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Arquitectura

Como ya se ha apuntado, el barroco español vio interrumpido su desarrollo por la introducción de un nuevo estilo arquitectónico bajo el primer rey de la casa de Barbón, Felipe V.

Francés en cuerpo y alma, es explicable que este rey ambicionara tener en España algo que se asemejase a los palacios de la corte de Francia. Y así, la presencia de los primeros arquitectos franceses de Felipe V y de otros italianos que les siguieron, vino a suprimir en forma tajante, con todos sus atrevimientos, el estilo barroco español, que hubiera conocido una existencia más larga de no mediar el influjo de Felipe V.

Fachada del Palacio Real de La Granja de Giovanni Battista Sacchetti, cerca de Segovia. La fachada que da al jardín del palacio fue edificada en 1736 por este arquitecto italiano, que estuvo al servicio del rey Felipe V. El ritmo musical de esta arquitectura recuerda que el palacio fue la residencia estival de Scarlatti desde 1733 a 1749, período en que estuvo al servicio de la corte.


Palacio Real de Madrid de Filippo Juvara y G. B. Sacchetti. La imagen de la fachada norte y los jardines de Sabatini muestra que, pese a ser obra de los italianos y a las numerosas influencias francesas en el detalle, es fundamentalmente un bloque escarpado e independiente como la propia meseta castellana. Se diría que este lugar, ocupado anteriormente por el antiguo Alcázar de Madrid, impuso obstinadamente su carácter militar a los experimentados proyectistas de palacios.

La primera gran edificación emprendida por la dinastía borbónica es el Palacio de San Ildefonso, llamado de La Granja, cerca de Segovia. Construido entre 1719 y 1739, en él se refleja con toda claridad la transición entre el gusto de la antigua casa real y el que iba a dominar bajo la nueva dinastía, entre la tradición cortesana española y la francesa que se introducía con el nuevo soberano, modificada, casi en seguida, por la colaboración de arquitectos italianos, característica también de los primeros Barbones.

Inicialmente, Teodoro Ardemans había construido, hasta 1723, el palacio en la forma tradicional de alcázar, con cuatro torres angulares. Los jardines, proyectados por René Carlier y E. Boutelou, fueron lo único que en aquel real sitio evocaba los parques de Verslles. La reanudación de los trabajos en 1727-1734, a cargo de los italianos Andrea Procaccini y Sempronio Subisati, significa la introducción de un afrancesado barroco italiano, bajo los auspicios de la segunda esposa, italiana, de Felipe V, Isabel Farnesio. Estos arquitectos realizaron los patios de los lados norte y sur del edificio, y los extremos de su lado oriental, cuya fachada (la que da a los jardines), debida a Sacchetti, se empezó en 1736 sobre un proyecto de Juvara. Estas distintas intervenciones que, aunque pueda parecer sino un milagro sí lógicamente difícil, lograron integrarse de forma más que armonizada y dan a todo el edificio una variedad que le convierte en la más atractiva de las residencias reales españolas.

Palacio Real de Aranjuez de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera (Comunidad de Madrid). Proyectado en 1748 según el viejo estilo herreriano de la época de Felipe II, se finalizó durante el reinado de Fernando VI. Comparado con el europeísmo de La Granja, Aranjuez parece un intento de "castellanizar" la arquitectura de la corte.

Pero, la obra de mayor empeño de aquella época había de ser la construcción del Palacio Real, en Madrid. El viejo alcázar de la casa de Austria fue destruido por un incendio en 1734, y Felipe V se propuso levantar un nuevo palacio en el mismo emplazamiento. Para ello se acudió al arquitecto y abate siciliano Filippo Juvara, que había sido discípulo aventajado de Fontana.

⇨ Salón Gasparini del Palacio Real de Madrid. Llamado así por la decoración realizada por la familia Gasparini, es uno de los interiores rococó más desenfrenados de España. La concavidad del techo es como una membrana curvada, rezumante de una fantástica decoración vegetal. Las líneas del suelo le dan una respuesta de energías concentradas y rebeldes en plegados y curvados.



Juvara trazó los primeros planos basándose en una concepción de grandiosidad, ya que la primera aspiración de los reyes Felipe e Isabel había sido, al encargarle el nuevo palacio, emular, en extensión y grandeza el Louvre. Pero el proyecto resultó tan excesivo que asustó a los propios soberanos, quienes decidieron renunciar, en cierta medida, a sus excesos arquitectónicos.

Mientras tanto, moría Juvara en Madrid, no sin antes haber designado como sucesor suyo a su discípulo, el turinés Giambattista Sacchetti, quien llevó por buenas vías la construcción. Las obras se iniciaron en 1737, y se tardó unos treinta años en dejar el palacio habitable.

Salón Chino, en el Palacio Real de Aranjuez (Comunidad de Madrid). También llamada Sala de las Porcelanas, en este recinto se guarda una gran cantidad de extravagancias dieciochescas que en conjunto forman una de las salas más hermosas del palacio. La bóveda y las paredes están completamente cubiertas por porcelanas de la Fábrica del Buen Retiro.


⇦ Catedral de Santa María de Pamplona, en Navarra. Esta fachada neoclásica es la que sustituyó en el siglo XVIII a la antigua fachada románica. Diseñada por Ventura Rodríguez en 1783, está formada por un pórtico de cuatro columnas con capiteles corintios, rematado por un frontón que ostenta el escudo del cabildo. El conjunto, severo y grandioso, se completa con las terrazas y las dos torres en los extremos. La torre norte alberga la campana María, la más grande de España en uso.



Los planos presentados por Sacchetti al rey Felipe correspondían a un palacio que debía ocupar una cuarta parte del área prevista en el primer proyecto. El emplazamiento del Palacio Real, en un extremo de la ciudad, sobre una cortadura del terreno, por cuyo fondo se desliza el Manzanares, es de sin igual belleza. El edificio (de seis o siete pisos) se desarrolla alrededor de un gran patio cuadrado, con galerías de circulación en los cuatro lados, como en el Palacio Famesio de Roma. Exteriormente, las fachadas tienen cada una el cuerpo central avanzado ligeramente y otros cuerpos en los ángulos que se proyectan también algo fuera del plano de la fachada. Los pisos bajos forman como una especie de basamento sobre el que se levantan columnas de orden gigantesco que abrazan los tres pisos superiores. Es la misma disposición prevista en el proyecto que Bernini había ideado para el Louvre, proyecto puramente italiano, y es curioso que aquel mismo proyecto que fue rechazado en París, fuese ejecutado en Madrid por arquitectos italianos, pero con carácter inequívocamente francés.

Iglesia de San Francisco el Grande, en Madrid. Fachada de la iglesia del antiguo convento franciscano de Jesús y María que, según la tradición, fue fundado por San Francisco de Asís en 1217. El edificio sufrió muchas modificaciones y restauraciones que le han dado su aspecto actual, en el que destaca la rotonda circundada por las estatuas de los doce apóstoles realizadas en mármol.

El patio central, edificado con piedra granítica, que no se presta al adorno escultórico, es de líneas precisas, académicas, y no produce el entusiasmo propio de los grandes monumentos inspirados. Pero Sacchetti sólo conservó una parte de lo que había trazado Juvara e introdujo muchas mejoras que vinieron a aportar amenidad al palacio. Así, en lo exterior, lo mejoró dando más importancia a las terrazas que en la fachada norte, la que da a los jardines, se extienden sobre el tercer piso. También mejoró en el interior la escalinata. La colocación definitiva de la Real Capilla, con su cúpula, en situación aneja a aquella fachada norte (solución adoptada en 1743), acabó de dar al edificio su aspecto característico, que aligera considerablemente su masa, que de otra forma habría mostrada una apariencia demasiado pesada.

⇦ Capilla de la Virgen, en la basílica de El Pilar (Zaragoza). También llamada Santa Capilla, en 1754 Fernando VI ordenó su construcción para albergar la imagen de la Virgen y encomendó la obra al arquitecto Ventura Rodríguez. La construcción se encuadra en el orden compuesto y en ella se utilizaron mármoles, jaspes, plata y bronces. La pequeña imagen de madera descansa sobre un pilar de jaspe y está guardada en un estuche de bronce y otro de plata.



Otra gran edificación de la dinastía fue el real sitia de Aranjuez. Bajo Felipe V, desde 1715, se introdujeron reformas en el antiguo palacio que en el siglo XVI había proyectado Herrera, y más tarde, en 1748 (otra vez después de un incendio), se atendió a la realización de la idea de Fernando VI de edificar, asimismo, una población en las cercanías, mientras el palacio era objeto de reformas que lo enlazaran con los jardines, con la curva que forma el río Tajo y el gran parque circundante, que entonces se organizó con amplias avenidas. El italiano Santiago Bonavía, con Alejandro González y Velázquez y el francés Jaime Marquet, cuidaron de llevar a cabo ese plan.

Bajo Fernando VI desarrolló notable actividad en Madrid un grupo de arquitectos españoles formados junto a los primeros extranjeros que trabajaron en Aranjuez y en el Palacio Real. A personalidades de ese grupo se debe, entre otras edificaciones, la iglesia de las Salesas Reales, templo concebido en forma de bloque, construido para doña Bárbara de Braganza (que, como el rey don Fernando, tiene allí su sepulcro). Se construyó en relativamente poco tiempo, entre 1780 y 1785, y fueron sus autores Francisco Carlier, hijo del René Carlier que interviniera en la dirección de los jardines de La Granja, y Francisco Moradillo.

Formaba parte del mismo grupo un constructor español que inició su carrera bajo aquel reinado, don Ventura Rodríguez, arquitecto clasicista (17171785), ex ayudante de Sacchetti en el Palacio Real, y que es figura importante en la arquitectura española del siglo XVIII.

Los diseños que realizó en 1746, para San Francisco el Grande, edificio destinado a catedral de Madrid, le valieron su ingreso en la Academia romana de San Lucas. Sin embargo, sus proyectos fueron desechados, en su nueva forma, en 176l y la edificación del templo fue confiada a fray Francisco Cabezas (1709-1773), que lo empezó aquel año, pero hubo que abandonar su dirección en 1768. La fachada del templo se terminó bajo Carlos III por su arquitecto italiano favorito, Francisco Sabatini.

Puerta de Alcalá de Francesco Sabatini, en Madrid. Iniciada el año 1764, es la primera obra construida en España por el arquitecto italiano y las volutas jónicas de sus columnas están copiadas de las que hizo Miguel Ángel para el Capitolio de Roma.

A pesar de no poder llevar a cabo su proyecto para San Francisco el Grande, Ventura Rodríguez fue el paladín de la arquitectura del clasicismo en España. La gran obra de la primera etapa de su carrera fue la remodelación y terminación de la gran basílica del Pilar. Fernando VI, a instancias del Cabildo de la Seo zaragozana, le designó en 1756 para que reformase el proyecto de Francisco Herrera, del siglo XVII y que se había quedado algo desfasado, dándole una decoración acorde con el gusto de la época. En su proyecto se mostró especialmente hábil pues resolvió una cuestión difícil: el acceso a la capilla de la imagen de la Virgen, y dio al interior del templo un aspecto netamente clásico. Tras el éxito que supuso su intervención en la Seo de Zaragoza, los encargos siguieron lloviéndole y pudo reformar después otras iglesias de construcción anterior, en Madrid.

La última obra importante de Rodríguez fue la fachada, severamente clásica, de la catedral de Pamplona, en 1783: un pórtico tetrástilo entre dos torres cuadradas; pero antes su actividad fue muy grande, sobre todo como proyectista. En 1761 había diseñado el Real Colegio de Cirugía de Barcelona, con su teatro quirúrgico, interviniendo asimismo en el proyecto de reforma de la basílica de Covadonga.

Museo del Prado de Juan de Villanueva, en Madrid. Pórtico central de la fachada del museo, una de las mejores piezas de la arquitectura española del siglo XVIII, que el arquitecto concibió como "templo de la ciencia", donde debían reunirse los eruditos entre salas de exposiciones. La fachada neoclásica es un excelente telón de fondo para el Paseo del Prado.

Su buena estrella declinó durante el reinado de Carlos IIt quien, como queda dicho, se valió principalmente del italiano Francisco Sabatini (17271797), yerno de Vanvitelli, el autor del palacio real napolitano de Caserta. La primera obra de Sabatini en España (y la mejor, sin duda) es la madrileña Puerta de Alcalá, uno de los símbolos de la ciudad, construcción feliz, realzada con adornos escultóricos en mármol blanco debidos al escultor francés Robert Michel y a Francisco Gutiérrez. Se edificó entre 1764 y 1778. Otras obras de Sabatini son la iglesia de San Pascual Bailón en Aranjuez y, en Madrid, el edificio de la Aduana, actual ministerio de Hacienda.

Otro gran representante español de la arquitectura del clasicismo, contemporáneo de Rodríguez, y rival suyo, fue Diego de Villanueva (1715-1774), que fue hermano -¡se llevaban veinticuatro años!- del más importante arquitecto español de las últimas décadas del siglo, don Juan de Villanueva (1739-1811).

Observatorio astronómico de Madrid, de Juan de Villanueva. Encomendadas por Carlos 111 a este arquitecto, las obras iniciadas en 1790 en el cerro de San Bias se prolongaron hasta 1847. El diseño de Villanueva, típicamente dieciochesco, está formado por un rectángulo, con un elegante pórtico y un templete circular en el centro compuesto por 16 columnas de granito.

Juan de Villanueva estudió siete años en Roma, pensionado por la Academia de San Fernando. Durante su estancia en la Ciudad Eterna, entró en contacto con la Antigüedad, pero conoció también las originales creaciones de Piranesi. En 1768 (tras dibujar con José de Hermosilla, en 1766-1767, Antigüedades Árabes en Granada y Córdoba) logró ser nombrado arquitecto de la comunidad de El Escorial, lo que le dio ocasión de hacerse notar a personas de la real familia.

Su primera obra importante escurialense fue la Casa de Infantes (1771), para los infantes don Gabriel y don Antonio. Villanueva decidió transmitir a este edificio un estilo austero para que no desentonara de la fachada del monasterio frente a la que tenía que ubicarse. Arquitecto titular del príncipe de Asturias (que habría de ser el futuro Carlos IV) desde 1772, y encargado del edificio de El Escorial, en 1793 edificó la escalera del palacio en aquel monumento enclavado, y en sus cercanías las llamadas Casita de Arriba (casino elegante, para don Gabriel), y de Abajo o Casita del Príncipe, para el de Asturias, para quien también proyectó la Casita del Príncipe en El Pardo.

Fachada de la catedral de Murcia de Jaume Bort. Iniciada en 1741, está estructurada como una cueva (forma derivada de las típicas rocallas de los jardines rococó) y recuerda el proyecto que hizo Meissonier para Saint-Sulpice, de París, que no llegó a realizarse. La lealtad de Murcia a los Borbones durante la guerra de Sucesión a la corona de España proporcionó -como favor real- a su catedral este exterior fantástico que los franceses no se atrevieron a levantar dentro de sus propias fronteras.

De 1784 datan los primeros proyectos de Villanueva para el Museo del Prado, y al año siguiente sería nombrado arquitecto real. Se trataba de erigir un edificio para Museo de Historia Natural con varias construcciones anejas. Pero en el proyecto elaborado en 1787, el plan se quedó en mucho menos y se circunscribió a un único edificio. El conjunto se estructura en torno de un ala central, a la que se accede por un pórtico, unido mediante sendas alas longitudinales a dos volúmenes cúbicos dispuestos en los extremos. El Museo del Prado (que Fernando VII destinó a museo de pinturas) es uno de los más bellos edificios europeos de finales del siglo XVIII.

⇦ Capilla y altar mayor de la Universidad de Cervera de Jaume Padró i Cots, en Lleida (Cataluña). El edificio de la Universidad, construido entre 1718 y 1740, posee un cuerpo central en cuyo primer piso está el paraninfo en forma de capilla de tres naves y una cúpula, presidida por un retablo de alabastro de Jaime Padró i Cots.



Obras ulteriores de Villanueva en Madrid son: la Academia de la Historia (1788), el Oratorio del Caballero de Gracia (1789) y el Observatorio Astronómico (1790). Este último, levantado en un extremo de los jardines del Buen Retiro, es de planta cruciforme y está rematado por un original templete de columnas jónicas, que es el elemento más peculiar del conjunto. En 1791 reformó también la Plaza Mayor.

En Andalucía, se termina en esta época el edificio de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, obra iniciada a fines del siglo XVII, según proyecto del ingeniero militar Ignacio de Sala. Los palacios de Peñaflor y de Valverde, en Écija, son dos obras andaluzas importantes de estos tiempos. La fachada de la catedral de Murcia (1741-1754), del valenciano Jaume Bort, aunque en realidad no pertenezca al estilo clásico, es obra aquí enmarcada por su indudable importancia.

Escalera del Palacio de la Virreina, en Barcelona. Iniciada la construcción en 1772 bajo la dirección del escultor y arquitecto Caries Grau, tiene un sabor internacional y cosmopolita. Es un ejemplo de la intensa actividad constructiva barcelonesa de fines del siglo XVIII y de su inspiración en el gusto rococó francés, frente a la corrección académica de Madrid.

Por otra parte, en Cataluña fueron ingenieros militares quienes planearon la Ciudadela de Barcelona (así como el barrio de la Barceloneta y su iglesia) y la Universidad de Cervera, obras en que alternan los conceptos adornados del barroco y el gusto clásico. Asimismo, la fachada neoclásica de la catedral deVic, de Carlos Morató, es digna de mención por su pureza. En la capital catalana son varios los edificios importantes que entonces se erigieron, pero destacan especialmente el Palacio de la Virreina, empezado en 1772 para el ex virrey del Perú, José Amat, quien intervino personalmente en su diseño, y las fachadas, patio y escalera de la Lonja, obra concebida plenamente al estilo neoclásico, para alojar una antigua gran sala gótica de contratación. Se inició en 1772 y fue su autor Juan Soler y Faneca (1731-1794). Varias casas insulares se edificaron o reformaron entonces, como el Palacio Sollerich (1763), en Palma de Mallorca, obra de Gaspar Palmer.

Lo más importante realizado en Galicia bajo el imperio del barroco quedó ya consignado en su lugar. En el aspecto que ahora nos interesa, destaca la fachada de la catedral de Lugo, empezada en 1760 por Julián Sánchez Bort (1725-1784).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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