Toma de la Bastilla, anónimo del siglo XVIII (Museo Carnavalet, París). |
Sin lugar a duda, uno de los
grandes acontecimientos de la Historia es la Revolución francesa. En los
últimos años del siglo XVIII el Viejo Continente acogía dos corrientes que
parecían irreconciliablemente antagónicas. Las ideas absolutistas, herederas
del feudalismo más feroz, contra las ideas de la Ilustración, la esperanza para
un mundo más racional y lógico.
Obviamente, la Revolución no se
inicia con los primeros hombres y mujeres que en 1789 se lanzan a las calles de
París a reclamar un cambio de régimen, sino que el embrión revolucionario hay
que buscarlo mucho más atrás. Así, el aplastante absolutismo parecía mostrar
tendencias algo suicidas pues ahogaba a un pueblo al que sólo parecía dejar la
opción de alzarse en armas. Por otro lado, ya en 1789 en los Estados Unidos de
América llegaba al poder George Washington, un hombre cuyas ideas serían claves
para la historia de ese país y para la cercana revolución gala.
Por tanto, a la vista del
funcionamiento de la sociedad francesa de esa época, parece lógico y esperable
que estallara una revolución de tales características. La situación era
insostenible en 1789 y los disturbios callejeros se iniciaron el 12 de julio de
ese año y tuvieron uno de sus momentos culminantes en la toma de la Bastilla de
dos días más tarde. De este modo, estallaba la revolución que habría de borrar
del mapa de Francia el Viejo Régimen para instaurar un sistema más democrático.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.