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Mirón de Eléuteras (trabajó h. 480-440 a. C.)


Primer clasicismo

Mirón de Eléuteras (en griego Μύρων; trabajó h. 480-440 a. C.). El primero de los grandes escultores griego de su tiempo. Formado en la escuela broncista de Argos, fue discípulo de Agelaidas, como Policleto y Fidias.; a pesar de ello, se consideraba ateniense y firmaba sus obras como Mirón Ático. Su obra más célebre, el Discóbolo, es un bronce cuyo origen se ha perdido, pero el Museo Romano de la Termas conserva una excelente copia en mármol y el British Museum otra. Representa el punto crucial del clasicismo. Su predilección por las figuras en movimiento (Marsias, Atleta y Perseo) lo distingue de sus contemporáneos.

Rompió con las antiguas convenciones, y resolvió el problema de hacer saltar, mover y correr a sus personajes. La expresión y la psicología, la individualidad de sus estatuas, parece como si fueran para el artífice una cosa secundaria. Para esto hubo de aprovechar la técnica en bronce, que le permitía sostener sus estatuas metálicas en posiciones de equilibrio inestable, sorprendidas en el acto de realizar un movimiento, como su famoso Discóbolo, un muchacho atlético en el acto de arrojar el disco. Todo el cuerpo está echado hacia delante, para producir después, con su balanceo, el impulso que le ayudará a lanzar el disco con la mano derecha. La izquierda parece rozar sobre la rodilla, la mueve como hacen los atletas modernos, que dan una o dos vueltas antes de arrojar el disco. 

La cabeza del Discóbolo de Mirón es asimismo muy interesante, cubierta por rizos de poco relieve; los cabellos son cortos y sin formar bucles, como convenía a la fundición en bronce. La mirada del Discóbolo se dirige hacia atrás, hacia el disco que va a lanzar con la diestra; toda su atención se concentra en aquel objeto; es un instante de la vida del gimnasta, que pone en el juego toda su alma, sin ninguna otra preocupación de la mente. Este es el defecto que le achacaban ya los antiguos, quienes llegaron a olvidarse hasta de su perfección técnica.

Se ha conservado también copias antiguas de las dos estatuas que formaron un grupo delicioso de Atenea y el sátiro Marsias, cuanto éste se ve sorprendido por el invento de la flauta, que la joven diosa realiza sin esfuerzo alguno. Toda la sorpresa de una criatura medio humana, medio animal, se manifiesta perfectamente en la figura del sátiro. Este grupo se pudo restaurar con la ayuda de una gema tallada en donde están representadas las dos figuras, pues los copistas de la época romana produjeron casi siempre el sátiro solo. De Atenea no hay más que una copia en Francfort; la diosa, de lado, apenas se digna prestar atención a la flauta de siete notas que yace tirada en el suelo; en cambio, el sátiro parece que vaya a brincar de alegría, como corresponde a un ser no domesticado. Su fisonomía revela sorpresa y pasmo, mientras mira con ojos fascinados aquel primer invento de la diosa. Mirón, que de la naturaleza recogía lo más sensual, expresaba con toda propiedad la figura de los animales.

Mirón es ya un especialista en toda la extensión del vocablo; para él lo interesante de la vida es el movimiento, y del hombre, la sensibilidad física. Recuérdese que movimiento y sensación son las grandes preocupaciones de los filósofos-físicos de la escuela de Elea, Zenón y Parménides, y que éstos eran contemporáneos de Mirón.

Y a pesar de ser Mirón una personalidad tan destacada, poco se conoce de su vida. Puede considerársele, por los muchos años que vivió en Atenas, como ciudadano del Ática. Su tradición dórica y de la escuela de los fundidores arcaicos es harto manifiesta; acaso podría ser más apreciado si se conocieran sus obras perdidas, como un Zeus que consta estaba en Roma en un edículo construido por el emperador Augusto en el Capitolio.

Mirón, el primer gran artista


Discóbolo de Castelporziano (Museo Nacional
de las Termas, Roma). Copia romana de la
obra del célebre Mirón (hacia el año 450 a.C.). 

Alcanzada la época de Mirón, se puede afirmar que por primera vez en la Historia del Arte se está ante una personalidad original y documentada. Desde este momento, hay que prestar atención no sólo a las magistrales obras de arte que habrán de llegar, sino a los artistas que las imaginan y crean.

Antes de Mirón se han encontrado obras de arte maravillosas en Egipto, Grecia y Oriente, pero eran más bien obras colectivas, impersonales; ningún artista se destacaba del conjunto característico de su escuela. De la misma Grecia se conocen varios nombres de escultores que firmaron sus obras en los siglos anteriores: Antenor, Akermos, Critio, Nesiotes, Onatas... ,mas para la actualidad son tan sólo nombres, y no se tenía forma de componer un retrato de su vida y de su personalidad.

Se produjeron en tiempos más antiguos obras más bellas, más grandiosas, más perfectas, más proporcionadas, pero no se descubrió hasta entonces una figura de artista tan personal como este Mirón, maestro del movimiento y de la técnica en bronce, que conoció las mieles del éxito y también, como todos los grandes artistas, recibió duras críticas quizá porque su arte se adelantaba a su tiempo y no satisfacía enteramente los parámetros artísticos de su época.

Mientras unos, como Luciano, hablan del Discóbolo como de una obra maestra por todos los conceptos, otros, como el retórico latino Quintiliano, dicen desdeñosamente: "¿Puede haber nada más artificial y contorsionado que el Discóbolo de Mirón?"

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Obras comentadas

Galería
Atenea y Marsias

Atenea, V a.C.

Cabeza de boxeador, mediados
del siglo V a. C., copia romana.

Cabeza de Perseo



Discóbolo

Minotauro
Atenea pensativa

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