Otra de las
grandes manifestaciones artísticas del pueblo íbero fue la orfebrería, que ha
legado buenas muestras materiales procedentes de los yacimientos. Si bien los
grupos escultóricos de las damas, como las conocidas de Elche y Baza, pueden
dar cabal información al respecto, son las joyas reales, procedentes
fundamentalmente de los ajuares funerarios, las que constituyen una fuente de
primerísima mano.
Cabe recordar
que el hierro fue un elemento muy importante en la vida de esta gente, puesto
que con él consiguieron mejoras en los campos agrícola y militr. Esto les
permitió un buen conocimiento de la metalistería, hasta el punto de que incluso
sus armas, como las falcatas, a veces presentaban incrustaciones de piedras
preciosas.
Con todo, la orfebrería más destacable es la
que hacía referencia a los tocados femeninos, barrocos y que constituían por sí
mismos una auténtica acumulación de joyas. Las mujeres de la época se solían
ataviar con pendientes, diademas, mitras, collares y brazaletes, realizados con
repujados, nielados y todo tipo de filigranas. Lo mismo se podía percibir en
vajillas y otros utensilios, así como en los objetos empleados para los
rituales. En general, suelen presentar unos mismos motivos a base de meandros y
espirales, a veces formando tallos ondulantes con zarcillos y otros motivos
geométricos y vegetales, que refuerzan una temática de influencia oriental y
celta, aunque la técnica era propiamente indígena -a pesar de las semejanzas
con la joyería etrusca-. Es en Andalucía donde se han hallado más tesoros, como
el de Perotitos y Mojón, en Jaén, aunque uno de los más reseñables sea el de El
Carambolo, donde se descubrió un pectoral de gran calidad.
Aquí se detectan rasgos orientales. Fuera
del área meridional, otra obra destacable es la diadema del tesoro de Jávea, en
Alicante, de influencia helenística, mientras que en Tivissa, en Tarragona, las
piezas que se encontraron pusieron de manifiesto la existencia de un comercio,
pues éstas procedían de Jaén.
Otros tesoros son el de Cortijo de Évora y
el de Aliseda, éste último descubierto en 1920 en esta población cacereña,
constituido mayoritariamente por joyas femeninas realizadas en oro, tres sellos
con piedras preciosas, un plato liso y un brasero de plata.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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