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Artistas de la A a la Z

Las artes del color

Además de la arquitectura y de la escultura, comienzan a formarse en Francia durante la época románica las escuelas de pintura decorativa. La obra mejor conservada de decoración románica francesa son los frescos de la iglesia de Saint-Savin-sur-Gartempe, cerca de Vienne, en el Delfinado. Uno de ellos representa al Sumo Hacedor creando el Sol y la Luna, de silueta tan fina y gesto tan delicado, que Merimée lo comparó a las figuras de los vasos griegos. Los tonos de color son también finos: rojos apagados y amarillos agrisados, con cierta frecuencia algún verde y sin ninguna nota oscura. En el ábside hay la tradicional figura sentada del Todopoderoso bendiciendo, también de insuperable belleza. Los pintores de Saint-Savin parecen haber formado parte de una escuela que alcanzó extensión geográfica considerable, pues se encuentran frescos parecidos, aunque peor conservados, en buen número de iglesias románicas de ciudades francesas.


Dos arquetas-relicario, tesoro de Santa Ana de Apt, en Vaucluse. Realizadas en cobre con esmalte en champlevé o vaciado, están datadas en el siglo XII y son obra de un taller de Limoges.

Sin embargo, se repite en la pintura la misma dificultad que existía en la arquitectura y la escultura. No se puede precisar la cronología ni explicar por completo el origen y evolución progresiva de la pintura románica francesa. Actualmente sospechamos que en su progreso influyó sobre manera la Orden de Cluny, pues los monjes cluniacenses decoraban sus monumentos con gran número de esculturas que no excluían la policromía, y no rechazaban la idea de decorar con frescos los paramentos vacíos de los muros. La gran iglesia matriz de Cluny tenía un fresco en el ábside con la indispensable visión del Todopoderoso. Además, se recuerda que en el propio cenobio de Cluny había un oratorio pintado con escenas de la vida de Jesús. Todo esto, naturalmente, desapareció con la destrucción de Cluny, pero hace años se descubrió una iglesia completamente pintada en Berzé-la-Ville, que había sido un priorato de Cluny, y en sus frescos sé puede advertir, claramente, el estilo y gama de color de las demás pinturas murales románicas francesas.



⇦ Esmalte de Limoges (Museum für Kunsthandwerk, Frankfurt). Pieza realizada en forma de medallón, cuyo tema decorativo es alusivo al bautismo. Procede de un altar portátil que perteneció al abad Willibald de Stavelot. 



Antes de conocerse estas decoraciones murales se decía con harta frecuencia que la pintura más propiamente francesa de la Edad Media fue la pintura al vidrio para decorar los ventanales, y, en efecto, en el período románico los pintores se entregaron ya con ardor a la decoración de vidrieras. Es muy probable que en la época carolingia se hubiesen empleado vidrieras de diferentes colores, formando una especie de mosaico translúcido, porque en la descripción de la antigua catedral de Reims, construida por Hincmar en el siglo IX, se lee: fenestris etiam illustravit vitreisNo se sabe exactamente en qué fecha comenzaría el uso del plomo para unir las partes de vidrio de distinto color, ya que las primeras vidrieras estaban hechas, al parecer, sobre un armazón de madera. Consta que en el siglo X se usaban todavía estos armazones, porque en una ventana que quedó tapiada en la iglesia de Château-Landon se encontró una vidriera de color de este tipo y ni la iglesia ni la ventana son posteriores al siglo X.



Pero a principios de este siglo un documento de Fleury nos informa de que, habiéndose incendiado parte de la iglesia, los monjes temieron que, con el calor, se fundieran los plomos de los ventanales. En la época románica, las vidrieras de color no se hacían pintando en los vidrios ornamentos y figuras, sino que se recortaban pedazos de vidrio del color respectivo de cada parte, y después, formando mosaico translúcido, se reunían con plomo, que, por ser opaco, acentuaba las líneas del dibujo. Este procedimiento tenía la ventaja de que, si bien para cada color se necesitaba tallar un fragmento de vidrio, en cambio no tenían que aplicarse los colores terrosos que se usan hoy, y que quitan transparencia a las vidrieras. Las más antiguas conservadas en Francia son las de Saint-Rémy de Reims, a continuación las de Saint-Denis que son ya de mediados del siglo XII, y después de ellas las más viejas de las catedrales de Sens, Chartres, Angers, Poitiers y Le Mans.



Caballero (Museo del Bargello, Florencia). Pieza en marfil ·de un juego francés de ajedrez del siglo XII. 


La orfebrería ocupó en Francia, en la época románica, un primer lugar. Hay que citar, desde luego, el tesoro de Saint-Denis, que las memorias y documentos describen al tratar de la actividad desplegada por el abad Suger, a mediados del siglo XII, para enriquecer su abadía con obras de arte. Un magnífico jarro de pórfido egipcio, convertido en cuerpo de una águila por un orfebre románico, es el testimonio más patente de la gran habilidad de los joyeros empleados por Suger. Otra joya de Saint-Denis de esta época, desaparecida hoy, pero que podemos reconstruir por las minuciosas descripciones que de ella se conservan, es el pedestal, repujado de metales preciosos, que el abad mandó labrar para sostener una cruz merovingia atribuida a San Eloy y que se guardaba en aquella casa. Como un esfuerzo curioso de Suger para decorar la iglesia de su abadía, debemos citar las puertas de bronce fundido, encargadas a artistas del país, donde no había precedentes de esta labor.

Pero en el arte de trabajar los metales, lo que más caracteriza la escuela francesa románica son los esmaltes de la región de Limoges, de los que se hizo un comercio extraordinario. En esta época, muchos ornamentos litúrgicos, y aun altares de cierto valor, eran esmaltados, porque los artistas de Limoges abandonaron la técnica costosa y difícil de los esmaltes cloisonnés bizantinos, en los cuales el color vitrificante ocupa las casillas formadas de antemano con planchas de oro. En lugar de esa técnica bizantina del tabicado, que forma un verdadero mosaico de esmalte, los artesanos de Limoges aplicaron el esmalte en una capa gruesa sobre una superficie de cobre. Las planchas, rebajadas de antemano, se recubrían de pastas vitreas muy espesas para que, al semifundirse en el horno, no llegaran a hacerse tan líquidas que se desparramaran y perdieran el dibujo. A esta clase de esmaltes se le llama champlevé, porque no tienen los cloisons, o depósitos, como los esmaltes cloisonnés bizantinos y en su lugar tienen los champs, para los colores surlevés o levantados. Después de esmaltadas, estas planchas eran unidas hábilmente por los artistas, que sabían soldar el bronce sin estropear el esmalte, y con varias piezas formaban cajitas y relicarios.

El labrado de los marfiles continuó en Francia la tradición carolingia, y se conservan abundantes placas para decorar encuademaciones de libros, de bello estilo románico. También son de origen francés varios cuernos de caza, hermosamente labrados en colmillos de elefante (olifants) y cubiertos de ornamentación formada por figuras y hojas decorativas, así como notables piezas labradas de ajedrez.


⇦  Inicial iluminada del papa Calixto (Archivo de la catedral de Santiago de Compostela). Miniatura del Codex Calistinus, en la que el papa aparece escribiendo dentro de la letra "e". El texto del códice se atribuye al monje cluniacense Aymerico Picaud. 



Los magnates y los obispos románicos usaron principalmente telas orientales, pero se conserva en la catedral de Bayeux uno de los más importantes monumentos del arte del bordado, que es, precisamente, de esta época. Es el llamado "tapiz" en que -según la tradición-la reina Matilde, esposa del duque Guillermo, el conquistador normando de Inglaterra, bordó los episodios de la conquista. Se trata de una larguísima banda de enorme interés histórico, pues es contemporánea de los hechos que describe (1066). Con todo lujo de detalles y con la ayuda de inscripciones en latín, como en las modernas bandas ilustradas o comics, se describen todas las peripecias de aquella aventura en que la batalla de Hastings dio Inglaterra a los normandos. 

Deberíamos haber concedido por lo menos una ligera atención al arte de la miniatura. Pero en la época románica el libro, objeto de principal interés en la época carolingia, sufre una especie de disminución de valor, o por lo menos experimenta en Francia el arte de la miniatura un retroceso, mientras que en Inglaterra, por un lado, y por otro en las tierras de lo que antes fue el Imperio Carolingio, como en la región del Rin e incluso en la Baja Sajonia, el cultivo de aquel arte es aún muy vigoroso en algunos de los grandes monasterios. El contraste que entonces se observa entre el arte francés de la miniatura y el de la esmaltería o de la vitriaría, tan florecientes, puede explicarse teniendo en cuenta que los textos de polémica y dialéctica no se prestan tanto a la decoración. Donde se encuentra un eco en forma plástica de las controversias de las escuelas es en los capiteles de los claustros. La escultura es el arte que sirve para ilustrar con relieves llenos de agitación y de vida el saber de aquel período.

En realidad, la época románica es un amanecer con luces crepusculares; apreciamos más los bultos que los detalles, que no se distinguirán de modo preciso hasta la plenitud del gótico.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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