Al igual que Machalilla, Chorrera
y Narrío, Valdivia es una parte del período cultural formativo del Ecuador, si
bien es Valdivia quien da origen a este período hacia el año 3500 a.C. en que
comienza el formativo anterior.
En Valdivia ya se encuentra un
tipo de cerámica de alto grado de elaboración, con bordes redondeados y vasijas
de gran tamaño que hace pensar en un tipo de sociedad de asentamientos estables
que empleaba estos recipientes para almacenar el grano, y por tanto se está en
una sociedad en plena revolución agrícola.
La similitud en algunos aspectos
a las piezas que se elaboraban en esa época en la isla de Kiushu en Japón, y
del resto de la cerámica Jomón, llevó a algunos investigadores a establecer una
teoría de trabajo en la cual estos primeros asentamientos habrían llegado a las
costas ecuatorianas de la mano de pescadores japoneses arrastrados por la
corriente del Kuro-Shivo y de allí se extendieron al resto del continente
internándose por las cuencas de los ríos, donde se presentan áreas óptimas para
el cultivo. No obstante, parece estar suficientemente demostrado que la
cerámica de Valdivia es varios siglos más antigua que la cerámica Jomón.
De las ocho fases en que un grupo
de arqueólogos divide la evolución de la cerámica de Valdivia, la más antigua
es la que corresponde al yacimiento de Real Alto y que las dataciones sitúan
entre el 3100 y el 2600 a.C.
A través de la cerámica se deduce
que estas civilizaciones cultivaron no sólo el maíz, sino también la yuca, el
camote, las calabazas, e incluso el algodón puesto que en las incisiones
decorativas se han encontrado tejidos de diferentes texturas.
Las primeras vasijas eran más
bien pequeñas, pero más adelante se encuentran piezas con cuatro pies que permitían
almacenar una gran cantidad de grano. En las muestras que han llegado hasta
nuestros días se observa una decoración ordenada con incisiones, impresiones
digitales y de conchas ocupando el tercio superior de las piezas.
Junto con las vasijas, en Valdivia
también se han encontrado unas figuras que representan rostros femeninos que
posteriormente fueron denominadas como las Venus
de Valdivia, y que tendrían relación con la madre tierra y el culto a la
fertilidad. Las dataciones sitúan estas figuras en el 2500 a.C.
Las representaciones tan
acentuadas de la veneración a la figura femenina, más allá de la religiosidad
relacionada con la Gran Diosa Madre Tierra, tiene que ver con la fecundidad
femenina y su consideración de que todos los fenómenos naturales se rigen por
el principio femenino. Se está pues ante un matriarcado de divinidades
femeninas que precede a los cultos politeístas de tendencia más patriarcal.
Las denominadas Venus de Valdivia
fueron encontradas en tumbas y lugares de ritos en medio de campos donde eran
enterradas con el fin de “fecundar la tierra” y propiciarle la fertilidad que
diera origen a las cosechas. Estas piezas no encuentran paralelo entre las
representaciones antropomorfas del estadio preparatorio de las grandes culturas
precolombinas como la Maya, Azteca o Inca.
Las figurillas más antiguas eran
de piedra y posteriormente se decantaron por el barro, material que permitía un
mejor modelado en particular para resaltar la zona del vientre la cual
procedían a abultar como símbolo de fertilidad y embarazo.
Las características más
resaltables de este tipo de pieza son los contornos redondeados, las pobladas
cabelleras -algunas rematadas en pintorescos peinados- y los ojos en forma de
granos de café. En paralelo con la fecundidad, también es frecuente su relación
con la salud y la ofrenda como tributo a la madre tierra, frente a un miembro
de la comunidad enfermo.
Se han encontrado gran cantidad
de figurillas fragmentadas que posiblemente hayan sido ofrendadas para la
curación de algún paciente. Una vez que ésta se producía ya no se le atribuía
ningún valor y el símbolo era abandonado. Esta misma práctica se ha encontrado
en tribus que se corresponden con las zonas de América Central y Brasil.
Si bien la cultura de Valdivia se
localiza en las costas ecuatorianas de la actual provincia de Guayas, su
influencia se ha observado desde la zona de Atacames en Esmeraldas hasta el sur
del Golfo de Guayaquil en la zona de Tumbes provincia de El Oro, cubriendo una
extensión de unos 500 kilómetros. La posible similitud con la cerámica de
Puerto Hormiga en Colombia ha sido descartada por todos los especialistas que
estiman a ésta última, más tardía y peor cocida.
La calidad en lo que se refiere a
estética y perspectiva en rostros y peinados de muchas de las figurillas de
Valdivia, en particular las del segundo período (2300-2000 a.C.), es similar a
algunas piezas egipcias. Las hendiduras que representan los distintos rasgos
muestran detalles de boca, ojos y cejas de gran refinamiento.
Con el tiempo, la calidad
artística de la cerámica de Valdivia va disminuyendo y en el tercer período
(2000-1500 a.C.) su acabado e imaginación en los detalles, como peinados y
rostros, denota un retroceso. Algunos investigadores justifican esta involución
a las teorías que ven a la Cultura de Valdivia proveniente de influencias exteriores.
Los relieves que muestran las
primeras vasijas, provenientes de apretar valvas de conchas contra el barro aún
tierno, muestran la influencia de los concheros de la costa en el desarrollo de
esta cerámica. Los acabados presentan singularidades como el brillo que
producían sobre los barnices frotando sobre la cerámica ya cocida, astas y
huesos de animales. Esta técnica fue posteriormente copiada en las fases de
Machalilla y Chorrera.
Por último, cabe aclarar que la
actual localidad de Valdivia es solo un punto de referencia de una cultura que
estuvo extendida en una zona que ocupaba varios centenares de kilómetros sobre
la costa ecuatoriana e incluso algunas decenas de kilómetros alejada de la
costa habiéndose encontrado restos al este de la provincia de Manabí.
Remontando el río Guayas, en la provincia del mismo nombre, se han excavado
yacimientos hasta 40 kilómetros alejados del mar.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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