Goya y Lucientes, Francisco de (Fuendetodos, 30 de marzo 1746 - Burdeos, 16 de abril de 1828) Pintor y grabador español.
Francisco de Goya y Lucientes
nació circunstancialmente en el pueblo de Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo
de 1746. Su padre tenía un taller de dorador en Zaragoza, donde habitualmente
residía. En esa ciudad se formó Goya. Cursó sus primeras letras en la escuela
del padre Joaquín y allí trabó amistad con Martín Zapater, amistad a la que
sería fiel durante toda su vida, como lo atestigua una jugosa correspondencia,
fantástica y rigurosa fuente de noticias relativas al gran pintor. Viendo su
padre la fuerte inclinación por el arte que sentía el joven Goya, lo puso de
aprendiz en el taller del pintor José Luzán. Las lecciones de éste y algunos
ejemplos de González Velázquez y del aragonés Francisco Bayéu, que había de
intervenir en su vida, no hicieron sino animar el genio innato de Goya, que, en
realidad, fue un total autodidacto. Así lo prueban sus pinturas del Relicario
de Fuendetodos (hacia 1762), hechas a los 16 años, con precoz e inusual
destreza y tipología en buena parte original. Goya organiza sus primeras
composiciones como una especie de arabesco que le sirve de base para disponer
sobre él impactos luminosos, casi deslumbrantes, siguiendo en esto algo de la
fórmula de Luzán.
Sacrificio a Vesta de Francisco de Goya y Lucientes (Colección particular, Barcelona). Pintado en Roma en 1771, ésta es una de las obras de juventud del artista, en la que ya se perfila la fuerza de su temperamento.
En 1763, y luego en 1766, Goya se
presenta a dos concursos de la Academia de San Fernando en Madrid, fracasando
en ambos. Es probable que entrara en relación con Francisco Bayeu ya con
ocasión de su primer viaje a la capital. Éste fue un momento clave en la vida
del joven aspirante a pintar porque tal rechazo comprometía seriamente su
futuro económico, por lo menos el más inmediato. Los fracasos académicos le
vedaron el disfrute de una pensión de estudios, que le hubieran hecho más
llevadera la existencia, pero esto no le hizo renunciar al viaje a Roma, que él
consideraba indispensable para continuar su formación. En 1771 se hallaba en la Ciudad Eterna , como
se sabe por una carta suya fechada en Roma el 20 de abril de ese año. Tomó allí
parte en un certamen convocado por la Academia de Parma; no ganó el premio,
pero alcanzó seis votos y tuvo una referencia favorable en el acta del
veredicto, lo que habría de compensar la frustración de un logro mayor. De este
modo, la estancia en Italia fue muy productiva, pues entraría en contacto con
el neoclasicismo, difundido por Vien. De esa etapa se conservan diversos
cuadros sobre temas clásicos, obras de pequeño formato y forma monumental, y el
retrato de Manuel Vargas Machuca, su
primera obra conocida de uno de los géneros que más haría por su carrera.
⇦ La maja y los embozados de Goya (Museo del Prado, Madrid). Entre 1780 y 1790, el pintor se dedicó a realizar cartones para tapices con escenas de la vida cotidiana española, a las que les imprimía una visión amable y alegre.
Corto debió de ser su paso por
Italia, ya que en octubre de 1771 estaba de nuevo en Zaragoza, donde se
estableció como pintor independiente, ganándose una amplia y adicta clientela
que en seguida reconoció en Goya sus habilidades pictóricas. El primer encargo
importante que recibió el pintor se le adjudicó el21 de octubre de 1771 con la
aceptación, por parte del Cabildo del Pilar, de su proyecto y presupuesto para
la pintura del coro de la capilla de la Virgen, llamado" careto". En
1772 terminó esa decoración al fresco y en el mismo año o en el siguiente pintó
su primer Autorretrato, obra
magistral que inicia una serie comparable en calidad, aunque no es tan extensa,
a la de Rembrandt.
El 25 de julio contrajo matrimonio con Josefa Bayeu, hermana del pintor
Francisco. Y ya en 1774 ejecutó su primer ciclo grandioso: la decoración mural
de la Cartuja de Aula Dei (Zaragoza), una imponente obra en la que hay once
composiciones de tema bíblico tratadas con una síntesis de cualidades que son
ya típicamente goyesca: impulso barroco, serenidad neoclásica, simplificación
de la técnica, logros originales en . luz y composición.
A finales de 1774, vivía en
Madrid, residiendo por el momento en casa de su cuñado, Francisco Bayeu. Allí
nació su primer hijo, en diciembre de 1775. Según declaración de Goya, en
escrito de 1779, fue llamado por Antonio Rafael Mengs para que prestara su
colaboración en obras de la
corona. No debe descartarse, aunque los méritos artísticos de
Goya le hacían merecedor de tal trabajo, el apoyo prestado a su cuñado por
Francisco Bayeu, protector asimismo de su hermano Ramón. Goya fue empleado como
pintor eventual en la obra de los cartones para tapices. Este trabajo, aunque
ingrato por las limitaciones que imponía la técnica del tapiz, le permitió
subsistir en la capital, lo que no era poco importante, donde al principio
carecía de relaciones que le permitieran gozar de un fluido y seguro ritmo de
encargos. Luchando contra esas limitaciones, contra la tutela protectora pero
opresiva de su cuñado, Goya tardó un tiempo en imponer su personalidad, pero
desde entonces -sobre todo desde su nombramiento de pintor del rey con sueldo
fijo (i786)- inició una rápida carrera ascendente, que no puede extrañar, de un
lado por el genio goyesco, de otro por la medianía de quienes le pudieron
hacer· sombra: Maella, Castillo y los hermanos Bayeu. Hasta 1792 Goya seguiría
pintando cartones para tapices, en grupos entregados con cierta discontinuidad,
que señalan su progresiva victoria sobre las limitaciones técnicas y su
maestría en el amable rococó que atraía a la corte
Pero es preciso retroceder para
comentar esas fases: de 1777 es su cartón Maja
y embozados, mucho más rico en matices y opulento en forma y color que los
iniciales, pero todavía contenido por las "recetas" de los tapiceros.
Que podía incluir temas dramáticos en los cartones lo muestra El ciego de la guitarra (1778), del que
grabó un aguafuerte. Hay que comentar el hecho de que, al tener la oportunidad
de trabajar para la real casa, Goya pudo conocer las magníficas colecciones de
pintura que eran propiedad de los monarcas. Entre 1774 y 1779, por ejemplo,
grabó obras de Velázquez,
lo que prueba que sintió admiración por este artista de genio tan diferente al
suyo. En esos años, Goya no se limitó a los cartones; pintó también cuadros de
tema religioso y su tan conocido Autorretrato
a contraluz.
El ciego de la guitarra de Goya (Museo del Prado, Madrid). Este cartón para tapiz de 1778 le trajo muchos problemas al artista, ya que tuvo que rectificarlo varias veces porque era demasiado grande y tenía muchas figuras, lo cual encarecía mucho el trabajo de los oficiales de tapicería. Estaba destinado al dormitorio de los príncipes de Asturias en el palacio de El Pardo, donde el pintor trabajó durante muchos años.
En 1780, Goya recibe su primera
compensación moral, a la que pudo no ser ajeno su cuñado Francisco Bayeu: el
nombramiento como miembro numeraría de la Academia de San Fernando, cargo de
gran importancia y que sin duda Goya viviría como uno de los momentos más
relevantes de su carrera hasta ese momento. El 7 de mayo de ese año presentó,
como pieza de recepción, un magnífico Crucifijo,
en que se aprecian ciertas audacias técnicas de detalle en un concepto de
magistral ejecución y por lo general académico, como no podía ser de otra
manera en una obra que le" servía" para presentarse ante el resto de
los miembros de la
Academia. En 1780-1781, Goya retornó a Zaragoza para decorar
al fresco una cúpula del Pilar. Sus audacias -libres linealismos,
deformaciones-, aunque quizá también el éxito que ya acreditaba, le valieron la
desaprobación de su cuñado Bayeu, director de la obra, y una querella con éste
que duró tiempo y que los lazos familiares quizá contribuyeron a agravar más
que a atenuar. Una vez que estuvo de regreso a la capital no tardó en recibir
de la corona un importante encargo: la pintura de uno de los grandes altares
para la basílica de San Francisco el Grande, con la imagen de San Bemardino de Siena predicando ante
Alfonso V de Aragón. Al parecer, el mencionado encargo se debió en parte a
la intervención del patricio aragonés Juan Martín Goicoechea, amigo del
ministro conde de Floridablanca y gran admirador de la pintura de Goya. En
1783, éste permite a Goya que pinte su retrato, con lo que inicia su galería de
efigies de altos personajes de la corte en los que el pintor aragonés da
muestras de su brillante maestría. El lienzo, sin embargo, fue recibido
fríamente por el poderoso político y es evidente que en él hay ciertos
desajustes, que llaman la atención en el conjunto de la obra del artista. Goya
pasó, no cabe duda, por un largo período de relativa crisis desde su llegada a
Madrid hasta unos 10 a
12 años más tarde. Pero 1783 fue un año importante para el pintor. Afirmó su
amistad con Ventura Rodríguez, arquitecto del Pilar, y entró en conocimiento
del infante don Luis de Barbón, hermano del rey. Esto le valió la ejecución de
una serie de retratos de la pequeña corte del infante, terminados en 1784, tras
los esbozos ejecutados en Arenas de San Pedro, en la residencia estival del
príncipe. El 2 de diciembre de 1784 le nació su hijo Francisco Xavier, único
que le sobreviviría. En 1785, Goya realizó una serie de retratos para el Banco
de San Carlos, donde tenía sus ahorros.
Pintor de la Corona
⇦ Las floreras de Goya (Museo del Prado, Madrid). Cartón para tapiz pintado entre los años 1786 y 1787, en el que se mezclan un marcado interés por lo popular, típico de las postrimerías del rococó, con elementos nuevos, como la vivacidad del paisaje natural del fondo.
La vendimia de Goya (Museo del Prado, Madrid). óleo sobre lienzo para un cartón de tapiz, de 1786, en el que el autor hace una alegoría del otoño, tal como lo hiciera con las demás estaciones. La pareja central, sentada en un cercado, celebra el momento de la recolección de la vid: él le ofrece un racimo a ella en presencia de una vendimiadora con un cesto en la cabeza rebosante de uvas. El esquema de la composición es piramidal, característico del estilo neoclásico.
La familia del duque de Osuna de Goya (Museo del Prado, Madrid). En 1790, Goya realizó este admirable retrato de los duques con sus hijos.
⇦ La Tirana de Goya (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Pintado entre 1790 y 1792, éste es el retrato de una famosa actriz llamada María del Rosario Fernández, a la que llamaban con este apodo por estar casada con el actor Francisco Castellanos, conocido como "el tirano". Además de la soberbia técnica en el tratamiento de los colores, Goya logra captar en profundidad la expresión altanera del personaje.
Algo más tarde, en 1790, Goya pintó un admirable retrato de La familia del duque de Osuna, obra de gran virtuosismo en su línea contenida. En 1791 y1792 pinta
nuevos retratos y sigue realizando cartones para tapices, destacando entre los
primeros el del niño Cistué vestido
de azul (1791) y entre los segundos el famoso Pelele, Los zancos y Las gigantillas (1792), obras de rico
color que muestran el maravilloso Goya pintor de niños y temas gozosamente
juveniles, otra de las innumerables facetas en las que el artista destacaba
como pocos. Pero seguramente la más vigorosa pintura de esta fase, no fechada,
es el retrato de la
actriz La Tirana
(1790-1792), interpretación soberbia de un altanero tipo femenino.
perteneciente en esta ocasión al pueblo.
El incendio de Goya (Colección particular). Pintada en el dramático período que para él constituyeron los años 1793-1794, es una tela en la que el valor de la pincelada, la calidad de la superficie pictórica y la veracidad emotiva conseguida sin apoyarse en detalles anecdóticos, anticipan las características que tendrán obras muy posteriores.
La carrera del artista ya no se
detiene a partir de ese momento, basándose en el doble impulso de cargos y
nuevos contratos personales. En 1785 es nombrado teniente de pintura de la
Academia de San Fernando y conoce a los duques de Medinaceli y de Osuna, que
serían buenos clientes suyos. El Duque de
Osuna y la Duquesa de Osuna
fueron pintados por Goya ese mismo año; el de la dama es uno de los grandes
lienzos de la espléndida galería de retratos femeninos debidos al pintor.
⇦ Las floreras de Goya (Museo del Prado, Madrid). Cartón para tapiz pintado entre los años 1786 y 1787, en el que se mezclan un marcado interés por lo popular, típico de las postrimerías del rococó, con elementos nuevos, como la vivacidad del paisaje natural del fondo.
Ya indicamos que en 1786 Goya fue
nombrado pintor del rey. Intensificó su producción de retratos y cartones para
tapices, mostrando en éstos una maestría y soltura muy superiores a los de la
década anterior, en los que no es difícil observar que el artista decide
contener sus posibilidades. Destacan, en este apartado, Las floreras y La vendimia
(1786), que son, posiblemente, el mejor exponente del arte del siglo XVIII en
su culminación, con ese interés por lo popular propio de las postrimerías del
estilo rococó en España.
En 1787, Goya pintó una serie de
paramentos decorativos para "La Alameda" de los duques de Osuna, con
temas anecdóticos y costumbristas. En 1788 realizó bocetos para algunos de los
cartones de tapices que gozan de mayor fama mundial, como La pradera de San Isidro y La
gallina ciega. Llegados a este momento, el artista ha trascendido el tema y
ofrece una visión profunda de su tiempo a través de unas imágenes que parecen
carecer de importancia.
La vendimia de Goya (Museo del Prado, Madrid). óleo sobre lienzo para un cartón de tapiz, de 1786, en el que el autor hace una alegoría del otoño, tal como lo hiciera con las demás estaciones. La pareja central, sentada en un cercado, celebra el momento de la recolección de la vid: él le ofrece un racimo a ella en presencia de una vendimiadora con un cesto en la cabeza rebosante de uvas. El esquema de la composición es piramidal, característico del estilo neoclásico.
Pero en este mismo período Goya
vuelve a tratar el tema religioso con fuerza renovada. De 1787 son las tres
soberbias pinturas para Santa Ana de Valladolid y de 1788 los dos grandes
lienzos de la catedral de Valencia dedicados a san Francisco de Borja, de los
que se conservan dibujos y bocetos preparatorios -que Goya siempre ejecutaba
con profesional dedicación antes de las pinturas definitivas- y en los que se
ve la transformación técnica que sigue el maestro. En cuanto al tema, en San Francisco de Borja asistiendo a un moribundo
se ven por vez primera los rostros demoníacos y bestiales que el artista
reiterará en sus grabados, dibujos y pinturas de años más tarde. Fuera
influencia de los grabados de magia, del arte popular o expresión directa de su
trasfondo anímico, no hay duda de que la plasmación de esos tipos, que son la
personificación de los terribles instintos, atrajo de modo creciente e
imparable al artista. Obvio es recordar en este momento que la belleza
pictórica es la belleza del cómo y no
del qué, la de la pintura en sí y no
la del asunto tratado. Y este apunte cobra su máximo grado de verdad con la
obra del genial pintor aragonés. Don máximo de un artista es transfigurar lo
horrible por la magia de sus pinceles y este don, si alguien lo poseyó por
entero, fue Goya sin duda alguna.
La pradera
de San Isidro de Goya (Museo del Prado, Madrid). Óleo que Carlos III le
encomendó al artista en 1788 para realizar un tapiz destinado al
dormitorio de las infantas en el palacio de El Pardo. El cartón de tapiz
no se llegó a hacer debido a la muerte del rey. La diferencia con otros
cartones es que, en lugar de escenas ideales, aquí Goya pintó un
paisaje real, el de Madrid, cuyo perfil se vislumbra a lo lejos.
En 1789 falleció Carlos III, el
rey progresista que tanto hiciera por su país, sucediéndole Carlos IV, monarca
blando en cuyo reinado habrían de tener lugar hechos lamentables y funestos
para la historia de España. Goya fue nombrado pintor de cámara, lo que
significaba un ascenso respecto al cargo que había estado ocupando con el
soberano anterior. Se aplicó concienzudamente a retratar a los nuevos monarcas:
Carlos y María Luisa de Parma, pero la abundancia de efigies producida y ciertas
desigualdades indican que algunas son, sin lugar a duda, obras de taller.
La familia del duque de Osuna de Goya (Museo del Prado, Madrid). En 1790, Goya realizó este admirable retrato de los duques con sus hijos.
Corral de locos
de Goya (Museo del Prado, Madrid). La investigación de Desparmet
Fitz-Gerald ha permitido identificar esta composición alucinante pintada
sobre hojalata.
⇦ La Tirana de Goya (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Pintado entre 1790 y 1792, éste es el retrato de una famosa actriz llamada María del Rosario Fernández, a la que llamaban con este apodo por estar casada con el actor Francisco Castellanos, conocido como "el tirano". Además de la soberbia técnica en el tratamiento de los colores, Goya logra captar en profundidad la expresión altanera del personaje.
Algo más tarde, en 1790, Goya pintó un admirable retrato de La familia del duque de Osuna, obra de gran virtuosismo en su línea contenida. En 1791 y
Pero cuando estaba pasando por un
de sus mejores momentos profesionales llega el año 1793, que resulta ser
dramático para Goya. Hallándose en Sevilla cayó enfermo de gravedad, acaso ya a
finales de 1792. Una carta de Sebastián Martínez, amigo de Goya, a Zapater, de
29 de marzo de 1793, dice: "Goya sigue con lentitud, aunque algo
mejorado". Le esperaba una larga convalecencia y, lo peor de todo, la
triste carga de una total sordera que aumentó su propensión a lo
dramático-fantástico, que ya había apuntado anteriormente, como hemos visto,
sin perturbar por ello el menor de sus dones, ni su capacidad para recrearse en
la más delicada belleza.
El incendio de Goya (Colección particular). Pintada en el dramático período que para él constituyeron los años 1793-1794, es una tela en la que el valor de la pincelada, la calidad de la superficie pictórica y la veracidad emotiva conseguida sin apoyarse en detalles anecdóticos, anticipan las características que tendrán obras muy posteriores.
Se desconoce la fecha del regreso
de Goya a Madrid, pero sí se sabe que el 11 de julio de 1793 asistió a la
sesión de la Academia de San Fernando. Sobre su estado de ánimo y trabajos está
el testimonio de su carta de 4 de enero de 1794 a Bernardo de Iriarte,
en la que dice: "Para ocupar la imaginación mortificada en la
consideración de mis males y para resarcir, en parte, los grandes dispendios
que me han ocasionado, me dediqué a pintar un juego de cuadros de gabinete en
que he logrado hacer observaciones a que regularmente no dan lugar las obras
encargadas y en que el capricho y la invención no tienen ensanche. He pensado
remitirlas a la Academia para todos los fines que V. S. L conoce".
Observemos con qué claridad ve Goya que las obras hechas por impulso propio
permiten más libertad y son motivo de mayores hallazgos. Con todo, se sabe por
su disputa con Bayeu, ya citada, que a veces se atrevía a lo imaginativo en
obras de encargo. Fueron once los cuadros de "diversiones populares"
que, presentados a la Academia, se celebraron "por su mérito y el de Goya".
La investigación de X. Desparmet Fitz-Gerald ha permitido identificar uno de
esos cuadros, el alucinante Corral de
locos, pintado sobre hojalata. Este hecho, el formato y la afinidad
estilística han permitido agrupar junto al Corral
otras obras que debieron formar parte de los "cuadros de gabinete",
como Cómicos ambulantes, El incendio, El naufragio, Bandidos
asaltando un coche. Destaca por sus impresionantes valores de forma y
contenido El incendio. La pincelada
tiene un carácter despeinado y nervioso que crea un mundo de calidades y
texturas -aspecto en que sobresale Goya que infunde suprema veracidad a la
imagen eliminando lo anecdótico. Se cree que en esta misma época debió de
pintar Goya la serie de cuadros de asuntos de brujería y fantásticos que vendió
a los duques de Osuna en 1798, pues son obras de estilo muy afín a una del otro
grupo.
En plena madurez
La condesa de Chinchón de Goya (Colección Duque de Sueca, Madrid). Obra pintada en 1800, que representa a la entonces esposa de Godoy. Se trata de uno de los mejores retratos de Goya. El fondo oscuro de la tela y la supresión de todo elemento que pudiera distraer ayudan a subrayar la elegancia y delicadeza de esta exquisita figura femenina.
Godoy de Goya (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Retrato de 1801 en que el militar aparece representado "a la manera heroica", como vencedor de la campaña que -en son de burla- los españoles llamaron Guerra de las naranjas.
Fray Pedro de Zaldivia luchando con el bandido Maragato de Goya (Art lnstitute of Chicago). Óleo sobre tabla de 1806 que forma parte de una serie de seis obras que el artista dedicó a la captura del Maragato.
En plena madurez
⇦ La duquesa de Alba de
Goya (Colección Duque de Alba, Palacio de Liria, Madrid). Retrato del
año 1795. Esta figura luminosa, con los extraordinarios toques rojos del
cinturón y los pendientes, es probablemente la aludida en esta frase de
Goya en una carta a su amigo Zapater: "Más te valía venirme a ayudar a
pintar a la de Alba, que se metió en el estudio a que le pintase la
cara, y se salió con ello; por cierto que me gusta más que pintar en
lienzo, que también la he de retratar de cuerpo entero".
En 1795 surge por primera vez en
la trayectoria goyesca el nombre de la duquesa de Alba, que tanta importancia
habría de tener para la carrera del pintor. Se ha fantaseado en demasía sobre
las relaciones del pintor y la duquesa, no siempre sobre hechos constatables
sino por el mero deseo de novelar la vida de ambos personajes. Goya pudo estar
enamorado de ella durante un tiempo (ciertos indicios, como se verá, permiten
afirmarlo), pero de ello es, por lo menos, aventurado dar el paso de asegurar
que hubo una relación amorosa entre ambos. A la vista de los datos objetivos
que es posible manejar nada indica que la joven noble correspondiera al ya
maduro pintor. Se conservan de su mano dos magistrales retratos de la duquesa
de Alba, el que la presenta vestida de blanco con cinturón rojo (1795) y el que
la muestra de negro (1797) con dos anillos en la mano: en uno de ellos se lee
claramente el nombre de Alba y el de Goya en el otro. En este retrato aparecen,
además, como trazadas en la arena del suelo," solo Goya", aunque la
palabra" solo" fue recubierta de pintura por el propio artista. Por
otra parte, en uno de los grabados de los Caprichos,
a que más adelante se hará referencia, titulado Sueño de la mentira y la inconstancia, se ve a la duquesa con doble
rostro y alas de mariposa. El origen de tales aguafuertes se halla en el álbum
de dibujos que realizó Goya en Sanlúcar de Barrameda (1796), donde estuvo
visitando a la duquesa de Alba. Quedan, de aquella visita, algunos croquis con
la efigie de la duquesa y las de algunos miembros de su pequeña corte rural,
que siempre la
acompañaba. La duquesa no tardaría mucho en fallecer (1802)
y, aun siendo innecesario, salimos al paso, negándola, de la morbosa leyenda
que pretende que dicha dama fue el modelo de las famosas Majas desnuda y vestida, que como se verá serían ejecutadas algunos
años más tarde.
La condesa de Chinchón de Goya (Colección Duque de Sueca, Madrid). Obra pintada en 1800, que representa a la entonces esposa de Godoy. Se trata de uno de los mejores retratos de Goya. El fondo oscuro de la tela y la supresión de todo elemento que pudiera distraer ayudan a subrayar la elegancia y delicadeza de esta exquisita figura femenina.
En todo caso, hay que retornar
ahora a la pintura y los grabados. En 1795 realizó Goya una importante obra de
tema religioso: los tres Lunetos de la Santa Cueva de Cádiz,
que se apartan de la técnica minuciosa y" escultórica" de las
pinturas de Santa Ana de Valladolid. En esta relevante obra trata las escenas
con cierto estilo de boceto, lo que irá intensificando en adelante, aunque
ocasionalmente, y se preocupa de acentuar la expresión humana de cada
personaje. En 1797 se anunció la edición de los Caprichos, pero se publicaron dos años después, con 80 estampas
precedidas de un Autorretrato al
aguafuerte. Quince días después de la salida, cuando se habían vendido 27
ejemplares, la obra fue rápidamente retirada, posiblemente por miedo a la Inquisición. Goya ,
en realidad librepensador, tan satírico como dramático, tan poco anclado en los
tabúes que mantenía salvajemente la Inquisición, se había permitido pasar los
límites que, a fines del siglo XVIII, circundaban el arte. Sus Caprichos (puestos bajo el lema, en
realidad, de que "el sueño de la razón engendra monstruos", frase que
ha quedado ya para la Historia) presentaban seres humanos lindando con las
bestias, visiones de patíbulo y de hechicería, amén de un mundo de majas y
celestinas, chulos y mendigos. Incisivas y cortas frases epigrafían las
estampas, aumentando su mordacidad y concretando más o menos la intención del
artista, tan oscura y sibilina en algunas ocasiones que preconiza aspectos del
surrealismo del siglo XX. Un atrevimiento que sitúa a un Goya definitivamente avanzado
a su tiempo en el tratamiento de los temas y en su deseo de liberar al arte de
convenciones.
Godoy de Goya (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid). Retrato de 1801 en que el militar aparece representado "a la manera heroica", como vencedor de la campaña que -en son de burla- los españoles llamaron Guerra de las naranjas.
El año 1798 es decisivo en el
arte de Goya. Aparte de una serie de admirables retratos, decora al fresco la
ermita de San Antonio de la Florida,
refundiendo en su obra ímpetu y grandiosidad barroca, ciertos efectos de gracia
rococó y un expresionismo"sui generis" con deformaciones y
simplificaciones inauditas para la época, que hacen de esta maravilla pictórica
un auténtico anti-Tiépolo. Presenta una serie de personajes en torno a una
fingida baranda. Las brutales pinceladas se dejan en su aspecto inmediato y con
mínimos contrastes de tono estructuran un rostro, un cuerpo, un gesto
perfectamente definido. Lo más asombroso es cómo Goya sabe, en una misma pintura,
hacer compatibles los desgarros con las más sutiles y refinadas bellezas
ejecutadas con la técnica tradicional.
La maja desnuda y La maja vestida
de Goya (Museo del Prado, Madrid) Pintadas hacia 1803-1806, se sabe que
ambas obras figuraban el 1 de enero de 1808 en la colección de Godoy.
El tema, excepcional en la pintura clásica española, motivó que entre
1814 y 1815 Gaya fuese sometido a proceso por la Inquisición como autor
de estas telas.
En1799 pinta retratos,
entre ellos de los monarcas, siendo frecuente que se trasladara a La Granja, El
Escorial o Aranjuez en su compañía. De ese año serán los retratos ecuestres de Carlos IV y María Luisa, de impresionante vigor. En 1800 pinta uno de los
mejores retratos femeninos de su carrera, el de la Duquesa de Chinchón, esposa de Godoy, favorito de los monarcas.
Terminado este retrato emprende una de sus pinturas más ambiciosas: la
plasmación de la efigie del rey con todos sus familiares y para ello ejecuta,
previamente, una serie de bocetos de los personajes aislados que cuentan entre
sus mejores creaciones en el género retratístico. Cuando se ha adueñado de la
psicología de todos ellos, pinta la tremenda Familia de Carlos IV (1800), que ahora puede
parecer una sátira, por la vulgaridad o reticencia manifiesta de los
retratados. Pero la pintura supera la iconografía. Una
armonía de castaños y rojos sostenidos por amarillos blanquecinos y dorados
convierte el grandioso lienzo en una de las mejores pinturas del arte español.
En 1801 pinta
a Godoy como general de la contienda
con Portugal, es decir, dando al favorito un fondo de escena de guerra que no
sirve sino para contrastar la blandura del turbio personaje político. Sigue
pintando retratos, que le solicitan con insistencia desde hace años y que
alterna siempre con obras de otros temas.
En
Doña Francisca Sabasa de García
de Goya (National Gallery, Washington). Uno de los mejores retratos de
Gaya, donde el "eterno femenino" aparece tratado aquí con un matiz de
perceptible sensualidad.
Se ignora la fecha en que pintó Goya las dos famosísimas Majas, que son uno de los atractivos esenciales del Museo del Prado, pero, por el estilo, parecen ser de 1800-1805. Fueron propiedad de Godoy. La desnuda es uno de los pocos ejemplos del género en la pintura española anterior al siglo XIX -sólo pueden parangonarse con ella el desnudo de Velázquez y una figura desnuda de una composición de Alonso Cano-, pero tal vez la obra goyesca supera a éstas por la finura suprema de la ejecución y la perfecta transcripción de la nacarada calidad dela carne. La vestida, más
voluptuosa, si cabe, por la opulencia de formas y la intensidad de la mirada,
es una obra que atestigua la misma ejecución insuperable. De este mismo período
son cinco estupendas tablas de la Academia de San Fernando: Procesión de disciplinantes, Casa de locos, Corrida de toros, Tribunal de
la Inquisición y Entierro de la sardina.
Vemos ante todo en los temas cómo se aclara la
intención latente en Goya de satirizar, o poner en la picota, aspectos del
carácter nacional, dando a la vez salida a los agitados instintos personales.
Cuando se habla de un pintor anterior al siglo XIX no suele decirse que fue
un" atormentado", pero hay sobrados indicios de que Goya lo fue,
aunque su inmensa vitalidad, su sano sentido popular, contrarrestaban los
dramas de su vida interior y su innata tendencia corrosiva. Deformaciones,
trazos sueltos, borrones, reflejos, sugerencias mejor que estrictas
representaciones aparecen en la técnica junto a las tradicionales veladuras y
transparencias. Goya se da cuenta también del valor expresivo que posee el "inacabado"
y deja trozos enteros sólo insinuados en Los
disciplinantes. Pero tal vez la escena de la Inquisición sea la más lograda del grupo, por la intensidad
contenida del ambiente y el perfecto equilibrio de todos sus elementos.
Se ignora la fecha en que pintó Goya las dos famosísimas Majas, que son uno de los atractivos esenciales del Museo del Prado, pero, por el estilo, parecen ser de 1800-1805. Fueron propiedad de Godoy. La desnuda es uno de los pocos ejemplos del género en la pintura española anterior al siglo XIX -sólo pueden parangonarse con ella el desnudo de Velázquez y una figura desnuda de una composición de Alonso Cano-, pero tal vez la obra goyesca supera a éstas por la finura suprema de la ejecución y la perfecta transcripción de la nacarada calidad de
La marquesa de Santa Cruz
de Goya (Museo del Prado, Madrid). En este retrato de 1805, el artista
pintó a Joaquina TellezGirón, la esposa del marqués, personificando a la
musa Euterpe. La joven de 21 años ya había sido pintada por el artista
junto a sus padres, los duques de Osuna, cuando era una niña.
Parece probable que en la misma
etapa pintara Goya -lo que es muy propio de su genio- obras enteramente
distintas, casi convencionales, como son las alegorías del Comercio, la Industria y
la Agricultura que realizó para el
palacio de Godoy, cuyas erróneas y ambiciosas maniobras, unidas al sueño de dominación
mundial de Napoleón, pronto llevarían a España al desastre.
Fray Pedro de Zaldivia luchando con el bandido Maragato de Goya (Art lnstitute of Chicago). Óleo sobre tabla de 1806 que forma parte de una serie de seis obras que el artista dedicó a la captura del Maragato.
Los años 1802-1806 son a la vez
un período de grandes retratos, continuando los de años anteriores: El conde y la condesa de Fernán Núñez,
el Marqués de San Adrián, Félix de Azara, y los asombrosos de Isabel Cobos de Porcel, uno de los tres
o cuatro retratos femeninos mejores de toda la pintura española, y el de la señora Sabasa de
García. Pinta también a la Marquesa
de Santa Cruz personificando a Euterpe. Surge asimismo la serie de retratos
originada por la boda del hijo del pintor, Xavier,
que, en 1805 (año de la batalla de Trafalgar), se casa con Gumersinda Goicoechea. Al margen de otros retratos, completa la obra
probable de 1806 la interesante serie de seis pequeñas tablas con la historia,
en episodios, de Pedro de Zaldivia
capturando al bandido Maragato (junio de 1806), que ratifica el interés de Goya
por las secuencias de imágenes, lo que en parte le llevó al grabado.
Los desastres de la guerra
⇦ El Lazarillo de Tormes de Goya (Colección Marañón, Madrid). Llamado también El garrotillo, este cuadro fue pintado hacia 1808-1812. El tema se refiere a la enfermedad de la difteria y representa la desesperación de enfermo y familiares tratando de aliviar la asfixia provocada por la mortal enfermedad.
Fabricación de pólvora y balas en la sierra de Tardienta de Goya (Palacio de la Zarzuela, Madrid). Óleo sobre tabla fechado entre 1810 y 1814, en el que el artista pretende representar los esfuerzos de los españoles por vencer al poderoso ejército de Napoleón.
El general José de Palafox de Goya (Museo del Prado, Madrid). En 1808, el heroico general defensor de Zaragoza contra la invasión napoleónica llama a Goya para que pinte las ruinas de la ciudad, después del primer sitio a que fue sometida. Más tarde, en 1814, el artista hace el retrato ecuestre de Palafox que se reproduce aquí.
⇦ Autorretrato de Goya (Museo del Prado, Madrid). Obra de 1815 que firmó con la inscripción "Fr. Goya. Aragonés. Por él mismo". El agudo psicólogo que era Goya sintió, a través de toda su vida, la atracción por el análisis de las variaciones de su propio rostro en circunstancias y edades distintas, lo que ha significado una impresionante serie de autorretratos.
Santa Justa y Santa Rufina de Goya (Catedral de Sevilla). Las mártires patronas de esta ciudad son una de las pocas obras que se sepa que pintó Goya en el año 1817 por encargo del Cabildo Catedralicio. El artista preparó varios bocetos para asegurarse la aceptación del proyecto.
Los desastres de la guerra
En 1807 comienza a fraguarse el
drama de España. La insidiosa persistencia de Godoy, por un lado, y la política
dominante de Napoleón, por otro, perfilan en este año el reparto de Portugal y
dan lugar al nefasto tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807). Las
tropas francesas habían entrado ya en España por la frontera vasca. En 1808
continuaba la disfrazada ocupación de la Península. Una
reacción provoca el motín de Aranjuez (17 de marzo), que exige la abdicación de
Carlos IV y el procesamiento de Godoy. Fernando VII entró en Madrid el 24 de
marzo y, el 28 del mismo mes, la Academia encargó a Goya el retrato del nuevo
rey, primero de los que haría del mismo. Los hechos se precipitaron. La
intención de anexionar España al Imperio napoleónico no podía seguir
ocultándose. Fernando VII seria forzado a abdicar, mientras que el pueblo se
alzaba en su favor el 2 de mayo iniciando la larga guerra de
"resistencia" contra el ocupante. José Bonaparte entró en España el
20 de julio, poco convencido de poder mantenerse. España pidió ayuda a
Inglaterra J y las tropas inglesas, bajo el mando de Wellington, desembarcaron
por el momento en Portugal. Los franceses sitian Zaragoza. Alternativas
diversas, desde la victoria española de Bailén (22 de julio de 1808), dramas
sangrientos, terribles crueldades, se suceden en la Península. En 1812
se reúnen las Cortes de Cádiz y promulgan una Constitución. Los generales de
Napoleón -pues éste no puede venir a dirigir la guerra- van siendo desbordados
por las tropas y el pueblo de España y por las disciplinad~ fuerzas inglesas,
que además dominan enteramente el mar. El 11 de diciembre de 1813 Napoleón se
vio obligado a pactar con su prisionero Fernando VII, firmando el tratado de
Valençay por el que le reconoce de nuevo como rey de España, comprometiéndole a
que perdonase a los" afrancesados". El 6 de enero de 1814 se
constituye en Madrid un Consejo de Regencia y el 22 de marzo de ese año retorna
a su capital Fernando VII "el Deseado", cuya política, tras una etapa
de moderación, desembocará en un tremendo absolutismo y represión.
⇦ El Lazarillo de Tormes de Goya (Colección Marañón, Madrid). Llamado también El garrotillo, este cuadro fue pintado hacia 1808-1812. El tema se refiere a la enfermedad de la difteria y representa la desesperación de enfermo y familiares tratando de aliviar la asfixia provocada por la mortal enfermedad.
Obvio es decir que estos
acontecimientos produjeron a Goya diversos trastornos. Como personaje
·preeminente, que no podía permanecer oculto, se vio forzado a"
colaborar" con el invasor pintando un retrato con alegoría de José I. En segundo lugar, sus encargos
disminuyeron. Tercero y principal, los terribles hechos que presenció, y que
dibujaría del natural con frecuencia, tuvieron importante repercusión en su
arte, aunque las grandes obras sobre hechos de guerra sólo pudo -como es
lógico- hacerlas una vez terminada la guerra y la ocupación. Con
todo, en esos años siguió pintando retratos y cuadros costumbristas, entre los
que destaca El lazarillo de Tormes,
asombroso estudio de expresión (1808-1812). En 1812 una nueva desgracia se
agregó para el pintor a las de la guerra: el fallecimiento de la fiel y
abnegada Josefa Bayeu, que tuvo lugar el 20 de junio de dicho año. Siendo su
fortuna bienes gananciales, hubo de redactarse un inventario -que ha sido muy
importante para la identificación de ciertas obras del artista-, inventario que
fue elevado a escritura pública el 28 de octubre. Sin entrar en el detalle del
reparto de bienes entre el pintor y su hijo, sí hay que señalar que los cuadros
que pasaron a ser propiedad de éste (junto con la casa de la calle Valverde y la
colección de grabados) fueron marcados con una X. De esos cuadros, algunos no se
debían a Goya y por el citado inventario sabemos que Goya poseía dos obras de
Tiépolo, 10 estampas de Rembrandt
y un autorretrato de Velázquez,
así como una cabeza debida a Correggio.
Fabricación de pólvora y balas en la sierra de Tardienta de Goya (Palacio de la Zarzuela, Madrid). Óleo sobre tabla fechado entre 1810 y 1814, en el que el artista pretende representar los esfuerzos de los españoles por vencer al poderoso ejército de Napoleón.
El gigante o El pánico de
Goya (Museo del Prado, Madrid). En este cuadro, que marca el punto de
partida de las Pinturas negras, se ha querido ver el simbolismo de un
coloso que actúa de protector frente a las fuerzas napoleónicas, o bien,
más probablemente, la amenaza del ejército invasor.
Entre los retratos pintados por
Goya en esos años se cuentan las dos efigies de Antonia Zárate, la del niño Victor
Guyé y el grupo del Duque de
Wellington, de 1812. Entre las obras de tema costumbrista destacan La Maja y la Celestina, La Carta y
Majas en el balcón. También pintó Goya en esos años una serie de obras
sobre escenas de guerra, en pequeño formato, y varios lienzos de carácter
dramático, como Prisioneros, El gigante, etc. En ese tiempo, Goya
utiliza a veces un procedimiento especial que consiste en sustituir el pincel
por una caña hendida en el extremo, que produce calidades de pasta pictórica
muy distintas de las debidas al pincel Estas obras y otras figuran en el
inventario antes mencionado y ostentan la sigla X (Xavier Goya). En 1812-1813 Goya grabó su
segunda serie de aguafuertes, Los
desastres de la guerra, de dinámico estilo y realismo feroz, con
representaciones de suplicios y de calamidades de todo género. De 1813 no se
sabe ningún cuadro, aunque pudo pintar entonces las dos escenas de guerra que
tratan el tema de La fabricación de
pólvora y de balas en la sierra de Tardienta.
El Dos de Mayo de 1808 en Madrid
de Goya (Museo del Prado, Madrid). Obra de 1814 en la que el pintor
evoca la gloriosa jornada de 1808, cuando el pueblo de Madrid se lanzó
valientemente sobre el cuerpo de caballería de mamelucos, mercenarios al
servicio de Francia, en la Puerta del Sol; aunque también hay quien
sitúa la escena cerca del Palacio Real.
Los fusilamientos del 3 de mayo de
Goya (Museo del Prado, Madrid). Escena de 1808 pintada por Goya en
1814. Es una de las cumbres en las que la pintura mundial ha expresado
de manera más conmovedora y patética la violencia. La luz proyectada en
la misma dirección en que apuntan los fusiles descubre la tremenda
escena de la muerte inevitable, sobre la sangre ya vertida.
En cambio, 1814 fue rico en
grandes realizaciones, que cuentan entre las más profundamente significativas
aportadas por el pintor. En enero de ese año se ofreció al Consejo de Regencia
para pintar"las más notables y heroicas hazañas" de la guerra. Tendría en
la mente un vasto plan pictórico, una versión a gran escala de los puntos
culminantes de la epopeya grabada ya en la serie de los Desastres. El resultado de la petición de Goya a la Regencia se
concretó en dos de las obras esenciales de la historia de la pintura española y
universal, El dos de mayo y Los fusilamientos de la Moncloa.
Del primero se
conservan dos bocetos que, con la pintura definitiva, muestran la evolución de
la composición en la mente del artista. Obra romántica por el color, el movimiento,
el ímpetu. La escena aparece tomada muy de cerca y centrada en personajes
principales. La técnica es muy pictórica y fundida, trabando tono y color, y
comunicando el sentimiento de lo inmediato, de lo verdadero.
El general José de Palafox de Goya (Museo del Prado, Madrid). En 1808, el heroico general defensor de Zaragoza contra la invasión napoleónica llama a Goya para que pinte las ruinas de la ciudad, después del primer sitio a que fue sometida. Más tarde, en 1814, el artista hace el retrato ecuestre de Palafox que se reproduce aquí.
Los fusilamientos de la Moncloa es una obra más concreta y
contrastada, menos matizada, más vigorosa. Caracteriza este lienzo el empleo de
una solución granulosa que produce una textura arenosa y mate. Se mantiene la
imprimación rosada que Goya usó desde sus comienzos y que, a partir del
siguiente año, sustituiría por preparación negra. Muy conscientemente, en los Fusilamientos Goya disminuyó la gama
cromática esencialmente al ocre de la tierra y de algunos trajes, el negro del
cielo nocturno, el blanco de las camisas de los fusilados y el rojo de la
sangre, pocas veces tan verdadero, tan eficiente, como en este cuadro que es un
grito de protesta. La simplificación relativa de la forma apoya la unidad del
efecto. Durante este año, su cargo de pintor de cámara le obligó a pintar
retratos de Fernando VII, por quien,
evidentemente, no sentía ninguna simpatía. También pintó a Palafox a caballo.
⇦ Autorretrato de Goya (Museo del Prado, Madrid). Obra de 1815 que firmó con la inscripción "Fr. Goya. Aragonés. Por él mismo". El agudo psicólogo que era Goya sintió, a través de toda su vida, la atracción por el análisis de las variaciones de su propio rostro en circunstancias y edades distintas, lo que ha significado una impresionante serie de autorretratos.
El año 1815 fue de gran actividad
retratística. Destaca la estupenda efigie del Duque de San Carlos, en tres retratos (estudio de la cabeza,
retrato de cuerpo entero y reducción del mismo). Parecen del mismo momento tres
vigorosos Autorretratos, uno de ellos
fechado en 1815, y son de ese año el impresionante grupo de efigies. Ignacio Omulryan, Miguel de Lardizábal, José
Munarriz y Miguel Femández. La imprimación
negra da un nuevo "carácter" al color que sobre ella se superpone.
También en 1815 comenzó a grabar Goya las planchas de su tercera serie de
aguafuertes, la
famosa Tauromaquia ,
sobre el tema que apasionó tanto al artista del que se ha dicho que en su
juventud, eventualmente, toreó. El anuncio de la publicación de esta serie es
de 28 de octubre de 1816, pero La
Tauromaquia no se publicó entonces. Las planchas pasaron a la Academia años
después de la muerte del artista y la primera edición sólo vio la luz en 1855
(33 láminas). Como de otras series, se conservan dibujos preparatorios, mucho
más libres y "barrocos" que los grabados correspondientes. Se busca
el interés plástico de masas informes y la acumulación expresionista de
contrastes. Esto y otros factores que se han citado en las páginas anteriores
permiten comprender que Goya es el verdadero umbral del arte contemporáneo.
Sigue Goya pintando retratos en esos años, cual el del Empecinado, la Mujer sentada
del Museo del Louvre, de parecida fecha o algo posterior. Se supone de 1815 el
extraordinario cuadro de gran formato La
Junta de Filipinas, que obliga al artista a plasmar un amplio espacio
vacío, interior, con muchos personajes, cada uno de los cuales es un
impresionante acierto de dibujo, tono y color.
Santa Justa y Santa Rufina de Goya (Catedral de Sevilla). Las mártires patronas de esta ciudad son una de las pocas obras que se sepa que pintó Goya en el año 1817 por encargo del Cabildo Catedralicio. El artista preparó varios bocetos para asegurarse la aceptación del proyecto.
En 1817 siguen los retratos, pero
destaca una obra de tema religioso tratada más como estampa naturalista de
devoción popular, y como gran pintura, que con efusión mística. Se trata del
lienzo de las Santas Justa y Rufina,
para la catedral de Sevilla, del que se conserva boceto.
Posterior al inventario de 1812, Goya
volvió eventualmente al empleo de la espátula de caña. Aparece en algún cuadro
de fecha indeterminada y tema costumbrista que ha de enclavarse entre los años
1812 y 1818. Así en Feria, donde la
espátula actúa preferentemente en primer término. Los colores se mezclan o
yuxtaponen en su punto justo. En algunos casos, la síntesis cromática se
produce en la retina del observador, lo que anticipa la técnica de los
impresionistas. También vemos la misma técnica en El lanzamiento de barra y en
dos versiones diferentes de Procesión de
disciplinantes.
La Quinta del Sordo
La Quinta del Sordo
El 27 de febrero de 1819 se
inicia una nueva -y por desgracia breve- etapa de la vida de Goya, que contaba
a la sazón 73 años. Adquiere en las afueras de Madrid, cerca del puente de
Toledo, una casa de campo que sería bautizada con el poco caritativo nombre de
"La Quinta del Sordo". La inmortalizarían las llamadas "pinturas
negras" (1821-1822) que hizo para decorarla y de las que más adelante se
tratará. Pero, volviendo a 1819; en ese año Goya pintó la que tal vez es su
única obra religiosa animada de profundo misticismo (a la vez que sumida en
cierta deformación expresionista): La última
comunión de San José de Calasanz, pintura destinada a la iglesia de San
Antón de Madrid. Su unción es extrema, con blancos y rojos que exaltan el negro
dominante. La Oración en el huerto es
acaso más dramática que mística, pero no se podría decir que carece de impulso
religioso.
Aquelarre de
Goya (Museo Lázaro Galdiano, Madrid). Un detalle de la composición de
la obra pintada después de la grave enfermedad que dejó a Goya
totalmente sordo. El lienzo procede de un mural que el artista pintó en
una pared de la "Quinta del Sordo" y que forma parte de una serie de
catorce obras llamadas Pinturas Negras, que en 1873 fueron pasadas a
lienzo por el restaurador del Museo del Prado Salvador Martínez Cubells.
⇦ Dama del abanico de
Goya (Musée du Louvre, París). Esta obra es una de las creaciones más
vibrantes de Goya en el campo del retrato femenino, una temática muy
trabajada por este pintor.
En 1819 Goya estuvo gravemente
enfermo. Se pintó con el doctor Arrieta,
su médico. En la convalecencia se ocuparía trabajando en la serie de Los Disparates, que tenía entre manos y
dejó sin acabar. Estas planchas pasaron a la Academia, que publicó la serie en
1864. Por el tema, se acercan a Los
Caprichos, con menos anecdotismo y franca penetración en la irrealidad en
alguna estampa. Por la técnica derivan de La
Tauromaquia, si bien el claroscuro es más neto e intenso. Por ese tiempo, Goya
empezó asimismo a trabajar en litografías, procedimiento descubierto por
Senefelder en 1796 y que desempeñaría tan importante papel en la ilustración
durante el período romántico. Goya realizó sus primeros ensayos litográficos en
1819, en el taller madrileño de J. Cardano. Uno de sus primeros intentos debe
ser la imagen de una Vieja hilando.
En el ensayo litográfico de la Escena
infernal volvemos a ver a Goya dentro de su temática preferida, con
elementos muy trabajados entre sí que equilibran el dinamismo de las figuras
principales. Existe un magnífico dibujo preparatorio de esta litografía.
La última comunión de San José de Calasanz
de Goya (Escuelas Pías de Madrid). Óleo sobre lienzo de 1819, realizado
por encargo de las Escuelas Pías de San Antón para decorar un altar
lateral de su iglesia. En él se representa al santo poco antes de morir,
recibiendo la Sagrada Forma de manos de un sacerdote. La luz que
ilumina a los personajes contrasta con el fondo oscuro del cuadro.
En 1821-1822, como dijimos, Goya
se dedicó sobre todo a pintar para sí mismo. Aquella corriente secundaria de su
arte, que se fue a lo largo del tiempo plasmando en detalles de obras de
encargo o en obras como las realizadas para ocupar la "imaginación
mortificada" en las que "el capricho y la invención" podían
tener amplio y libre desarrollo, se convierte de pronto en el motivo esencial
de un magno grupo de pinturas a gran formato, precedidas de respectivos y
extraordinarios bocetos, en las que los temas mitológicos, de brujería o de
expansión brutal de los instintos iban a tener entera justificación técnica y
estética. Lo que antes era tratado con incisividad o anecdotismo, ahora
adquiere plena monumentalidad que parece justificar ese mundo infernal y
terrible. Parece evidente, o posible al menos, que las experiencias objetivas
de la guerra, las crueldades presenciadas o sabidas, aparte de las represiones
y castigos de todo género que en aquel tiempo eran moneda corriente,
confirmaron en el pintor lo que ya era una predisposición originaria y
subjetiva. De ahí el carácter paradójicamente terrible y majestuoso, a la vez,
de las"pinturas negras", el efecto de algo definitivo y verdadero que
producen, al extremo de que podrían ser consideradas como la culminación de
toda la obra goyesca. Es digno de subrayarse que Goya, como muy pocos artistas
de este mundo, logró las más convincentes y personales realizaciones de su
carrera en su etapa de madurez y de vejez. Pintó San Antonio de la Florida en 1798, a los 52 años; el Dos de mayo y los Fusilamientos en 1814,
a los 68, y el ciclo de las "pinturas negras"
en 1821-1822, a
los 75-76. Y aún le aguardaban seis años más de plena claridad mental.
⇦ Saturno devorando a sus hijos de
Goya (Museo del Prado, Madrid). Es la más horrible entre las catorce
composiciones que llenaban dos salas de la llamada "Quinta del Sordo".
Estas Pinturas negras fueron realizadas entre 1821 y 1822 y, aunque no
en todas ellas figuran temas diabólicos o de brujería, es una
característica del conjunto la tendencia hacia lo fantasmagórico y
sombrío.
Queda por hablar del ámbito de
las "pinturas negras". En realidad, esta denominación se acepta por
costumbre y por el dominante matiz oscuro, pero en las obras hay tonos pardos y
grises, ocres, azules, almagre, rojos, carmines y ligeros toques de verde. Son
catorce composiciones que integran de una a muchas figuras, todas ellas vistas
desde un ángulo psicológico extraño, dramático e irracional. Son las
siguientes: una figura de mujer apoyada en una gran roca, tradicionalmente identificada
con Leocadia Zorrilla, compañera del
pintor en sus años finales; El gran
cabrón, Judith, Saturno, Romería de San Isidro, Dos viejos, Dos brujos,
Atropas, Dos forasteros, La lectura, El tonto del pueblo, El Santo Oficio,
Asmodea y Perro. Modelado abrupto, uso de huellas y grumos discontinuos,
imprimación negra, expresionismo, deformación, faces malignas y terribles
definen, en conjunto, las pinturas. Algunas apilan gran número de personajes en
que destacan las cabezas, con ojos de brillante mirada animal. Destacan Saturno, que aparece devorando el cuerpo
de uno de sus hijos, con sangre cayéndole de la boca, y Dos forasteros, que, en realidad, es un brutal duelo a garrotazos
en medio de un dramático paisaje. Destacan porque son las que mayormente sintetizan
el sentido de lo terrible que inspira el conjunto.
Dos forasteros de Goya (Museo del Prado, Madrid). También llamada Lucha a garrotazos,
ésta es otra de las pinturas de la "Quinta del Sordo", en la que dos
hombres, enterrados hasta las rodillas en el lodo, se pelean
encarnizadamente sin poder moverse para esquivar los golpes del
contrincante.
La única pintura fechada en 1823
es el admirable retrato de Ramón Satué,
de concepto naturalista anterior al carácter que predomina en las pinturas de
la Quinta del Sordo.
Años de exilio
La lechera de Burdeos
de Goya (Museo del Prado, Madrid). Pintada hacia 1827, cuando el
artista contaba ya 81 años, es una de las últimas obras del genial
artista. La seguridad de estilo, que adelanta en medio siglo la
evolución de la pintura, confirma la frase que por entonces escribiera
su amigo Moratín: "Goya está muy arrogantillo y pinta que se las pela,
sin corregir jamás nada de lo que pinta".
Años de exilio
Pronto dejaría Goya su
recientemente adquirida casa de campo. La represión absolutista de Fernando VII
hizo que alimentara temores a causa de sus contactos obligados en la época de
la ocupación francesa y de su conocida simpatía por las ideas liberales y
progresistas. Tras una corta etapa en la que se refugió en casa del doctor
Duaso, al que pintó, decidió exiliarse a Francia y en 1824 marchó a Burdeos,
donde estuvo sólo tres días y siguió hacia París, antes del27 de junio del
citado año. En la capital de Francia estuvo sólo unos meses, viviendo en el
aislamiento, pintando algunos óleos y dibujando a pluma temas caprichosos. Es
preciso recordar que en sus últimos tiempos de Madrid había realizado dibujos
que denotan tanto inquietudes psicológicas por su seguridad personal como
preocupaciones sociales.
Pero el exilio para un artista de
78 años representaba una tremenda prueba y una difícil adaptación. Desengañado
de París, en septiembre de 1824 se estableció en Burdeos, centro de los
exiliados españoles donde tenía varios amigos, entre ellos Moratín, a quien
retrató. En esa ciudad se le reunieron Leocadia Zorrilla y los hijos de ésta,
Guillermo y Rosario Weiss. La niña, aficionada a la pintura, contribuyó a
alegrar los últimos años del anciano artista, que le daba lecciones. Pero nada
podía aniquilar el vigoroso temperamento de luchador de Goya. En 1825 trabajó
de nuevo en litografías, de las que destacan las llamadas Los toros de Burdeos, relacionadas con cuatro estupendos óleos de
la misma temática, en especial por lo que se refiere a dos de ellos. En el
mismo año -como se sabe por una carta del20 de diciembre de 1825, dirigida a
Joaquín M. a Ferrer-Goya trabajó en miniaturas sobre marfil, pintadas a la
aguada, de temas muy variados y distintas técnicas. Se conserva una buena serie
de estas originales miniaturas.
En 1826, Goya realizó un viaje a
Madrid, obteniendo la
jubilación. La única pintura suya de ese año es el retrato
del banquero Santiago Calós, obra
interesante por su recia expresividad y sobriedad. En 1827 pintó el retrato de Muguiro y dos impresionantes cabezas de Un monje y Una monja, en las que se entretuvo en trabajar bellos e
intencionados contrastes de texturas. En ese año realizó Goya un segundo viaje
a Madrid, ciudad donde pintó un retrato de su nieto Mariano, obra en la que campea un neto estilo romántico con
valoración evidente del claroscuro y del naturalismo.
Es opinión unánime considerar
como las últimas obras de Goya la famosa Lechera de Burdeos y el retrato -que
gratuitamente se considera inacabado de José
Pío de Molina (ambas de 1827). La efigie de la lechera invita a
considerarla como el" canto del cisne" del gran artista de la belleza
femenina. La luz que envuelve la cabeza de la muchacha en torno a la hermosa
figura inclinada muestra tanta inspiración cromática como resulta original la
resolución de cada pormenor de la
figura. En cuanto al retrato de Pío de Molina, es una
dramática efigie tratada con nerviosa técnica.
La obra de Goya se cierra con los
impresionantes dibujos realizados en Burdeos en 1824-1827. Se entremezcla en
ellos algún tema alegórico cual el del viejo barbudo con la leyenda Aún aprendo,
que tal vez el pintor escribió pensando en él mismo, en su inquietud continua.
No es exagerado afirmar que estos dibujos -entre los cuales aparece una
acuarela, la única conocida de Goya- muestran todavía un avance en la obra del
maestro, superando a veces por su síntesis la circunstancia de época y estilo.
Típicamente goyescas son las representaciones de encapuchados y procesiones o El castigo. Muestra aún Goya su ironía
denominando Sucesos campestres un
dibujo en el que aparece un hombre ahorcado de la rama de un árbol; junto a él
pasan otros con animales sobre los hombros. ¡Qué alusión al mundo de venganzas
y pasiones desatadas de los hombres, a los que tan bien conoció y plasmó!
Es improbable que Goya pintara en
1828. Hay una carta de 17 de enero de ese año, dirigida a su hijo, a la que
debió de seguir una grave crisis de salud. Su nuera y su nieto decidieron ir a
Burdeos. Mariano y su madre llegaron a la ciudad citada el28 de marzo. Goya se
encontraba muy mal. El 2 de abril quedó sin habla y medio paralizado. Falleció
en la noche del 15 al 16 y fue sepultado en un pequeño panteón del cementerio
de Burdeos. El 29 de noviembre de 1919, sus restos, mezclados con los de otro
español refugiado, enterrado en el mismo panteón, se trasladaron a España,
recibiendo sepultura en la ermita de San Antonio de la Florida. En 1927, el
que fuera primer sepulcro de Goya fue llevado a Zaragoza, donde se conserva.
Poco se puede agregar a cuanto se
ha dicho respecto a las relevantes cualidades del artista. Pero sí hay que
añadir, sin duda, por su grandeza y su carácter, por su sentido de
recapitulación final de toda la pintura que pudiera llamarse
"tradicional", ha sido norma de muchos historiadores del arte cerrar
en Goya la parte dedicada a la
pintura. El arte del siglo XIX, aun siendo muy distinto de
los continuos experimentos realizados desde las primeras décadas del XX, es ya
un arte de especialistas; puede decirse que Goya es el último pintor del mundo
que todavía tiene la riqueza de cualidades de los supremos maestros que desde
finales del cuatrocientos crearon la pintura moderna.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
Obra comentada
Galería
Triple generación, 1759-1769 |
Anibal vencedor contempla Italia desde los Alpes, 1771 |
El sacrificio a Pan, 1771 |
El Sacrificio a Vesta, 1771 |
El entierro de Cristo, 1770-1772 |
El rapto de Europa, 1772 |
La Adoración del Nombre del Señor, 1772 |
Nacimiento de la Virgen, 1772 |
La circuncisión, 1774 |
Autorretrato, 1775 |
La caza de la codorniz o La partida de caza, 1775 |
Picnic en la ribera del Manzanares, 1776 |
Picnic en la ribera del Manzanares, 1776 |
El baile a orillas del Manzanares, 1777 |
El Quitasol, 1777 |
La lucha en la Venta Nueva, 1777 |
Paseo por Andalucía o La Maja y los embozados, 1777 |
El guitarrista ciego, 1778 |
La cometa, 1777-1778 |
El cacharrero, 1779 |
El columpio, 1779 |
La Feria de Madrid, 1779 |
Los militares y la señora, 1778-1779 |
Muchachos jugando a soldados, 1779 |
Cristo crucificado, 1780 |
La novillada, 1780 |
La Sagrada Familia, 1780 |
Autorretrato, 1783 |
El conde de Floridablanca, 1783 |
Retrato de María Teresa de Vallabriga a caballo, 1783 |
Retrato de María Teresa Vallabriga y de Borbón, 1783 |
San Bernardino de Siena predicando ante Alfonso V de Aragón, 1782-1783 |
La familia del Infante Don Luis, 1784 |
Verano, o la cosecha, 1786 |
Esposa de Juan Agustín Ceán Bermúdez, 1785 |
La Anunciación, 1785 |
La Anunciación, 1785 |
La letra con sangre entra o Escena de escuela, 1785 |
La Marquesa de Pontejos, 1786 |
Los niños con mastín, 1786 |
Mariana Marquesa de Pontejos, 1786 |
Una mujer y dos niños junto a una fuente, 1786 |
Verano, o la cosecha, 1786 |
Boceto para la muerte de San José, 1787 |
Don Manuel Osorio Manrique de Zuniga, 1787 |
El albañil herido, 1786-1787 |
El columpio, 1787 |
La caída o el accidente, 1787 |
La cucaña, 1786-1787 |
La tormenta de nieve (invierno), 1786-1787 |
Otoño, o La cosecha de uva, 1786-1787 |
Procesión del pueblo, 1786-1787 |
Salteadores de caminos atacar a un coche, 1786-1787 |
Carlos III, 1786-1788 |
El duque de Osuna y su familia, 1788 |
El día en el campo, 1788 |
El Prendimiento de Cristo, 1788 |
Francisco de Cabarrús, 1788 |
La Pradera de San Isidro en su día de fiesta, 1788 |
Peregrinación a la Iglesia de San Isidro, 1788 |
Retrato ecuestre de María Luisa de Parma, 1788 |
Gallina ciega, 1788-1789 |
María Luisa de Parma llevando baúles, 1789 |
Reina María Luisa, 1789 |
Retrato de Carlos IV de España, 1789 |
Sábado de brujas, 1789 |
Don Pedro, duque de Osuna, 1790 |
El agarrotado, 1790 |
El pelele, 1791-1792 |
Jugando en el Giants, 1791-1792 |
La boda, 1791-1792 |
Sebastián Martínez, 1792 |
Ataque contra un coche, 1793 |
Cómicos ambulantes, 1793 |
Dona Tadea Arias de Enriquez, 1793 |
Picador capturados por el Toro, 1793 |
Procesión de flagelantes, 1793 |
Retrato de la condesa del Carpio, marquesa de la Solana, 1793 |
El naufragio, 1793-1794 |
El patio de una casa de locos, 1794 |
Fuego en la Noche, 1793-1794 |
Robo, 1794 |
Autorretrato en el estudio, 1790-1795 |
Autorretrato, 1790-1795 |
Autorretrato, 1790-1795 |
Autorretrato, 1790-1795 |
Duque de Alba, 1795 |
Duquesa de Alba, la Duquesa Blanca, 1795 |
Francisco Bayeu, 1795 |
La duquesa de Alba y su dueña, 1795 |
Pedro Romero, 1795 |
Retrato de la señora berma sezne Kepmesa, 1795 |
San Francisco de Borja ayudando a un moribundo impenitente, 1795 |
La duquesa de Alba atusándose el pelo, 1796 |
Brujas a bolar, 1797 |
Cantan para el compositor, 1796-1797 |
Conjuro, 1797 |
El columpio, 1797 |
Joven desnuda mirándose al espejo, 1796-1797 |
Juan Antonio Meléndez Valdés, 1797 |
La duquesa de Alba, 1797 |
Mariana Waldstein, marquesa de Santa Cruz Novena, 1797 |
Martín Zapater, 1797 |
Mujer maltratada con un bastón, 1796-1797 |
Pareja con sombrilla en el paseo, 1796-1797 |
San Gregorio el Grande, 1797 |
Asensio Juliá, 1798 |
Don Andres del Peral, 1798 |
El milagro de San Antonio, 1798 |
El Prendimiento de Cristo, 1798 |
Están calientes, 1797-1798 |
Gaspar Melchor de Jovellanos, 1798 |
La lámpara del Diablo, 1798 |
Las brujas en el aire, 1797-1798 |
Retrato de Fernando Guillemardet, 1798 |
Retrato del artista Julio Asensio, 1798 |
A caza de dientes, 1799 |
Aguarda que te unten, 1799 |
Ahora se están sentando así, 1799 |
Allá va eso, 1799 |
Antiguo mendigo con una Maja, 1797-1799 |
Aquellos polbos, 1799 |
Asla su abuelo, 1799 |
Autorretrato, 1799 |
Bellos consejos, 1799 |
Bien tirada está, 1799 |
Bravissimo, 1799 |
Buen Viage, 1799 |
Chitón, 1799 |
Corrección, 1799 |
Despacha, que dispiertan, 1799 |
Devota profesion, 1799 |
Dios perdona; era su madre, 1799 |
Duendecitos, 1799 |
El amor y la muerte, 1799 |
El conde palatino, 1799 |
El de la rollona, 1799 |
El rey Carlos IV en traje de caza, 1799 |
El si pronuncian y la mano alargan al primero que llega, 1799 |
El sueño de la razón produce monstruos, 1799 |
El Vergonzoso, 1799 |
Ensayos, 1799 |
Esto si que es leer, 1799 |
Está um ... Pues, como digo. Eh! Cuidado si no ..., 1799 |
Hasta la muerte, 1799 |
Hilan delgado, 1799 |
La filiacion, 1799 |
La Tirana, 1799 |
Las aves del mismo plumaje, 1799 |
Las Chinchillas, 1799 |
Las rinde el sueño, 1799 |
Le descañona, 1799 |
Linda maestra, 1799 |
Lo que puede un sastre!, 1799 |
Mala noche, 1799 |
Mejor es holgar, 1799 |
¡Miren que grabes!, 1799 |
Muchacha escuchando una guitarra, 1797-1799 |
Muchachos al avío, 1799 |
Mucho hay que chupar, 1799 |
Nadie nos ha visto, 1799 |
Nadie se conoce, 1799 |
Ni así la distingue, 1799 |
Ni más ni menos, 1799 |
No grites, tonta, 1799 |
No te escaparas, 1799 |
Nohubo remedio, 1799 |
Obsequio a el maestro, 1799 |
Pobrecitas, 1799 |
Por que fue sensible, 1799 |
¡Qual la descañonan!, 1799 |
Que se la llevaron, 1799 |
¡Qué pico de oro!, 1799 |
¡Qué sacrifico!, 1799 |
¡Qué viene el cuco!, 1799 |
Reina María Luisa con mantilla, 1799 |
Retrato de Leandro Fernandez de Moratin, 1799 |
Ruega por ella, 1799 |
San Ambrosio, 1796-1799 |
San Gregorio, 1796-1799 |
Se repulen, 1799 |
Si amanece; nos vamos, 1799 |
Si quebró el cántaro, 1799 |
Sopla, 1799 |
Subir y bajar, 1799 |
Todos caerán, 1799 |
Trágala perro, 1799 |
Tu que no puedes, 1799 |
Tántalo, 1799 |
U aun no se van, 1799 |
Unos a otros, 1799 |
Volaverunt, 1799 |
Y su casa está en llamas, 1799 |
Ya es hora, 1799 |
Ya van desplumados, 1799 |
¿De qué mal morirá?, 1799 |
¿Dónde va mamá?, 1799 |
¿Le repulen?, 1799 |
¿No hay quien nos desate?, 1799 |
¿Porqué esconderlos?, 1799 |
¿Quién lo creyera?, 1799 |
¿Quién más vendido?, 1799 |
¿Si sabrá más el discípulo?, 1799 |
¿Soplones?, 1799 |
Bandido pelando una mujer, 1798-1800 |
Bandolero asesinando a una mujer, 1798-1800 |
Boceto de la Verdad rescatado por Hora, fue testigo de la Historia, 1797-1800 |
Cardenal Luis Maria de Borbon y Vallabriga, 1798-1800 |
Cardenal Luis Maria de Borbon y Vallabriga, 1800 |
Carlos IV de España y su familia, 1800 |
El Conde de Tajo, 1800 |
El sueño, 1800 |
Fray Juan Fernández de Rojas, 1800 |
La Maja desnuda, 1800 |
La Maja vestida, 1800 |
Plaga en el hospital, 1798-1800 |
Retrato de la condesa de Chinchón, 1797-1800 |
Retrato de María Teresa de Ballabriga, condesa de Chinchón, 1800 |
Vagabundos en reposo en una cueva, 1798-1800 |
Autorretrato con gafas, 1801 |
Manuel Godoy, Duque de Alcudia, 'Príncipe de la Paz', 1801 |
Retrato de don José Queraltó, 1802 |
Conde Núñez Fernando VII, 1803 |
Doña María Tomasa Palafox, La Marquesa de Villafranca pintando a su marido, 1804 |
Antonia Zárate, 1805 |
Bildzyklus, 1805 |
Doña Teresa Sureda, 1805 |
Josefa Bayeu, 1805 |
Mujer con abanico, 1805 |
Retrato de la Joaquina, nacida Alfonso Téllez Girón y Pimentel, 10 ª Marquesa de Santa Cruz como la musa, Euterpe, 1805 |
Bartolomé Suerda, 1804-1806 |
Retrato de Isabel Lobo Velasco de Porcel, 1806 |
Retrato de Mocarte Pedro, un cantor de la Catedral de Toledo, 1806 |
Retrato de Jose Antonio, Marques Caballero Kepmesa, 1807 |
Retrato del actor Isidro Meiquez, 1807 |
La Librería de la esposa, 1805-1808 |
Majas en el balcón, 1808 |
Sabasa Francisca y García, 1804-1808 |
Alegoría de la Ciudad de Madrid, 1810 |
Compartir la vieja, 1810 |
Doña Narcisa Baranana de Goicoechea, 1810 |
Estragos de la guerra, 1810 |
Retrato de Víctor Guye, 1810 |
Tristes presentimientos de lo que está por venir, 1810 |
La actriz Antonia Zárate, 1810-1811 |
El afilador, 1808 - 1812 |
El coloso, 1808 - 1812 |
Escena de guerra, 1810 - 1812 |
Escena de la violación y asesinato, 1808 - 1812 |
Juan Antonio Llorente, 1810 - 1812 |
Los pájaros muertos, 1808 - 1812 |
Maja y celestina en el balcón, 1808 - 1812 |
Manuel Silvela, 1809 - 1812 |
Naturaleza muerta con costillas y cabeza de cordero, 1810 - 1812 |
Naturaleza muerta tres filetes de salmón, 1808 - 1812 |
Naturaleza muerta, pavo desplumado y pan con pescado, 1808 - 1812 |
Pavo muerto, 1808 - 1812 |
Prisionero encadenado, 1806 - 1812 |
Quéjate al tiempo, 1802 - 1812 |
Pepito Costa y Bonells, 1813 |
Ejecución de los Defensores de Madrid, 03 de mayo de 1808, 1814 |
El Duque de Wellington, 1812 - 1814 |
El Entierro de la Sardina (Corpus Christi Festival el miércoles de Ceniza), 1812 - 1814 |
El manicomio, 1814 |
Fernando VII, 1814 |
Fernando VII, 1814 |
General José de Palafox, 1814 |
Grande Bazana! Con Muertos, 1812 - 1814 |
La segunda de mayo de 1808- El ataque de los mamelucos, 1814 |
Murio la verdad, 1810 - 1814 |
Ni por esas, 1812 - 1814 |
Polvo de la fábrica en la Sierra, 1814 |
Populacho, 1812 - 1814 |
Retrato de Fernando VII, 1814 |
Retrato de Mariano Goya, 1812 - 1814 |
Retrato, se cree que Josefa Bayeu (si no Leocadia Weiss), 1798 - 1814 |
Una corrida de toros del pueblo, 1812 - 1814 |
Una escena de la prisión, 1808 - 1814 |
Verdad rescatada por hora, fue testigo de la Historia, 1812 - 1814 |
Y no hay remedio, 1812 - 1814 |
¿Qué valor?, 1812 - 1814 |
¿Si resucitara?, 1810 - 1814 |
¿Qué valor, 1812 - 1814 |
Autorretrato, 1815 |
Autorretrato, 1815 |
Carretadas al cementerio, 1812 - 1815 |
Duque de San Carlos, 1815 |
El cautiverio es tan bárbaro como la delincuencia, 1815 |
Esto es peor, 1812 - 1815 |
Gumersinda Goicoechea, de Goya nuera, 1815 |
Junta de Filipinas, 1815 |
Lo mismo, 1810 - 1815 |
Lo peor es pedir, 1812 - 1815 |
¿Qué más se puede hacer?, 1812 - 1815 |
La valentía de Martincho en el Anillo de Saragassa, 1815 - 1816 |
Retrato de Don Francisco de Borja Téllez Girón, 1816 |
Desafortunados eventos en los asientos delanteros de la plaza de Madrid, 1815 - 1816 |
El Gazul Morisco es el primero en torear con una lanza, 1815 - 1816 |
La fragua, 1812 - 1816 |
La velocidad y el atrevimiento de Juanito Apiñani la plaza de Madrid, 1851 - 1816 |
Cristo en el Monte de los Olivos, 1819 |
Don Juan Antonio Cuervo, 1819 |
El Lazarillo de Tormes, 1819 |
La última comunión de San José de Calasanz, 1819 |
Las jóvenes o la carta , 1812 - 1819 |
Tres hombres de excavación , 1819 |
Tribunal de la Inquisición o Auto de fe de la Inquisición, 1812-1819 |
El cantor ciego, c.1820 |
El tiempo de las viejas, 1820 |
Goya atendido por el doctor Arrieta, 1820 |
Nada. El evento contará, 1815 - 1820 |
Puede romper la cuerda, 1815 - 1820 |
Tio Paquete , c.1820 |
Tubercio Pérez Cuervo, 1820 |
Viejo columpiándose, c.1820 |
Infante don Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza , 1822 |
Asmodea, 1820 - 1823 |
Atropos (Las Parcas), 1820 - 1823 |
Bobalicón, 1816 - 1823 |
Disparate de carnaval, 1816 - 1823 |
Disparate fúnebre, 1816 - 1823 |
Don Ramón Satué, 1823 |
Dos monjes, 1821 - 1823 |
Duelo a garrotazos, 1820 - 1823 |
Furia absurda, 1816 - 1823 |
Hombres leyendo, 1819-1823 |
Judith y Holofernes, 1820-1823 |
La lealtad, 1816 - 1823 |
La romería de San Isidro, 1820 - 1823 |
Leocadia, 1819 - 1823 |
Llevar a una mujer campesina, c.1812 - c.1823 |
Lluvia de toros o Disparate de toritos, 1816 - 1823 |
Los ensacados, 1816 - 1823 |
Modo de volar, 1816 - 1823 |
Mujeres riendo, 1819 - 1823 |
Otras leyes por el pueblo o Disparate de bestia, 1816 - 1823 |
Peregrinación a la fuente de San Isidro, 1820 - 1823 |
Saturno devorando a su hijo, 1819 - 1823 |
Una reina de circo o Disparate puntual, 1816 - 1823 |
Viejas comiendo sopa , 1819 - 1823 |
¿Quién puede pensar en él?, 1814 - 1823 |
Autorretrato, 1824 |
El arrepentimiento de San Pedro, c.1820 - c.1824 |
El monje, c.1820 - c.1824 |
Poeta Moratín, 1824 |
Retrato de Javier Goya, hijo del artista, 1824 |
Semana Santa en España en el pasado, 1820 - 1824 |
Diversión de España , 1825 |
Plaza partida , 1825 |
Naturaleza muerta con frutas, botellas, panes, 1824 - 1826 |
Juan Bautista de Muguiro, 1827 |
La lechera de Burdeos , 1825 - 1827 |
Aún aprendo , c.1824 - c.1828 |
Fantasma bailando con castañuelas, c.1824 - c.1828 |
Loco tras las rejas, 1824 - 1828 |
Serpiente de 4 bares en Bordeaux, c.1824 - c.1828 |
Anibal vencedor contempla Italia desde los Alpes |
Autorretrato |
Bildzyklus |
Brujas a volar |
Cardinal Luis Maria de Borbon y Vallabriga |
Coloso |
Conjuro |
Contra el bien general |
Corrida |
Desordenado |
Después lo verás |
Disparate femenino |
Disparate ridículo |
Disparate volador |
Don Pedro, duque de Osuna |
Dos viejos amigos bailando |
Duque de Alba |
El columpio |
El Conde de Tajo |
El Duque de Wellington |
El famoso Americano, Mariano Ceballos |
El Gran Macho Cabrío o brujas sábado |
El perro |
El sacrificio de Vesta |
El sueño |
Escena de una corrida de toros |
José Pio de Molina |
Juan Martin Diaz, El Empecinado |
La circuncisión |
La esposa del librero |
La letra con sangre entra o Escena de escuela |
La pareja mal emparejada |
Le motin de Esquilache |
Los militares y la señora |
Los niños con mastín |
Majas en el balcón |
Mariana Waldstein, marquesa de Santa Cruz Novena |
Mariano Goya |
Mujer con abanico |
Escena de prisión |
Reina María Luisa |
Retrato de Actor Isidro Meiquez |
Retrato de Jose Antonio, Marques Caballero Kepmesa |
Retrato de la señora berma sezne Kepmesa |
Retrato de María Teresa de Ballabriga, condesa de Chinchón |
Retrato de María Teresa Vallabriga y de Borbón |
Retrato de Mocarte Pedro, un cantor de la Catedral de Toledo |
Retrato de Víctor Guye |
Retrato del Artista Julio Asensio |
Retrato del torero Pedro Romero |
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