La arquitectura herreriana,
estilo herreriano o estilo escurialense, también denominada por algunos autores
manierismo clasicista,1 se desarrolló en España el último tercio del siglo
xvi, coincidiendo con el reinado de Felipe II (r. 1556-1598), y continuó
vigente en el siglo xvii, aunque transformado por las corrientes barrocas del
momento. Se corresponde con la tercera y última etapa de la arquitectura
renacentista española, que fue evolucionando hacia una progresiva depuración
ornamental, desde el plateresco inicial hasta el purismo clásico del segundo
tercio del siglo xvi y la absoluta desnudez decorativa que introdujo el estilo
herreriano.
Se originó con la construcción
del Monasterio de El Escorial y, más en concreto, con la reorganización del
proyecto realizado por el arquitecto montañés Juan de Herrera (1530-1597), tras
la muerte de Juan Bautista de Toledo (1515-1567), autor del primer diseño.
Sus principales representantes
son el citado Herrera, a quien el estilo debe su nombre, y Francisco de Mora
(1553-1610), discípulo del anterior y artífice del Palacio Ducal de Lerma, otra
de las obras clave de la arquitectura herreriana.
Características
La arquitectura herreriana, o el
estilo herreriano se caracteriza por su rigor geométrico, la relación
matemática entre los distintos elementos arquitectónicos, los volúmenes
limpios, el predominio del muro sobre el vano y por la ausencia casi total de
decoración, razón por la cual en su época era denominado estilo desornamentado.
También es conocido como estilo escurialense, en alusión al edificio que sirve
de paradigma a esta corriente arquitectónica
Los edificios herrerianos
destacan por su severa horizontalidad, lograda gracias al equilibrio de las
formas, preferentemente cúbicas, que se disponen simétricamente en la
estructura. Por lo general, presentan cubiertas de madera revestidas al
exterior de pizarra y torres laterales, rematadas en chapiteles cónicos o
piramidales terminados en punta, que introducen un elemento de verticalidad y
magnificencia, al tiempo que contribuyen a reforzar la sensación de simetría.
En otras ocasiones, no se busca
tanto la horizontalidad como la voluminosidad, a la que se llega a través del
juego geométrico de los diversos elementos arquitectónicos. Es el caso del
modelo empleado en la construcción de iglesias parroquiales, con grandes
fachadas, torres de planta cuadrangular y pesados contrafuertes.
Se trata, en la mayoría de los
casos, de obras de gran tamaño, que se imponen en su entorno e impresionan por
su austeridad y aire monumental.
En lo que respecta a los usos
decorativos, éstos se reducen el empleo de formas geométricas básicas, como
esferas y pirámides. Desde un punto de vista sociológico, tal sobriedad surge
como una respuesta al protestantismo, en consonancia con las directrices
marcadas por el Concilio de Trento (1545-1563).
Evolución histórica
El estilo herreriano fue la
arquitectura oficial de los Austrias, a partir del reinado de Felipe II. El
impacto sociopolítico que significó la construcción del Monasterio de El
Escorial (1563-1584) facilitó su expansión. A ello contribuyó también el hecho
de que Juan de Herrera fuera nombrado en 1579 inspector de monumentos de la
corona.
El estilo difundió primeramente
por las comarcas madrileñas de la sierra de Guadarrama, situadas dentro del
área de influencia del Monasterio de El Escorial, a través de dos vías: las
obras directamente financiadas por la Casa Real y las promovidas por los
municipios guadarrameños.
Al primer grupo corresponden
infraestructuras como el Puente Nuevo, en Galapagar, y edificios de uso privado
por parte de Felipe II, como la Casa Veleta, igualmente en la citada localidad,
y el Real Aposento de Torrelodones, ambos desaparecidos. Fueron levantados para
hacer más cómodos los desplazamientos del monarca desde Madrid hasta el Real
Sitio de El Escorial.
En El Escorial, la Corona impulsó
el desarrollo de diferentes planes urbanísticos y la construcción de la iglesia
de San Bernabé, realizada por Francisco de Mora, uno de los colaboradores de
Herrera en las obras del Real Monasterio.
La Casa Real también aprobó la
concesión de beneficios a aquellos municipios que procediesen a la remodelación
de sus principales edificios públicos y religiosos. Fruto de esta medida es el
actual aspecto herreriano de las iglesias parroquiales de Valdemorillo y
Navalagamella, las dos de origen medieval.
El estilo herreriano se extendió
rápidamente por toda España y por América. Algunas obras representativas son la
Catedral de Nuestra Señora de la Asunción (Valladolid) y el Puente de Segovia
(Madrid), ambas diseñadas por Juan de Herrera; la iglesia del Monasterio de
Uclés (Uclés, Cuenca), de Francisco de Mora; la Iglesia de San Sebastián
(Villacastín, Segovia), atribuida a Rodrigo Gil de Hontañón; la Colegiata de
San Luis (Villagarcía de Campos, Valladolid), del mismo autor; y el Colegio de
Nuestra Señora de La Antigua (Monforte de Lemos, Lugo), de Simón de Monasterio.
En América destacan la catedral del Cuzco, en Perú, obra Miguel de Gutiérrez
Sencio, y la catedral de Puebla en la Nueva España, obra de Francisco Becerra y
Juan Gómez de Trasmonte.
Mención especial merece el
Palacio Ducal de Lerma (Burgos), que Francisco de Mora empezó en 1601. Supuso
la asimilación del estilo herreriano por las incipientes corrientes barrocas
del momento y el establecimiento de un modelo de arquitectura palaciega, que se
repitió a lo largo de todo el siglo xvii.
La mayor parte de los edificios
civiles erigidos en Madrid durante los reinados de Felipe III y Felipe IV
siguieron las pautas arquitectónicas del citado palacio. Es el caso del Palacio
de los Consejos, del Palacio de Santa Cruz y de la Casa de la Villa, todos
ellos de factura barroca, pero con notables reminiscencias herrerianas.
La influencia del estilo
herreriano también es visible en la expansión que, por separado, tuvo su
característico chapitel piramidal, conocido como "chapitel
madrileño", con cubiertas de pizarra. Este elemento fue adoptado por
numerosas construcciones desde el siglo xvi, principalmente en los campanarios
y cimborrios de las iglesias, aunque también en muchas construcciones civiles.
Los siglos xviii y xix
significaron la decadencia de esta corriente arquitectónica.
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