Campigli, Massimo (Florencia, 4 de julio de 1895 – Saint Tropez, 31 de mayo de 1971) Pintor italiano. Practicó un singular estilo
pictórico en el que se aprecian influencias tanto de las corrientes
vanguardistas del siglo XX europeo como de las civilizaciones grecolatinas. Sus
pinturas, sin abandonar la perspectiva figurativa, están inundadas por las
influencias del post-impresionismo. Su síntesis entre el arte antiguo y el de
las vanguardias históricas hacen de él una figura singular en el panorama
pictórico del siglo XX.
Biografía
Desde su Florencia natal, Massimo
se trasladó junto a su familia a Milán en 1904, lugar donde entró en contacto
con el mundo del arte. Ese mismo año publicó su primera colaboración en una
publicación; se trataba de un poema que apareció en un número de la revista Florencia
futurista. Gracias a sus publicaciones en la citada revista, Campigli entró
en el círculo de los futuristas italianos, y entabló amistad especialmente con
Umberto Boccioni y con Carlo Carrá.
En 1914 es llamado a filas para
cumplir con el servicio militar y dos años mas tarde, en 1916, es movilizado al
frente. El devenir de la Primera Guerra Mundial fue decisivo en su historia:
hecho prisionero en el frente húngaro, es internado en un campo de
concentración, del que se fugó para buscar refugio en Rusia.
Finalizado el conflicto bélico,
Campigli se trasladó a París en 1919 como corresponsal del prestigioso diario
italiano Il Corriere della Sera. Durante veinte años (hasta 1939)
permaneció en la capital francesa desempeñando ese cometido y empapándose del
ambiente artístico de la Francia anterior a la Segunda Guerra Mundial. Será
entonces cuando empiece a pintar de forma autodidacta, absorbiendo todas las
novedades de la capital francesa, tanto mediante sus visitas a museos como a
las exposiciones más novedosas. Fue así como recibió la fuerte influencia de
Fernand Leger y de Pablo Picasso, que resultó obvia en sus primeras obras.
Igualmente decisiva en la concepción inicial de su obra fue su descubrimiento
en el Museo del Louvre del arte de civilizaciones antiguas, especialmente la
egipcia y la etrusca, cuyos referentes son evidentes en su obra posterior.
Su primera exposición individual
se celebró en la Galería Bragagkua de Roma, en 1923. Tras un viaje a la ciudad
eterna en 1928, que aprovechó para ampliar su conocimiento de la cultura de
Etruria, expuso al año siguiente en la Galería Jeanne Bucher de París una
colección en la que dejó patente la impronta que el arte etrusco dejó en su
visión plástica. A esta exposición siguieron otras en Milán, Amsterdam, Londres
y Nueva York, lo que pone de manifiesto el éxito de su particular visión
pictórica, síntesis del vanguardismo postcubista y de la pintura bidimensional
de las civilizaciones antiguas.
Esta postura a mitad camino entre
lo figurativo y lo onírico, le llevó a relacionarse con los pintores
metafísicos italianos, Giorgio de Chirico, Sironi, Funi, con los que llegó a
colaborar en la Exposición Trienal de Milán (1933), para la que los tres
artistas presentaron un mural realizado conjuntamente. Ese mismo año suscribió
junto con otros pintores italianos el "Manifiesto de la Pintura Mural".
Posteriormente, compaginó la pintura con el periodismo, y publicó Prefacio
de los espeso (Milán 1931), entre otras obras sobre pintura.
Su obra se caracterizó por su
lírica a medio camino entre la pintura de vanguardia y las formas de
representación primitivas. Campigli es, en este sentido, un excelente
representante de la corriente pictórica de entreguerras que practicó una
pintura objetiva que autoafirmase y compensase la visión más pesimista de otros
movimientos contemporáneos como el Expresionismo alemán. En obras como El
café (1931, colección particular), Campigli intentó expresar su búsqueda de
un arte intemporal. En ella las dos mitades simétricas del cuadro parecen
simbolizar su dualismo entre modernismo y tradición. Otra obra suya, Mujeres
con guantes (1937, colección privada), parte del mismo esquema compositivo:
dos figuras femeninas tratadas con la misma bidimensional que el espacio que
las rodea. Su contemplación nos hace inevitable el recuerdo de los frescos
pompeyanos o de los mosaicos de Rávena.
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