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El arte en la época de Augusto y sus sucesores

Conocida es la frase que se atribuye César, el cual, encontrando una ciudad de ladrillo, dejó una de mármol; pero estas palabras no son del todo justas pues, aunque construyó la basílica Julia y reedificó la basílica Emilia, dos de las grandes obras de la Roma antigua, la Roma republicana no era de ladrillo, sino de la piedra blanda volcánica del Lacio; además, la obra de embellecimiento de Augusto había sido iniciada por los patricios de la época anterior, seducidos por la maravillosa sugestión que durante tanto tiempo ejerció el arte griego. Lo que representa más que nada el impulso dado por Augusto es el reconocimiento oficial de las corrientes helenísticas. 
Camafeo de Augusto, que conmemora la victoria 
de Tiberio, al que se ve descendiendo del carro en 
la parte superior izquierda, sobre los germanos. 
En el centro la madre Roma mira a Augusto. 

A mediados del siglo I a.C., un joven Augusto se gana la confianza de César, a quien acompaña, con gran éxito, en muchas campañas militares, forjándose, de este modo, una gran amistad entre ambos. Augusto, tras llegar al poder, se encuentra una Roma diezmada por las luchas internas. Durante más de cinco decenios, debe realizar complicadas maniobras para pacificar el Imperio y, a la vez, llevar a cabo una intensa campaña constructora; por tanto, casi como a modo de resumen de su gobierno, queda, como se verá, el Ara Pacis, el Altar de la Paz.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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