórico Artístico en 1962. En él, todas las épocas, desde la Prehistoria hasta la Edad Media, están muy bien representadas.

   Tras el predominio de una cierta tendencia a la especialización de los museos arqueológicos en una determinada cultura o en una época concreta, el Museo Arqueológico de Córdoba pretende destacar de forma especial en el carácter continuo de su colección. Son muy pocos los grandes museos que pueden hacer afirmaciones de este tipo.

   La colección inicial, formada esencialmente con las piezas entregadas en 1868 por la Comisión Provincial de Monumentos para la formación del Museo, ha crecido considerablemente. Miles de nuevas piezas han ido ingresando en el museo gracias a donaciones o cesiones en depósito de diferentes orígenes. La protección actual del patrimonio arqueológico y la reglamentación sobre las intervenciones arqueológicas de urgencia, unida al paralelo desarrollo de la investigación, han contribuido durante las últimas décadas a avanzar notablemente en el conocimiento del entorno inmediato, así como a ampliar de forma considerable las colecciones conservadas en el Museo Arqueológico y Etnológico, que hoy cuenta con más de 33.500 piezas inventariadas.

Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.

Pareja danzando en la Tumba de las Leonas, Tarquinia



Los frescos de la Tumba de las Leonas fueron realizados en el año 560 a.C., aproximadamente, y pertenecen al segundo período de la pintura etrusca, también denominada arcaica (575-490 a.C.).

En la pared frontal de la composición se observan dos leonas peleando, una bailarina, dos músicos y una pareja danzante; los muros laterales representan un banquete. La decoración de la tumba alude a una imagen de la vida aristocrática.

Si se presta atención en el detalle de la pareja danzando, se observa que la escena está representada en la franja superior del muro, sobre un friso de olas marinas, delfines y pájaros. De acuerdo a los cánones estéticos de la época, la mujer es morena, con la piel blanca; y el hombre es rubio, con la piel bronceada.

La figura femenina está ataviada con una túnica transparente, lleva el cabello recogido y adornado con un pasador y hace sonar los crótalos en sus manos.

Su acompañante está desnudo, los rizos de su cabello le caen por la espalda y en la mano lleva una jarra de vino (oinochoe). Otra jarra de boca larga está en el suelo, y la linterna que se encuentra colgada detrás de la joven permite inferir un ritual nocturno. La danza está ligada al banquete fúnebre que se historia en las paredes laterales de la tumba. El decorado de lac eremonia se adapta a una imagen de la vida propia de la ciudad, puesto que la nobleza en el segundo período de la cultura de Tarquinia no hace alusión a sus orígenes agrícolas.

Se puede observar que los cuerpos de los personajes están pintados con la cabeza y los miembros de perfil y el busto de frente, como sucedía en la iconografía egipcia. Si se traza un eje vertical entre los danzantes, las figuras resultan simétricas en su postura, ambos tienen la pierna izquierda flexionada; los bustos, en cambio, están sometidos al efecto de un espejo: la mujer eleva el brazo izquierdo y el hombre el derecho. Las líneas principales están basadas en la curva, de modo que constituyen la trayectoria de la fuerza de la composición y expresan la energía de la danza que se lleva a cabo.

La vitalidad de la danza no ha reprimido la delicadeza y minuciosidad con que están elaborados hasta los más pequeños detalles: el lino drapeado de la túnica de la mujer y el bello trazo con que se ha dibujado su oreja; la forma estilizada de la jarra que se encuentra en el suelo que sigue con su contorno una línea ascendente desde la base, pasando por el cuerpo hasta resolverse en la armoniosa boca; los detalles de la lámpara de aceite, el gancho en forma de cabeza de cisne, el detalle de la soldadura del mango y la argolla que la sostiene, sujeta a una línea negra que delimita la parte superior de la representación y alude a una viga imaginaria del techo.

Los tonos en los que está compuesta la escena siguen una tendencia similar: el color rojizo se interrumpe irregularmente en los márgenes perfilados por una línea negra, produciendo una vibración que acentúa el realismo de la escena. En la figura femenina el efecto adquiere más expresión: el tono parduzco que bordea el cuerpo y la túnica, sólo coincide parcialmente con el contorno negro.

La Tumba de las Leonas, uno de los más bellos ejemplos pictóricos del arte etrusco, fue descubierta en 1874 en Tarquinia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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