En el año 1498 fueron publicados
quince grabados en madera del Apocalipsis
de San Juan. Durero había hecho hasta entonces unas treinta xilografías,
que no eran sino el preludio de las grandiosas visiones posteriores. Con esta
obra se produjo un cambio decisivo en el hasta entonces sencillo grabado
perfilado en madera. Abandonando la técnica tradicional de entonces, Durero
acentuó los efectos de luz y sombra y matizó las intensidades de “color” con
superficies rayadas. Con el Apocalipsis
obtuvo un éxito universal. Además de las láminas del Apocalipsis, la serie
consta de La vida de la Virgen (19
estampas, más la portada) y una Gran
Pasión (11 estampas, más la portada), la primera realizada de 1502 a 1510, la segunda
entre 1498 y 1510.
Apocalipsis de San Juan, de Alberto Durero (Biblioteca del Museo Correr, Venecia). Las xilografías del Apocalipsis que realizó en 1498 supondrían el mayor logro artísti1 co de Durero, tanto por su 1 contrapunto estético y religioso con la Última Cena de Leonardo da Vinci como por el terror social que se había propagado entre los milenaristas, que auguraban el Día del Juicio Final dos años después. Varios hechos catastróficos alentaron esta fortuita paranoia, como la caída de un enorme meteorito en tierras alemanas, las riadas del Tíber y el nacimiento de seres malformados tras los continuos brotes de peste que asolaron todo el continente. Durero, profundamente religioso, quedó muy marcado por estos miedos, que plasmó con total desparpajo en estas monstruosas estampas que describen la invasión terrenal de las fuerzas del mal.
Huida a Egipto, de Alberto Durero (Gemaldegalerie, Dresde) Perteneciente a la serie de Los Siete Dolores de María, se repite en este panel de 1495 una de las escenas más habituales de sus grabados de encargo, en la que la Virgen marcha apesadumbrada llevando en brazos al Niño perseguido por las hordas de Herodes. Narrativamente corresponde al segundo de los paneles, serviría de modelo para otras pinturas de autores de su época, como Lucas Cranach, quien se inspiraría para su Crucifixión de 1 503 en la especial disposición de las cruces que aparece en la Lamentación de María, última de las casullas de este ciclo a petición del elector Federico de Sajonia.
En los últimos años del siglo XV
se manifiesta gran preocupación e interés por acontecimientos, milagros y
signos sobrenaturales que, en opinión de la época, presagiaban el fin del
mundo. Las épocas de disturbios y de pobreza traen consigo pensamientos
escatológicos. La obra de Durero refleja una prolongada preocupación por hechos
milagrosos que duró decenas de años. Mientras trabajaba en el Apocalipsis, pintó la obra de acabado
minucioso, como de miniatura, que representa a San Jerónimo en la
selva. En el anverso puede contemplarse un paisaje idílico, de
aspecto nórdico, con un festón de montañas bañadas por la luz de la mañana; el
reverso de la tabla, en cambio, y con una técnica muy diferente, presenta el
relato dramático de un sueño del pintor, trazado con grandes pinceladas
nerviosas, donde se está en presencia de el emerger de un meteoro en un mar de
luz.
Según Durero, una de las
principales misiones del arte es la descripción de la Historia Sagrada. En
ella reside la inspiración para la mayoría de sus creaciones. Sus temas
principales son la pasión de Cristo, las vidas de la Virgen y de los santos,
predominando el grabado en la realización de las obras. Mediante el grabado, el
arte de Durero alcanzó gran influencia sobre su época. En su obra pictórica
predominan los temas marianos, que abarcan un largo período, desde hacia 1495,
con las tablas de Los Siete Dolores de
María (Munich, Dresde) y con el Altar
de Dresden (hacia 1496, pintura sobre tabla), hasta La Virgen de la Pera, de 1525 (Florencia, Uffizi).
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.